Tardío (y demencial) exploit italiano de “Top Gun” (ahora que está tan de moda) facturado en los 90 con fines comerciales totalmente aviesos y realizada con la cara más dura que se pueda uno imaginar. Y es que, aunque el material de base que utiliza para su desarrollo es idéntico al de “Top Gun”, si los italianos son expertos en algo es en rizar el rizo, así que, no contentos con mangar la estética a la película de Tony Scott —la escena de créditos que nos presenta la flota de aviones es exacta—, también casi le mangan el título a otra producción de éxito de los 80, “El Trueno Azul” y, además, no se les ocurre otra cosa que aderezar el mejunje nada menos que con ¡abduciones extraterrestres!
Así, tenemos a dos pilotos de la OTAN que pasan su tiempo entre rudas conversaciones de tipos duros y juegos de cartas, cuando no, salen con sus aviones a probar una serie de maniobras. En una de estas, estando en el aire observan en lo alto de la colina una extraña luz azul que, cuando uno de estos pilotos sobrevuela sobre ella, se lo traga. El otro piloto regresará solo a la base convencido de que las luces que se han tragado vivo a su colega son de origen extraterrestre y, con toda la OTAN en contra diciendo que se trata de un fenómeno electro magnético, decidirá investigar por su cuenta, lo que le llevará a conocer a una rubia irrelevante que no sirve para otra cosa más que para que nuestro protagonista tenga un interés romántico.
En un momento dado, este piloto saldrá con un anciano en garrota a subir la montaña para llegar a la zona donde las luces alien se tragaron a su compañero,y lo hace con la ropa que lleva, sin la adecuada equipación de escalada (¡¡¡). El desenlace, que no desvelaré por supuesto, es una de las cosas más improbables, tontas, estúpidas y descabelladas que he visto yo en una película.
Lo más interesante de “Blue Tornado” es su reparto eminentemente internacional, al menos en lo que a los papeles estelares se refiere, así, tenemos a una suerte de Maverick llamado Alex interpretado por un decadente Dirk Benedict recién finalizado su periplo en “El Equipo A” al que le secunda una por otro lado en alza y exitosa Patsy Kensit, que lo mismo te hacía un blockbuster hollywoodiense, que aparecía en una película de Pilar Miró, que te salía en esto. El compañero de Alex tragado por la luz azul, no es otro que Ted McGinley, más conocido por interpretar a Stan Gable, el malo de la saga de “La revancha de los novatos”. Finalizamos el cast con la presencia de un David Warner desubicadísimo en su papel de comandante de la tropa aerea, pensando todo el rato en cuando va a cobrar su cheque y, así, regresar a su país. Vamos, un reparto de campanillas.
No menos interesante resulta que, a pesar de lo chapucero del plagio en general, no aparenta ser tan pobretón como cabía esperar y hay que decir que las tomas con aviones reales de la aviación italiana no desmerecen en absoluto de las rodadas para el original “Top Gun”, y sin llegar a la espectacularidad de aquellas —solo por un pelo— por lo menos dan el pego, salvo porque el material aéreo es excesivo y al final la película es un continuo ir y venir de Dirk Benedict para arriba y para abajo, yendo a la biblioteca a buscar libros sobre OVNIS y teniendo largas e intrascendentes conversaciones sobre el tema con sus compañeros de reparto, junto al sin sentido de secuencias de aviones que despegan, vuelan o aterrizan mientras el director de fotografía intenta copiar los tonos de luz sepiaceos que hicieron distinguir la película protagonizada por Tom Cruise. Sin embargo, y contra cualquier pronóstico previamente estipulado, la película no se hace aburrida en exceso. Es más, diría que incluso está entretenidilla, ya sea por su primera mitad que es más que digna, ya sea porque luego la cosa se desmelena, se va volviendo bizarra y perezosa y, ya sí, entran en juego los consabidos momentos de comedia involuntaria. Pero ¡ojo! No está mal dirigida del todo.
El responsable es un pequeño aspirante a lo que viene siendo el típico artesano italiano, Antonio Bido, que por aquello de internacionalizar el producto firmó esta película bajo el seudónimo de Tony B. Dobb (que suena parecido a Tony Scott) y cuya filmografía no es del todo destacable, aunque en los setenta rodó sendos giallos que pueden ser más o menos recordados por los aficionados al género: “El gato con los ojos de jade” y “Sombra sangrienta”. En cualquier caso, tampoco serían de los giallos más célebres (o celebrados).
La verdad es que dar con “Blue Tornado” ha sido dar con una pequeña joya del despropósito, una estafa con más cara que espalda y una absoluta candidata a la categoría “malas pero divertidas”. Me resulta incomprensible como esta película no es más célebre o posee más culto —y es que se la reivindica poco—. Desde luego tiene todos los ingredientes para que estuviera al lado de los grandes títulos exploit italianos de la época, como “Contaminación: Alien invade la tierra” o el “Terminator 2” de Bruno Mattei por citar algunos. Y la única explicación que encuentro es que esta película no es popular por tratarse de un film de los 90 que expoliaba una película que quizás hoy esté de gran actualidad gracias a su secuela, pero que en 1991, año de producción de esta cinta, ya estaba pasada de moda y, la verdad, es que le importaba un bledo a la plebe. Un poco lo mismo que le sucede a nuestra “Alas rotas”. O váyanse ustedes a saber.
viernes, 30 de septiembre de 2022
miércoles, 28 de septiembre de 2022
GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 15: FONDA SANGRIENTA
Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....
De los muchos redactores que pululaban por las páginas de la maravillosa "Mad Movies" (en sus "golden years"), Marc Toullec era aquel con el que compartía más sensibilidades. Le molaban especialmente las películas "trash", lo truculento, gran-guiñolesco, zetoso, excesivo y delirante. Y se dedicaba en cuerpo y alma a escribir sobre ello en una época, obvio, en la que no era común proceder ni estaba desconcertantemente aceptado. Así, el día que (en su número 54 de Julio del 88) me encontré de morros con dos páginas enteras en las que Toullec comentaba el lanzamiento en vídeo del "Fonda Sangrienta" de Jackie Kong (culpable también de "Patrulla de noche" y "El Ser"), acompañado todo ello, encima, por un alucinante collage de imágenes asombrosas y generosas en cuanto a locura, levité dos metros del sucio suelo. Aquel material significó horas y más horas de estudio, relectura y análisis, mirando las fotos con lupa e imaginando una película asombrosa y alucinante, casi perfecta para mí. Claro, luego fue verla y, aunque tampoco puedo hablar de decepción, es óbice señalar que mis expectativas alcanzaban la estratosfera, e iba a ser muy difícil igualarlas. Tardé un poco en apreciar realmente las virtudes del film de Jackie Kong, pero lo logré.
Hace tiempo que el cuerpo me pide una revisión. Y lo cierto es que ahora, que se ha ganado el desmedido y, en ocasiones exagerado, título de "cult movie", pues ya la vería con otros ojos, como esos que viven encerrados dentro del pote de cristal pegados a su cerebro. Sin embargo, negarle un puesto de honor entre mis apetencias juveniles, o de ser uno de los productos más curiosos, peculiares y llamativos de la segunda mitad de los ochenta, sería injusto.
Les dejo, pues, con la galería de maravillosas, coloridas y prometedoras imágenes de la que hablaba...
De los muchos redactores que pululaban por las páginas de la maravillosa "Mad Movies" (en sus "golden years"), Marc Toullec era aquel con el que compartía más sensibilidades. Le molaban especialmente las películas "trash", lo truculento, gran-guiñolesco, zetoso, excesivo y delirante. Y se dedicaba en cuerpo y alma a escribir sobre ello en una época, obvio, en la que no era común proceder ni estaba desconcertantemente aceptado. Así, el día que (en su número 54 de Julio del 88) me encontré de morros con dos páginas enteras en las que Toullec comentaba el lanzamiento en vídeo del "Fonda Sangrienta" de Jackie Kong (culpable también de "Patrulla de noche" y "El Ser"), acompañado todo ello, encima, por un alucinante collage de imágenes asombrosas y generosas en cuanto a locura, levité dos metros del sucio suelo. Aquel material significó horas y más horas de estudio, relectura y análisis, mirando las fotos con lupa e imaginando una película asombrosa y alucinante, casi perfecta para mí. Claro, luego fue verla y, aunque tampoco puedo hablar de decepción, es óbice señalar que mis expectativas alcanzaban la estratosfera, e iba a ser muy difícil igualarlas. Tardé un poco en apreciar realmente las virtudes del film de Jackie Kong, pero lo logré.
Hace tiempo que el cuerpo me pide una revisión. Y lo cierto es que ahora, que se ha ganado el desmedido y, en ocasiones exagerado, título de "cult movie", pues ya la vería con otros ojos, como esos que viven encerrados dentro del pote de cristal pegados a su cerebro. Sin embargo, negarle un puesto de honor entre mis apetencias juveniles, o de ser uno de los productos más curiosos, peculiares y llamativos de la segunda mitad de los ochenta, sería injusto.
Les dejo, pues, con la galería de maravillosas, coloridas y prometedoras imágenes de la que hablaba...
lunes, 26 de septiembre de 2022
L.A. SLASHER
Terrible, terrible, terrible muestra de cine de “terror” contemporáneo que, paradójicamente, adolece de todo lo que critica.
Una mezcla de slasher y torture porn para un público indefinido y veinteañero que, en su afán por resultar visualmente rompedor, se convierte en un producto de difícil visionado por culpa de una estética en exceso recargada, un montaje demasiado suntuoso y una historia que no nos importa un carajo. Además se trata de una película que, titulándose “L.A. Slasher”, da la sensación de que nadie en su realización sepa nada en absoluto sobre cine de género. “L.A. Slasher” es lo peor de lo peor.
La trama se centra en Hollywood y en el mundo de los realitys. Se nos muestra una serie de personajes, actrices o chicas famosas por participar en algún programa de telebasura, que hacen su vida lujosa y estúpida sin ningún tipo de problemas. Por otro lado, tenemos a un individuo vestido con traje blanco y máscara, que en voz en off hace saber al espectador lo repugnante que le resulta el mundo de los realitys y la fama no merecida. Así que se dedicará a secuestrar y asesinar a todas estas señoritas. Además, el individuo, que se hace llamar a sí mismo L.A. Slasher, lo filma todo en vídeo para luego subirlo a Youtube, motivo por el que va ganando seguidores y popularidad.
Además, existe una subtrama totalmente anodina con un par de narcotraficantes como protagonistas (interpretados por Bautista y Danny Trejo) que buscan un laboratorio de químicos en medio del desierto. Esto se va combinando con los asesinatos del otro pollo sin demasiado orden ni concierto.
Todo ello servido con iluminación de colorines, rosa neón, verde marciano, amarillo chillón, todo muy brillante e irritante. Casi como si se tratara de una de las últimas películas de Harmony Korine, pero con una elección estética al azar.
Todo en esta película es un anodino desastre carente atractivo.
“L.A. Slasher” se posiciona en contra de los famosos del corazón, pintándolos como unos modernos descerebrados, superficiales e insulsos. En ese sentido la película recuerda ligeramente a “Rojo sangre” del amigo Paul Naschy, con la diferencia que, si aquella estaba expuesta desde la ranciedad más pegajosa, esta lo hace desde la más absoluta de las modernidades. Casi parece concebida por y para esas celebritys y pijas que tanto critica.
Se trata de un film con una carrera teatral limitada en la que apenas llegó a recaudar 3000 dólares, para acto seguido ser explotada en DVD y vídeo bajo demanda, y lo más destacable de la misma es que las calificaciones de ciertas bases de datos de películas, rara vez sobrepasan los 0 puntos. No es para menos.
El reparto está compuesto por actorcitos de tercera y, ademas de Bautista y Danny Trejo, tenemos en el mismo a un desfasado Eric Roberts interpretando al alcalde, que folla y exagera cosa mala. Es como si el propio Roberts se tomara a cachondeo la maldita película en la que le ha tocado salir esta vez.
La dirección recae sobre Martin Owen, cortometrajista que debutaba con esta pedazo de mierda para luego adaptar ese mismo estilo recargado en otros géneros. Suya sería también “Asesinos ocultos” con Gary Oldman y Jessica Alba a la cabeza.
Poco más. En esto se ha quedado el cine independiente de género…
Una mezcla de slasher y torture porn para un público indefinido y veinteañero que, en su afán por resultar visualmente rompedor, se convierte en un producto de difícil visionado por culpa de una estética en exceso recargada, un montaje demasiado suntuoso y una historia que no nos importa un carajo. Además se trata de una película que, titulándose “L.A. Slasher”, da la sensación de que nadie en su realización sepa nada en absoluto sobre cine de género. “L.A. Slasher” es lo peor de lo peor.
La trama se centra en Hollywood y en el mundo de los realitys. Se nos muestra una serie de personajes, actrices o chicas famosas por participar en algún programa de telebasura, que hacen su vida lujosa y estúpida sin ningún tipo de problemas. Por otro lado, tenemos a un individuo vestido con traje blanco y máscara, que en voz en off hace saber al espectador lo repugnante que le resulta el mundo de los realitys y la fama no merecida. Así que se dedicará a secuestrar y asesinar a todas estas señoritas. Además, el individuo, que se hace llamar a sí mismo L.A. Slasher, lo filma todo en vídeo para luego subirlo a Youtube, motivo por el que va ganando seguidores y popularidad.
Además, existe una subtrama totalmente anodina con un par de narcotraficantes como protagonistas (interpretados por Bautista y Danny Trejo) que buscan un laboratorio de químicos en medio del desierto. Esto se va combinando con los asesinatos del otro pollo sin demasiado orden ni concierto.
Todo ello servido con iluminación de colorines, rosa neón, verde marciano, amarillo chillón, todo muy brillante e irritante. Casi como si se tratara de una de las últimas películas de Harmony Korine, pero con una elección estética al azar.
Todo en esta película es un anodino desastre carente atractivo.
“L.A. Slasher” se posiciona en contra de los famosos del corazón, pintándolos como unos modernos descerebrados, superficiales e insulsos. En ese sentido la película recuerda ligeramente a “Rojo sangre” del amigo Paul Naschy, con la diferencia que, si aquella estaba expuesta desde la ranciedad más pegajosa, esta lo hace desde la más absoluta de las modernidades. Casi parece concebida por y para esas celebritys y pijas que tanto critica.
Se trata de un film con una carrera teatral limitada en la que apenas llegó a recaudar 3000 dólares, para acto seguido ser explotada en DVD y vídeo bajo demanda, y lo más destacable de la misma es que las calificaciones de ciertas bases de datos de películas, rara vez sobrepasan los 0 puntos. No es para menos.
El reparto está compuesto por actorcitos de tercera y, ademas de Bautista y Danny Trejo, tenemos en el mismo a un desfasado Eric Roberts interpretando al alcalde, que folla y exagera cosa mala. Es como si el propio Roberts se tomara a cachondeo la maldita película en la que le ha tocado salir esta vez.
La dirección recae sobre Martin Owen, cortometrajista que debutaba con esta pedazo de mierda para luego adaptar ese mismo estilo recargado en otros géneros. Suya sería también “Asesinos ocultos” con Gary Oldman y Jessica Alba a la cabeza.
Poco más. En esto se ha quedado el cine independiente de género…
sábado, 24 de septiembre de 2022
FEMME FATALE + ENTREVISTA A BRIAN DE PALMA (MANGADA, POR SUPUESTO)
Tras dirigir unos cuantos títulos tan correctos y visibles como convencionales ("Atrapado por su pasado", "Misión Imposible", "Snake Eyes" y "Misión a Marte") a Brain De Palma debieron entrarle ganas de hacerse un buen pajote -creativo, digo- recuperando sus desvaríos más hitchcockianos de finales de los 70 / inicios de los 80. La última vez que le había dado al manubrio fue con "En nombre de Caín", justo una década antes. Y ya iba siendo hora de retomarlo. Así que decidió asociarse con los perfectos "partners in crime", los franchutes, y tiró palante todo un ejercicio de estilo en formato thriller.
Un grupo de ladrones de élite se hacen con las valiosas joyas que luce una modelo farlopera durante el Festival de Cannes. La chica del grupo traiciona al resto y escapa con el botín. La casualidad hará que la confundan con otra persona y eso le de la oportunidad de desaparecer, casarse con un futuro embajador y darse a la buena vida. Siete años después, un paparazzi le saca una foto, lo que propiciará ser reconocida y localizada por aquellos a los que traicionó.
Si la trama ya es un pelo retorcida, más lo será a medida que avance. El final, en concreto, es desconcertante y muy arriesgado. Pero mola. No molesta. Al fin y al cabo es Brian De Palma, leñe, quien procurará que "el viaje" sea bien entretenido y, en cierto modo, fascinante gracias a sus peculiares maneras de narrar con imágenes, a base de pantallas partidas, largos travellings complicados, muchos detalles que se te escaparán si no pones atención y una música estupenda, tan barroca y narrativa como suele el De Palma más visual. La sorpresa es que no la firma el habitual y maravilloso Pino Donaggio. Esta vez recae en manos de Ryuichi Sakamoto.
Ayudan a que el visionado sea bien agradable los rostros de la hermosa Rebecca Romijn, nuestro Antoñito Banderas en pleno ascenso hollywoodiense, dos carismáticos segundones del nivel de Peter Coyote y Gregg Henry y, como curiosidad, Jo Prestia, el violador chungo de "Irreversible" que aquí hace más o menos el mismo papel, aunque en versión "soft".
Recomendable.
Un grupo de ladrones de élite se hacen con las valiosas joyas que luce una modelo farlopera durante el Festival de Cannes. La chica del grupo traiciona al resto y escapa con el botín. La casualidad hará que la confundan con otra persona y eso le de la oportunidad de desaparecer, casarse con un futuro embajador y darse a la buena vida. Siete años después, un paparazzi le saca una foto, lo que propiciará ser reconocida y localizada por aquellos a los que traicionó.
Si la trama ya es un pelo retorcida, más lo será a medida que avance. El final, en concreto, es desconcertante y muy arriesgado. Pero mola. No molesta. Al fin y al cabo es Brian De Palma, leñe, quien procurará que "el viaje" sea bien entretenido y, en cierto modo, fascinante gracias a sus peculiares maneras de narrar con imágenes, a base de pantallas partidas, largos travellings complicados, muchos detalles que se te escaparán si no pones atención y una música estupenda, tan barroca y narrativa como suele el De Palma más visual. La sorpresa es que no la firma el habitual y maravilloso Pino Donaggio. Esta vez recae en manos de Ryuichi Sakamoto.
Ayudan a que el visionado sea bien agradable los rostros de la hermosa Rebecca Romijn, nuestro Antoñito Banderas en pleno ascenso hollywoodiense, dos carismáticos segundones del nivel de Peter Coyote y Gregg Henry y, como curiosidad, Jo Prestia, el violador chungo de "Irreversible" que aquí hace más o menos el mismo papel, aunque en versión "soft".
Recomendable.
Antaño no tenía problema en airear reseñas tan escuetas. Pero hoy es algo que, por alguna absurda razón, me incomoda un poco. Así pues, aprovecho la ocasión para completarla con una entrevista a Brian De Palma realizada en Febrero de 1982 y publicada en la revista "Casablanca". Efectivamente, este material estaba destinado en un principio a nuestra sección del "tío Vicente"... pero me ha parecido que quedaría más chulo aquí, junto a la reseña.
viernes, 23 de septiembre de 2022
Y SI NO, NOS ENFADAMOS (2022)
Antes de que se estrenase siquiera, el sector rancio del fandom que le ha tocado padecer a Bud Spencer y Terence Hill, ya echaba pestes sobre la idea de que se lanzase un remake del clásico “Y si no, nos enfadamos”. Esputaban bilis como los pedazo de retrasados mentales que son.
A mí, de primeras, no me pareció mal del todo, un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill y que para más inri no tuviera nada que ver con el binomio Trinidad… me hacía cierta gracia la idea. El único problema al que me enfrentaba con respecto a este peliagudo tema, era la manera en la que lo abordarían, porque no creo que “Y si no, nos enfadamos” sea un producto fácil de remakear precisamente. Pero lo último que se pierde es la esperanza.
Al final hay que darle la razón a todos estos tontos del culo por sus capacidades para la clarividencia, porque el resultado de esto es poco menos que una abominación. Todo mal. Pero yo digo todo esto tras ver la película, no antes, porque al contrario que ellos yo no soy adivino.
La cosa, producida para Netflix, es una especie de de secuela/remake de la película dirigida por Marcelo Fondato en 1974 que nos sitúa en un extraño lugar costero. Una breve introducción nos resume lo acontecido en la película original y nos presenta a unos dobles de Terence Hill y Bud Spencer tras unas vidrieras —para que no podamos distinguirlos bien— discutiendo sobre la autoría del mini bólido rojo y con capota amarilla que era objeto de deseo y conflicto en la primera película. Y resulta que han pasado algunos años y han tenido hijos que son exactamente igual que ellos. Mientras ellos discuten, a los niños no se les ocurre otra cosa que conducir el mini bólido, hasta que unos tipos que piden ayuda en la carretera les roban el cochecito, generando así la enemistad entre ellos. De este modo se traslada la acción a la actualidad, los niños ya son mayores, y se repite, punto por punto, el argumento del “Y si no, nos enfadamos” primigenio recreando de nuevo todos los momentos míticos y los arquetipos, no ya de la película en sí, si no de todo el cine de Hill/ Spencer (a saber; salchichas y cerveza, el rally inicial, el duelo de las motos, los macarras chungos, pero muy tontos…), omitiendo, sin embargo, las secuencias más complicados de rodar a día de hoy, esto es, persecuciones y peleas que conllevan una mayor elaboración. Cambian personajes y situaciones y listo, habemus filme. Eso sí, el tema de “Dune Buggy”, el “Coro dei Pompieri” (ya saben… lalalalalala, lalalalalala…) y todo lo que ha de estar, está, no sea que la platea cincuentona no asocie y se cabree.
El problema de la película, a parte de ser hiper aburrida, reside en que la dirección se la han encomendado a un par de directores nacidos en el año 86, Niccoló Celaia y Antonio Usbergo, conocidos como dupla con el irritante nombre de YouNuts!, que son populares por dirigir videoclips de música urbana —trap y esas cosas—, ergo, sus gustos e influencias, más allá de que por edad lo que les ha tocado remakear les pilla un poco fuera de época, son los propios de un millenial; esta gente ha visto más series que películas. Entonces lo que tenemos aquí no llega ni a ser un ejercicio de nostalgia posmoderno, porque los directores son demasiado jóvenes para que les pille el posmodernismo.
“Y si no, nos enfadamos 2022” es una película sobreproducida, con un exceso total de planos aéreos, steadys y cámaras lentas en las peleas. Pero lo más excesivo es que se gasta un look a medio camino entre una película de Rob Zombie y otra de Tarantino, que verdaderamente tira de espaldas. Un daño colateral si quienes dirigen son atolondrados treintañeros. Pero esta es la opinión de un señor de mediana edad con mogollón de prejuicios a la hora de enfrentarse a según que productos, aún así, procurando ser objetivo, diré que si esto no fuera un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill de los que tampoco soy fan, fan, fan acérrimo, pecaría de esas mismas fallas de novato: Mucho aspaviento, mucho montaje, y querer parecerse a Tarantino. En definitiva, puta mierda.
En el reparto, el sosias de Bud Spencer es Edoardo Pesce, un actor de los de nueva hornada que ha ganado premios por aparecer en películas de Matteo Garrone, es en realidad un guaperas con la cara un poco redonda que ha tenido que engordar un poquitín (muy poco) para parecerse al bueno de Bud, mientras que para dar vida al trasunto de Terence Hill tenemos a Alessandro Roja del que podemos decir más o menos lo mismo que de Pesce. Ambos, además, son populares por intervenir en la serie de gran audiencia en Italia, “Roma criminal”. Y por supuesto, no puede faltar en una comedia italiana que se precie Christian De Sica, dando vida al malo malísimo —y megalomaníaco— de toda esta historia y cuya presencia se antoja ya, a estas alturas, una parodia de sí mismo. Con todo, esa misma presencia es al final lo mejor de una película destinada a ser odiada de por vida. O peor aún, olvidada en pocos meses.
A mí, de primeras, no me pareció mal del todo, un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill y que para más inri no tuviera nada que ver con el binomio Trinidad… me hacía cierta gracia la idea. El único problema al que me enfrentaba con respecto a este peliagudo tema, era la manera en la que lo abordarían, porque no creo que “Y si no, nos enfadamos” sea un producto fácil de remakear precisamente. Pero lo último que se pierde es la esperanza.
Al final hay que darle la razón a todos estos tontos del culo por sus capacidades para la clarividencia, porque el resultado de esto es poco menos que una abominación. Todo mal. Pero yo digo todo esto tras ver la película, no antes, porque al contrario que ellos yo no soy adivino.
La cosa, producida para Netflix, es una especie de de secuela/remake de la película dirigida por Marcelo Fondato en 1974 que nos sitúa en un extraño lugar costero. Una breve introducción nos resume lo acontecido en la película original y nos presenta a unos dobles de Terence Hill y Bud Spencer tras unas vidrieras —para que no podamos distinguirlos bien— discutiendo sobre la autoría del mini bólido rojo y con capota amarilla que era objeto de deseo y conflicto en la primera película. Y resulta que han pasado algunos años y han tenido hijos que son exactamente igual que ellos. Mientras ellos discuten, a los niños no se les ocurre otra cosa que conducir el mini bólido, hasta que unos tipos que piden ayuda en la carretera les roban el cochecito, generando así la enemistad entre ellos. De este modo se traslada la acción a la actualidad, los niños ya son mayores, y se repite, punto por punto, el argumento del “Y si no, nos enfadamos” primigenio recreando de nuevo todos los momentos míticos y los arquetipos, no ya de la película en sí, si no de todo el cine de Hill/ Spencer (a saber; salchichas y cerveza, el rally inicial, el duelo de las motos, los macarras chungos, pero muy tontos…), omitiendo, sin embargo, las secuencias más complicados de rodar a día de hoy, esto es, persecuciones y peleas que conllevan una mayor elaboración. Cambian personajes y situaciones y listo, habemus filme. Eso sí, el tema de “Dune Buggy”, el “Coro dei Pompieri” (ya saben… lalalalalala, lalalalalala…) y todo lo que ha de estar, está, no sea que la platea cincuentona no asocie y se cabree.
El problema de la película, a parte de ser hiper aburrida, reside en que la dirección se la han encomendado a un par de directores nacidos en el año 86, Niccoló Celaia y Antonio Usbergo, conocidos como dupla con el irritante nombre de YouNuts!, que son populares por dirigir videoclips de música urbana —trap y esas cosas—, ergo, sus gustos e influencias, más allá de que por edad lo que les ha tocado remakear les pilla un poco fuera de época, son los propios de un millenial; esta gente ha visto más series que películas. Entonces lo que tenemos aquí no llega ni a ser un ejercicio de nostalgia posmoderno, porque los directores son demasiado jóvenes para que les pille el posmodernismo.
“Y si no, nos enfadamos 2022” es una película sobreproducida, con un exceso total de planos aéreos, steadys y cámaras lentas en las peleas. Pero lo más excesivo es que se gasta un look a medio camino entre una película de Rob Zombie y otra de Tarantino, que verdaderamente tira de espaldas. Un daño colateral si quienes dirigen son atolondrados treintañeros. Pero esta es la opinión de un señor de mediana edad con mogollón de prejuicios a la hora de enfrentarse a según que productos, aún así, procurando ser objetivo, diré que si esto no fuera un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill de los que tampoco soy fan, fan, fan acérrimo, pecaría de esas mismas fallas de novato: Mucho aspaviento, mucho montaje, y querer parecerse a Tarantino. En definitiva, puta mierda.
En el reparto, el sosias de Bud Spencer es Edoardo Pesce, un actor de los de nueva hornada que ha ganado premios por aparecer en películas de Matteo Garrone, es en realidad un guaperas con la cara un poco redonda que ha tenido que engordar un poquitín (muy poco) para parecerse al bueno de Bud, mientras que para dar vida al trasunto de Terence Hill tenemos a Alessandro Roja del que podemos decir más o menos lo mismo que de Pesce. Ambos, además, son populares por intervenir en la serie de gran audiencia en Italia, “Roma criminal”. Y por supuesto, no puede faltar en una comedia italiana que se precie Christian De Sica, dando vida al malo malísimo —y megalomaníaco— de toda esta historia y cuya presencia se antoja ya, a estas alturas, una parodia de sí mismo. Con todo, esa misma presencia es al final lo mejor de una película destinada a ser odiada de por vida. O peor aún, olvidada en pocos meses.
lunes, 19 de septiembre de 2022
2012: CURSE OF THE XTABAI
Belice es un recóndito país de Centro América situado entre el norte de México y Guatemala donde la pobreza y los ambientes selváticos campan a sus anchas. Por eso es muy interesante descubrir que entre el sector estudiantil existen muchos alumnos con cierta inquietud por el cine, máxime teniendo en cuenta que en el lugar en cuestión no hay material alguno que les permita llevar a cabo ningún tipo de producción por pequeña que esta sea, ni salas de exhibición al uso. Entonces, de toda cinematografía emergente que pueda existir en América Latina, la beliceña es, sin ningún tipo de dudas, la más extrema y tercermundista de las muchas que existen desde el auge del vídeo y el mal llamado cine digital.
“2012: The curse of Xtabai” sería la primera película producida enteramente en el país de Belice y una de las más importantes de su cinematografía.
La producción, por supuesto, se adscribe al género de terror y no es muy distinta a otras obras cumbre de cinematografías vecinas como la regional peruana, y se basa, al igual que cosas como “Jarjacha, el demonio del incesto” o “El Tunche”, en el folclore local, focalizando su argumento en un grupo de jóvenes que luchan contra el monstruo comarcal, en este caso el Xtabai, una especie de brujo que transmite enfermedades mortales. El Xtabai de esta película no es más que una señora delgadita a la que le han puesto una careta y una peluca rubia, y la tosquedad de la película, en primera línea del amateurismo, no deja de sorprender al neófito que se acerque a ella. Todo muy rudimentario, sin medios y guerrillero. La película entera es un ir y venir de adolescentes y soldados por la selva beliceña, siendo masacrados por este Xtabai. A estas alturas nada nuevo dentro de las cinematografías emergentes, ni tan siquiera se trata de la película más demencial que nos pueda ofrecer América Latina. Sin embargo llama la atención el extraño inglés en el que está hablada, el inglés criollo, idioma oficial de Belice junto al español y un montón de dialectos locales. Un inglés tan extraño y pronunciado con tanta crudeza, que han tenido que subtitularlo para una completa comprensión de los diálogos.
Pero mejor que la película, como suele ser usual, es la historia que se esconde tras ella.
Matthew Klinck, joven productor canadiense natural de Québec, se instaló en Cayo, Belice, cuando en 2011 se dio cuenta de que un grupo de estudiantes estaba acumulando chatarra y fabricando con ella material cinematográfico. Con los restos de camiones viejos hicieron focos y cámaras que, muy a su pesar, jamás filmarían nada porque no eran más que carcasa. Pero a los chavales parecía llamarles la atención la parte técnica del cine (y de ahí su fallida intentona de fabricarse su propio material). A Klinck esto le llamó poderosamente la atención, así que se puso a trabajar con estos jóvenes dándose cuenta de que no tenían lo primordial para hacer cine, es decir, una cámara. De este modo, Klinck crearía una plataforma llamada Make-Belice Films, con la que proveería a estos jóvenes de la formación y el material necesario para realizar una producción. De este modo, y dirigida por él mismo, se rodaría la que es la primera producción enteramente beliceña de la historia, una película elaborada en su totalidad por equipo técnico y artístico nativo.
“2012: The curse of Xtabai” se iría proyectando de manera itinerante por muchas de las regiones de Belice en cuyas proyecciones se desplegaría una gran pantalla en los lugares habilitados para tal evento, consiguiendo así un gran éxito, llegando incluso a proyectarse en un gran cine de San Pedro lleno hasta la bandera, así como fue seleccionada como película de apertura en la edición de 2012 del Festival de Cine de Belice.
Gracias a este al beneplácito local, Matthew Klinck se encargaría de rodar un culebrón para la televisión beliceña titulado “La isla bonita”, compaginando esto con su proyecto Make-Belice Films con la idea de instaurar una pequeña industria cinematográfica en Belice, que sirviera para crear no solo trabajo, sino también una escena nacional.
Sin embargo en 2016 las buenas intenciones del canadiense se vieron truncadas.
Klinck vivía en un casuto de Selena, Cayo. Estaba instalado en casa de unos amigos que iban a estar un tiempo fuera y, así, cuidaría del hogar.
Un buen día fueron a visitarle unos compañeros que, al llegar a su casa, se encontraron que estaba la puerta abierta. Entraron, y una vez llegaron al patio trasero, se encontraron con el cadáver descompuesto de Matthew Klinck que había sido asesinado a puñaladas. Contaba con 14 heridas de arma blanca en el cuerpo, cuello y cara. Tenía tan solo 37 años de edad.
Se ve que Klinck guardaba un dinerillo con la intención de comprarse un terreno en Belice, se lo debió contar a alguien que no debía, y dos adolescentes de 16 y 19 años con los que él había tenido trato un par de años antes, se personaron en su domicilio con el fin de robarle ese dinero. Opuso resistencia y se lo cargaron a puñaladas.
¿De donde sacaron la información estos chavales? No se sabe, pero yo no descarto que se tratara de dos jóvenes con algún tipo de vinculación con el Make-Belice Films que Klinck creó, porque si dijo que guardaba algún dinero, lo tuvo que decir en algún ambiente en el que el cineasta se encontrara cómodo y confiado, y ¿donde iba a estar más cómodo que en su propio entorno?
A día de hoy ya hay un montón de películas beliceñas, algunas de las cuales tienen una pinta disparatada e irán pasando por este blog —si es que acabo dando con ellas—, pero como fuera, esta “2012: The curse of Xatabai” ostenta el honor de ser la primera, el pistoletazo de salida y, probablemente, una de las películas emergentes más aburridas que he tenido el honor (o la desgracia) de poder ver… pero como suele ocurrir con la mayoría de las películas malas, es mejor el relato que hay detrás que la propia película, como han podido ver. De hecho, la historia de Matthew Klinck bien merecería un biopic a la beliceña …
“2012: The curse of Xtabai” sería la primera película producida enteramente en el país de Belice y una de las más importantes de su cinematografía.
La producción, por supuesto, se adscribe al género de terror y no es muy distinta a otras obras cumbre de cinematografías vecinas como la regional peruana, y se basa, al igual que cosas como “Jarjacha, el demonio del incesto” o “El Tunche”, en el folclore local, focalizando su argumento en un grupo de jóvenes que luchan contra el monstruo comarcal, en este caso el Xtabai, una especie de brujo que transmite enfermedades mortales. El Xtabai de esta película no es más que una señora delgadita a la que le han puesto una careta y una peluca rubia, y la tosquedad de la película, en primera línea del amateurismo, no deja de sorprender al neófito que se acerque a ella. Todo muy rudimentario, sin medios y guerrillero. La película entera es un ir y venir de adolescentes y soldados por la selva beliceña, siendo masacrados por este Xtabai. A estas alturas nada nuevo dentro de las cinematografías emergentes, ni tan siquiera se trata de la película más demencial que nos pueda ofrecer América Latina. Sin embargo llama la atención el extraño inglés en el que está hablada, el inglés criollo, idioma oficial de Belice junto al español y un montón de dialectos locales. Un inglés tan extraño y pronunciado con tanta crudeza, que han tenido que subtitularlo para una completa comprensión de los diálogos.
Pero mejor que la película, como suele ser usual, es la historia que se esconde tras ella.
Matthew Klinck, joven productor canadiense natural de Québec, se instaló en Cayo, Belice, cuando en 2011 se dio cuenta de que un grupo de estudiantes estaba acumulando chatarra y fabricando con ella material cinematográfico. Con los restos de camiones viejos hicieron focos y cámaras que, muy a su pesar, jamás filmarían nada porque no eran más que carcasa. Pero a los chavales parecía llamarles la atención la parte técnica del cine (y de ahí su fallida intentona de fabricarse su propio material). A Klinck esto le llamó poderosamente la atención, así que se puso a trabajar con estos jóvenes dándose cuenta de que no tenían lo primordial para hacer cine, es decir, una cámara. De este modo, Klinck crearía una plataforma llamada Make-Belice Films, con la que proveería a estos jóvenes de la formación y el material necesario para realizar una producción. De este modo, y dirigida por él mismo, se rodaría la que es la primera producción enteramente beliceña de la historia, una película elaborada en su totalidad por equipo técnico y artístico nativo.
“2012: The curse of Xtabai” se iría proyectando de manera itinerante por muchas de las regiones de Belice en cuyas proyecciones se desplegaría una gran pantalla en los lugares habilitados para tal evento, consiguiendo así un gran éxito, llegando incluso a proyectarse en un gran cine de San Pedro lleno hasta la bandera, así como fue seleccionada como película de apertura en la edición de 2012 del Festival de Cine de Belice.
Gracias a este al beneplácito local, Matthew Klinck se encargaría de rodar un culebrón para la televisión beliceña titulado “La isla bonita”, compaginando esto con su proyecto Make-Belice Films con la idea de instaurar una pequeña industria cinematográfica en Belice, que sirviera para crear no solo trabajo, sino también una escena nacional.
Sin embargo en 2016 las buenas intenciones del canadiense se vieron truncadas.
Klinck vivía en un casuto de Selena, Cayo. Estaba instalado en casa de unos amigos que iban a estar un tiempo fuera y, así, cuidaría del hogar.
Un buen día fueron a visitarle unos compañeros que, al llegar a su casa, se encontraron que estaba la puerta abierta. Entraron, y una vez llegaron al patio trasero, se encontraron con el cadáver descompuesto de Matthew Klinck que había sido asesinado a puñaladas. Contaba con 14 heridas de arma blanca en el cuerpo, cuello y cara. Tenía tan solo 37 años de edad.
Se ve que Klinck guardaba un dinerillo con la intención de comprarse un terreno en Belice, se lo debió contar a alguien que no debía, y dos adolescentes de 16 y 19 años con los que él había tenido trato un par de años antes, se personaron en su domicilio con el fin de robarle ese dinero. Opuso resistencia y se lo cargaron a puñaladas.
¿De donde sacaron la información estos chavales? No se sabe, pero yo no descarto que se tratara de dos jóvenes con algún tipo de vinculación con el Make-Belice Films que Klinck creó, porque si dijo que guardaba algún dinero, lo tuvo que decir en algún ambiente en el que el cineasta se encontrara cómodo y confiado, y ¿donde iba a estar más cómodo que en su propio entorno?
A día de hoy ya hay un montón de películas beliceñas, algunas de las cuales tienen una pinta disparatada e irán pasando por este blog —si es que acabo dando con ellas—, pero como fuera, esta “2012: The curse of Xatabai” ostenta el honor de ser la primera, el pistoletazo de salida y, probablemente, una de las películas emergentes más aburridas que he tenido el honor (o la desgracia) de poder ver… pero como suele ocurrir con la mayoría de las películas malas, es mejor el relato que hay detrás que la propia película, como han podido ver. De hecho, la historia de Matthew Klinck bien merecería un biopic a la beliceña …
sábado, 17 de septiembre de 2022
Mc BAIN
Tampoco voy a decir aquí y ahora que soy fan de James Glickenhaus, cineasta especializado en películas de acción que entró a formar parte del firmamento exploitation tras dirigir "El Exterminador". Pero sí es cierto que despierta en mi cierto afecto y, por ello, he procurado ver toda su obra. Incluso aquella más olvidable. No obstante, desde hace ya demasiados años tenía una cuenta pendiente: "McBain", de 1991. No se por qué, nunca jamás la llegué a consumir... hasta ayer.
En cierto modo, "McBain" recuerda un poco a "Los Mercenarios" (la de Stallone y cía), por aquello del grupo de ex-combatientes maduros que curran para el mejor postor y corren hasta un país sudamericano dispuestos a derrocar al dictador de turno. En este caso lo que les mueve es la venganza personal. El tipo que salvó a McBain durante la guerra del Vietnam ha sido asesinado por el mentado dictador. Llegó el momento de saldar la cuenta pendiente. Así, el viejo equipo se rejunta y arranca el sarao.
En muchos sentidos, "McBain" parece un auto-homenaje por parte de Glickenhaus. Algunos aspectos del film recuerdan a otros de su pasado. Desconozco si es una cuestión de escasez de ideas, perrería o vanidad. Por ejemplo, como decía, toda la movida se inicia en Vietnam y nos presenta a un Steve James vestido de caqui como soldado eficiente, igual que en "El Exterminador". Resulta que James responde al apellido de Eastland, exactamente el mismo que tenía Robert Ginty en aquella. Luego, el equipo de McBain decide chinchar a un mafioso para que les entregue el capital necesario destinado a activar la operación, y da la casualidad que se deciden por el que salía en "El Exterminador", aquel al que Ginty colgaba sobre una trituradora para, luego, convertir en carne picada. Obviamente no es el mismo personaje, pero sí el mismo actor, Dick Boccelli, al que, encima, McBain y los suyos cuelgan de nuevo, esta vez a varios metros del suelo, amenazando con dejarle caer. Otra diferencia es que, aquí, no se lo cargan. Pero ya me dirán si esto es más un guiño pajero y gracioso de Glickenhaus que reciclaje. Ya puestos, yo habría llamado igual al personaje, pero aunque los apellidos resuenan parecido (Gino Pontivini versus John Gambotti), no lo son. Y luego tenemos uno de los carteles de "McBain" que, en parte, recuerda al de "Ultimatum / The Soldier". Tal vez Glickenhaus veía peligrar su carrera y, a modo testamental, quiso darse un gusto.
Obviamente, todo parecido con "El Exterminador" acaba aquí. "McBain" es una película mucho menos sórdida. Incluso menos violenta, aunque tenga sus momentos intensos. Además, para darle un toque variado, durante un buen cacho se decantan por escenas de acción situadas en altos vuelos, con aviones y cazas. Lo cierto es que no funcionan, se hacen eternas, les falta elemento vibrante e incluso cortan el rollo. A partir de ellas, la peli se resiente y desinfla levemente. Una pena, porque estaba siendo un rato entretenida. Justamente, es aquí donde presenciamos el instante más inverosímil y absurdo de la función, cuando McBain, metido dentro de su avión, saca una pistola y dispara a la cabina del caza enemigo que tiene justo al lado, matando al piloto. ¿Hein?... Vale, los aparatos podrían estar a una altura todavía con baja presión atmosférica, pero lo de no ver la bala perforar nada es raro. Rarísimo. Tanto como que Glickenhaus (autor también del guion) lo dejara pasar.
Por lo demás... pues bueno, sí hay unas cuantas escenas de acción -terrenales- bastante guapas, sendos "stunts" espectaculares y unas pocas explosiones bien gordas. Pero lo cierto es que la peli denota un leve aire telefílmico -incluso estéticamente- y eso pasa factura. O facturilla, cuanto menos (en un momento dado, McBain se compara en do de coña con el "Equipo A". "No lo sabes tu bien" pensé)
El reparto lo encabeza un Christopher Walken en su época gris. La inevitable -si hablamos de ambientación latina- Maria Conchita Alonso (idem para Luis Guzmán). El gran Michael Ironside y el mentado Steve James, tres años antes de su triste, inesperada y prematura muerte.
Aparte queda la guasa de que "McBain" es como se llama la parodia del típico "action hero" en la serie "Los Simpson" Una casualidad a la que inevitablemente recurren los que quieren hacer chota del film de Glickenhaus ya que, en algunos círculos, se considera "mala pero divertida". No lo veo yo así pero, en fin, de todo tiene que haber en este mundo.
En cierto modo, "McBain" recuerda un poco a "Los Mercenarios" (la de Stallone y cía), por aquello del grupo de ex-combatientes maduros que curran para el mejor postor y corren hasta un país sudamericano dispuestos a derrocar al dictador de turno. En este caso lo que les mueve es la venganza personal. El tipo que salvó a McBain durante la guerra del Vietnam ha sido asesinado por el mentado dictador. Llegó el momento de saldar la cuenta pendiente. Así, el viejo equipo se rejunta y arranca el sarao.
En muchos sentidos, "McBain" parece un auto-homenaje por parte de Glickenhaus. Algunos aspectos del film recuerdan a otros de su pasado. Desconozco si es una cuestión de escasez de ideas, perrería o vanidad. Por ejemplo, como decía, toda la movida se inicia en Vietnam y nos presenta a un Steve James vestido de caqui como soldado eficiente, igual que en "El Exterminador". Resulta que James responde al apellido de Eastland, exactamente el mismo que tenía Robert Ginty en aquella. Luego, el equipo de McBain decide chinchar a un mafioso para que les entregue el capital necesario destinado a activar la operación, y da la casualidad que se deciden por el que salía en "El Exterminador", aquel al que Ginty colgaba sobre una trituradora para, luego, convertir en carne picada. Obviamente no es el mismo personaje, pero sí el mismo actor, Dick Boccelli, al que, encima, McBain y los suyos cuelgan de nuevo, esta vez a varios metros del suelo, amenazando con dejarle caer. Otra diferencia es que, aquí, no se lo cargan. Pero ya me dirán si esto es más un guiño pajero y gracioso de Glickenhaus que reciclaje. Ya puestos, yo habría llamado igual al personaje, pero aunque los apellidos resuenan parecido (Gino Pontivini versus John Gambotti), no lo son. Y luego tenemos uno de los carteles de "McBain" que, en parte, recuerda al de "Ultimatum / The Soldier". Tal vez Glickenhaus veía peligrar su carrera y, a modo testamental, quiso darse un gusto.
Obviamente, todo parecido con "El Exterminador" acaba aquí. "McBain" es una película mucho menos sórdida. Incluso menos violenta, aunque tenga sus momentos intensos. Además, para darle un toque variado, durante un buen cacho se decantan por escenas de acción situadas en altos vuelos, con aviones y cazas. Lo cierto es que no funcionan, se hacen eternas, les falta elemento vibrante e incluso cortan el rollo. A partir de ellas, la peli se resiente y desinfla levemente. Una pena, porque estaba siendo un rato entretenida. Justamente, es aquí donde presenciamos el instante más inverosímil y absurdo de la función, cuando McBain, metido dentro de su avión, saca una pistola y dispara a la cabina del caza enemigo que tiene justo al lado, matando al piloto. ¿Hein?... Vale, los aparatos podrían estar a una altura todavía con baja presión atmosférica, pero lo de no ver la bala perforar nada es raro. Rarísimo. Tanto como que Glickenhaus (autor también del guion) lo dejara pasar.
Por lo demás... pues bueno, sí hay unas cuantas escenas de acción -terrenales- bastante guapas, sendos "stunts" espectaculares y unas pocas explosiones bien gordas. Pero lo cierto es que la peli denota un leve aire telefílmico -incluso estéticamente- y eso pasa factura. O facturilla, cuanto menos (en un momento dado, McBain se compara en do de coña con el "Equipo A". "No lo sabes tu bien" pensé)
El reparto lo encabeza un Christopher Walken en su época gris. La inevitable -si hablamos de ambientación latina- Maria Conchita Alonso (idem para Luis Guzmán). El gran Michael Ironside y el mentado Steve James, tres años antes de su triste, inesperada y prematura muerte.
Aparte queda la guasa de que "McBain" es como se llama la parodia del típico "action hero" en la serie "Los Simpson" Una casualidad a la que inevitablemente recurren los que quieren hacer chota del film de Glickenhaus ya que, en algunos círculos, se considera "mala pero divertida". No lo veo yo así pero, en fin, de todo tiene que haber en este mundo.
viernes, 16 de septiembre de 2022
EL HOTEL DE LOS FANTASMAS
Un individuo alcohólico y en horas bajas decide transformar el castillo en Irlanda del que es propietario en un hotel. La cosa no termina de fructificar y, para atraer a los turistas, decide convertirlo en un complejo lleno de fantasmas. Para ello instruirá a sus trabajadores que a partir de ahora interpretarán papeles fantasmagóricos para los turistas.
Con la llegada de unos americanos toda esta artimaña se desarticulará, pero para cuando eso ocurra, todos serán testigos de que en el hotel hay fantasmas de verdad. Y pronto establecerán relaciones románticas con nuestros protagonistas.
Comedia de horror de los 80 —en la época se facturaron unas cuantas— cuyo reclamo comercial es el protagonismo de Peter O’Toole, Daryl Hannah y Steve Guttenberg, que no funciona a ningún nivel pese al crédito de su director, Neil Jordan, al que entonces le quedaría todavía un poco para convertirse en un realizador reputado consiguiéndolo sobre todo gracias a “Juego de lágrimas”, que fue un auténtico pepinazo (nunca mejor dicho) a nivel crítica y público.
Todo hace aguas en esta película, en parte por culpa del giro de guion poco antes de la mitad del metraje. Cuando nos creemos que estamos viendo una película de tono vodevilesco en las que unos personajes tienen que asustar a los protagonistas, aparecen unos fantasmas interpretados por Daryl Hannah y Liam Neeson, y la cosa pasa a convertirse en una comedia romántica sobrenatural, donde humanos y espíritus cohabitan —“Esqueletear”, dicen ellos— desafiando a las leyes de la madre naturaleza, cosa que no sería tan terrible de no ser porque, si con la premisa inicial nos aburrimos como unos benditos, con la secundaria lo hacemos como unos hijos de puta. Del mismo modo, cuando la película se centra en su improbable trama romántica, el personaje de Peter O’Toole que en su parte inicial tiene un gran peso, desaparece para dejar paso a toda la chorrada en la que finalmente se convertirá “El hotel de los fantasmas”. No solo Steve Guttenberg acabará follando con espíritus sino también su compañera, Beverly D’Angelo, que con mas reticencias acabará en los brazos de un Liam Neeson segundón al que también le quedaría un poco para convertirse en la estrella que es hoy. Sobreactúa que da gusto.
En definitiva, se trata de una película infame justamente olvidada.
La gracia de todo este asunto, cuando le piden cuentas a Neil Jordan, reside en que este asegura que una vez rodada la película, el estudio le excluyó del proceso de montaje realizando la versión que todos conocemos por su cuenta y riesgo. Jordan no tiene nada que ver con lo que se vio en pantalla, y, asegura también, que existe un montaje completamente suyo que, si bien tampoco era una maravilla, sí que era inmensamente mejor que lo que se estrenó a nivel internacional. Ese montaje descansa enlatado en algún sucio almacén, y como la película resultó un estrepitoso fracaso que no llegó a recaudar ni la mitad de su presupuesto de 17 millones de dólares, dudo mucho que algún día vea la luz. Ni falta que hace.
Un verdadero espanto.
Con la llegada de unos americanos toda esta artimaña se desarticulará, pero para cuando eso ocurra, todos serán testigos de que en el hotel hay fantasmas de verdad. Y pronto establecerán relaciones románticas con nuestros protagonistas.
Comedia de horror de los 80 —en la época se facturaron unas cuantas— cuyo reclamo comercial es el protagonismo de Peter O’Toole, Daryl Hannah y Steve Guttenberg, que no funciona a ningún nivel pese al crédito de su director, Neil Jordan, al que entonces le quedaría todavía un poco para convertirse en un realizador reputado consiguiéndolo sobre todo gracias a “Juego de lágrimas”, que fue un auténtico pepinazo (nunca mejor dicho) a nivel crítica y público.
Todo hace aguas en esta película, en parte por culpa del giro de guion poco antes de la mitad del metraje. Cuando nos creemos que estamos viendo una película de tono vodevilesco en las que unos personajes tienen que asustar a los protagonistas, aparecen unos fantasmas interpretados por Daryl Hannah y Liam Neeson, y la cosa pasa a convertirse en una comedia romántica sobrenatural, donde humanos y espíritus cohabitan —“Esqueletear”, dicen ellos— desafiando a las leyes de la madre naturaleza, cosa que no sería tan terrible de no ser porque, si con la premisa inicial nos aburrimos como unos benditos, con la secundaria lo hacemos como unos hijos de puta. Del mismo modo, cuando la película se centra en su improbable trama romántica, el personaje de Peter O’Toole que en su parte inicial tiene un gran peso, desaparece para dejar paso a toda la chorrada en la que finalmente se convertirá “El hotel de los fantasmas”. No solo Steve Guttenberg acabará follando con espíritus sino también su compañera, Beverly D’Angelo, que con mas reticencias acabará en los brazos de un Liam Neeson segundón al que también le quedaría un poco para convertirse en la estrella que es hoy. Sobreactúa que da gusto.
En definitiva, se trata de una película infame justamente olvidada.
La gracia de todo este asunto, cuando le piden cuentas a Neil Jordan, reside en que este asegura que una vez rodada la película, el estudio le excluyó del proceso de montaje realizando la versión que todos conocemos por su cuenta y riesgo. Jordan no tiene nada que ver con lo que se vio en pantalla, y, asegura también, que existe un montaje completamente suyo que, si bien tampoco era una maravilla, sí que era inmensamente mejor que lo que se estrenó a nivel internacional. Ese montaje descansa enlatado en algún sucio almacén, y como la película resultó un estrepitoso fracaso que no llegó a recaudar ni la mitad de su presupuesto de 17 millones de dólares, dudo mucho que algún día vea la luz. Ni falta que hace.
Un verdadero espanto.
jueves, 15 de septiembre de 2022
EL "BALBOA THEATRE" DE SAN FRANCISCO
En una reciente visita a San Francisco, cerca del barrio donde me alojé, se encuentra el mítico Balboa Theatre, un cine de la periferia de la ciudad que se distingue por estar activo desde 1926, por conservar prácticamente el mismo aspecto desde el día de su apertura y por alojar, desde el día de su estreno en 2003, los pases de la película “The Room” en sesión golfa.
Además de esto su programación combina los estrenos de la semana con películas de todos los tiempos que se proyectan en formatos hoy tan locos como el 35 mm o el VHS. Del mismo modo alberga toda suerte de festivales y certámenes convirtiéndose en una refrescante opción de ocio cinematográfica en la ciudad.
Por supuesto, el tiempo que estuve en San Francisco me enamoré de dicho recinto y me volví un asiduo. No solo asistí a un desangelado pase de “The Room” en el que apenas estuvimos 5 personas, sino que también asistí al estreno, aún más desangelado, de la versión extendida de “Spider-Man, No Way Home”.
Ni que decir tiene que lo mejor de este viaje a la ciudad de Harry, el sucio fueron mis visitas a este recinto.
Tomé alguna foto y, de una mesilla contigua a la entrada de una de las dos salas, tomé el programa del mes de Septiembre, todo tipo de folletitos y flyers que anunciaban los próximos eventos que se van a dar allí, y que me llenaron de regocijo porque este cine sigue haciendo las cosas de manera muy artesanal y tirando de fotocopia, cosa que me pareció entrañable y curiosa.
Sin más, aquí les dejo algunas fotos y los escaneados del programa y los flyers.
Además de esto su programación combina los estrenos de la semana con películas de todos los tiempos que se proyectan en formatos hoy tan locos como el 35 mm o el VHS. Del mismo modo alberga toda suerte de festivales y certámenes convirtiéndose en una refrescante opción de ocio cinematográfica en la ciudad.
Por supuesto, el tiempo que estuve en San Francisco me enamoré de dicho recinto y me volví un asiduo. No solo asistí a un desangelado pase de “The Room” en el que apenas estuvimos 5 personas, sino que también asistí al estreno, aún más desangelado, de la versión extendida de “Spider-Man, No Way Home”.
Ni que decir tiene que lo mejor de este viaje a la ciudad de Harry, el sucio fueron mis visitas a este recinto.
Tomé alguna foto y, de una mesilla contigua a la entrada de una de las dos salas, tomé el programa del mes de Septiembre, todo tipo de folletitos y flyers que anunciaban los próximos eventos que se van a dar allí, y que me llenaron de regocijo porque este cine sigue haciendo las cosas de manera muy artesanal y tirando de fotocopia, cosa que me pareció entrañable y curiosa.
Sin más, aquí les dejo algunas fotos y los escaneados del programa y los flyers.
miércoles, 14 de septiembre de 2022
EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 16 - JERRY LEWIS
En Junio del 83, la revista "Casablanca" publica una notable entrevista con el legendario Jerry Lewis, quien da un extenso repaso a su trayectoria y filosofa sobre la comedia, el cine y demás mandangas afines. Lo cierto es que no estaba seguro si publicarla en el blog. He dudado hasta último segundo. Pero ya que me tomé la molestia de escanear y limpiar todas las páginas, no iba a dejar que se pudrieran en una carpeta de mi disco duro, ¿no?
Conocen el ritual: tecla Ctrl + boton izquierdo del ratón para ampliar y "¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!" como grito de guerra.
Conocen el ritual: tecla Ctrl + boton izquierdo del ratón para ampliar y "¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!" como grito de guerra.
lunes, 12 de septiembre de 2022
SINATRA
Alfredo Landa fue un estupendo actor, sin ninguna duda, pero, al margen de la película en la que aparezca, al final, ya sea en films de época o en films ambientados en la actualidad del momento, solo tiene tres registros actorales: El Landa alegre, el Landa cabreado y, eventualmente, el Landa triste. Cuando el Landa triste aparece en escena es susceptible de ser nominado a todos los premios habidos y por haber dentro del cine español.
“Sinatra”, película dirigida por el catalán Francesc Betriú y que se basa en la novela “Sinatra: Novela urbana” de Raúl Nuñez —quien ya que estaba se encargaría asimismo del libreto— es un claro ejemplo del Landa que recibía premios; aquí Alfredo está tan solo, tan triste, que era normal y lógico que consiguiera una nominación al Goya (que no se llevó) así como otras tantas. Pero al margen de este inciso, lo cierto es que “Sinatra” es una de las películas autorales españolas buenas de finales de los ochenta y un preludio de lo que vendría después, en los 90, a nuestras pantallas. Una precursora de un tipo de cine, digamos, urbano y que tuvo su continuidad, por ejemplo, con las dos entregas de “Makinavaja” (dirigidas ambas, justamente, por Carlos Suárez, director de fotografía en "Sinatra"). Pronto ese concepto urbano mutaría y se centraría en ambientes más pijos donde los protagonistas, lejos de ser buscavidas de buen corazón, serían niñatos con cierta deficiencia mental (“Mensaka” o “Historias del Kronen”). Los Landa, Luis Ciges, Manolos Alexandres y demás de esta película urbana, pasarían a desempeñar otro tipo de roles en otro tipo de películas. En “Sinatra” los “canallas” son señores de mediana edad cercanos a la tercera.
“Sinatra” cuenta la historia de un cantante de los teatros del paralelo que se gana la vida haciendo imitaciones muy sui generis de Frank Sinatra, motivo por el cual todos le llaman así, Sinatra. Un buen día, y muy de sopetón, su esposa le abandona, por lo que Sinatra decidirá vagar por las calles sin rumbo fijo. Se va a vivir a una pensión y no puede pagar la habitación, así que aceptará una oferta del dueño para trabajar como portero de noche. Es entonces cuando empezará a conocer mujeres por correspondencia, entrando en su vida una viuda, una prostituta o una menor de edad con problemas mentales.
Ambientada toda la película en el lumpen barcelonés, y aunque con potentes momentos de comedia con los que uno llega a desternillarse, lo cierto es que estamos ante un desasosegante drama; la historia de un hombre bastante limitado y mediocre que se queda solo en el mundo y esa soledad le consume, aunque de vez en cuando consiga pequeños atisbos de felicidad.
Todo ello rodado artesanalmente por Francesc Betriu con mucho oficio y mostrando a las mil perfecciones un ambiente callejero, a veces sórdido, haciendo hincapié en la sexualidad de nuestro protagonista, que buscando enfrentar esa soledad insoportable, contrata los servicios de una bella prostituta —y trabajadora de un bingo— interpretada por Ana Obregón, que le regala a Sinatra una paja que ya ha pasado a la historia del cine, o ese revolcón que se pega con una menor de edad medio chiflada encarnada por una ternesca Maribel Verdú —que en la vida real no era menor pero había dejado de serlo hacía poco…— quien desafía a la ley de la gravedad con dos tetazas gigantescas de rosáceos pezones, que en su día no eran más que un entremés para lo que sexualmente podía ofrecernos el cine español, pero que hoy su sola visión ofende a los sentidos. Y de estas dos, la que destaca más en la película es nuestra amiga Ana Obregón, a la que desde AVT siempre hemos defendido como solvente actriz.
Por otro lado, la única pega que saco a esta película, que me parece estupenda, es esa horripilante, machacona, despiadada e insultante banda sonora compuesta de canciones de Joaquín Sabina, al que no soporto (ni soporto a los “canallitas” de sus fans), y cuya partitura se deja asomar, omnipresente, durante la primera media hora de metraje hasta que uno está a punto de quitarla. Si llega a aguantar esa media hora, la película en su totalidad merece la pena.
Por lo demás, yo creo que “Sinatra” es un clásico de cine catalán, que Alfredo Landa pocas veces ha estado tan, tan bien, que Luis Ciges como dueño de la pensión donde pernocta nuestro protagonista casi puede robar la función, y que no entiendo como esta película ha quedado prácticamente relegada al olvido, cuando otras laureadas de 1988, año de su producción, se quedaron antiguas en enero del 89 y a día de hoy son tratadas con relevancia (por ejemplo, “Mujeres al borde de un ataque de nervios” de Almodóvar)
“Sinatra”, película dirigida por el catalán Francesc Betriú y que se basa en la novela “Sinatra: Novela urbana” de Raúl Nuñez —quien ya que estaba se encargaría asimismo del libreto— es un claro ejemplo del Landa que recibía premios; aquí Alfredo está tan solo, tan triste, que era normal y lógico que consiguiera una nominación al Goya (que no se llevó) así como otras tantas. Pero al margen de este inciso, lo cierto es que “Sinatra” es una de las películas autorales españolas buenas de finales de los ochenta y un preludio de lo que vendría después, en los 90, a nuestras pantallas. Una precursora de un tipo de cine, digamos, urbano y que tuvo su continuidad, por ejemplo, con las dos entregas de “Makinavaja” (dirigidas ambas, justamente, por Carlos Suárez, director de fotografía en "Sinatra"). Pronto ese concepto urbano mutaría y se centraría en ambientes más pijos donde los protagonistas, lejos de ser buscavidas de buen corazón, serían niñatos con cierta deficiencia mental (“Mensaka” o “Historias del Kronen”). Los Landa, Luis Ciges, Manolos Alexandres y demás de esta película urbana, pasarían a desempeñar otro tipo de roles en otro tipo de películas. En “Sinatra” los “canallas” son señores de mediana edad cercanos a la tercera.
“Sinatra” cuenta la historia de un cantante de los teatros del paralelo que se gana la vida haciendo imitaciones muy sui generis de Frank Sinatra, motivo por el cual todos le llaman así, Sinatra. Un buen día, y muy de sopetón, su esposa le abandona, por lo que Sinatra decidirá vagar por las calles sin rumbo fijo. Se va a vivir a una pensión y no puede pagar la habitación, así que aceptará una oferta del dueño para trabajar como portero de noche. Es entonces cuando empezará a conocer mujeres por correspondencia, entrando en su vida una viuda, una prostituta o una menor de edad con problemas mentales.
Ambientada toda la película en el lumpen barcelonés, y aunque con potentes momentos de comedia con los que uno llega a desternillarse, lo cierto es que estamos ante un desasosegante drama; la historia de un hombre bastante limitado y mediocre que se queda solo en el mundo y esa soledad le consume, aunque de vez en cuando consiga pequeños atisbos de felicidad.
Todo ello rodado artesanalmente por Francesc Betriu con mucho oficio y mostrando a las mil perfecciones un ambiente callejero, a veces sórdido, haciendo hincapié en la sexualidad de nuestro protagonista, que buscando enfrentar esa soledad insoportable, contrata los servicios de una bella prostituta —y trabajadora de un bingo— interpretada por Ana Obregón, que le regala a Sinatra una paja que ya ha pasado a la historia del cine, o ese revolcón que se pega con una menor de edad medio chiflada encarnada por una ternesca Maribel Verdú —que en la vida real no era menor pero había dejado de serlo hacía poco…— quien desafía a la ley de la gravedad con dos tetazas gigantescas de rosáceos pezones, que en su día no eran más que un entremés para lo que sexualmente podía ofrecernos el cine español, pero que hoy su sola visión ofende a los sentidos. Y de estas dos, la que destaca más en la película es nuestra amiga Ana Obregón, a la que desde AVT siempre hemos defendido como solvente actriz.
Por otro lado, la única pega que saco a esta película, que me parece estupenda, es esa horripilante, machacona, despiadada e insultante banda sonora compuesta de canciones de Joaquín Sabina, al que no soporto (ni soporto a los “canallitas” de sus fans), y cuya partitura se deja asomar, omnipresente, durante la primera media hora de metraje hasta que uno está a punto de quitarla. Si llega a aguantar esa media hora, la película en su totalidad merece la pena.
Por lo demás, yo creo que “Sinatra” es un clásico de cine catalán, que Alfredo Landa pocas veces ha estado tan, tan bien, que Luis Ciges como dueño de la pensión donde pernocta nuestro protagonista casi puede robar la función, y que no entiendo como esta película ha quedado prácticamente relegada al olvido, cuando otras laureadas de 1988, año de su producción, se quedaron antiguas en enero del 89 y a día de hoy son tratadas con relevancia (por ejemplo, “Mujeres al borde de un ataque de nervios” de Almodóvar)
sábado, 10 de septiembre de 2022
DRIFTER
Hacía tiempo que le tenía echado el ojo a Joe Sherlock, videoasta activo desde los años noventa que, si se ha ganado alguna clase de reputación, es gracias a la costumbre de meter en sus películas seres humanos, de edad y físico lejos del canon establecido de lo que se considera belleza, dispuestísimos al despelote indiscriminado. Es decir, en las vídeo-cosas de Sherlock verán gordas cuarentonas aireando sus enormes y feas tetazas colgantes, tal y como si fuesen jovencitas de buen ver. Además, editaba un fanzine noventero dedicado al cine de horror llamado "Dr.Squid", algo que valoro mucho. Ello, y las curiosas pasiones que despertaba en cierto fandom, me inclinaron a deglutir alguna de sus obras.
Mi primer intento fue con "Drifter", una especie de "slasher" sobre un vagabundo asesino que se cuela en una casa maldita y comienza a cargarse a todos aquellos que la visitan por el motivo que sea. Efectivamente, tardan cero minutos en mostrar el primer polvo entre dos cuerpos orondos. Y así de primeras choca. Dices "Mola!" Pero a medida que el efecto sorpresa se desvanece, la experiencia se torna más y más farragosa. Además, los crímenes no son especialmente llamativos en cuanto a lo truculento, y eso en una película SOV es casi imperdonable (ya que, aparte de sexo y violencia, poco más ofrecen)
Mi primer intento fue con "Drifter", una especie de "slasher" sobre un vagabundo asesino que se cuela en una casa maldita y comienza a cargarse a todos aquellos que la visitan por el motivo que sea. Efectivamente, tardan cero minutos en mostrar el primer polvo entre dos cuerpos orondos. Y así de primeras choca. Dices "Mola!" Pero a medida que el efecto sorpresa se desvanece, la experiencia se torna más y más farragosa. Además, los crímenes no son especialmente llamativos en cuanto a lo truculento, y eso en una película SOV es casi imperdonable (ya que, aparte de sexo y violencia, poco más ofrecen)
Un aspecto positivo -supongo- de Joe Sherlock -y su "cine"-, es que se esfuerza en dotarlo de calidad. Sabe poner la cámara en el trípode. Sabe encuadrar. Sabe iluminar la estancia con luces de colores. Incluso sus actores, aunque limitados, no son terriblemente incapaces. Y ahí radica el verdadero problema. Es tal el esfuerzo en cumplir con unos estándares, el PÁNICO que el videoasta tiene a cagarla, a dejar pasar alguna incompetencia que delate el genuino espíritu casero/amateur del invento y sitúe su obra a la altura de las peores roñas habituales en SOVlandia, que anda toooda la película con el culo prieto. Extremadamente contenido. Cuidadoso. Y lo que termina obteniendo es frío, insípido, formalmente cobarde, plano como una tabla de surf, elemental, correcto, sin vida, sin emoción, sin dinamismo, sin nada llamativo, sobresaliente o extraordinario (más allá de los desnudos chuscos) En una ocasión, el gran George Kuchar aconsejaba que, si te ibas a liar con un largometraje con pinta de mojón, procuraras, cuanto menos, hacer algo cuya pestilencia resultante fuese tal que nadie pudiera ignorarla. El "cine" de Joe Sherlock es, justamente, lo opuesto.
Me aburrí tantísimo viendo la primera hora de "Drifter" que decidí pararla. "Tal vez he elegido mal. Voy a ver otra que, en apariencia, sea más delirante, con monstruos y efectos especiales". La elegida fue "Odd Noggins", sobre abducciones extraterrestres. Esta al menos sí tenía bichejos en la trama, y se suponía en parte comedia. Tras unos veinte minutos en los que no reí, y sí bostecé mucho, tiré la toalla con Joe Sherlock. Lo que, dadas las circunstancias, fue un paso de lo más... ¡elemental!
Me aburrí tantísimo viendo la primera hora de "Drifter" que decidí pararla. "Tal vez he elegido mal. Voy a ver otra que, en apariencia, sea más delirante, con monstruos y efectos especiales". La elegida fue "Odd Noggins", sobre abducciones extraterrestres. Esta al menos sí tenía bichejos en la trama, y se suponía en parte comedia. Tras unos veinte minutos en los que no reí, y sí bostecé mucho, tiré la toalla con Joe Sherlock. Lo que, dadas las circunstancias, fue un paso de lo más... ¡elemental!
viernes, 9 de septiembre de 2022
LA LÍNEA DEL CIELO
Una de las películas más olvidadas a nivel popular de la denominada comedia madrileña de los ochenta, es esta película de Fernando Colomo —probablemente la cabeza más visible del movimiento—, “La línea del cielo”, que tras una serie de éxitos en taquilla de cintas adscritas a esta corriente, pasó inadvertida para los espectadores españoles del año 1983 y a duras penas se la reivindica a día de hoy, ni tan siquiera en ambientes eruditos de la comedia española. Y, hablando en retrospectiva, puede que sea una de las mejores muestras de aquello. No en balde es la favorita de Colomo dentro de su filmografía.
Y es que “La línea del cielo”, moderna en su momento a rabiar, es también una película libre que se rodó casi a modo de guerrilla en la ciudad de Nueva York, con un equipo reducido de 5 personas y con el Antonio Resines de los ochenta, aún a medio camino de convertirse en una estrella, totalmente entregado a la causa.
Se rodó en Nueva York, sí, al menos los exteriores, pero no hay nada pomposo en lo que a la producción se refiere. Por no haber, no había ni focos y se aprovechaba la luz natural para poder rodar. Si no fuera porque se trata de una producción media del cine español de los ochenta, aquél que con juicio elitista intentaba desbancar el cine popular dando voz a la progresía, “La línea del cielo”, ejecutada casi con lo puesto, estaría muy cercana de ser una película underground, pero se quedó sencillamente en una pequeña película española de tantas en la época. Y es una lástima porque, vista por primera vez en un reciente visionado, sí que creo que efectivamente es la mejor película de Colomo.
La historia se centra en los avatares de Gustavo, un fotógrafo español que considera que en su profesión, y en su país, ya ha tocado techo. Así que se traslada a la ciudad de los rascacielos con la finalidad de probar fortuna allí y ver si es capaz de trabajar para alguna revista de tirón. Su gozo caerá en un pozo cuando se da cuenta de que los americanos no entienden el contenido de su fotografía y que, no sabiéndose defender en inglés, la cosa no hace más que empeorar. No obstante, se queda por allí porque conoce a una catalana que está aprendiendo el idioma y se enamora de ella.
Está graciosa esta “La línea del cielo”. Está resuelta prácticamente a costa de conversaciones y de planos fijos, y estos cobran mayor interés cuando estas conversaciones se dan en exteriores neoyorquinos en los que, me da la sensación, no se utilizaron permisos ni nada por el estilo para ser rodados. La historia asimismo es sencillita y amena, con algunos momentos verdaderamente descacharrantes, siempre dentro del orden instaurado por el Colomo de entonces —el actual rueda cosas tan impostadas y ridículas como “Cuidado con lo que deseas”… ¡Ugh!— y el tono naturalista propio de la ya añeja nueva comedia madrileña. Quizás “La línea del cielo” sea el canto de cisne de todo aquello, ya que a partir de entonces el estilo de Colomo iría dando palos de ciego hasta acomodarse en el tipo de comedia que desarrolló a finales de los ochenta.
La siguiente película que rodó tras esta, quizás para desquitarse de los pocos espectadores conseguidos en las salas (178.000), fue “El Caballero del Mother Fucking Dragón”.
Pero con todo, y con los prejuicios que yo pueda tener sobre la denominada Escuela de Yucatán, Colomo es de los que mejor me cae y cuyo cine me cae en gracia.
En el reparto, a parte de no salir Resines de plano y de amigos culturetas de Colomo y extraños actores yankees que chapurrean castellano, tenemos a Whit Stillman que debutaría como actor secundario en la nueva comedia madrileña (también salía en “Sal Gorda” del Trueba) para pronto convertirse en productor y autor de películas tan distintas a estas en las que participó como “The last days of Disco” o “Amor y amistad”. Ahí es nada.
Y es que “La línea del cielo”, moderna en su momento a rabiar, es también una película libre que se rodó casi a modo de guerrilla en la ciudad de Nueva York, con un equipo reducido de 5 personas y con el Antonio Resines de los ochenta, aún a medio camino de convertirse en una estrella, totalmente entregado a la causa.
Se rodó en Nueva York, sí, al menos los exteriores, pero no hay nada pomposo en lo que a la producción se refiere. Por no haber, no había ni focos y se aprovechaba la luz natural para poder rodar. Si no fuera porque se trata de una producción media del cine español de los ochenta, aquél que con juicio elitista intentaba desbancar el cine popular dando voz a la progresía, “La línea del cielo”, ejecutada casi con lo puesto, estaría muy cercana de ser una película underground, pero se quedó sencillamente en una pequeña película española de tantas en la época. Y es una lástima porque, vista por primera vez en un reciente visionado, sí que creo que efectivamente es la mejor película de Colomo.
La historia se centra en los avatares de Gustavo, un fotógrafo español que considera que en su profesión, y en su país, ya ha tocado techo. Así que se traslada a la ciudad de los rascacielos con la finalidad de probar fortuna allí y ver si es capaz de trabajar para alguna revista de tirón. Su gozo caerá en un pozo cuando se da cuenta de que los americanos no entienden el contenido de su fotografía y que, no sabiéndose defender en inglés, la cosa no hace más que empeorar. No obstante, se queda por allí porque conoce a una catalana que está aprendiendo el idioma y se enamora de ella.
Está graciosa esta “La línea del cielo”. Está resuelta prácticamente a costa de conversaciones y de planos fijos, y estos cobran mayor interés cuando estas conversaciones se dan en exteriores neoyorquinos en los que, me da la sensación, no se utilizaron permisos ni nada por el estilo para ser rodados. La historia asimismo es sencillita y amena, con algunos momentos verdaderamente descacharrantes, siempre dentro del orden instaurado por el Colomo de entonces —el actual rueda cosas tan impostadas y ridículas como “Cuidado con lo que deseas”… ¡Ugh!— y el tono naturalista propio de la ya añeja nueva comedia madrileña. Quizás “La línea del cielo” sea el canto de cisne de todo aquello, ya que a partir de entonces el estilo de Colomo iría dando palos de ciego hasta acomodarse en el tipo de comedia que desarrolló a finales de los ochenta.
La siguiente película que rodó tras esta, quizás para desquitarse de los pocos espectadores conseguidos en las salas (178.000), fue “El Caballero del Mother Fucking Dragón”.
Pero con todo, y con los prejuicios que yo pueda tener sobre la denominada Escuela de Yucatán, Colomo es de los que mejor me cae y cuyo cine me cae en gracia.
En el reparto, a parte de no salir Resines de plano y de amigos culturetas de Colomo y extraños actores yankees que chapurrean castellano, tenemos a Whit Stillman que debutaría como actor secundario en la nueva comedia madrileña (también salía en “Sal Gorda” del Trueba) para pronto convertirse en productor y autor de películas tan distintas a estas en las que participó como “The last days of Disco” o “Amor y amistad”. Ahí es nada.
lunes, 5 de septiembre de 2022
LA HIJA DE FRANKENSTEIN
Serie B (con un pie puesto en la serie Z) de finales de los años 50, “La hija de Frankenstein” es otro de esos clásicos que engrosan las listas de peores películas de la historia, así como se trata de un clásico del género indiscutible con hordas de fans a lo largo y ancho del planeta. En realidad, y como suele pasar con muchas de estas películas, no es tan mala como la pintan, ni tan divertida como en retrospectiva se nos quiere hacer ver, pero sí que se trata de una película entrañable y, sin duda, interesante.
Ambientada a mediados del siglo XX —es decir, la actualidad del año 1958— la película nos cuenta como el nieto del Doctor Frankenstein (que muy apesadumbrado por pertenecer a esa estirpe lo oculta al mundo haciéndose llamar, sencillamente, Dr. Frank), decide continuar con la obra de su abuelo creando un monstruo a partir de partes humanas muertas, solo que esta vez decidirá dotar a su creación de un cerebro femenino porque, según él, las mujeres están preparadas para obedecer mejor, así que tendrá un monstruo que obedecerá todas sus ordenes. Al mismo tiempo, con una poción de su invención convertirá a una jovencita de su entorno en un horrible monstruo sediento de sangre, que deambulará por la ciudad sin demasiado orden ni concierto. Entre medias, diálogos marcianos, un monstruo que golpea con el dorso de las manos en plan karateka y hasta numeritos musicales puestos unos detrás de los otros, que convierten a “La hija de Frankenstein” en un divertimento tonto con el que el espectador del siglo XXI, ya resabiado, se puede echar unas muy buenas risas. Más allá de eso la película no resulta tan loca y descacharrante como otras películas de la época.Rodada en tan solo seis días, el hecho más característico del film tras las cámaras, consiste en el equívoco por parte del maquillador Harry Thomas. El monstruo que aparece en la película en el guion iba a ser eminentemente femenino, pero a la hora de realizar la máscara del mismo nadie le dijo que el monstruo protagonista iba a ser mujer; tan solo le dijeron que tenía que hacer una máscara del monstruo de Frankenstein, así que la hizo masculina. Cuando en director Richard E. Cunha vio eso, le entraron los siete males porque ya no había más presupuesto para hacer una nueva máscara, así que tiró para delante con ella, haciendo los pertinentes cambios de guion al respecto y teniendo un monstruo de aspecto masculino pero al que todos se dirigen como si fuera una hembra. Porque la situación se soluciona haciendo ver al espectador que el cerebro que le han implantado pertenece a una de las protagonistas femeninas. Y asunto solucionado.
Thomas se defendió diciendo que si hubieran tenido la decencia de pasarle un guion antes de comenzar, nada de esto hubiera ocurrido. El espectador, por supuesto, celebra este error.
Por otro lado, “La hija de Frankenstein” es una de las películas que se rodaron bajo la asociación de Richard E. Cunha con el productor Marc Frederic, Layton Films, cuya misión era la de rodar 10 películas en dos años, con el fin de explotarlas en el circuito de sesiones dobles y autocines y sacarles el máximo rendimiento. Obviamente, el proyecto les salió medio rana porque solo les dio tiempo a hacer tres: Esta, “Invasión a la luna” y “Girl in room 13”. Como fuere, pasarían con estas películas a los anales de la serie B. Son títulos a los que se les procesa un gran seguimiento.
Otro dato curioso sería el que involucra a la estrella del cine mudo, Harold Lloyd, con esta película, o mejor dicho, a su hijo Harold Lloyd Jr. que tenía un papelito secundario en esta e incluso interpreta uno de los numeritos musicales que aparecen en ella. Como Lloyd Jr. estaba bastante implicado con “La hija de Frankenstein”, convenció a su padre para que permitiera que el final de la película se rodase en una finca de la que era propietario, por lo que la piscina en la que culmina la película, era propiedad de Lloyd.
Sin más, la cinta se disfruta moderadamente, pero mucho más cuando somos conocedores de estas pequeñas historias de la producción que son más hilarantes que la propia película.
En cuanto a su director, Richard E. Cunha, que en los años previos había estado trabajando para el ejército rodando infocomerciales de corte militar, no rodaría en su carrera muchas más películas a parte de las que hizo para Layton Films y que he mencionado con anterioridad, pero, estando cortadas todas por el mismo patrón, lo cierto es que se convirtió en uno de los nombres propios de la más genuina serie B de los años 50.
sábado, 3 de septiembre de 2022
OJOS TENEBROSOS
Lana Wood era hermana de Natalie Wood y quería ser actriz. Pero, claro, con una competencia en la familia de semejante porte, la cosa estaba complicada. Así, decidió aceptar la propuesta de "Playboy" para posar en pelotas. Y podemos dar gracias al cielo porque sus encantos eran... ¿Cómo decirlo? fascinantes. Gastaba un par de aldabas, con unos pezones tamaño galleta María, que curan todas las enfermedades. Y le fue bien. Los capitostes de la saga "James Bond" se la debieron pelar tan a gusto con sus fotos, que decidieron ficharla para lucir tremendo escote junto a Sean Connery en "Diamantes para la eternidad". A pesar del subidón, en realidad Lana nunca logró las atenciones de las que gozó Natalie. De hecho, hace un escaso año era entrevistada por un periódico español para hablar de... ¿su lustrosa carrera? No, del prematuro fallecimiento de su hermana, sobre lo que incluso ha escrito un libro. Vamos, que vive un poco de ella, le guste o no. Y viendo "Ojos Tenebrosos", tampoco sorprende. La chica quedó atrapada de por vida en la caja tonta y/o los subproductos donde se explotaba su belleza. Es decir, sus dos enormes ubres. Cierto que cuando se rodó "Ojos Tenebrosos" Lana ya no era una jovencita. Los apéndices mamarios le cuelgan más que otra cosa, pero, ¡da igual! siguen siendo deliciosamente comestibles. Pal caso, da vida a una maruja atormentada porque su marido no se la folla. Así de claro. Va tan y tan cachonda, que comienza a ver cómo Sandokan se cuela en su dormitorio y le quita las penas. Cuando el marido coge consciencia de sus obligaciones maritales, y decide llacer con su esposa, Sandokan se cabrea y comienza a joder la marrana.
Evidentemente al fantasma follador le da vida Kabir Bedi. Otros rostros populares del reparto son Britt Ekland y John Carradine interpretando al religioso que aclara todo el movidón. Dirige y co-guioniza James Polakof, responsable de esa legendaria -por los motivos equivocados- "Swim Team" bautizada poco afortunadamente en las Hispanias como "Desmadre a la americana 2" (comentada a fondo por Víctor en su libro "Screwballs: 101 Comedias Sexuales") También es responsable de otra comedia que tal vez les suene, "Las chicas del valle". Y luego, poco más.
Bromas, chascarrillos y datos curiosos a un lado, no hay mucho que rascar en "Ojos Tenebrosos". Es un coñazo y de los gordos. Nos quedamos pues con las tetas de Lana Wood, una única escena truculenta con una decapitación por guillotina y el final más o menos delirante, situado en el sótano familiar convertido para la ocasión en el mismísimo infierno. Es aquí cuando el personaje de Britt Ekland fallece pasto de las llamas. Que en los créditos finales se haga un tributo a Odile Astie, doble de Ekland, y que su última película oficial sea la reseñada, nos invita a pensar mal. Astie falleció en 1980, sí, pero "Ojos Tenebrosos" fue rodada en 1978 -aunque no estrenada hasta cuatro años después- ergo, la "stunt" no palmó durante el rodaje. Me alegro, hombre.
Evidentemente al fantasma follador le da vida Kabir Bedi. Otros rostros populares del reparto son Britt Ekland y John Carradine interpretando al religioso que aclara todo el movidón. Dirige y co-guioniza James Polakof, responsable de esa legendaria -por los motivos equivocados- "Swim Team" bautizada poco afortunadamente en las Hispanias como "Desmadre a la americana 2" (comentada a fondo por Víctor en su libro "Screwballs: 101 Comedias Sexuales") También es responsable de otra comedia que tal vez les suene, "Las chicas del valle". Y luego, poco más.
Bromas, chascarrillos y datos curiosos a un lado, no hay mucho que rascar en "Ojos Tenebrosos". Es un coñazo y de los gordos. Nos quedamos pues con las tetas de Lana Wood, una única escena truculenta con una decapitación por guillotina y el final más o menos delirante, situado en el sótano familiar convertido para la ocasión en el mismísimo infierno. Es aquí cuando el personaje de Britt Ekland fallece pasto de las llamas. Que en los créditos finales se haga un tributo a Odile Astie, doble de Ekland, y que su última película oficial sea la reseñada, nos invita a pensar mal. Astie falleció en 1980, sí, pero "Ojos Tenebrosos" fue rodada en 1978 -aunque no estrenada hasta cuatro años después- ergo, la "stunt" no palmó durante el rodaje. Me alegro, hombre.
viernes, 2 de septiembre de 2022
OLIMPIADA DE LA MUERTE
Una gran parte de slashers ochenteros consiguieron mantenerse vivos en el tiempo, ya fuera por el culto que se les profesa a muchos de ellos, ya fuera porque han aguantado el órdago que les ha echado el tiempo con cierto estoicismo. Sin embargo el subgénero es numeroso y está lleno de títulos menores que muchas veces superan a los de primera fila y por eso son recordados. El resto pasan inadvertidos porque son del montón, malos o muy malos.
“Olimpiada de la muerte” sería de los muy malos. Es más malo que pegar a un padre, y ha pasado a los anales por tratarse de un título de tercera categoría que tiene la cara dura de plagiar el que hoy es considerado un clásico del género, “El día de la graduación” — con algunos ramalazos de “Prom Night”— como principal rasgo característico. Realmente el plagio no es tanto, tan solo copia la estética con un asesino que viste chándal y usa una jabalina para acabar con sus víctimas. Por esa regla de tres podía ser hija bastarda de cualquier otro slasher, pero, se ha quedado con el San Benito de ser un plagio directo de la anteriormente mentada ¡Que se le va a hacer! En cualquier caso es sustancialmente peor película, infinitamente más aburrida que a la que, se supone, plagia. Un despropósito insufrible, que por otra parte sería el único valor a tener en cuenta de esta película (si es que se es amante del mal cine, pero del de verdad).
Me podría ahorrar la sinopsis porque se la pueden imaginar. No obstante, resumiendo, diré que su trama se centra en un instituto cuyo equipo de gimnasia se prepara para competir en los juegos nacionales. Justo en esa previa, aparecerá un individuo encapuchado (y cuyas zapatillas son una imitación de las Adidas clásicas… a estas les falta una raya) que irá asesinando a los gimnastas con su jabalina. Fin de la historia hasta el “sorprendente” giro final. Por el camino, eso sí, un buen puñado de tetas, mujeres en la ducha y sangre administrada en los cuerpos acuchillados con un cuenta gotas, salvo en una espectacular partida en dos cuyo grafismo es espeluznante, pero que no justifica el resto que es una chapuza. Corramos un tupido velo a la hora de hablar de la fotografía: Hay secuencias tan oscuras en las que prácticamente no vemos nada.
Y poco más… un mal slasher con estructura, asimismo, de mal slasher.
Debido a la cantidad de títulos con los que se conoce a esta película, surge una de las anécdotas más reseñables. El título original oficial de esta película es “Fatal Games”, sin embargo, tanto en la pre-producción como durante el rodaje esta se tituló “The Killing Touch”. Cuando por fin la producción encontró distribución, se decidió que “Fatal Games” era un título mucho más comercial que “The Killing Touch”, sin embargo, no se avisó al equipo artístico de la película de este cambio, por lo que muchos de los actores quizás pensaron que nunca llegó a tener un lanzamiento oficial. La actriz protagonista, Spice Williams-Crosby, al ser preguntada por la prensa y por los fans sobre su participación en “Fatal Games”, negaba categóricamente haberla protagonizado. Se llegó a pensar que la actriz renegaba del film. Lo que sucedía es que, hasta muchos años después, ella no supo que aquel slasher chusquero en el que había participado en 1984 se había distribuido con un título distinto.
Otro dato curioso sería la identidad de uno de los tres individuos que firmó el guión, un tal Rafael Buñuel… ¿Se trata de uno de los hijos de Luis Buñuel? Me ha costado digerir que pudiera tratarse de él, porque que yo sepa, Rafael Buñuel, el hijo de Buñuel, es escultor, pintor ocasional y no me pegaba nada que el hijo del prestigioso Buñuel pudiera, no solo escribir, sino también producir un slasher tan chunguero. Pero tras darle unas cuantas vueltas a la red de redes, y por extraño que parezca, sí se trata del hijo de Luis Buñuel que, además de las profesiones que se le reconocen, tuvo un pequeño escarceo con el cine de terror en calidad de guionista, siendo, previamente a esta, el revisor del guion de la película mexicana “To Kill a Stranger” de Juan López Moctezuma. Después haría algún guion más, esta vez para películas más afines de arte y ensayo. Desde luego, una curiosidad.
En cuanto al director de la cinta, Michael Elliot, no tiene ni una película más acreditada salvo “Olimpiada del terror”, aunque al igual que su colega Buñuel, se dedicó a revisar el guion de la ya citada “To Kill a Stranger”.
La película se distribuyó en vídeo en nuestro país como es rigor, no se trata de un título en demasía ignoto, pero de lo que sí que se trata, por todo esto que les cuento, es de una cosa, al menos, interesante.
“Olimpiada de la muerte” sería de los muy malos. Es más malo que pegar a un padre, y ha pasado a los anales por tratarse de un título de tercera categoría que tiene la cara dura de plagiar el que hoy es considerado un clásico del género, “El día de la graduación” — con algunos ramalazos de “Prom Night”— como principal rasgo característico. Realmente el plagio no es tanto, tan solo copia la estética con un asesino que viste chándal y usa una jabalina para acabar con sus víctimas. Por esa regla de tres podía ser hija bastarda de cualquier otro slasher, pero, se ha quedado con el San Benito de ser un plagio directo de la anteriormente mentada ¡Que se le va a hacer! En cualquier caso es sustancialmente peor película, infinitamente más aburrida que a la que, se supone, plagia. Un despropósito insufrible, que por otra parte sería el único valor a tener en cuenta de esta película (si es que se es amante del mal cine, pero del de verdad).
Me podría ahorrar la sinopsis porque se la pueden imaginar. No obstante, resumiendo, diré que su trama se centra en un instituto cuyo equipo de gimnasia se prepara para competir en los juegos nacionales. Justo en esa previa, aparecerá un individuo encapuchado (y cuyas zapatillas son una imitación de las Adidas clásicas… a estas les falta una raya) que irá asesinando a los gimnastas con su jabalina. Fin de la historia hasta el “sorprendente” giro final. Por el camino, eso sí, un buen puñado de tetas, mujeres en la ducha y sangre administrada en los cuerpos acuchillados con un cuenta gotas, salvo en una espectacular partida en dos cuyo grafismo es espeluznante, pero que no justifica el resto que es una chapuza. Corramos un tupido velo a la hora de hablar de la fotografía: Hay secuencias tan oscuras en las que prácticamente no vemos nada.
Y poco más… un mal slasher con estructura, asimismo, de mal slasher.
Debido a la cantidad de títulos con los que se conoce a esta película, surge una de las anécdotas más reseñables. El título original oficial de esta película es “Fatal Games”, sin embargo, tanto en la pre-producción como durante el rodaje esta se tituló “The Killing Touch”. Cuando por fin la producción encontró distribución, se decidió que “Fatal Games” era un título mucho más comercial que “The Killing Touch”, sin embargo, no se avisó al equipo artístico de la película de este cambio, por lo que muchos de los actores quizás pensaron que nunca llegó a tener un lanzamiento oficial. La actriz protagonista, Spice Williams-Crosby, al ser preguntada por la prensa y por los fans sobre su participación en “Fatal Games”, negaba categóricamente haberla protagonizado. Se llegó a pensar que la actriz renegaba del film. Lo que sucedía es que, hasta muchos años después, ella no supo que aquel slasher chusquero en el que había participado en 1984 se había distribuido con un título distinto.
Otro dato curioso sería la identidad de uno de los tres individuos que firmó el guión, un tal Rafael Buñuel… ¿Se trata de uno de los hijos de Luis Buñuel? Me ha costado digerir que pudiera tratarse de él, porque que yo sepa, Rafael Buñuel, el hijo de Buñuel, es escultor, pintor ocasional y no me pegaba nada que el hijo del prestigioso Buñuel pudiera, no solo escribir, sino también producir un slasher tan chunguero. Pero tras darle unas cuantas vueltas a la red de redes, y por extraño que parezca, sí se trata del hijo de Luis Buñuel que, además de las profesiones que se le reconocen, tuvo un pequeño escarceo con el cine de terror en calidad de guionista, siendo, previamente a esta, el revisor del guion de la película mexicana “To Kill a Stranger” de Juan López Moctezuma. Después haría algún guion más, esta vez para películas más afines de arte y ensayo. Desde luego, una curiosidad.
En cuanto al director de la cinta, Michael Elliot, no tiene ni una película más acreditada salvo “Olimpiada del terror”, aunque al igual que su colega Buñuel, se dedicó a revisar el guion de la ya citada “To Kill a Stranger”.
La película se distribuyó en vídeo en nuestro país como es rigor, no se trata de un título en demasía ignoto, pero de lo que sí que se trata, por todo esto que les cuento, es de una cosa, al menos, interesante.
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