sábado, 8 de febrero de 2025

POLICE FORCE

Durante mi obsesión juvenil por consumir toda suerte de películas sobre andanzas justicieras, llegué a un punto en el que, tras devorar los títulos respetados y respetables, e inyectarme una dosis de sus coetáneos italianos, tuve que recurrir a un escalón todavía más bajo (aunque no el último, ese pertenece al "actioner" filipino): subproductos norteamericanos directos al vídeo-club por cortesía de nombres tan poco recomendables como los de Jospeh Merhi & Richard Pepin, David A. Prior o Cirio H. Santiago. Entre muchos más, todos igual de insalubres. La única condición que les ponía era la existencia de cierto parecido con "Paul Kersey" o, sobre todo, "Harry Callahan". Es decir, poli encabronado buscando venganza y armado con juguete de gran calibre. Así, de memoria, recuerdo haberme papeado, siguiendo tal estrategia, películas como "The Big Score" de/con Fred Williamson (se rumoreaba -erróneamente- que partía de un guion para el propio "Harry Callahan" finalmente no realizado), "L.A.Heat" (del amigo Merhi), "Max Force" (con John Matuszak -el "Sloth" de los "Goonies"- impartiendo justicia) o "Juez, Jurado, Ejecutor" (sobre la que leerán en breve). "Police Force" tenía, a primera vista, todos los números para encajar en la lista. Ya desde su tremenda caratula (se la dejo abajo, cortesía -lo mismo que el respectivo ripeo- de mi queridísimo Enorm), cuyo póster lució en mis paredes un tiempo (supongo que los del vídeo-club iban a tirarlo y conseguí que me lo regalaran), el original yanki -donde se la conoce como "Nightstick", año 1987 por cierto- ultra-macarra (y ultra-engañoso... más incluso que la versión pal mercado hispano), su trama de base... hasta el apellido del héroe, Calhoun -muy fonéticamente parecido a "Callahan"-.
Y sí, Calhoun es un poli duro -tampoco demasiado-, en perpetua lucha contra sus superiores (nos lo presentan con la típica escena heroica, en la que se hace pasar por médico para detener a un psycho armado. Retrotrae a aquella de "Callahan" fingiendo ser piloto en "Harry, el fuerte"). Será el responsable de pillar a una banda de hermanos malísimos que amenazan con infestar Nueva York de bombas si no les dan dinero (por número, método e intenciones, diríanse la combinación perfecta entre el "Scorpio" de "Dirty Harry" y los terroristas jipis de su tercera entrega, "Harry, el ejecutor"). ¿Exagero? Bien, ¿y si les digo que uno de los actores de "Police Force" es John Vernon, quien interpretara al alcalde en el clásico de Don Siegel, y aquí da vida a un poderoso hombre de negocios amenazado? Dato tan descarado como cuando Sylvester Stallone fichó para "Cobra" a Reni Santoni y Andrew Robinson (socio y enemigo de "Callahan" respectivamente en el primer film).
Por desgracia, todos esos paralelismos con mi poli favorito se quedan en la superficie, porque "Police Force", a pesar de sus esforzados intentos a base de ritmo acelerado y cierta sutil estilización, termina resultando más bien desaboría. ¿Motivo? pues que estamos ante un telefilm en toda regla, y de los ochenta, cuya naturaleza queda del todo delatada cuando en el reparto localizamos a dos veteranos por entonces más que habituales en estas lides, Robert Vaughn y un Leslie Nielsen apuntito de zafarse de semejante infierno para renacer como "Frank Drebin" (y, a su modo, meterse en otro infierno, el del encasillamiento). Al "Harry Callahan" de mentirijillas lo interpreta Bruce Fairbairn, actor habitual en series bien conocidas (como "La Masa", "Los ángeles de Charlie", "El coche fantástico", "Remington Steele", "Los vigilantes de la playa"...), quien también habría nadado ocasionalmente entre subproductos. Ese mismo 1987 venía de interpretar a otro policía en "Cyclone, al filo de la muerte" del omnipresente Fred Olen Ray. Pero previamente contaba con un crédito de lo más exótico como protagonista, "Vampire Hookers" para -otra vez tú- Cirio H. Santiago, nada menos. Le complementa David Mucci como uno de los villanos, el matón feúcho finalmente decapitado en "Prom Night",
Por tanto, y por supuesto, el 99% de la carrera de Joseph L. Scanlan, director de "Police Force", se desarrolló entre los márgenes de una pantalla cuadrada. Estaba cantado, vamos.
Al productor, Sandy Howard, ya lo hemos tratado por acá. Un auténtico hombre de cine, capaz de apadrinar desde productos de primera, a cosas más cochambrosas o, como es el caso, telefilms. Graciosamente, no era aquella la primera vez que me decepcionaba, ya lo hizo cuando convirtió a Wings Hauser en un poli no sucio, pero sí frío, de nombre "Stoney".
Que "Police Force" se parió para la caja lerda lo denota también cierta censura moral. Entre la poquísima chicha que hay, tenemos la ejecución de un policía por parte del criminal de turno. Cuando vemos a aquel en el suelo, apunto de recibir el balazo, distinguimos una cantosa aplicación de látex pegada a la frente. Es evidente que su finalidad consistía en falsear un supuesto impacto mortal... pero no llegamos a presenciarlo.
En el tercer acto, los malos exigen que sea Calhoun quien les lleve las maletas con el dinero, previa instrucción telefónica (otra conexión con "Harry, el sucio"), además, han secuestrado a su chorba, por lo que el policía acude más que motivado. No obstante, ni siquiera así se enfunda en el "look" ultra-chanin del cartel yanki, ni saca un pistolaco como el de la caratula del vídeo-club, algo que podría haber sospechado viendo la foto promocional de la parte trasera en la que sujeta una pistolica mas bien mierdosa.

martes, 4 de febrero de 2025

LA FAMILIA MONSTER

“La familia Monster” es un clásico de la televisión de los años 60 en forma de sitcom. Tras algunas emisiones discretas, en España logró cierta repercusión durante los años 80 dentro del programa contenedor infantil y juvenil “La bola de cristal”. Debido a sus características —nos mostraba a una familia de monstruos viviendo entre mortales en un algún lugar de los Estados Unidos—, se convirtió en una serie de culto con un fandom que ha permanecido fiel durante décadas. Obviamente, la serie, de contenido absolutamente naif, es un producto muy de su época que se gastaba un humor muy blanco y para todos los públicos. A posteriori tuvo que sufrir remakes protagonizados por actores que no tenían la misma gracia del reparto original, como en la insufrible serie “La familia Monster, hoy” de 1988, e incluso telefilmes insulsos como “La familia Monster: La película” —curiosamente dirigido por el “ExterminadorRobert Ginty— del 95, o el especial navideño “The Munsters: Scary Little Crhistmas” de 1996. Y claro, da la casualidad que al señorito Rob Zombie todo lo que tenga que ver con el “monstruísmo” y demás parafernalias se la pone gorda. Resulta que (¡Oh, sorpresa!) es un fan, y de los grandes, de “La Familia Monster”. Y en pleno 2022 decide hacer su propia adaptación de la clásica serie. En principio la cosa no pinta mal, porque sus nuevas versiones de “Halloween” son sustancialmente mejores que cualquiera de las que se han realizado en los últimos años a costa de la megalomanía de David Gordon Green. Pero pronto aparecieron los primeros trailers de esos nuevos "Monsters" e, innegablemente, la cosa pintaba mal, muy mal. Las críticas le hundieron en el fango. Hasta las de sus fans más entusiastas. ¿Pero, con, o sin razón? No siendo yo en absoluto fan de “The Munsters” (vi la serie como todo hijo de vecino y me puede hacer cierta gracia, pero poco más), no me dejé llevar por el clamor popular y decidí darle una oportunidad a la película. Al fin y al cabo, por mala que fuese, no dejaba de ser una comedia fantástica y desenfadada que, a poco que hiciera, debería resultar entretenida. Y maldita sea la hora en la que me puse a ver esta nueva “Familia Monster”. El amigo Zombie se casca una precuela, mostrándonos la vida del abuelo y su hija Lily en Transilvania, así como la creación, por parte de un científico loco y su criado Igor, de Herman Monster en el laboratorio; el posterior enamoramiento de Lily y Herman y como deciden dejarlo todo para irse a vivir el sueño americano en compañía del abuelo, para formar una familia en los Estados Unidos. Bajo ese hilo conductor se van sucediendo los gags y, el resto, que entronca directamente con el primer capítulo de la serie, ya es por todos conocido.
La verdad es que Zombie le pone cariño y respeto por el material, no escatima en escenarios extraños, lúgubres y coloridos. Tanto cariño y respeto, de hecho, que en su afán, colorinches aparte, decide ser fiel al tono y humor de la serie de los años 60. Un humor que, a todas luces, ya incluso en los 80 -cuando más pegó aquí- estaba demodé.
Pero es que todo está mal en esta adaptación; Sheri Moon Zombie como Lily Monster… a ver, está bien caracterizada y demás, pero no pega. No pega ni con cola; La incorporación de toda suerte de monstruos, puesto que la acción se ambienta en esa hipotética Transilvania de época indeterminada de la que provienen los Monsters, es una excusa para poder tirar de guiños, homenajes y referencias, tantas como a Zombie le viene en gana, incluido un Conde Orlock, con todo el look del Nosferatu del “Phantasma II” de Tobe Hooper, como interés romántico de Lily Monster antes que Herman fuera creado. Y así podría seguir un rato. Pero al margen de todo esto, “La familia Monster” es una adaptación a la que, probablemente, le vendría mejor estar rodada en blanco y negro, aunque no es ese (ni los anteriores) su principal problema. Los problemas reales son, por un lado, su look de vídeo digital que tira de espaldas, con ese uso de las luces rojas y verdes en la iluminación que le dan textura de cortometraje dosmilero de Dani Moreno; Ese reparto desprovisto de carisma y que repite con más pena que gloria los tics y chascarrillos de los Monster originales; el excesivo metraje que roza las dos horas y, sobre todo, el SOBERANO aburrimiento que nos provoca desde el minuto uno. “La familia Monster” de Rob Zombie puede que sea una de las comedias menos divertidas que existen. 
En definitiva, lo peor que le pasa a “The Munsters” es que es terriblemente insulsa, una de esas películas que no sirve ni para odiarlas. Simplemente al terminar te quedas con la sensación de no haber visto nada, ni bueno, ni malo. Y eso es lo peor que le puede suceder a cualquier producto audiovisual. En su momento vi capítulos sueltos de la serie de los 80 y eran malos, vi el telefilm de Robert Ginty y era más que flojo, pero, yo creo que la existencia de esta nueva adaptación, con todos los medios puestos al alcance de un director con ya más de 20 años de experiencia como es Zombie, hace parecer aquellos productos televisivos y baratos en ningún caso obras maestras, pero sí trabajos realizados por profesionales medianamente capacitados. 
Es que, esto de los Monsters, de puro insípido no se como se le ha dado luz verde para ser estrenado.

sábado, 1 de febrero de 2025

GROTESQUE

Casi todo lo que supe por primera vez, tanto de "Grotesque" como su director, Joe Tornatore, fue gracias a la prensa especializada francesa y, más particularmente, "Mad Movies", mi genuina biblia, fuente de conocimientos. En la sección de novedades y/o rodajes en marcha, por alguna extraña razón siempre más centrada en subproductos y morralla casi marginal, aparecía el cartel de la reseñada. O uno de ellos, concretamente aquel con una ilustración muy decente propia de todo un Bernie Wrightson -no me consta que sea suya, pero lo parece-, cosa que, ya de por sí, me llamó la atención. No mucho después, y todavía dentro de esos mismos parámetros, supe de la siguiente obra de Tornatore, "Crystal eye: el ojo de cristal", un "exploit" algo tardío -1991- de "Indiana Jones". Entonces lo tuve claro, tocaba seguirle la pista.
Y aquí viene lo gracioso. Por la misma época fue noticia -pero este en prensa más convencional- Giuseppe Tornatore, director de films tan respetados y premiados como "El profesor" y, sobre todo, "Cinema Paradiso". En mi joven, ingenua y aún no muy ilustrada mente, y dado que Joe es la versión inglesa de Giuseppe, por un momento pensé que eran el mismo cineasta y, como Héctor Olivera, intercalaba productos de prestigio con morralla ultra-comercial. Evidentemente me equivocaba. Pero ya me dirán si no es hilarante casualidad el parecido formal de ambos nombres, operando exactamente durante el mismo período.
Pues entonces, ¿¿quién es Joe Tornatore?? Bien, se trata de un actor reciclado a director. Comenzó como "gorila extra" en "El planeta de los simios", siguiendo con papeles ínfimos en mucha serie y clásicos setenteros de la explotación como "Cleopatra Jones" o "América Violenta". Ascendió unos peldaños al interpretar a un sicario en "El Golpe" y otro matón en "McQ". Viendo que la cosa no terminaba de despegar y, supongo algo insatisfecho (merece la pena resaltar que volvió a enfundarse en la piel de gorila anónimo para la serie televisiva basada en "El planeta de los simios"), decidió dar el salto a la dirección.
Fue en 1976 con una de acción, "Zebras" (de la que él mismo rodaría una secuela / remake en 1987,"Código Zebra"). Acarició las mieles de un cine medianamente serio con "El Vengador", thriller según novela de Mario "El Padrino" Puzo protagonizado por dos ya mohosos Rex Harrison y Rod Taylor, que Tornatore co-dirigió con otro que tal bailaba, el amigo Matt Cimber (aunque la cosa pinta más a sustitución desesperada, especialmente considerando los tres años de separación entre su confección y estreno) y, al final, se rindió a la evidencia: vayamos a lo fácil, hagamos una de terror, esta "Grotesque".
Como decía arriba, supe de ella gracias a los gabachos y, al contrario de lo que ocurría con algunos de los productos de naturaleza atípica anunciados en sus páginas, sí llegó a nuestros estantes videoclubistas, cortesía de "MidWest" / "Record Visión", cuyas inmensas tragaderas impulsaban a que distribuyeran de todo, sin importar categoría. La vi, no me gustó y la olvidé. Hasta que, como siempre, intervino la maldita nostalgia y decidí darle una nueva oportunidad.
Unos punkis malotes acuden a una casa en pleno monte porque han oído que oculta un secreto. Convencidos de que se trata de dinero, machacan a la familia que en ella se hospeda esperando que suelten prenda. Esta viene compuesta por un padre que se dedica a fabricar efectos especiales para películas de terror, su esposa, su hija y la amiga. Los punkis irán arrasando con todos hasta que, ¡oh sorpresa!, el cacareado secreto aparece en forma de un tipo deforme (valga el chiste) y muy cabreado.
Hasta aquí la primera parte de una película compuesta de, errrr, tres cachos y dos giros. Esta está más o menos decente, un "home invasion" en toda regla con los villanos pandilleros del cine de los ochenta, unos punks tan exageradamente malvados, amorales, retorcidos y ridículos como cabría esperar... y debe ser. Vale. Normalmente el anunciado primer giro argumental me lo tomaría positivamente, un modo eficaz de rescatarme del sopor... pero en "Grotesque" el efecto obtenido es de cortada de rollo total. En plan "No me jodas, después de toda la paciencia invertida, toca comenzar de nuevo". Entran en escena la policía, que detiene a los punkis supervivientes, y otro miembro más de la familia agredida clamando justa venganza. Este segmento se marca un desenlace más propio de "The Twilight Zone". Y cuando parecía todo dicho, el film da un último giro. Pero no comentaré nada al respecto porque, en fin, es verlo para creerlo. Pueden tomárselo como una genialidad o un insulto a sus inteligencias (en caso de tenerlas).
¿Resultado? Pues un caos. Uno algo aburrido, sí, aunque tampoco como para rasgarse las vestiduras. Curioso en su esencia pero a kilómetros de ser imprescindible... y hablo de una distancia como la que separa nuestro planeta de "Alfa Centauri". E, incluso así, me quedo corto.
Por una cuestión ya de moral, es obligado que nos detengamos en el asunto de los efectos especiales a los que se dedica el supuesto padre de la supuesta familia. No hace falta decir que ello reserva algunas sorpresas graciosas como, por ejemplo, que al hombre le mole rodar cortos caseros en los que, maquillado de monstruo, ataca a su esposa. Bien, según lo presenciado y dialogado, dichos cortos se suponen grabados en vídeo, pero es evidente que han sido confeccionados con los mismos 35 mm que el resto de "Grotesque", además de su aspecto profesional y que nunca rebelen quien ejerció de cámara para la ocasión. Aunque todavía queda una sorpresa más. Los punkis acuden al taller del hombre y una de las chavalas, en pleno acto sexual, agarra una máscara y se la enfunda. Esta resulta ser la calavera de "Halloween 3", hoy tan célebre. Inevitablemente uno se pregunta aquello de ¿es que acaso el tipo que la diseñó para el clásico de Tommy Lee Wallace se encarga de los efectos especiales en "Grotesque"? pues no, pero sí. El interfecto responde al nombre de John Naulin. Siendo todavía novato curró en "Halloween 3" responsabilizándose del atrezo, incluidas las cacareadas máscaras. Vamos, que se agenció algunas y, supongo, ya adulto y metido de lleno en el film de Joe Tornatore, ante la necesidad las rescató del armario... sin ningún afán homenajeador ni tributante -recuerden, estamos en 1988, y entonces esas cosas no pasaban... gracias a dios- era una simple y lógica cuestión de reciclaje económico.
Mientras que, como director, Tornatore firmó a continuación la mentada "Crystal eye: el ojo de cristal", "Demon Keeper" para Roger Corman (intenté verla, pero su aspecto telefílmico me pudo) o una de vampiros en 2009 titulada "Immortally Yours", para retirarse cuatro años después tras un cortometraje, nunca abandonó del todo su faceta como actor. Siempre paralelamente a la de filmmaker y dentro de parámetros televisivos o con roles muy segundones en algunos títulos llamativos como "F.I.S.T. Símbolo de fuerza" junto a Stallone. Según los datos consultados -esperemos que correctos-, amplió dicha dedicación a la de especialista, ejerciendo como tal en "Cuando llega la noche" de Landis y "Golpe en la pequeña China" de Carpenter. Fascinante trayectoria la suya. Me recuerda un poco a la de otro todoterreno, John "Bud" Cardos.
Pero para marcianadas, el guionista de "Grotesque", un tal Mikel Angel. Considerando que se encargó de escribir los libretos de varias películas de Tornatore, asumí que era este mismo oculto tras seudónimo, porque pinta de serlo, tiene. Y lo es, aunque no del director, al parecer el caballero en realidad se llamaba George Theakos y comenzó a teclear en 1971, tarea desarrollada para ilustres como el ya mentado Matt Cimber (de ahí la conexión con Tornatore) y Gary Graver (concretamente en "Evil Spirits", indirectamente conectada con el Kevin Bacon del cine "exploitation", Fred Olen Ray, donde Mike Angel también ejerce de actor). Además, en una ocasión se atrevió a dirigir. El resultado, "The Love Butcher", fue tan terrible que quedó en sus latas, sin distribuir. Siete añazos después una de sus protagonistas, Robin Sherwood, logró cierto renombre por su papel en "Yo soy la justicia". Así las cosas, un productor rescató del film de Mikel Angel, encargó al Don Jones de "The Forest" rodar nuevas escenas para darle algo más de prestancia y, esta vez sí, se estrenó (sin hacer mucho ruido, asumo).
¿Agotados ya? Pues aún no hemos hablado del reparto. Por supuesto "Grotesque" se erige como vehículo para la ya entonces perdidísima Linda Blair, también productora ejecutiva. Aquí la muchacha demuestra con creces ser una actriz bastante mediocre. Su catálogo de cucamonas es del todo hilarante. La acompaña otra churri muy de su época, la guapísima Donna Wilkes, alias "la "Angel" original". También andan por ahí Tab Hunter, más conocido por su protagonismo en el "Polyester" del vendido / ladrón de John Waters. Otro "clásico desviado", Guy Stockwell, quien interpretaría al temible dueño del circo en "Santa Sangre". O Charles Dierkop, nombre poco conocido, rostro incomparable, que ha aparecido en un montonazo de títulos, algunos de Joe Tornatore. Justo, con él coincidió en "El Golpe".
Mención aparte merecen los ultra-estereotipados y ya creciditos punkis. Vienen comandados por Brad Wilson, cuya interpretación "over the top" (curiosamente rebajada tras el primer giro) nos recuerda al "Zed" / Bobcat Goldthwait de las "Locas academias de policía", pero en versión "seria". Le secundan Nels Van Patten, de la longeva casta de los Van Patten (de ahí que asome por "Jóvenes Guerreros" junto a su hermano James), dando vida a un agotador villano de agotadora risa burlona. Y no podía faltar el bueno de Robert "Maniac Cop" Z´Dar, al que despachan con demasiada facilidad. Aunque para presencias inevitables, la del inmortal George "Buck" Flower ejerciendo de coordinador de producción o alguna monserga parecida. Este caballero necesita un libro biográfico -o un documental- pero ya.
A la hora de ilustrar la reseña, me he decantado por el llamativo cartel "estilo Wrightson" que tanto me impactó de chaval. No obstante, disponiendo como dispongo de la caratula del VHS -algo maltrecha-, pues me ha sido imposible evitar colársela completa justo a continuación.

martes, 28 de enero de 2025

THE LAS VEGAS STRANGLER

“The Las Vegas Strangler”, estrenada
de tapadillo y en cines para adultos bajo el título de “No tears for the dammed”, es una de esas películas a las que posteriormente se les perdió la pista y, llegados los 80, fue considerada oficialmente extraviada e ilocalizable, sin una sola copia disponible. Hasta que, como suele ser habitual, un día algún investigador da con su paradero (en este caso las buenas gentes de Vinegar Syndrome), la restauran y ponen en circulación.
“The Las Vegas Strangler” forma parte de un maravilloso "pack" que recopila un buen número de estas películas L&F (lost & found, perdidas y encontradas), junto a joyas de lo ignoto como puedan ser “Barbara” o “The rare blue apes of cannibal isle”.
Algunas bobinas recuperadas estaban muy deterioradas e incompletas y, finalmente, lo que tenemos en circulación es un montaje lo más fiable posible al original, un 90%. El final de esta versión queda amputado abruptamente, porque no había más película con la que contar.  No importa, nada de todo eso afecta a la comprensión de su trama. Y es que, en cualquier caso, tampoco hay mucho que comprender, porque plantea una historia simple, cristalina y deliciosamente misógina.
Se trata de una de las muchas consecuencias fílmicas de “Psicosis”, esta vez deambulando por los derroteros del “sexploitation”, dando como resultado una de las primeras muestras de cine de asesinos en serie mezclado con dosis de sensacionalismo, tetas, culos, e incluso porno soft, con una serie de secuencias sin mucha relación con lo que nos cuenta la película, y que tienen toda la pinta de ser insertos que, en su momento, introdujeron los responsables de la primera versión. Estos son de folleteo, con culos peludos y masculinos culebreando en posición concupiscente.
Una pizpireta prostituta parece quedar prendada de un apuesto caballero, que acude al local en el que ella trabaja a beberse su whisky. Tras una mala experiencia con un cliente, esta es rescatada por el galán, que le saca de ese antro y, rápidamente, se casa con ella en Las Vegas.
Todo parece ir muy bien entre el matrimonio, pero resulta que el individuo, en sus ratos libres, asesina a toda mujer que se cruza en su camino, dejando una marca muy diferenciable; les corta mechones de pelo con las mismas tijeras de costura con las que las mata. Por supuesto, nuestro asesino es un tipo traumado por culpa de su madre, una señora castradora y dominante, y cierta pulsión homosexual que lo acompaña desde niño, motivo por el cual también rechaza a los gays, golpeándolos cuando estos le seducen al detectarlo en bares de copas como a un igual.
Está francamente bien esta “The Las Vegas Strangler”, probablemente sea una de las películas más retorcidas y atrevidas de la época. No es tan grafica como otras muestras del género (Herschell Gordon Lewis ya andaba por ahí haciendo de las suyas) pero las intenciones quedan claras, amén de no cortarse a la hora de incluir, dentro de los personajes principales y como la buena de la función, a una prostituta con todas sus letras, cosa que me resultó extraña por muy "exploit" que sea la película. Al margen de esto, lo que sucede con “The Las Vegas Strangler” es que, a pesar de estar incompleta, se sigue con facilidad porque, en esencia, es muy entretenida y desquiciada, llena de tetas y chotos, algún que otro numerito de burlesque y picaruelo, y un buen puñado de asesinatos a los que, eso sí, se les escatima la sangre. Pero es de esas películas que, más allá de aparecer en las latas tras lustros perdidas en cualquier sucio almacén (cada vez hay más), le deja a uno la sensación de haber visto una joyita, una obra a tener en cuenta, y más cuando la mayoría de estos productos vindicados a través de la arqueología cinéfila, suelen ser, por norma general, un auténtico mojón de vaca. Este no, este, sin ser una maravilla, es estupendo.
Del director, William Collins, poco se sabe. No aparece acreditado en ninguna película más, a parte de esta. Se trata de un cineasta local de Las Vegas que utilizó su ciudad natal para ambientar la cinta, así como retratar lugares arquetípicos de la zona o filmar varios de los distintos espectáculos que allí se podían ver.

sábado, 25 de enero de 2025

QUINTA AVENIDA

Traduciendo literalmente uno de sus dos títulos originales, "Fifth Avenue" (el otro, mucho más adecuado y conocido, es "Bits & Pieces") "Quinta Avenida" parapeta un auténtico desvarío que, perfectamente, podría encajar en una lista de "malas pero divertidas". Además, fue parida el sagrado 1985... ¿se puede pedir más?
Arthur sufrió muchas vejaciones por parte de su madre cuando era chaval. Por ello, acabó matándola. Ya adulto, se ha convertido en un auténtico misógino que secuestra a mujeres golfas, las disfraza de su progenitora y descuartiza. Eso mismo le ha pasado a la amiga de la prota, quien se enamorará del policía que investiga el crimen y, juntos, terminarán enfrentados al temible psicópata.
Hacer un recuento de todas las anti-virtudes de "Quinta Avenida" supone un auténtico esfuerzo. Probablemente me deje algunas pero, oiga, mejor para ustedes. Más sorpresas.
De entrada, por el trauma con su madre y el hecho de que existe un maniquí disfrazado de esta con el que el asesino parlotea, la cosa recuerda mucho a "Maniac". Luego, que el tipo vista con una camisa blanca y su corbata (siempre susceptibles de recibir salpicaduras tras cometer un crimen, aunque al día siguiente luzcan como nuevas) y mutile a sus víctimas -todas "bimbos". A veces cuesta distinguirlas, e incluyo aquí a la protagonista- tumbándolas en una mesa de sacrificios, trae a la memoria los desmanes de "Fuad Ramses" en "Blood Feast", el clásico de Herschell Gordon Lewis. Cosa ampliada a la incapacidad de ambos intérpretes. Los dos "histrionan" que da gusto. Hasta la risa. Aunque, por desgracia, el gore de la reseñada es menos explícito. Mucho líquido rojo, pero casi siempre fuera de cámara.
¿He dicho risas? "Quinta Avenida" reserva unas cuantas de esas involuntarias, las que molan. Tal vez, lo mejor recaiga sobre la historia de amoríos entre la protagonista y el policía. Ella, como decía, rubia, guapa y joven. Él, un señor de mediana edad, medio calvo, con mostacho y no muy agraciado. Primero tienen un encuentro algo tenso en comisaría. Terminan haciendo las paces y él se compromete a llamarla en caso de que haya novedades. Al día siguiente cumple, aunque el motivo no es la investigación del crimen, sino para preguntarle si quiere acompañarle a la playa. Ella, a pesar del trauma de saber que su amiga ha sido descuartizada como quien dice ayer, accede encantada. Y van, y nos comemos una larga escena de ambos jugueteando en la arena, besándose y amándose a base de alegre tonadilla pop, imágenes que se intercalan con otras del asesino cazando y mutilando a otra de las amigas de la protagonista (una vez más, de look perturbadoramente parecido).
Pero no acaba aquí la cosa, seguidamente el poli y la rubia deciden pasar la noche en un jacuzzi, a base de más besos y carantoñas. Y luego, junto a la chimenea. Al menos aquí la chica siente algo de remordimientos... aunque le duran poco. Pero bueno ¿¿es que este poli no curra o qué?? ¿¿no debería estar investigando?? más le valdría, ya que, de mientras, el psycho-killer acude hasta casa de los padres de la protagonista y los asesina -menuda gafe-. Otro momento de órdago porque, primero, papá, al que le encanta situarse frente a su equipo estéreo e imitar las maneras de un director de orquesta, es un señor de unos cincuentaymuchos, gordo y barbudo. Mientras que mamá está un rato rica (tan rubia como -y casi igual de joven que- su hija) y nos regala un desnudo ultra-gratuito a base de teta siliconada.
En fin, ya ven un poco por donde van los tiros. Y hay más. Al parecer en 1985 estaban de moda los locales de strippers a los que acudían marujas para ver a tipos de aspecto afeminado contorsionarse en tanga, así la película los explota a conciencia, mostrando imágenes que parecen totalmente reales... y un par de veces. Es de semejante sucio antro de donde salen las "mujeres golfas" que el asesino captura, incluida la chica prota, aunque ella únicamente fue a tomar apuntes para una tesis doctoral, ¡aaaro! ya saben lo de la doble moral yanki, la heroína debe ser casta y pura.
Quizás lo más decente de "Quinta Avenida" sea el desenlace. Pero no diré más, que ya he largado demasiado.
El culpable de este cristo responde al nombre de Leland Thomas, quien dirigía por primera y última vez. Lo mismo que el co-guionista, Michael Koby... nada que ver con el Michael Coby de infausta memoria.
El reparto viene trufado por una serie de actorzuelos a los que les falta el talento (el que hace de poli es especialmente negado) o les sobra la capacidad de sobreactuar y efectuar escalofriantes cucamonas. Algunas de las víctimas del psycho-killer hicieron luego algo de carrera, casi siempre en función de extra y/o sin acreditar y, también casi siempre, tirando de sus encantos físicos. Destaco únicamente a Sandy Brooke, que venía de marcarse un rol para "Sledgehammer", el infame slasher grabado en vídeo por David A. Prior, y terminaría dándolo todo en subproductos de Fred Olen Ray y David DeCoteau. Vale, no es que sea algo de lo que presumir, pero al lado de Leland Thomas, los señores Prior, Ray y DeCoteau eran Coppola, Scorsese y Spielberg.
Ya no se hace mierda como esta. Lamentémonos al unísono.

jueves, 23 de enero de 2025

MINUTOS MUSICALES 30: GUTALAX

Nunca he sido mucho de metal extremo. Es complicado hablar de los matices que separan ciertos estilos, pero diría que "si había algo de punkismo" en ello, podía tolerarlo (pongamos por caso, así a bote pronto, "Extreme Noise Terror" o "Septic Death"), pero si entrábamos en lo propiamente metal, y nos dirigíamos hacia el Death Metal o el llamado Grindcore, la cosa se complicaba. Traté de consumir a algunos de estos últimos, como "Assück", "Agathocles", "Cripple Bastards" o los nacionales "Violent Headache", pero no había manera. De hecho, se podría decir que soy un traidor a la causa, porque mis discos favoritos de dos bandas tan representativas de semejantes vertientes como "Carcass" y "Entombed" son, justo, aquellos más detestados por sus fanes al apartarse de su sonido característico para aspirar a cotas un poco más, ummmmh, ¿rockanroleras?. No sabría decir, estoy hablando, como supondrán, de -en respectivo orden- "Sawnsong" y "Wolverine Blues". Luego está el Black Metal, al que me aproximé tras conocer todo el mamoneo que ocurrió en las Noruegas (en un viaje que hice a Oslo visité la famosa tienda... if you know, you know) y "Burzum" o "Dark Throne" fueron los únicos que, más o menos, me interesaron temporalmente, hasta que me aburrieron. Vi a "Emperor" en vivo y todo el rato me sonaban igual (justamente, en ese mismo evento también acudí al show de "Carcass", pero tampoco puedo decir que me impresionaran demasiado). Así pues, estaba cantado que el improbable romance entre la versión más cafre del metal y yo no podría materializarse jamás.
Y entonces, un día, de la manera de más tonta, descubro a "Gutalax". Grupo nada menos que Checoslovaco dedicado en cuerpo y alma al Grindcore. Aunque ellos mismos usan la absurda etiqueta de "Gore 'n' Roll". Tal vez por eso se han convertido en el primer combo del ramo al que he dedicado escuchas íntegras, papeándome dos lp´s enteros, sin -casi- saltarme canciones ni -casi- aburrirme demasiado. La clave está en varios factores. El primero, que no abusen de una técnica que detesto muy común en el Grindcore, el "blast beat". Puede que sea el mayor problema que tengo con respecto a esa clase de sonido. Salvando distancias, me recuerda a la monótona batería metralleta del pop-punk rollo "Nofx". Los "Gutalax", muy sabiamente, únicamente la utilizan cuando debe ser, que es poco. Luego, la voz. Me chifla. El sonido gutural propio del Grind llevado ya al absurdo total y completo, convirtiéndolo casi en un croar de rana desquiciada, o un eructo profundo e interminable. "Gutalax" no se esfuerzan en hacerse entender, y supongo que tampoco importa mucho, porque todas sus letras, sus discos y sus portadas giran en torno a lo mismo: caca. Escatología al poder. Siempre con mucho, mucho, mucho humor de por medio. Pero mucho. Y que me perdonen los puristas, pero creo que es el único modo de enfrentarse al sonido extremo del Grindcore, a través del humor. Así, con discos titulados "Shit Beast ", "Shit Happens!" o "The Shitpendables" y portadas como las abajo expuestas, uno se pregunta para cuanto más dará el chiste.
A la hora de elegir un tema, me he decantado por aquel que me los descubrió, aparecido en el disco "Shit Beast" y exóticamente titulado "Polykani Semena Z Postarsiho Jelena"....


martes, 21 de enero de 2025

BARBARA

“Barbara”, del ignoto Walter Burns —no confundir con el personaje del mismo nombre interpretado por Walter Matthau en “Primera plana”— y libremente basada en  la novela homónima de Frank Newman, es una película underground con los ojos puestos en la "nouvelle vague" y que, a su vez, trata de transgredir mostrando una serie de actitudes sexuales que, en su afán por reivindicar la libertad, prácticamente acaban respaldando la violación homosexual. En su apertura, una pareja hace el amor en la playa ante un atento voyeur, quien aprovecha un momento de éxtasis en la pareja, que les deja fuera de combate, para irrumpir ante ellos y, primero follarse a la dama, muy voluntariosa ella, y  después acabar sodomizando al caballero que, tras del orgasmo, descansa inconsciente. Y lo hace ¡contra su voluntad!  Acaba cediendo, pero en principio se retuerce entre fuertes dolores. Todo ello, no sin cierta comedia involuntaria, mostrado con una fuerte intención artística que se sucede al mismo tiempo que escuchamos en off una serie de diálogos provenientes de algún tipo de debate televisado, ajeno al material filmado, que viene a sugerirnos la ligera línea que hay entre el cine artístico y la pornografía. Eso sí, con un montaje curradísimo para justificar lo artístico. A partir de ahí, se impone la ficción, menos impactante que esta obertura, y vemos a una serie de personajes que, sencillamente, exploran su sexualidad y se entregan a los caprichos de un guru sexual en distintos escenarios naturales, con diversos rollos familiares, convirtiendo el folleteo, en muchas secuencias, en algo poco menos que acrobático y rocambolesco. Esta película se rodó en plena era hippie y, mientras se mostrara sexo de manera desacomplejada, cosas como el consentimiento no importaban ni lo más mínimo. De todas formas es una ficción, así que ¡bienvenido sea!
Obviamente, no es una película de sexo explícito, es decir, el sexo es simulado y bastante tosco, se ve con claridad que no están practicándolo de verdad. Tan solo por eso y por el look que por defecto se gasta, la iluminación y esa compleja  dirección que contiene intenciones elevadas, se salva de ser considerada una película porno (hard o soft) cuando, en realidad, esto no dista mucho de productos porno honestos en fondo y forma como, por ejemplo, “Sexual encounter group”.
Ahora, la cosa salió rana porque se estrenó en cines de Nueva York a finales de los 60 parejamente a una de las primeras películas porno genuinas, “Mona: The virgen nymph” según las artes del turbio Bill Osco y, ante el desconocimiento generalizado, y al salir peña follando, recibió tratamiento de película porno porque aún no se podía hacer una distinción precisa ante lo soft, lo hard o lo arty.
Como fuere, “Barbara” quedó olvidada y perdida tras su estreno, para años después ser rescatada, restaurada y relanzada, y pasar a engrosar las listas de “películas queer” (el colectivo LGTBI la considera suya, aunque en esta concretamente haya escenas sexuales de tipo mixto) a tener en cuenta y ser redescubiertas.
Sin duda, resulta una curiosidad y es una pasada ver las imágenes en blanco y negro, con ese grano tan marcado en las escenas nocturnas y ese montaje dinámico y artesanal. Más allá de eso, “Barbara” es una de tantas películas underground raras, misteriosas y desperadas, a las que, y quitando algunas de gran interés y marcada personalidad, les pasa como al porno (y esta con más razón) y, vista una, vistas todas.
Walter Burns no volvió a dirigir nada más, o al menos, no llegó a estrenarlo comercialmente, si bien cuenta con una reputada carrera como músico experimental, formando junto a Maurice Roberson el dúo "Burns & Roberson" que en los años 80 les dio por mezclar sintetizadores con instrumentos acústicos. Por supuesto, su música, al igual que su cine, es para minorías.

domingo, 19 de enero de 2025

TRAILERS DE "LA PEQUEÑA VERA" Y "ESTACIÓN CENTRAL"

Y a lo tonto, recuperamos la ya casi olvidada costumbre de publicar los domingos un trailer en nuestro modesto pero bendito canal de YouTube. Y, pal caso, no es uno, sino dos.
Así venían, justo en ese orden. Situados ambos al final de un VHS maravillosamente corroído por el paso del tiempo. Uno cortesía de "A Films Internacional" (y del omnipresente Enorm). Y ya saben cómo las gastamos acá, nos encantan las cintas magnetoscópicas añejas, con todos sus rayotes y drops, y nos encanta rescatar trailers de películas no especialmente populares, algo desconocidas y/u olvidadas.
Pal caso, tenemos una curiosísima producción rusa titulada "La pequeña Vera", año 1988, cuyo mayor mérito residía en incluir, por primera vez en una película de esos lares, una escena de sexo (extendida al mismo trailer, donde podemos ver a la prota en tetas... hoy día algo bastante impensable) y retrataba la juventud del país, encabezada por la Vera del título, ansiosa de salir ahí fuera para empaparse de modernidad justo cuando Rusia abría sus puertas al resto del mundo. El director responde a un nombre gracioso de esos que tanto nos gustan, Vasili Pichul, activo hasta su muerte en 2015.
El segundo trailer barre pacasa, "Estación Central", un ignoto y estilizado thriller del año 89 con miras internacionales, de cuando el cine patrio había perdido la costumbre de aspirar a más allá de sus fronteras/napias. La cosa va de fotógrafo involucrado en una serie de crímenes que tendrá que resolver. Aderezado por los amores tórridos de lo que parece una auténtica mujer fatal. Guioniza y dirige un cineasta entonces considerado "cult", J.A.Salgot, de escueta carrera (palmó en 2019) que arrancó con dos films medianamente prestigiosos, "Serenata a la claror de la lluna" y, sobre todo, "Mater amatísima" según guion de Bigas Luna. Entre los actores "dafuera" más o menos conocidos tenemos a Féodor Atkine y a Günter Meisner, el perturbador villano de la no menos perturbadora "Tras el cristal".
Fuck off!!!!!!

   

sábado, 18 de enero de 2025

THE ASTROLOGER

Con el visionado de "The Astrologer" saldo una cuenta pendiente que arrastraba desde hace años, cascarme todas, y remarco TODAS, las películas que componen la filmografía -como director- del ínclito James Glickenhaus. Misión cumplida. Ya me siento una persona más sabia. Pero también más herida... me explico.
Que la hubiese dejado para el final obedecía a una simple razón, la fama que arrastraba de ser un auténtico tocho. Cuenta la leyenda que, viéndola en pantalla grande junto a una audiencia, Glickenhaus, sudando sangre ante el sopor reinante, flipó cuando una escena medianamente llamativa, que asoma a lo largo del interminable periplo (y eso que solo dura una hora y escasos dieciocho minutos... pero, créanme, se hace tan larga como una de Andrei Tarkovsky consumida boca abajo y con agujas clavadas en las pelotillas), provocó una reacción general de leve entusiasmo. Será la del villano apuñalando a una tipa, porque no hay mucho más ande rascar, la verdad. Así, tras semejante epifanía, el novato cineasta decidió trufar su siguiente proyecto de esos "momentos llamativos", y con el milloncejo prestado por papuchi, puso en marcha el film que, este sí, le haría inmortal, "El Exterminador". Gracias a dios.
Y es que cuesta muchísimo discernir qué demonios pretendía James Glickenhaus cuando se decidió por "The Astrologer" como debut. ¿Es una película de autor, es de explotación, se apuntaba a alguna moda punzante de la época (astrología, conspiraciones, sectas...)? Lo de considerar que con ella pretendía algo más arty, más prestigioso, tendría sentido porque, en fin, ya suele ser un mal común (miren el caso de Tobe Hooper, por ejemplo) Aunque, entonces, las escasísimas aportaciones netamente "exploitativas" que asoman en algunos momentos descuadrarían. Por ejemplo, mi escena favorita: Una moza joven, rubia y de buen ver (Monica Tidwell, ex-chica "Playboy") pide a una pitonisa que le lea las cartas. A los cinco minutos, y digo cinco, esta le comenta que está influenciada por no se qué rollo malévolo y, si quiere la salvación, primero debe desnudarse por completo. Ole y ole. Obviamente, no tardamos nada en ver a la chavala despelotada, en un plano innecesario de "cambio de vestuario". Y no será el único. El final de la película es totalmente desconcertante, a base de monólogo de la misma pava como dios la trajo al mundo. Jamás ver una señora sexy sin ropajes me "destrempó" así. No se puede elegir un modo más "bajonista" de concluir un largometraje.
Todavía ahora desconozco de qué cojones se supone que va "The Astrologer". No me enteré de nada. Entre mis maltrechas neuronas, y lo leído por ahí, deduzco que el argumento vendría a ser algo parecido a lo siguiente: Hay una corporación medianamente secreta que estudia el signo zodiaco del personal para, así, descubrir su potencial. Andan obsesionados con una especie de gurú malvado surgido en la India que no para de joder la marrana (nótese que cuando el film muestra sus crímenes, estos resultan ser imágenes totalmente genuinas de cadáveres, niños incluidos. Todo muy malrollero y muy "mondo"). Vale, eso está muy bien. El problema aquí es que también se habla de la reencarnación de jesuscristo vía la vagina de una aspirante a nueva virgenmaría y desconozco ande encaja todo ello. La movida se supone inspirada en una novela del ignoto John Cameron. Nada que ver con aquel surgido del clan Raimi y mutado a eventual socio de los Coen, este del que hablo era en realidad suegro de James Glickenhaus (vamos, que igual adaptó su novela por mero compromiso con la parienta). Y hablando de "Camerones", la banda sonora viene firmada por el futuro compositor de "Terminator" y tantos otros clásicos, Brad Fiedel. Al temible gurú indio lo interpreta Mark Buntzman, socio de Glickenhaus en la producción, quien años después dirigiría (con notable ayuda de William Sachs) por primera y única vez, aunque no cualquier cosa: "Exterminador 2". Murió en 2018, RIP.
"The Astrologer" me ha recordado al "cine" de Neil Breen, es decir, furruños raros y costrosos, mal paridos, pero repletos de pomposas pretensiones filosóficas, místicas e interdimensionales que terminan sumiendo en pura confusión mental a los pobres incautos que los consumen. Dicho de otro modo, el primer film de James Glickenhaus es un coñazo de aúpa, un caos total incomprensible y un aburrimiento soberano, con los peores tics del peliculismo barato de los setenta. Así pues, si les apetece jamesglickenhausearse, olvídense de ella y comiencen por su segundo largometraje. Tampoco digo que sea perfecto... de hecho, ninguna de sus películas lo es... pero, desde luego, tampoco ninguna resulta tan inútil y prescindible como la reseñada.
Disponen de "Ultimatum", "El protector", "Blue Jean Cop", "McBain" y dos en formato audio, "El silencio de los inocentes" y "Time Master".
¡Bon Appétit!

martes, 14 de enero de 2025

NI TE CASES NI TE EMBARQUES

Cuando se habla de la primera película para lucimiento de Martes y 13 en formato trío, “Ni te cases ni te embarques”, se tiende a decir que es malísima y no hace honor al talento del grupo. A mí de chaval me encantaba, años después me pareció floja y anoche me volvió a parecer genial. Esto va como va.
Desde luego es graciosa y está entretenida, si bien es cierto que es una de esas películas que vende a su trío protagonista, en principio alejado del cine y, una vez se tiene el cartel que los anuncia, el producto resultante es lo de menos. Por eso, en el montaje hay secuencias que no tienen continuidad o que, directamente, se pasan la narración por el forro de las pelotas, porque la historia en el fondo da lo mismo.
No obstante,  me resulta una película curiosa y, fríamente, sentencio aquí que se trata, sin duda alguna, de la mejor de cuantas hicieron Martes y 13, muy por encima de “La loca historia de los tres Mosqueteros” de mi amado Mariano Ozores y, por supuesto, sustancialmente por encima de esos dos despropósitos de Álvaro Sáenz de Heredia que son “Aquí huele a muerto (Pues yo no he sido)” o “El Robobo de la Jojoya”, que, siendo más actuales que la que nos ocupa, sobreviven peor al implacable paso del tiempo. De chaval más o menos me gustaban ambas, pero vistas hoy… las películas de Martes y 13 como dúo son lo peor de lo peor, carentes de gracia y con una sobredosis de chascarrillos propios de los humoristas que ya son de otro tiempo (ergo, no funcionan).
Sin embargo “Ni te cases ni te embarques” aguanta algo mejor por varios factores, a saber; su intencionalidad. Quizá las películas al servicio de humoristas son un producto que se explotó más en los 90, por lo que en “Ni te cases ni te embarques” todavía no existía del todo ese pensar de convertir secuencias directamente en sketches, así, en lugar de tener una película de Martes y 13, tenemos a Martes y 13 en una película. Se trata de uno de esos films concebidos por Bermúdez de Castro para forrarse que, sí, está protagonizado por Martes y 13, pero que funcionaría igual de bien protagonizado por Antonio Ozores, Juanito Navarro o Raúl Sender, por ejemplo. Es ese tipo de cine de comedia español de los 80, solo que con el aporte juvenil y gamberro de Josema, Millán y Fernando.
Por otro lado, el estilo de los humoristas aún no se había definido del todo en 1982 —estaban empezando en verdad—, no eran ese muestrario de tics y chascarrillos que volvía loca a toda España y, aquí, podemos decir que más que haciendo humor, que lo hacen, están asumiendo la faceta de actores que coleaba desde sus inicios. Martes y 13 venían de tener una formación actoral, pero, sin duda, el que más se luce en esta película como tal es Fernando Conde, que se come a los otros dos caricatos con patatas. Asimismo, tenemos a un todoterreno tras las cámaras como es el director Javier Aguirre, rentando su profesión con las películas de Parchís en ese momento, haciendo un break para una cosa un poco más pequeña destinada a los cómicos de moda, mientras que en su tiempo libre le da a lo que realmente le gusta, que es el cine experimental. Tiene un guion endeble que él no ha escrito, pero coloca la cámara donde toca y dirige a los actores de manera más bien correcta, sin que se le rasguen las vestiduras por ello y sin hacer ningún esfuerzo. Otra cosa es que en el montaje hicieran el desbarajuste maravilloso que es esta película a nivel argumental, cuyo resultado el espectador no tiene en cuenta porque, al fin y al cabo, y aun siendo más cine que otras muestras posteriores del subgénero, el público natural, que es España entera, disfruta de los parabienes de Martes y 13 en una película.
Otro punto a favor, y que también se estilaría en productos del mismo corte a posteriori, es que, aunque es una película al servicio de unos cómicos muy famosos, se aprovecha para introducir a otros menos populares. Así, si en los vehículos para lucimiento de Chiquito de la Calzada teníamos a Bigote Arrocet acompañando al malagueño, en esta tenemos a una estupenda Beatriz Carvajal absolutamente desmelenada, interpretando a una gallega como ya solía hacer en sus intervenciones televisivas de la época. Añádanle una suerte de reparto de actorazos de primer orden haciendo los roles secundarios, como puedan ser Agustín González, Amparo Soler Leal, Alejandro Enciso o Luis Barbero. También tenemos por ahí a un niño pequeño que molesta a nuestros protagonistas y no es otro que Juan Diego Botto.
O sea, que al final "Ni te cases ni te embarques" se prodiga como una película muy divertida y desenfadada con la que uno se echa unas risas.
Aludiendo a la picaresca española, la cosa va de tres jóvenes parados que, para subsistir, tienen que recurrir a pequeños timos que siempre les salen mal. Hasta que un buen día, tras una serie de circunstancias, deciden abrir una agencia matrimonial, la excusa perfecta para que se sucedan toda suerte de disparatadas situaciones. No hay más.
Tontorrona y facilona, la película contiene desde gags muy graciosos hasta otros bastante vergonzantes, pero siempre dentro de un campo de acción agradable y entretenido, que se torna genial cuando roza lo políticamente incorrecto —mezclar un mismo gag discapacidad y homosexualismo, como sucede en un determinado momento,  no es moco de pavo — y eso que del humor del grupo no hay más que pinceladitas.
Se estrenó en el mejor momento de Martes y 13 como trío (antes de convertirse en fenómeno social tras la marcha de Fernando Conde) y llevó a los cines a una marabunta de personas, casi 800.000, sin que la película llegara a trascender en el imaginario popular como sí lo hicieron las que vendrían ya en su época de esplendor. Asimismo, Millán, en sus memorias “En mis 13”, decía que no se había hecho buen cine para Martes y 13 y esta película era una muestra de lo poco que se confiaba en ellos para el medio, diciendo que no les dejaron meter mano ni en el guion, ni en la dirección, ni en la elaboración de gags… ahora les digo yo ¿no presumís de que erais actores? Pues ahí tenéis una película en la que interpretáis, hacéis humor, y la paleta de colores es tan amplia que os desenvolvéis con trabalenguas, slapstick , humor visual y textual, por obra y gracia del equipo del señor Bermúdez de Castro, que por aquella época ya viajaba en "Rolls Royce". Yo creo que es un trabajo del que sentirse orgulloso más que del que renegar visto lo visto.
A reivindicar y redescubrir como la estupenda obra de derribo que es.

sábado, 11 de enero de 2025

EL RIESGO DEL VÉRTIGO

Comencé a escribir esta reseña asumiendo que "El riesgo del vértigo" (extraño y retorcido título español para "Deadfall", algo así como "Caída Mortal") era pura consecuencia del éxito de Quentin Tarantino con "Reservoir Dogs", recién iniciados los noventa. De cuando se puso de moda el cine negro protagonizado por villanos "cool" y enrollados. Pero, tras reflexionarlo, me di cuenta que, aunque dicha apreciación podía ser en parte acertada, no se trataba de un pleno. Al fin y al cabo, "El riesgo del vértigo" se hizo en 1993, y el Tarantinismo realmente petó con "Pulp Fiction" en 1994. Hasta cierto punto, y aún manteniendo su deuda con "Reservoir Dogs" -y la idea ya palpitante de que el cine """independiente""" podía ser comercial y violento sin renunciar a cierto prestigio autoral-, la verdadera conexión estaba con otra de las tendencias muy de aquella época en cuanto a ficción cinematográfica: David Lynch, quien revitalizó el cine negro, el thriller, añadiéndole unas gotas de delirio. En ocasiones lo suficientemente controladas como para no enturbiar la trama de base, contándote una historia de gangsters más o menos común en la que, súbitamente, colaba una locura visual o personaje extravagante ("Frank Booth", "Bobby Peru"...), que te descolocaba un poco, pero no lo suficiente como para sacarte de la película, dotándola incluso de cierta gracia extra. Una tendencia a la que muchos se apuntaron, entre ellos Christopher Coppola, sobrino de Francis Ford.
No es la primera vez que asoma por acá. Hablé de él cuando comentamos su largometraje de debut, "Condesa Drácula", y mencioné, regocijantemente, su condición de alumno/amigo del gran George Kuchar. Aquella curiosa pero mediocre película no hizo mucho por su carrera, así pues Christopher acabó recurriendo a lo fácil y, dada su posición, lógico: the family +, supongo, algún contacto por ahí que le ayudara a levantar el nuevo proyecto con el que soñaba. Consecuentemente, y hurgando entre el personal implicado en "El riesgo del vértigo", damos también con Talia Shire, su tía, y, muy especialmente, Nicolas Cage, su hermano.
Retomando aquello de los personajes extravagantes propios del Lynchismo noventero, pal caso tenemos tres ejemplos claros, un villano con una aparatosa y poco creíble mano falsa en forma de amenazadora tijera (al que, graciosamente, da vida el mismísimo Angus Scrimm, "Hombre Alto" en la saga "Phantasma"), un experto jugador de billar de modales exquisitos encarnado por otro coleguita del director, Charlie Sheen (seguido muy de cerca por su hermana Renée Estevez... ambos hijos del protagonista de "Apocalipsis Now"), o aquel al que insufla vida -o debería decir, sobredosis de vida- el hermano de Christopher. No es baladí pues la mención a David Lynch considerando que, parte del prestigio que entonces acarreaba Nicolas se fundamentaba en su papel protagonista para, justo, uno de esos thrillers raros del padre de "Cabeza Borradora", "Corazón Salvaje". Así, contar con él como reclamo sería de cierta ayuda (aunque se tratara de un rol secundario). Claro, ¿cuál es el problema? que Christopher dio carta blanca al actor para que hiciera lo que le diera la santa gana... y ya sabemos lo arriesgado que es eso, comentario muy oportuno considerando el título patrio del film. En "El riesgo del vértigo" Nicolas Cage pierde los papeles que da gusto. Desde la elección de su look, ahí con nariz y moreno de pega, peluquín, bigotillo, gafas de sol y vestuario colorista (no son pocas las ediciones que recurren a una estampa suya sin todos los abalorios, o únicamente un mostacho pintarrajeado, para evitar espantar al posible cliente -ver imagen adjunta-), a, sobre todo, las maneras. Decir histriónico es quedarse corto. Usar la palabra sobreactuado sería un insulto para los sobreactuadores del mundo libre. Nic no se pasa tres pueblos, se pasa tres estados, tres planetas y tres universos. Provocando el ridículo y la vergüenza ajena. Es agotador. Celebré con bailes y cánticos cuando su presencia deja de ser continua. Verlo para creerlo. Lo gracioso del caso es que, tanto gozó desfasando, que en 2017 decidió retomar al personaje para una película ajena titulada "Arsenal". Manda cojones.
Suerte que ahí están un Michael Biehn todavía "biehn" posicionado, el gran James Coburn, Peter Fonda y
 Mickey Dolenz de los "Monkees" -+ los mentados Angus Scrimm / Charlie Sheen- para contrarrestar las psicóticas cucamonas de Nicolas. Por aquello de cerrar el círculo, mentar a Nick Vallelonga, co-guionista, quien se marca un papelillo. Con los años lograría alcanzar el cielo ganando el Oscar por el libreto de la decente -y políticamente correcta- "Green Book".
"El riesgo del vértigo" narra la epopeya de un estafador profesional que, accidentalmente, mata a su padre durante un (que no "de un") golpe. Supuestamente las balas eran de fogueo, pero no. Agonizante, papá le pide que busque a su hermano (tío del prota) y reclame "la tarta". Así pues, el chaval decide hacer realidad el último deseo de su progenitor. Cuando localice al personaje en cuestión, se las verá con su matón de confianza, celoso ante las atenciones que se lleva el recién llegado, y se colará por la seudonovia de este. Como resultado, muchos conflictos, algunas muertes y varias sorpresas.
Aunque me sonaba haber leído críticas positivas de "El riesgo del vértigo" -al menos en su día- lo cierto es que, revisando, descubro más bien lo contrario. La tendencia general consiste en ponerla a bajar de un burro. Michael Biehn dice que es lo peor que ha hecho en su vida (¿¿en serio?? permíteme dudarlo). Incluso Christopher Coppola la desprecia y asegura que únicamente se la pone de vez en cuando para descojonarse con el trabajo de su hermano (!!!). Fue tal el desastre financiero, que recomendaron al joven director desaparecer un par de años, por aquello de limpiar su imagen y que Hollywood le retirara de la lista negra. No hizo ni caso, obvio. Y lo celebro. Así, su carrera consiguiente se mantuvo en un razonable tránsito de pura mediocridad, a base de westerns tardíos, alguna película infantil y la que, a día de hoy, sigue siendo la que más curiosidad me despierta, "The Creature of the Sunny Side Up Trailer Park" (algún día caerá) En fin, no sé, a mi "El riesgo del vértigo", consumida sin conocimiento de toda esta mandanga, me gustó y entretuvo. Tampoco veo que sea TAN terrible... salvo por ya saben quien. Pero incluso eso es perdonable... o divertido, según lo vean. Claro que podría estar siendo traicionado por las simpatías que siento hacia Christopher Coppola. No lo niego. Arrastrando el apellido que arrastra, que se haya convertido un poco en la "oveja negra" del clan, algo así como el reverso tenebroso de Sophia Coppola, mola mucho.

martes, 7 de enero de 2025

OLIMPIADA HUMORÍSTICA

En la era dorada del video-club, cuando en tan añorados establecimientos había cabida para toda suerte de productos susceptibles de ser alquilados, eran habituales las cintas dedicadas al humorismo, el teatro y la revista. "Olimpy Vídeo" se podía llevar la palma en cuanto a lanzamientos al servicio de personalidades tremendamente populares, pero, en las estanterías del fondo, en esa sección en la que las caratulas cogían polvo, se amontonaban los títulos de la distribuidora "Boulevar" que, lejos de distribuir cintas para el lucimiento de los más populares humoristas, solía sacarlas de cómicos de provincias más desconocidos o directamente locales. Algunas contaban en sus filas con humoristas verdaderamente raros y desconocidos que, a día de hoy, se convierten en auténticos descubrimientos. Iremos reseñando por aquí, de vez en cuando, algunas de ellas.
Sin embargo, "Boulevar" contaba también con vídeos al servicio de humoristas medianos, más populares para el gran público, pero no a la altura de los todopoderosos Pajares y Esteso o Juanito Navarro y Antonio Ozores, como es el caso del individuo al que está dedicada esta cinta, “Olimpiada humorística”: Manolo de Vega.
A Manolo de Vega ustedes, igual que yo, lo conocen de la época de los 90, cuando en un pico de popularidad pudimos verle a diario, a la hora de comer, como parte del elenco fijo de humoristas de la primera etapa del mítico programa televisivo “No te rías que es peor”. Se prodigaba como un cuentachistes de los de toda la vida que, entre personalidades como la de Pedro Reyes o Marianico el corto, lo cierto es que no destacaba demasiado. Pero Manolo de Vega, que empezó su andadura como cantaor flamenco y en un principio se hacía llamar Fosforito de Valladolid (ya que era pucelano y no andaluz como muchos pensábamos) comenzó, como tantos de los que se dedicaban al humor en los 70 y 80, contando chistes por accidente, cuando fue requerido para homenajear al cómico Joe Correira, fallecido en la década del funk, contando unos en su honor. Y tuvo más éxito con los chistes que con su cante jondo —pizca más o menos lo que le sucedió a Eugenio—. Más tarde, se hizo popular a nivel nacional apareciendo en el programa de Iñigo y no le faltaría el trabajo hasta bien entrados los dosmiles. Pero su época de bonanza serían precisamente los 80, década en la que apareció el vídeo que nos ocupa.
Sin embargo, Manolo de Vega, más que por su humor, se hizo popular en el terreno de la prensa rosa. Ya en los 80 se especulaba con que era un mujeriego con hijos de varias mujeres, que llevaba una vida llena de derroche y excesos, e incluso se le llegó a acusar de maltratador. En los dosmil se arruinó y, víctima de una diabetes en estado muy avanzado, tuvieron que amputarle las dos piernas, lo que le retiró de los escenarios, falleciendo en la miseria en 2015.
Esta “Olimpiada humorística” aparecía en vídeo en 1984, en la época de mayor esplendor del humorista. También es un legado para estudiosos de la comedia española porque la cinta, al final, es un compendio de lo mejor del repertorio del artista y está compuesta por dos o tres baterías de chistes (que a veces De Vega entrelaza entre sí muy a la americana y rozando el monólogo a la stand-up), otro par de gags escenificados en forma de sketch, otro tanto de cante jondo y su celebrada imitación de Eugenio, su humorista favorito.
Lo bueno es que, con toda la perspectiva, la cinta sirve para ver que, quizás, Manolo de Vega ocupaba el lugar que merecía en el mundo del espectáculo, el del medio, ya que al final es un tipo que se nutría de chistes y tics propio de sus coetáneos (hace de gangoso o pasota como Arévalo, muecas como Paco Calatrava o canta como Manolo Caracol) pero que, visto lo visto, y teniendo en cuenta la caterva de humoristas jóvenes de hoy en día con un acercamiento al stand up americano que, pese a tener un nicho de público bastante amplio, en realidad practican un humor mediocre, clasista y condescendiente que no me interesa en absoluto, Manolo de Vega era un individuo que sabía marcar los tempos, contar los chistes y, en definitiva, a poco que tengamos tolerancia con la ranciedad inherente al humorismo de esta época —precisamente “No te rías que es peor” marcó su final ya que, en 1995, el director general de "Radio Televisión Española", Jordi García Candau, retiraba de la parrilla televisiva un espacio que, según este, era claramente fronterizo con el mal gusto—, nos sabrá sacar una sonrisilla y conseguirá captar nuestra atención. No era tan de tercera Manolo de Vega y este tosco y chabacano vídeo de “Olimpiada humorística” da buena fe de ello.
No ha estado mal verlo por primera vez en pleno siglo XXI.

sábado, 4 de enero de 2025

ESOS LOCOS CUATREROS

Nos sabemos hasta el dedillo la cantinela de lo muy mucho que cinematográficamente molaron los años ochenta. Y aunque, desde hace ya una temporada, hay quien intenta aplicarlo a los noventa (y más pronto que tarde ocurrirá con los primeros dos mil), los ochenta siguen reteniendo ese áurea especial. Sea o no justificada. Personalmente, además, opino que lo mejor de la década se encontró, justamente, en medio: 1985. Por lo menos mirado desde la perspectiva de nuestra situación geográfica, donde algunos films llegaban un año (o más) tarde de su lanzamiento autóctono por ahí los USA (país que produjo lo más destacado de la dichosa época, guste o no) Y a 1985 pertenece "Esos locos cuatreros" lo que, ya de entrada, denota ciertas garantías.
¿¿Qué ocurriría si cogiéramos a un cowboy de la vieja escuela, un auténtico buen chico, heroico, noble y puro, típico de las rancias películas del oeste producidas en los años cuarenta, y lo trasladáramos a un entorno más "realista" y salvaje, menos romántico, de tan significativa época y género?? Justo, es con ese contraste con el que juega, durante los agradecidos 82 minutos que dura la función, el guionista y también director, Hugh Wilson, quien experimentaba su momento de mayor esplendor tras haber estrenado un año antes el super-hit "Loca academia de policía". Supongo que, por ello, la "major" de turno confió en él para que hiciera lo que le saliera del choto. Y lo hizo. Pero fracasó. De ahí que su carrera, a pesar de algún título intermedio medianamente llamativo ("La ratera", "Tess y su guardaespaldas"...), no volviese a relucir igual. Murió en 2018. Descanse en paz.
Rex O'Herlihan se define a sí mismo como el vaquero cantante. Viste de pulcro blanco. Es prodigiosamente rápido con el revólver (eso sí, jamás mata, su especialidad consiste en disparar a las manos de sus contrincantes). Canta como los pájaros y, por supuesto, es bondadoso y guapo. Las mujeres se pirran por él. ¡AH! y rechaza cualquier clase de bebida alcohólica, lo suyo es la leche. Literalmente. Además, tiene otra cualidad, se sabe de memoria todos los clichés adscritos al western. Todas las fórmulas narrativas y recurrentes por lo que, como dice él, puede ver el futuro. Así las cosas, aplicará sus talentos para ayudar a unos granjeros que viven atormentados por el villano de turno y sus lerdos secuaces.
"Esos locos cuatreros" llamó bastante la atención en nuestras tierras porque, justo, fue aquí donde se rodó. No resulta muy complicado deducir que el escenario exterior elegido fue el de tantos y tantos espagueti westerns, Almería y sus alrededores (para los interiores se recurrió a los "Estudios Bronston" sitados en Madrid). De ahí que la revista "Fotogramas" (conocida también como "Fotogrumos") visitara el plató y se sacara de la manga un completo reportaje que tuve el inconmensurable detalle de escanear y compartir con todos ustedes, por si gustan aquí disponen de la primera página, y aquí de la segunda y última. Es lógico pues que, a lo largo del film, pululen muchos rostros autóctonos, como los de Fernando Rey encarnando a otro de los villanos (considerando su culto bagaje previo, debió fliparlo colores al soltar todas esas frases tan absurdas), Emilio Linder, Charly Bravo y muchos otros que sabrán reconocer aquellos más puestos que yo. También ello se extiende al personal detrás de las cámaras, con José Luis Alcaine dedicándose a la dirección fotográfica, Gil Parrondo a la artística, Julián Mateos a los decorados o Francisco Lara Polop como... er... "production manager", que no se qué cojones implica ello. De productor asociado tenemos a Hervé Hachuel, ¿franchute? de lustrosa carrera todavía activa afincado en nuestras tierras y perfectamente reivindicable (hizo algo de ruido en 1986 dirigiendo "Banter" y en 1991 con "Besos en la oscuridad", producción de un Roger Corman experimentando con las españas como posible país colaborador, aunque la cosa no prosperó).
Por supuesto, y sin salirnos de nuestras fronteras, el título patrio no tiene ninguna relación con el original. La película nació como "Rustlers' Rhapsody" (el que la muy posterior "The Ballad of Buster Scruggs" de los hermanos Coen guarde algunos puntos de conexión en su título, y su arranque parodiando la misma temática con varios elementos parecidos, pensaba que era delirio mío... no obstante, no soy el único que se ha dado cuenta), pero por entonces, como bien sabemos, los distribuidores españoles vivían convencidos de que cualquier comedia con tintes más o menos modernos se vendería mejor si llevaba la palabra loco o loca en el título -precisamente gracias al super éxito con la academia de maderos del mismo Hugh Wilson, lo que justifica especialmente su utilización en el caso que nos ocupa-, táctica de la que existen mil ejemplos y se llegó a estirar cual chicle.
Efectivamente, "Esos locos cuatreros" es ochentera de pies a cabeza. Ya no se hacen "de risas" como esta
. Combina un tipo de humor más terrenal con gotas de "slapstick" (no falta el trompazo directo a la entrepierna) y algo de agradecido "spoof" (aunque sin llegar a los dulces excesos de unos ZAZ), sobre todo por la ristra de gags de puro meta-cine, como la ya reseñada continua alusión a los tópicos narrativos del western (incluida una graciosa cita a aquellos de producción italiana) No obstante, y a diferencia de mucha de la comedia de entonces, el nivel de mal gusto es bajo. Muy bajo. Casi parece diseñada para ser consumida por toda clase de audiencias. De ahí que la violencia esté muy suavizada y los clásicos chistes de drogas (las raíces que come el prota y le ponen contento) u homofóbicos tan propios del momento tengan presencia, pero sin abrumar. A colación de esto último, se juega muchísimo con la idea de que Rex O'Herlihan no sea lo suficientemente macho y dude de su hombría. Justamente, una de las ocurrencias más inspiradas consiste en que, tras asumir los villanos que no hay manera humana de acabar con él, buscan a otro cowboy cantante e igualmente buen chico para hacerle frente, lo que iniciará un conflicto a la hora del inevitable duelo: Perderá aquel cuyo curriculum sea menos moralmente intachable. Si encima nos buscamos al mismísimo hijo del mismísimo John Wayne para encarnar a dicha némesis, pues todos contentos.
Recuerdo perfectamente cuando "Esos locos cuatreros" fue lanzada en su día. De ver el trailer en la tele, el mencionado artículo en "Fotogramas" y luego su presencia por video-clubs. Pero jamás llegué a consumirla. Jamás. Tal vez porque no sea yo muy de western. O porque, sabiendo que España andaba metida, me daba pereza, suponiéndola cutre y deprimente. Gracias a los servicios de streaming gratuitos me estrené hace escasos días. ¿Y? Pues no les voy a engañar, me entretuvo bastante, divirtió comedidamente y dejó un poso agradable. Solté alguna risa salerosa... pero únicamente a ratos. Tampoco es, ni mucho menos, una comedia brillante y desternillante. En ese apartado flojea. Y la mezcla de humor super-tonto con humor super-absurdo eventualmente desconcierta. Cuando no resulta gracioso, el delirio en busca del efecto cómico se torna, simple y llanamente, surrealismo casi inquietante. En fin, no sabría decir... pero hasta eso hace de ella algo medianamente visible.
El reparto principal (equipo hispanoparlante aparte) no podía ser más llamativo. Un joven y guapo Tom Berenger. El gran G.W. Bailey como borrachín del pueblo. Así de primeras puede que no les suene, pero si digo que dio vida al "Teniente Harris" en las academias, seguro que saben de quien hablo. Justo, su segunda entrega se rodó a la par que el film reseñado, de ahí la presencia casi anecdótica del actor en aquella. Marilu Henner, la pechugona -cualidad muy explotada a lo largo de su carrera- protagonista femenina de la serie "Taxi" y que venía de asomar sus encantos en otro "spoof" fallido comercialmente hablando pero -en mi opinión- superior, "Johnny Peligroso". El super televisivo Andy Griffith (volvería a verse inmerso en la comedia paródica once años después con "Espía como puedas"). Y, hablando de ello, no perderse la escueta pero antológica intervención de Jim Carter en plan pistolero malcarado... ¿quién? el inmortal y bigotudo "Déjà Vu" de ese clásico imperecedero del "spoof" titulado "Top Secret". Lo complementan Sela Ward, Brant von Hoffman (otro habitual cadete de la academia loca y el cine de Hugh Wilson), Christopher Malcolm (tiene una carrera fascinante, aunque los más enfermos le reconocerán como uno de los pilotos rebeldes de "El imperio contraataca") o Billy J. Mitchell (el manager de "Nick Rivers" en... sí, tu otra vez, "Top Secret").
Lo crean o no, entre los productores yankis de "Esos locos cuatreros" localizamos nada menos que a Walter Hill... ¿cómo se quedan?.

martes, 31 de diciembre de 2024

CHAINED GIRLS

Clásico del "sexploit" sesentero camuflado, en cierto modo, de película educativa para así esquivar la censura, que por un lado pretende mostrar al mundo algo tan extraño como podía resultar entonces las relaciones sexuales no normativas entre mujeres y, por otro, hacerlo de la manera más explícita y sensacionalista posible.
Producida por el inefable George Weiss, uno de los gerifaltes de cine de explotación y serie Z más relevantes de los años 50 y 60 —cuyas artimañas se encargó de mostrar al mundo convencional Tim Burton en su master piece “Ed Wood”—, mentor y padre espiritual del matrimonio formado por Michael y Roberta Findlay y popular por producir nada menos que “Glen or Glenda” entre otras cintas del considerado peor director de la historia, “Chained Girls” se sirve del falso documental (y la falsa cámara oculta) para mostrar el decadente y oscuro mundo del lesbianismo, pintando esta tendencia sexual poco menos que como una enfermedad mental. Su intención es aleccionar al respetable sobre lo perniciosas que pueden llegar a ser las prácticas sexuales entre mujeres, comparándolas con las ya de por sí aberrantes prácticas homosexuales entre caballeros, y situándolas un peldaño por encima en el escalafón de lo aberrante. Según el fuero de “Chained Girls”, si lo de los maricas clama al cielo, lo de las lesbianas es ya directamente obra del mismísimo diablo.
Por supuesto, con esta ideología conservadora por bandera, en realidad la película no tiene ninguna moralidad y cualquier acusación no sirve más que para filmar toda suerte de situaciones sexuales entre señoritas, con fragmentos que rozan la ciencia ficción como aquellos en los que un grupo de lesbianas viola a otra pobrecilla que se está iniciando en esta inclinación sexual. Todo ello visto hoy resulta muy naif, inocente y tontorrón, consiguiendo, al menos por la parte que me toca, una buena ristra de risotadas. Pero en plenos años 60 este era material bien duro. La voz en off se encarga de explicarnos lo que estamos viendo, o de exponer una suerte de estadísticas —afirmando cosas como que el 90% de las lesbianas mayores de 40 practica el sexo más veces a la semana que las lesbianas de 20— que más que escandalizarnos provocan nuestra hilaridad.
La película sería exhibida en cines de tercera regional donde la visionarían el público de pajilleros habitual de estos subproductos, para pronto ser olvidada y, ya en los 90, rescatada en formato doméstico para los coleccionistas y cinéfilos inquietos por parte de "Something Weird Video".
“Chained Girls” es una de tantas películas que se estrenaron en su momento del mismo rollo, pero tiene especial gracia, porque se recrea en actitudes totalmente inventadas que muestra como reales. Y puesto que el visionado apenas dura una hora, no se hace cuesta arriba.
El director, Joseph P. Mawra, tiene una escueta filmografía, con films al servicio de Weiss, en los que prácticamente no se sale de los parámetros marcados por “Chained Girls”, dejando para la posteridad clásicos como “White Slaves in Chinatown” o algunos títulos de la célebre saga de films sobre bailarinas "burlesque" “Olga”. Vista una vistas todas.