sábado, 28 de junio de 2025

BLOOD ON MELIES´MOON

El entrañable
Luigi Cozzi lleva décadas a la sombra de Dario Argento. No sé muy bien cómo se lo debe tomar, supongo y espero que bien, pero así es como es. Su última película con cara y ojos, rodada en 1989, "Il gatto nero", ya era un refrito del "universo argentiano". Curiosamente, coincide con el año que el director de "Suspiria" abrió las puertas de su celebérrima tienda "Profondo Rosso", donde Cozzi ejerce como de encargado. A aquella película le siguieron varios documentales, casi todos en torno a Argento y dirigidos por su amigo, pupilo y empleado. Así que, como quien dice, Luigi acumulaba más de 25 añazos sin dirigir ficción alguna (y propia). Entonces, ocurrió. El pequeño italiano sufrió la picadura de un bichito terrible, uno que ya había infectado previamente a un puñado de cineastas en horas bajas: el peliculismo digital. O la manera respetable de llamar a "grabar en vídeo". Aquel nuevo juguete le permitía crear sin invertir demasiado dinero, tirando de una vídeo-cámara común y un ordenador para la pos-producción, evitando rendir cuentas a productores mafiosos o mecenas inquisitivos. Luigi iba a poder hacer su nueva película desde la absoluta libertad, cosa esta que, como se había visto previamente, y se vería después, no siempre es algo bueno. El proyecto terminó titulado "Blood on Méliès´Moon", una carta de amor al cine en su forma más primigenia.
Confieso que, en cuanto tuve conocimiento de su existencia, me volví loco. Sonaba a puro delirio gozoso. Era consciente de que estos cineastas más bien limitados perdían el pedal en cuanto arramblaban herramientas digitales. Y, aún así, algo me decía que "Sangre en la luna de Méliè" (traducción del título al castellano) contaba con un "no se qué" distinto. Como consecuencia, me obsesioné. Llegué a soñar con la jodida película e interesarme por la filmografía de uno de los directores que aparecen efectuando un cameo (Luigi Pastore, del que me zampé una cosa horrible titulada "Violent Shit: The Movie" que, encima, se pretendía puesta al día de aquel cáncer audiovisual perpetrado por el insufrible Andreas Schnaas en su momento... ya, la combinación de factores produce escalofríos, ¿verdad?). Aunque, quizás, la anécdota más llamativa se produjo cuando, visitando Roma en plan turista el 2016, inevitablemente acudí a la tienda "Profondo Rosso", donde pregunté a Luigi Cozzi in person por "Blood on Méliès´Moon" (gracias a lo cual el hombre puso interés en nuestra hasta entonces fría charleta. Adjunto una imagen del encuentro). Ya regresado a la patria, me planteé comprarla vía "Amazon"... suerte que no lo hice.
La trama de la vídeo-movie resulta harto confusa. Vamos a ver si logro explicarla. Digamos que los distintos universos paralelos que nos rodean andan desmadrados. Se ha abierto una puerta interdimensional y la tierra va a ser totalmente destruida a menos que el director de "Star Crash, Choque de galaxias" intervenga. Ya, ya, cuesta entender por qué él nada menos, pero al final queda más o menos justificado. En cualquier caso, por ahí ronda un asesino enmascarado cargándose a la peña que le ayuda en sus pesquisas y... da igual. Solo les diré que "Blood on Méliès´Moon" es, literalmente, un PAJOTE INMENSO (dura dos horas y cinco minutos, nada menos. Uno de los muchos peligros propios de esa "libertad digital" antes aludida) que se hace Luigi Cozzi. Y, cuidao, no me parece mal. Para nada.
Él es el protagonista absoluto de la película, mostrándonos sus capacidades histrónicas y su afición por las muecas. Se marca un puñado de auto-felaciones (cita varias de sus obras, imágenes incluidas), se ríe un poco de sí mismo (es especialmente gracioso cuando toca el hecho de que le comparen con Ed Wood, cosa que le provoca pesadillas, literalmente) y, por supuesto, homenajea, guiña, recrea, plagia y roba toda suerte de films ajenos y añejos de los que, se entiende, es fan. No solo eso, además tira de agenda telefónica para solicitar cameo a todos sus colegas y, claro, algunos de ellos valen su peso en oro. Tal vez el más llamativo sea el de Lamberto Bava. Y ello da pie a tratar las, a mi parecer, genuinas virtudes de "Blood on Méliès´Moon".
Esta no deja de ser una película amateur. Y son las partes en las que Cozzi, directamente, recicla material propio de un vídeo casero las más disfrutables y honestas. Citaba el cameo de Bava Hijo, bien, ese material se grabó aprovechando un comida en comuna. Así, vemos momentos de pura realidad, con todos los comensales charlando, riendo y hablando de los comestibles preparados por el propio director de "Demons". Es tal el disfrute, que Cozzi saca la cámara del trípode y, sin querer, incluye este dentro del cuadro. Ahí, gráficamente dispuesto, cosa que me parece maravillosa. Luego, tenemos un puñado de imágenes de viajes turísticos del colega, como la visita que efectúa a México o a un París bien presente en la "trama". Por supuesto, también Dario Argento se deja ver, lo justo y sin mojarse demasiado. Puede que el hombre lleve años atinando más bien poco, pero no es tonto y sabe que, mucho o poco, debe mantener impoluto el poco prestigio que le queda. Por eso, únicamente le vemos durante una sesión de firmas de su autobiografía en la misma "Profondo Rosso". Lo de actuar lo reserva solo para ocasiones especiales bajo el mandato de directores con "pedigree", caso de ese reciente "Vortex" según Gaspar Noé. La tienda, eso sí, tiene mogollón de presencia en "Blood on Méliès´Moon". Casi continua. Y ya no digamos el cacareado sótano de los horrores, donde se graban muchos momentos de "importancia para la "historia"", incluido el desenlace.
Vale, lo reconozco, la peli en sí es un puto caos, un lío tremendo, un exceso absoluto que no hay por donde pillarlo. Cozzi se muestra totalmente auto-indulgente, haciendo literalmente lo que le da la putísima gana y eso, repito, lo aplaudo... aunque, obvio, el resultado final esté lejos de apasionarme. De hecho, al principio parecía que la cosa iba a molar, por su ritmo acelerado y la cantidad de movidas que se desarrollan en poco tiempo. Sin embargo, al descubrir que únicamente habían transcurrido 45 minutos, comenzaron los sudores fríos y tembleques.
Pero, a pesar de eso, y los bostezos, semi-disfruté de "Blood on Méliès´Moon". Al menos tiene cierta originalidad. Cozzi podría haber grabado una secuela tardía de alguno de sus títulos "con solera" (ya nos entendemos). O confeccionar algo al servicio / gusto de los fans, darles lo que él creía podrían esperar. O caer en lo más trillado y mortecino con un slasher del montón. Pero no, el hombre se curra la peli que él querría ver, y eso es admirable. Y lo respeto. Lástima que se pase tres pueblos con los efectos digitales, los filtros y todas las pijadas y mandangas propias de esta (ya no tan) nueva tecnología. Un caramelo demasiado jugoso del que uno puede correr el riesgo de abusar, hasta el empacho. El asunto se torna aturdidor y agobiante.
Ante tal panorama, el que "Blood on Méliès´Moon" no pertenezca a un género concreto, sino mezcle varios, resulta de lo más lógico. En esencia no deja de ser una peli de fantasía pura, casi para niños -un "La invención de Hugo" versión "trash"-, trufada de mucha ciencia-ficción (y ahí es donde detectamos al Cozzi más Cozzi, con todos los colorines, lucecitas y rayitos que tan cachondo le han puesto siempre), solo que, ocasionalmente, se suman dosis de terror puro, incluso de truculencia. A la manera de Argento, pero en plan zaparruco. Ejemplo: el asesino enmascarado apuñala a sus víctimas mientras de fondo oímos los desvaríos de alguna banda metalera marca "Hacendado", al son de la chorreante hemoglobina.
En fin, voy a ir terminando ya o no acabaré nunca. Como decía, "Blood on Méliès´Moon" anda hasta las trancas de referencias, citas afectuosas y personal de interés, pero no me apetece ponerme a indagar en "Imdb". Háganlo ustedes. Simplemente diré que, desde luego, se hace pesada de cojones y te pierdes al minuto cinco, pero tampoco carece de su encanto, su gracejo, ni que sea por ver a Luigi Cozzi disfrutando como un crío con zapatos nuevos y, también, perder mucho peso de un plano a otro. El cabrón hasta lo justifica en un auto-diálogo... porque, sí, como buen italiano no puede evitar acompañar sus acciones con palabras en las que explica lo que ya estamos viendo.
Tan bien lo pasó, que desde entonces no ha podido evitar seguir explotando lo digital hasta hacerlo sangrar. Las siguientes locuras que perpetró fueron "I piccoli maghi di Oz" y "La battaglia di Roma 1849", es decir, una vuelta de tuerca al famoso libro de L. Frank Baum y una bélica de época recreando sendo hecho histórico. Válgame cristo. Claro que estas han tenido muchísima menos repercusión que "Blood on Méliès´Moon", seguramente por su total desvinculación con el terror y, también, porque la peña escarmentó con aquella y ya no estaba dispuesta a picar de nuevo.

martes, 24 de junio de 2025

DANTE NO ES ÚNICAMENTE SEVERO

Cuando se habla de "La Escuela de Barcelona", aquel movimiento cinematográfico vanguardista y sesentero, hijo bastardo de la "Nouvelle Vague" y que nació con la intención de erigirse en contra del cine del franquismo y el denominado “Nuevo Cine Español”, se habla de este “Dante no es únicamente severo” dirigida entre Joaquím Jordá (responsable de la noventera y curiosa “Cuerpo en el bosque”) y uno de los fundadores de "La Escuela", Jacinto Esteva, como de la película principal de la corriente y una de las mejores de la historia del cine español.
En un principio iba a ser una obra colectiva con las aportaciones de otros miembros del clan como Pere Portabella o Ricardo Bofill Senior, pero las distintas diferencias estéticas y creativas existentes entre los realizadores propiciaron que, finalmente, el proyecto se convirtiera en una sola película dirigida al alimón por Esteva y Jordá. Sin embargo, rodaron su material por separado y, cuando lo tuvieron completo, lo montaron de manera combinada con la idea de que el espectador no pudiera diferenciar  la autoría de las distintas secuencias.
No estoy de acuerdo con aquello de que sea una de las mejores, pero sí que, tras verla por primera vez, reconozco su osadía y destellos de genialidad (aunque, si de "La Escuela de Barcelona" hablamos, sigo prefiriendo “Vampir Cuadecuc” o cualquiera de las de Portabella) así como el intento de hacer una película que, en esencia, cuenta una relación romántica desde el surrealismo y la total y absoluta incoherencia. Así pues, tenemos aquí una obra muy visual, no narrativa y, sobre todo, rara. No obstante, también detecto no ya influencia del inevitable Buñuel, si no que, como si de una suerte de Tarantinos primigenios se trataran, los directores toman prestados elementos que ya fueron imaginados previamente por otros en otras películas, rozando por momentos el plagio, sin que nadie ponga el grito en el cielo solo porque se trata de arte y ensayo. Pero ahí tenemos planos de intervenciones oculares reales que cantan por soleares y uno final que directamente ¿homenajea? al más popular de “Un perro andaluz”. Y del mismo modo que la de Buñuel, “Dante no es únicamente severo” no responde a ninguna idea racional ni coherente.
O sea, que la película más representativa de "La Escuela de Barcelona" en realidad no tiene ni un ápice de originalidad, pero, al margen de eso y obviando referencias que el espectador en su momento no tenía por qué reconocer (y tampoco importa demasiado), sí se trata de una obra rompedora visual y narrativamente que, seguro, haría que el público abandonara la sala donde se proyectase en su momento igual que los supuestos culturetas con los que compartí el visionado esta semana, también ellos salieron por patas, probablemente más por la sensación de no entender nada que por aburrimiento. Porque “Dante no es únicamente severo” es una colección de secuencias filmadas y ensambladas sin ningún sentido, pero con mucho brío y oficio, que harán que los “adictos a la imagen”, como se define a sí mismo ese pedazo de personajillo pedante e irritante que es (hasta el nombre parece de coña) Oliver Laxe —ríete tú de Albert Serra—, se lo pasen estupendamente. Así fue en mi caso.
Mucha estética “nouvelvaguera” y yeyé propia del moderneo de la época, y mogollón de material de archivo extrañamente mezclado con aquel rodado ex profeso, hacen el resto. Y resulta, por otro lado, una película que, pese a su marcada intención artística, tiene un tufillo a cine popular y comercial del periodo que contrasta muy bien con toda la locura experimental que se gasta. Solo falta Saza por allí dando la réplica.
Por lo demás, el título fue concebido por sus directores de manera aleatoria, eligiendo la primera frase de la primera página de un libro abierto al azar.

sábado, 21 de junio de 2025

SAURIANS

Actualmente estamos más que acostumbrados a ver el nombre de Mark Polonia como director en solitario. Sin embargo, durante muchos años no fue así. Entre los ochenta y entrados los dos mil, él y su hermano John (y, ocasionalmente, otros individuos que pasaban por allí) llevaron a término un buen puñado de películas amateurs (y aquí lo digo con todas las letras y en su sentido menos peyorativo) adscritas a varias vertientes del fantástico... salvo en 1994, cuando, por alguna razón desconocida, Mark se responsabilizó "autoralmente" de una, "Saurians", donde ejerció de director, guionista, protagonista y vaya usted a saber cuantas cosas más. En aquella ocasión, John se limitó a "producir ejecutivamente". Ya es raro. Tal vez se habían picado. O no compartían devoción por el proyecto. A saber.
Bien, a los hermanos Polonia se les reconoce graciosamente por una serie de características, siendo su aspecto ultra-"nerd" una de ellas. Esos cuerpos escuálidos, esas gafotas, esos peinados a base de hachazo, esos horribles bigotillos cuyo fin consiste en ocultar unos dientes saltones y su manía de vestir como para ir a la misa de los domingos... eran genuinos en su condición y por eso los aprecio, aunque no negaré, y reconoceré, que, sí, en ocasiones dan ganas de ejercer el rol de abusón y soltarles una colleja. Su aspecto y maneras invitan. Tal vez ello explicaría la existencia de tanto reseñador, blogger (¿todavía quedamos?), youtuber y, en definitiva, supuesto experto en "cine malo" que se ceba con ellos de esa manera tan hostil, fea y desenfocada de la que suelen hacer gala. Y no hablo únicamente de Estados Unidos, también me refiero a nuestro propio país de ignorantes. Dicho de otro modo, los Polonia, su cine y, pal caso, este "Saurians" son un blanco demasiado fácil. Es muy sencillo machacarlo/s porque los elementos ahí dispuestos, sobran. Pero, opino, es un error. Mark y John Polonia eran dos super-fans de las películas que, simplemente, rodaban caseramente las suyas propias aplicando grandes, enormes cantidades de amor y dedicación. Y si lo único disponible eran máscaras de carnaval y juguetes, pues con eso que tiraban, asumiendo -supongo- que el espectador se prestaría al ejercicio. Pero no, la gente no solo carece en general de imaginación, lo hace también de empatía. Y más estos días. Ya, ya, tampoco caigamos ahora en la trampa, los hermanos tenían su lado oportunista y mercantil. No en balde, "Saurians" existe gracias a "Parque Jurásico" (como bien demuestra el jetismo del segundo cartel expuesto). Y su clásico "Splatter Farm" asumía los códigos del SOV de la época, donde predominaba un interés casi exclusivamente centrado en el gore. Basta con ver por donde han ido los derroteros de la carrera de Mark Polonia estos últimos tiempos, sumándose sin vergüenza a las tendencias de su mercado, los amityvilles, los tiburones, los payasos chungos, etc. La diferencia es que lo suyo no es TAN cruento, ni desalmado, como lo de otros mercaderes del cine exploitativo como "The Asylum", "TomCat Films", Roger Corman o cualquiera de su calaña. En los Polonia hay un poco más de cariño hacia la materia. O eso creo yo. Así pues, por mucho que me tiente, y por, como digo, chupado que esté, no voy a destrozar "Saurians". Aunque tampoco a elevarla. Sería una batalla perdida de antemano.
Un par de dinosaurios, atrapados durante milenios en una gruta, saldrán al exterior por efecto de una explosión y comenzarán a papearse al personal. Un grupito de estudiantes de arqueología terminarán metidos en el fregao y perseguidos por un cazador que quiere acabar con las criaturas. Llegado el momento, y como es de ley, estas se enfrentarán entre ellas.
Bien, la película está rodada en Super 8, pero muy gráficamente transferida a vídeo, donde se realizó la pos-producción. Los efectos especiales se dividen entre muy poco stop-motion -lo que requiere tiempo y mucho curro- y bastantes marionetas o dinosaurios de juguete manejados fuera de cuadro -más fácil-. Mark Polonia interpreta al arqueólogo prota y una muchacha no demasiado agraciada (actoral y físicamente... nos cuelan una escena de ducha con ella -nada gráfica-, y uno se pregunta ¿¿pa qué??) le acompaña en sus aventuras. Efectivamente, se trata de la futura doña Polonia, ¿qué chavala sino se prestaría?.
La escena más llamativa es aquella en la que una familia en pleno picnic es atacada por uno de los dinosaurios y reducida a extremidades amputadas y calaveras de goma. Canta como una almeja que Mark aprovechó una excursión familiar para sacarse las imágenes necesarias. Lo mismo que los planos de geysers y tal, presupongo que otra excursión, en este caso al parque de Yellowstone, salvó la papeleta.
Vale, sí, es cierto que la cosa viene empaquetada con un sentido del ritmo nulo, y una progresión inexistente, por lo que "Saurians" se torna un tocho tremendo y ultra-aburrido que tuve que ver en tres sesiones porque es que, en fin, no lograba centrarme. Ese sería su mayor defecto. El resto son "virtudes", todo muy casero, muy "DIY", muy amateur y muy Polonia, como debe ser.
Años después, tristemente fallecido John, Mark coge consciencia de su "leyenda" y comienza a rescatar películas inconclusas para remozarlas y lanzarlas o rodar secuelas tardías. Bien, ese fue el caso de "Saurians", que conoció una segunda parte en 2023, en la que el zineasta -codirigiendo ahora con su hijo Anthony- retomaba al personaje que interpretara casi 30 años atrás. Repetía también el cazador de dinosaurios (aunque se supone que moría en la primera). A la que no se veía era a la muchacha... y no por falta de disponibilidad. Actualmente sigue ejerciendo de Doña Polonia y sigue asomando por las películas de su marido. No sé, tal vez aquel día tenía hora en la pelu, vete a saber, aunque seguro que si logran ustedes reunir fuerzas para consumir "Saurians 2", la echarán de menos.
Merece la pena reseñar 
la presencia tras las cámaras (o LA cámara) en "Saurians 1" de Kevin Lindenmuth, realizador del gremio SOVista que destacó medianamente durante los noventa y echaría el cierre tras ver que, como él mismo reconoció, aquello no daba para vivir. Mientras, el clan Polonia sigue adelante, imparable. Ni la muerte ha podido con ellos. Si eso no es suficiente para respetarles, ya me dirán qué.

martes, 17 de junio de 2025

LA NOVENA CONFIGURACIÓN

Manda cojones la desfachatez de William Peter Blatty. El muy cretino iba a los cines a reírse de “Exorcista II (El Hereje)” y la ponía de vuelta y media. Y encima tuvo la jeta de decir que "La novena configuración", su debut como director en 1980, era la verdadera secuela de “El Exorcista”. Obviamente, todo eso se lo sacó de la manga, porque lo cierto es que “La novena configuración”, basada en la novela anterior a “El Exorcista” del propio Blatty, “Twinkle, Twinkle  Killer Kane!” (título con el que también se conoce a la película en algunos países), se ambienta en el mismo universo de “El exorcista” con pequeñas e imperceptibles conexiones que, a no ser que vivas obsesionado con la película de William Friedkin, tampoco localizarás. Y es tan mala que hace parecer a la secuela perpetrada por John Boorman una obra maestra. De ahí la desfachatez del escritor/director. Pero al margen de los lazos que la unen con “El Exorcista” o las posibles rabietas que en un momento dado se pudiera llevar Blatty, lo primero que me llama la atención de "La novena configuración" es que, si bien técnicamente estamos ante una película verdaderamente competente, por todo lo demás es verdaderamente chapucera y bobalicona, resuelta con un planteamiento excesivamente largo (una hora completa de metraje) y un nudo y desenlace que ocurren en un santiamén.
Y le pasa como a “The Room”, que es tan estúpida e inenarrable que, a posteriori, Blatty divulgó que en realidad se trataba de una comedia de humor negro, así como lo había sido la novela previa en la que se inspira (y que por lo que fuera escribió y reeditó dos veces). Mis cojones.
Entonces tenemos una especie de hospital psiquiátrico para soldados con problemas mentales. Lo que sucede es que las autoridades se están planteando si esos problemas mentales son reales o si los soldados se los inventan para irse (o no combatir) en la guerra de Vietnam. De este modo, llega al lugar un psiquiatra militar que los irá entrevistando para delimitar quién miente y quién no. También acabará cubriendo necesidades de los locos en torno a sus excentricidades. Al mismo tiempo, tendremos una violenta banda de moteros que la liarán parda, un impactante giro final y muchas, muchas, muchas conversaciones, eternas, sobre el bien y el mal o la existencia de dios y el diablo. Además de chistes de vodevil, violencia descarnada que no viene muy a cuento y hasta unas pequeñas dosis de surrealismo.
Viéndola, da la sensación de que Blatty, ante la imposibilidad de William Friedkin a realizar este guion, se tomó la dirección de su primera película con la finalidad de convertirse en una especie de nuevo Stanley Kubrick (toda esa secuencia del hombre en la luna ante la presencia de un cristo crucificado...), pero es obvio que el hombre no llega y, lejos de salirle una obra maestra, le sale esta patochada.
Ahora, como Blatty no quería trabajar con "Warner Brothers" porque le debían dinero, ofreció el proyecto de “La novena configuración” a "Universal" y "Columbia", que algo raro verían cuando ambas decidieron descartar la posibilidad y apostar sus dineros en otras producciones. Así que el futuro cineasta puso unos milloncejos de su bolsillo, además de convencer a "Pepsi" para añadir otro par, siempre y cuando, por motivos que tenían que ver con la burocracia y economía de la marca de refrescos, el film se rodase en Hungría.
Posteriormente, el karma castigó a Blatty, porque, para su estreno, cedió los derechos de distribución a "United Film Distribution" que, muy sabiamente, los vendió a "Warner Brothers" quienes la distribuyeron de aquella manera. Los resultados económicos fueron tan pobres durante la apertura  que, finalmente, "Warner" le dijo a Blatty: “Toma chaval, aquí tienes tu película y haz con ella lo que quieras”.  Así que cineasta / escritor, todavía con mucha fe, se tomó un tiempo para retocarla y pasó a formar parte del catálogo de la "New World" de Roger Corman, quien la relanzaría en 1985 con resultados similares.
El paso de los años, los distintos estrenos y ediciones videográficas, han convertido esta película en una de culto, máxime si tenemos en cuenta que, para cada movimiento de distribución hay una versión distinta. Es por eso que, a lo largo y ancho del globo, existen una ensalada de cortes de “La novena configuración” (o “Tinkle, Twinkle Killer Kane!”, lo que prefieran), por lo que es muy difícil saber a ciencia cierta cual es la que dio por buena el director —aunque probablemente ni él mismo lo supiera—. Una de ellas con un póster bastante llamativo, porque sin ningún tipo de coherencia utiliza a uno de los moteros que aparecen en una de las escenas para efectuar una especie de plagio del póster de “La naranja mecánica”, motivo este que me deja aún más claro que Blatty pretendía ser una suerte de Kubrick.
Como fuere, se trata de una de las películas más chapuceras y demenciales que he tenido la suerte de ver, además, también, una de las más aburridas, y solo por eso yo creo que ya es digna de consideración. Pero, madre de dios, que dos horas más infernales…
En el reparto tenemos auténticos pepinos completamente desatados y mal dirigidos: Stacy Keach, Robert Loggia, Jason Miller, Tom Atkins, Joe Spinell, Richard Lynch
William Peter Blatty, que toda su vida a defendido la calidad de su película y su puesto como auténtica secuela de “El Exorcista”, diez años después aprendería a dirigir y lo pondría en práctica con “El Exorcista III” que, paradójicamente y visto lo visto, está muy bien.

sábado, 14 de junio de 2025

BLOOD FEAST 2 : ALL U CAN EAT

2002 no solo marcó el regreso de Herschell Gordon Lewis al cine (quien no dirigía desde hacía, justo, treinta años con la simpática "The Gore Gore Girls" como última aportación oficial), sino también de su antiguo socio, y célebre "exploiter", David F. Friedman. "Color Me Blood Red" puso fin en 1965 a una notoria carrera compartida entre "nudies", "nudie cuties", "roughies" y, por supuesto, el nacimiento oficial del gore como género cinematográfico dos años antes con la entrañablemente chapucera "Blood Feast". Ahora -el de 2002-, redescubiertos y revalorizados, unían fuerzas de nuevo con una secuela oficial de aquella. Ya se habían hecho varios intentos. En su día Fred Olen Ray anunció una con supuesto protagonismo de Michael Berryman, pero jamás se supo del asunto. Luego llegaron semi continuaciones trufadas de humor como "Bloodsucking Pharaohs in Pittsburgh" y, la más lograda, "Fonda Sangrienta". Resulta curioso que, a la hora de afrontar su genuina segunda parte, el tándem Lewis/Friedman hiciera exactamente igual que aquellas dos, tirar de cachondeo voluntario, cosa totalmente ausente en la original (donde las -generosas- risas eran completamente accidentales) y, a gusto personal, un error. Sí, vale, entiendo que no puedes tomarte en serio "Blood Feast", y menos una secuela parida casi casi cuarenta años después, pero, no sé, me parece incluso hipócrita. Y no solo eso, es que, además, las gracietas funcionan igual que cualquier clase de "parato" electrónico comprado en un bazar chino.
La trama, básicamente, es idéntica -e idénticamente escueta- que la peli del 63. El tataranieto del asesino de aquella compra la tienda donde ocurrieron todos los crímenes en nombre de Ishtar con intención de seguir la tradición. Me refiero a la culinaria, pero pronto el nuevo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) cae rendido bajo el hechizo de la dichosa diosa sumeriana y, ¡ea!, a masacrar jovencitas a troche y moche. Naturalmente, la policía le pisará los talones en el proceso.
Por supuesto, lo importante de "Blood Feast 2 : All U Can Eat" (traducido sería "Todo lo que puedas comer"), como ocurre siempre en el cine de su director, es el elemento "exploitativo" que, pal caso, se refiere a lo truculento. Y acá no se queda corto. La diferencia es que, uno, los efectos especiales han mejorado sustancialmente, y donde antes teníamos risibles maniquíes pintarrajeados ahora tenemos prótesis de látex no especialmente bien paridas, pero más convincentes. Las maneras son idénticas a las de, por ejemplo, "The Gore Gore Girls", con primerísimos primeros planos de las manos del asesino gozando casi sexualmente al manosear vísceras, globos oculares y demás mandanga extraída de sus víctimas a base de cuchillo. Claro, en las pelis antiguas todo ello resultaba grotesco pero, por su poca verosimilitud, medianamente gracioso. En el caso que nos ocupa, la mejora de los trucos incrementa el mal rollo porque es todo más creíble, y ver en perfecto detalle cómo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) rebana el cuello de una chavala o le abre la cabeza y extrae el cerebro pues, hombre, puede perturbar un pelín, la verdad. Supongo que es aquello de lo que se ha acusado al cine de H.G.Lewis en sus distintas reencarnaciones modernizadas, como pasó en los setenta: sin el elemento inocente de sus inicios, todo adquiere un aire más desagradable, ofensivo. En cualquier caso, el encargado de dar forma a esos cuerpos mutilados es Joe Castro, caballero que ha puesto las zarpas en infinidad de subproductos, llegando a dirigir los suyos propios (como la saga "Terror Toons").
El poco imaginativo y menos inspirado guion corre a cargo de un tal W. Boyd Ford, hombre de infracine escasamente destacable. Quizás su ocurrencia más notable sea apellidar a los dos policías protagonistas como "Myers" y "Loomis", y si no lo pillan, son ustedes indignos. A ambos los interpretan actores de esos de quita y pon, aunque tal vez podríamos destacar la presencia -como "Loomis"- de John McConnell quien, a lo largo de su carrera, se ha dejado ver en algunos títulos bastante reconocibles. No es el caso del peculiar individuo de peculiar nombre que da vida a Fuad Ramses (Tercero, para más señas), un tal J.P. Delahoussaye, con, por lo visto, una carrera algo menos oscura como comediante. Así las cosas, el rostro más relevante de "Blood Feast 2" es el del declarado fan de Lewis, vendido, mangante y destructor del genuino cine underground, John Waters, haciendo de un cura que se pirra por los niños. Justo, el tono de comedia del film se mueve entre la brocha gorda de aquel (el asesino se corre sobre un postre que da de comer a una tipa, presenciamos el plano detalle de la ruidosa ingestión de un donut, etc) y ciertas maneras desconcertantemente deudoras del puro "spoof" -aunque sin resultados eficientes, añado- como ese cadáver presente en casi todos los planos y al que se ignora por completo.
Tampoco podemos pasar por alto los cameos de Donald Farmer, SOVista, ex-fanzinero y tan fan del director de "2000 Maniacs" como para, en una ocasión, incluir al villano de "Blood Feast" -Mal Arnold- en uno de sus subproductos, y el mismo David Friedman. Es posible que haya otros, pero se me escapan. Vale, muy bien, has mentado hasta el último pene y micro-pene del reparto pero ¿¿y las chavalas?? Pues, tal y como pueden imaginar, las hay en generosas cantidades, todas muy sexys y todas -salvo la madre de la prota femenina, retratada cual harpía- en tetas cuando es de menester. Son especialmente llamativas -por tontas- las escenas en las que salen hablando de sus modelitos de ropa interior y mostrándoselos unas a las otras. Viva la inteligencia, amigos.
Por lo demás, pues no hace falta ser gacetillero del "Cahiers Du Cinéma" para asumir que estamos ante un auténtico truño de proporciones épicas. Sí, claro, "Blood Feast 2" es mala hasta el dolor, H.G.Lewis sigue siendo un director pésimo y sin creatividad alguna y el resultado -que encima se prolonga hasta los 100 minutos, ¡¡hay que ser cabrón!!- aburre sangrantemente (nunca mejor expresado pal caso). No hay ritmo, no hay progresión, no hay diversión, no hay NADA. Solo sangre a chorros y unas pocas ubres. ¿¿Sorprendido, ofuscado, decepcionado?? En absoluto. Sabía ande me metía, solo que apetecía reseñarla y de ahí el sacrificio que, espero, valoren en su justa medida.
Considerando el gueto del que surge la película, asumo la no existencia de una tercera entrega cual prueba de un descalabro comercial tan grande como para ni tan siquiera planteársela a niveles subhumanos. "Blood Feast 2" viene rodada en celuloide -35mm diría yo- y la fotografía incluso está decente. Hubo un mínimo esfuerzo y dispendio económico ahí. Herschell Gordon Lewis tardaría siete años en rodar de nuevo (primero "The Uh-Oh Show", otro pestiñaco y, después, ya directamente con cámara de vídeo, en funciones de co-director y a un nivel miserable, "BloodMania") y catorce en abandonar esta dimensión (coincidiendo con el lamentable remake oficial de "Blood Feast", pero esa es otra historia).
La banda sonora viene compuesta únicamente de canciones, destacando -por número- aquellas de "Southern Culture on the Skids", continuas, constantes -se cortan bruscamente de una escena a otra- y muy adecuadas dada la naturaleza del grupo en su imagen "white trash", o "redneck" si lo prefieren, y maneras algo "countrys", etiquetas asociadas a unas cuantas de las películas del amigo Lewis (y no únicamente las gore, también hizo dramones violentos de paletos en conflicto).

martes, 10 de junio de 2025

EXORCISTA II (EL HEREJE)

Posiblemente “Exorcista II (El hereje)” fue la primera película de terror que vi, siendo muy chaval y mucho antes que la primera. Es por eso que, entre unas cosas y otras, le tengo cierto “cariño”. Puede que sea la culpable de mi gusto por las películas de terror, si bien es cierto que, tras verla en formato vídeo allá por 1987, quedé traumatizado. La noche después tuve pesadillas y sentía la presencia del demonio en mi propia habitación. Vamos, que me cagué de miedo durante días, ante las risas y bromas de mis hermanos. Tal fue el canguelo que, durante muchos años, no volví a ver películas de terror. Por culpa de “Exorcista II (El Hereje) o, más concretamente, por el impacto que causaba la figura del demonio en mi psique. Imagínense ustedes si llego a ver la primera entonces.
Tras varios año sin repetir, y más o menos olvidada, decido revisarla, a ver que me parece a día de hoy. Y mi opinión no dista demasiado de la que tenía.
Es curiosa  la percepción de un niño ante según que temas oscuros, pues lo cierto es que, “Exorcista II (El hereje)”, no da ni pizca de miedo, es más, hay momentos y situaciones que son verdaderamente risibles.
Y es que estamos, a pesar de la buena prensa que trae consigo su director, John Boorman, ante la mayor estupidez filmada en celuloide en los 70, una secuela tonta y atolondrada que no ocupa un lugar en el olimpo de las películas malas porque, en realidad, se encuentra en un purgatorio cultural, es decir, no es lo suficientemente buena como para que esté considerada a nivel crítico, ni tan mala como para tenerla presente en una maratón de cine chungo. Igual “mala” tampoco es la palabra que mejor la define. Quizás “Chabacana”.
Y por momentos resulta hasta autoparódica.
Han pasado algunos años desde los acontecimientos de “El Exorcista” y Regan acude a una institución en la que atienden a jóvenes con problemas mentales. Tras su posesión, dice tener tremendas pesadillas. Allí han patentado una máquina para conectar mentes. A a través de la hipnosis, y a base de bombillas, una puede ver y ¿manipular? lo que sucede en la otra (!) . Paralelamente, un exorcista que sigue las enseñanzas e investiga la muerte del padre Merryn, se persona en ese sanatorio a ver que diablos ocurre (nunca mejor dicho) con Regan.
Y sucede la de dios es Cristo. A saber;  un viaje a África que no sabemos muy bien si es astral o físico, James Earl Jones disfrazado de saltamontes, Max Von Sidow metido con calzador protagonizando unos flashbacks tan innecesarios como su mera presencia en la película, una Linda Blair con enormes tetas que lo único que hace es poner cachondo al espectador, un Richard Burton en horas tan bajas, que más que interpretar a un cura, parece que interpreta a un alcohólico que se ha pasado con el tinte del pelo, una langosta usada en las transiciones que, ocasionalmente, parece sacada de un bazar chino, muchos paneles de cristal delante del objetivo para conseguir efectos psicodélicos muy de los setenta, tribus de negros llenando metraje, Pazuzu haciendo de guía turístico del padre Lamont por África y, lo más importante, cero posesiones, cero exorcismos (entre otras cosas, porque la Blair había aceptado estar en la cinta a regañadientes, siempre y cuando no tuviera que volver a pasar por el proceso de maquillaje de la primera cinta. De esta manera,  tenemos a una Regan reciclada en descartes de la primera película y, cuando no, una actriz maquillada que se nota que no es la Blair…). Hay una mini-lapidación por parte de los africanos al padre Lamont, por hereje. Aunque no le pasa nada. Desde luego todo un despropósito que hace quedar mal a la primera entrega.
Sin embargo, y como viejo verde que ya empieza a ser uno, es maravilloso contemplar en pantalla los rollizos mofletes de Linda Blair y, sobre todo, sus pechos, como cántaros de miel, que recuerdan al mar y que hacen a uno sentir vivo. La Blair aquí cuenta con 18 estupendas castañas. Mala actriz como ella sola, pero deliciosa.
Huelga decir que la producción se vio envuelta en problemas de toda índole desde el principio y que “Exorcista II (El Hereje)” fue una película destinada al fracaso desde el día uno de su concepción. Sin embargo, su estreno marcó un hito histórico recaudando más de 6 millones de dólares en un fin de semana. Sin embargo, se dice que en los pases que se dieron en Nueva York los espectadores se mofaban de la película. Las críticas pronto fueron demoledoras y la taquilla se desinfló progresivamente. Aún así consiguió una recaudación total de cerca de 40 millones de dólares, esquivando el predecible fracaso financiero. Por otro lado, es sabido que William Peter Blatty, escritor de la novela “El Exorcista” y guionista de la película original, fue el principal instigador de la mala fama de la secuela. Empezó a acudir a los cines para reírse de ella, contagiando al resto del público. Y es que Blatty abominó de la película hasta tal punto que, poco después, se sentó en la silla del director en “La novena configuración”, anunciando a bombo y platillo que, aunque no pertenecía oficialmente a la franquicia, el público debería considerarla la verdadera secuela de “El Exorcista” (y yo creo que caerá por aquí próximamente).
Asimismo, William Friedkin se vio insultado con la existencia de "Exorcista II (El Hereje)", a la que calificó como “la obra de un deficiente mental”, añadiendo que, efectivamente, “ese deficiente no es otro que John Boorman, un individuo que jamás debería haber tenido crédito, hasta el día que rodó esto y ya todos deberíamos llamarle escoria”.
En España tampoco se le dio excesivo bombo y al cine fueron a verla poco más de medio millón de espectadores, por lo que se la podría considerar un verdadero fracaso a consideración a la primera.
Menos mal que cuatro años después Boorman se resarció con “Excalibur” y después con “La selva esmeralda”, que si no…

sábado, 7 de junio de 2025

EL INNOMBRABLE 2

Señalaba en la reseña de "El Innombrable 1" su condición de truño insufrible, capaz de generar el sopor más truculento imaginable, pero cuyo éxito por parámetros videocluberos había generado una secuela que, aseguraban ciertas lenguas, mejoraba mucho a su precedente. Y yo, que cinéfagamente soy incurablemente curiosón, "me moría" por echarle el guante a ese "Innombrable 2", aún a sabiendas que terminaría arrepintiéndome tras el dolor ocasionado por la primera dosis, debut de su ignoto director Jean-Paul Ouellette. Y aunque la espera se ha prolongado años, finalmente ocurrió.
Ya lo dijo el sabio: cuidado con lo que deseas.
Así de primeras, lo que desconcierta de "The Unnamable II: The Statement of Randolph Carter" -extenso título original-, es que comienza exactamente donde termina la anterior. Con los mismos actores. Y, claro, después de lo comentado, comprenderán que mi cerebro había borrado todo rastro de "El Innombrable", por lo que me resultó imposible efectuar una conexión entre ambas películas. No sé si dicha continuidad es genuina o se la han sacado de la manga. Sea como fuere, la cosa queda del siguiente modo...
Los supervivientes a la noche de horror se obcecan en dar a conocer al mundo la existencia real del monstruo que no puede nombrarse. Armados con el legendario "Necronomicón" (recordemos que ambos productos se suponen inspirados en la obra de H.P.Lovecraft), dan con una gruta, localizan al bicho, lo liberan de la maldición, convirtiéndose así en una pava sexy (el "innombrable" es señora, más mosqueada y rabiosa de lo normal) y se la llevan con ellos. Lo que desconocen es que hay otra "innombrable" que les seguirá, dispuesta a recuperar a la primera, dejando un reguero de cadáveres a su paso.
Pos no. "El Innombrable 2" sigue siendo tan aburrida y olvidable como lo era su precedente y el resto de películas de terror baratuchas del periodo, esos temibles inicios de los 90. Lo sospechaba. Es decir, sabía que todos esos rumores de que era mejor y bla, bla serían papel mojado. Calderilla. Pudin. Y eso es exactamente. Un film perfectamente evitable, sosaina, sin alma, con estética de telefilm, la dosis justa de chicha pero que sabe a nada, momentos de comedia voluntaria vergonzante y... en fin, que es una basura innombrable (chiste fácil, pero inevitable y necesario).
Del reparto destacan algunos rostros curiosos como el de John Rhys-Davies dando vida a un experto en monstruos antediluvianos, cosa que se convertiría en su rutina laboral a partir de ese momento, sumergiéndose sin descanso a posteriori en toda suerte de subproductos de idéntica catadura. O el gran David Warner, en un papel minúsculo y absurdo que no aporta casi nada a la trama y únicamente está ahí para dar algo de "caché" al descalabro.
Las dos innombrables vienen interpretadas por "scream queens" de cierta solera. Por un lado Maria Ford quien, una vez desprovista del maquillaje, se pasa un cacho de la peli como dios la trajo al mundo -pueden verla en este documental echado pestes del gremio y amargadísima porque solo la explotaban sexualmente.... paradójico que terminara con el cuerpo recauchutado a base de horribles operaciones- y la ya fallecida Julie Strain, a la que toca acarrear el látex a lo largo de todo el fuckin´ largometraje (y, a diferencia de su compañera, gozaba como una perra haciendo papeles sexys para basuras videocluberas). En ambos casos se puso las botas aplicándolo Christopher Biggs.
"El innombrable 2" destruyó la carrera de Jean-Paul Ouellette, y con justicia (lo mismo podemos decir respecto a un "El innombrable 3" que jamás existió... gracias a dios). Seguidamente entró como profesor en el "Emerson College", donde produjo y dirigió algunos cortos estudiantiles. Actualmente ronda por "Linkedin". Ni falta hace señalar que en su currículum NO figuran NINGUNO de sus escarce
os con el cine de género. Ni "El innombrable 1", ni "El innombrable 2", ni esa aportación a la acción de aspecto grimoso titulada "Chinatown Connection" (con protagonismo de ¡¡ Bruce Ly y Lee Majors II !! Distribuida por estos lares vía "Filmax Video") ¡¡Traidor!! así te pudras en el infierno. Tú y tu filmografía al completo.

martes, 3 de junio de 2025

PROFESORES DE HOY

Lo más curioso de “Profesores de hoy” es que se trata de un intento de "sex comedy" que, aún usando elementos propios del subgénero en la promoción para venderse, se avergüenza de serlo. El poco sexo que contiene —porque haberlo, haylo— aparece siempre dentro de un contexto dramático para darle dignidad al asunto. Al final, les guste a sus artífices o no, con esa pátina de cine respetable que trata de tener, no es más que otra estúpida película estudiantil en la que se le da más peso a los profes que a los alumnos. Asimismo, y como era muy habitual en el subgénero, el resultado se ve mermado por culpa de una moralina barata que pone colofón a un final que, además, es rimbombante. La acción se sitúa en el instituto John F. Kennedy donde impera la ley del mínimo esfuerzo por parte de los profesores. El centro se ha convertido en un nicho de delincuentes juveniles y los adultos pasan de todo. Es por esto que recibe una demanda, puesto que se están graduando alumnos que no han aprendido nada. Alex, uno de los profesores, sí muestra interés por la enseñanza y la educación de sus alumnos, pero todo parece ponerse en su contra. Con vistas al cercano juicio contra la institución, llega una abogada que en el pasado fue alumna suya y le echará una mano en lo que al caso se refiere. Se complicará la cosa cuando Alex descubre que la mayoría de los profesores que comparten clases con él son poco menos que unos bastardos capaces de dejar embarazadas a las alumnas y luego eludir sus responsabilidades para con ellas.
Arthur Hiller, autor de comedias respetables para señores que pasan con creces la mediana edad, según  avanzaba su carrera se iba volviendo más cafre. Suya es esa joya a mayor gloria de Jim Belushi titulada “Millonario al instante”. Dirige este soso film con el piloto automático, limitándose a poner una escena tras de otra siguiendo una estructura narrativa correcta, aunque al final la confusión se impone ante sus pocas ganas de rodar un producto de semejantes características y, por momentos, el espectador tiene problemas para seguir la cinta. Cuando llega a su fin, nos damos cuenta de que estábamos viendo un galimatías cuya historia nos importaba francamente un bledo. Y es que ese guion es una torpeza todo él. De hecho, el responsable del mismo, W.R. McKinney, no volvió a ver su nombre en los créditos de ninguna otra película. Jamás ningún estudio, ninguna compañía independiente, volvió a contratarle.
Por otro lado, hay que tener muy presente que, dentro de todo este desaguisado, tenemos actores de lo más competentes. Entonces, ver a Nick Nolte en una comedia de estas características, donde además bebe cerveza, folla con tías y hace un poco el cafre, es motivo más que suficiente para dedicarle un visionado. Sería la siguiente película de Ralph Macchio tras convertirse en estrella con “Karate Kid”. Gasta carisma e incluso podría decirse que está bien de no ser porque el actor tiene un único registro interpretativo que explotó hasta la saciedad, teniendo a posteriori una carrera irregular. Ya saben cual ha sido su devenir.
Choca ver, en un papel muy secundario, a un Morgan Freeman que apenas tiene texto y cuyo afro sin canas deja claro que alguna vez fue joven. Su presencia es meramente anecdótica. También tenemos a Crispin Glover en uno de esos roles de adolescente complicado (o chalado) que hacía en la época y con los que se abrió camino hasta convertirse en el excéntrico que es hoy. Completa el reparto Laura Dern, como una joven estudiante encinta de uno de sus profesores.
Podríamos hablar de “Profesores de hoy” como la versión amable y para todos los públicos de “Curso 1984”, que, a fin de cuentas y salvando mucho las distancias (ya que son films opuestos), cuenta lo mismo: Un profesor de vuelta de todo teniendo que lidiar con una serie de alumnos que son unos hijos de puta.
Con todo, la película funcionó bien en taquilla, no así en nuestro país donde apenas congregó a 78.000 espectadores, aunque sí que hizo su carrera en las estanterías de los videoclubes.
La banda sonora, anunciada curiosamente durante los títulos de crédito finales, se convirtió en un éxito de ventas en los EUA gracias a las canciones interpretadas por Joe Cocker o formaciones tipo "ZZ Top", así como otro tipo de temas más de la época y que lucen metidas con calzador en la película.
Se deja ver, sin más, y es tirando a rollo. Amén de contener todos los clichés del género, aunque solo sea para cagarse en ellos.

sábado, 31 de mayo de 2025

WITCHTRAP: EL ESPÍRITU DE LA MANSIÓN DE LOS LAUTER

Pos no, "Witchtrap: el espíritu de la mansión de los Lauter" NO es una secuela, o "spin-off" -como podría parecer-, de "Witchboard (Juego Diabólico)", la primera y exitosa película del entrañable Kevin Tenney, director de ambas. Originalmente fue parida como "The Haunted" y, sencillamente, encajaba a la perfección (excesiva, diría yo) en el esquema de las casas encantadas. Los desalmados distribuidores la rebautizaron como la rebautizaron, procurando hacerla pasar por esa secuela -en espera de un nuevo pequeño "hit"- que no era. Curiosamente, y contradiciéndose con tal dato, en la parte trasera de la caratula del vhs (yanki) se advertía de su genuina naturaleza "no continuosa" (¿¿hein?? ¿¿imposición legal del señor director??). En cualquier caso, el cacareado y esperado "Witchboard 2" acabaría llegando, sí, en 1993 y con Tenney de nuevo a los mandos (si la cazo algún día, será debidamente reseñada). También les diré que no hubo una tercera, lo que nunca es buena señal.
Aún así, se puede entender perfectamente que alguien se tome "Witchtrap" como la secuela de la otra 
cuando J.P.Leubsen, quien pusiera rostro -y amenazante mirada de loco- el villano en aquella, luce exactamente igual -y con exacta mirada de loco- en esta. Inevitablemente, ello induce a conectar narrativamente ambas películas, y da igual si el resto del reparto reincidente da vida a personajes de distinto nombre.
Como decía, "Witchtrap" es la prototípica película de mansiones encantadas, una en la que se instala el no menos prototípico grupo de investigadores de lo paranormal, para que sean debidamente asesinados por el fantasma presente. A la pandi se unen tres detectives con fines protectores, uno de los cuales, el protagonista, resulta altamente imbécil y desagradable. Asumo que Tenney, responsable también del guion, pretendía meter con él la notita semi humorística, pero puta gracia hace el baranda.
Y, en general, puta gracia hace la película. Desangelada, plana como una tabla de surf, desalmada, sosa, inimaginativa, elemental y de dirección ultra-básica, no la salva nada. Encima, el poco gore quedó más reducido después que la MPAA metiera unos cuantos tijeretazos. Y el asunto tetas, pues sin sorpresas, especialmente contando con las más que trilladas -siliconadas y tampoco muy bonitas- de Linnea Quigley, casi chistosamente despachada en la ducha (aunque sin compañero masculino). Tal vez el destete de la otra actriz protagonista sea más llamativo, por lo pronto que asoma y las maneras, tan casuales, poco erotizantes y gratuitas.
El propio Kevin Tenney interpreta un rol con cierto peso. Pero no por gusto, solo mera necesidad. De la música, como siempre, se ocupa su hermano, Dennis Michael Tenney. Y hay papelillo para Greg Lewolt, director de chusquedades en su tiempo libre, como "Voodoo Soup".
"Witchtrap: el espíritu de la mansión de los Lauter" es más mala que un dolor... pero visible si la pones de fondo, mientras dedicas la mitad de tus atenciones a otras cuestiones.

martes, 27 de mayo de 2025

LOS PECADORES

“Creed” es, posiblemente, mi película favorita del presente siglo; una que, con un "Rocky" al filo de la tercera edad, me hizo vivir en el cine una serie de sensaciones que no vivía desde, tal vez, la adolescencia. Por eso tenía a su director, Ryan Coogler, un joven negro nacido el año 1986,  en un altar.
Tras “Creed”, el siguiente paso fue ver su debut, “Fruitvale Station”,  una película sobre la represión policial, híbrida entre el "hood film" y el cine indie de corte social, que confirmaba su talento y demostraba que lo de “Creed” no había sido potra. "Fruitvale Station" se alzaba como una opera prima muy por encima de la media, verdaderamente notable.
Claro, tras esa vuelta de "Rocky" —que es lo que al final fue “Creed”— lo normal es que los estudios se disputasen a tan talentoso director, por lo que "Marvel Studios" requirió sus servicios para las películas de “Black Panther”. Y no me gustaron ninguna de las dos. Me parecieron unos soberanos coñazos. Al margen de subjetividades, en mi fuero interno asumía que Coogler no había perdido ese talento mostrado en sus dos primeras obras. El motivo podía ser, perfectamente, que, siendo dos productos de estudio, los encorbatados señores de "Marvel" no le habrían permitido hacer lo que le diese la gana.
Por eso, una nueva película autoral de Ryan Coogler era lo que necesitaba ver. Además, con un tema fascinante: todo el folclore del blues asociado a la magia negra, rodada en celuloide, con cámaras de 70 mm y en Panavisión, utilizando película especialmente sensible a esos formatos. Cojonudo.
Una vez supe de la existencia de la interfecta, “Los pecadores”, ya no quise saber más hasta verla. Y he tardado porque cada vez es más difícil que una película aguante en cartelera lo suficiente como para, cuando uno decide acudir, se siga proyectando. Ayer, por fin, pude hacerlo.
“Los Pecadores”, de la que además todo quisqui habla maravillas, ha supuesto para mí una decepción mayúscula, y la prueba palpable de que, a lo mejor, Ryan Coogler no es tan bueno.
La cosa va de dos hermanos gemelos, gangsters, que tras unos años viviendo como reyes al servicio de Al Capone en Chicago, deciden regresar a su Mississippi natal con el fin de abrir un local de blues y hacer fortuna con ello.  Cuando por fin lo inauguran, aquello acaba plagado de vampiros que querrán chuparles la sangre.
La decepción se debe a que, si la primera hora viene precedida de una seriedad acojonante, con los dos gemelos reclutando a los trabajadores y bluesman que les acompañarán en su travesía hacia la creación del mejor local del blues de todo Mississippi presagiando una peli de horror buena que te cagas (una hora de metraje que me dejó boquiabierto por su dirección, su diseño de producción, su estética, y en la que puede que veamos al mejor Ryan Coogler), durante la segunda hora, en la que aparecen los vampiros, se me desmorona todo porque lo que estaban viendo mis ojos era muy parecido —demasiado parecido— a “Abierto hasta el amanecer” de Robert Rodríguez. Solo cambia el contexto y la ambientación, pero el planteamiento es exactamente el mismo. Y a partir de que hacen acto de presencia los chupasangres y acorralan a los protagonistas dentro del club de blues, el parecido con aquella posmoderna película noventera es tan evidente, que cuando finalizó “Los pecadores” me quedé a ver los créditos para comprobar si aparecía alguno de “Inspired in the motion picture...” o “Based on characters created by Quentin Tarantino” (guionista de "Abierto hasta el amanecer"). Pero no apareció ningún crédito que justificara la total similitud entre ambas.
Al llegar a casa, busqué reseñas que aseguraran que se trataba de una mezcla entre “Cruce de caminos” (de la que no tiene nada) y el film de Robert Rodriguez, pero no se decía de manera condescendiente o negativa, sino, más bien, como si fuera algo positivo. En ningún momento se acusaba al film de plagio, que es lo que, indefectiblemente, es esta “Los pecadores” —y dando la razón a Seth Rogen en la estupenda serie “The Studio” cuando dice que “los buenos copian, los grandes roban”—. De hecho, todo el mundo parece encantado con ella y se la tilda de lo mejor del año.
A mí, hasta que aparecen los vampiros —que hubiera sido mejor no aparecieran, pero ya que aparecen ¡no conviertas lo que has construido hasta ese momento en una pantomima como has hecho, Ryan! — me estaba pareciendo una peliculón de órdago, con esa ambientación, ese granazo del celuloide y todo el rollo de folclore blusero… para luego mutar en un “Abierto hasta el amanecer” con ínfulas. Porque Coogler es muy consciente del prestigio adquirido y, no solo plagia una película que por estúpida que sea tiene su lugar en la cultura popular, sino que procede con la intención de mejorarla y de que se diga: “esta es la buena”.
En justicia, por lo bien rodada que está y la destreza técnica, que es inmejorable, "Los pecadores" se lleva un cinco pelado; en lo referente a la segunda hora me parece espantosa, espantosa, espantosa.
Pero claro, piénsenlo: Ryan Coogler es un joven talento que flipaba con la saga de “Rocky” y decidió hacer su propia versión / aportación. En 1996, año del estreno de “Abierto hasta el amanecer”, tendría 10 añitos, una edad idónea para alucinar con esa película. Y ahora, igual que tenía el capricho de rodar su “Rocky”, tendría el de hacer su “Abierto hasta el amanecer”, teoría que no carece de sentido.
Esperaremos a la próxima, pero si lleva derroteros similares, me bajo del Coogler.
Por lo demás, tenemos a Michael B. Jordan mostrando palmito, a Delroy Lindo rescatado para la ocasión como lo fue en su momento Fred Williamson, y navajazos, metralletas Thompson, estacazos y degluciones de ajo como para que un 90% de la platea salga flipando del cine.

sábado, 24 de mayo de 2025

EL HOMBRE SIN SOMBRA

La legendaria bajada de pantalones del gran Paul Verhoeven.
Tras los semi-fracasos de las incomprendidas "Starship Troopers (Las brigadas del espacio)" y "Showgirls", al holandés no le quedan más cojones que transigir con los caprichos -morales- de Hollywood si quiere seguir currando. Por ello, aborda la realización de "El hombre sin sombra" como un resignado artesano cumplidor, evitando sus habituales salidas de tono. Claro que, Verhoeven es mucho Verhoeven, e incluso así, con todas las limitaciones e imposiciones, logra echar palante un producto que, sí, carece de su toque (bueno, algo hay, aunque poquita cosa), pero sigue siendo perfectamente deglutible y entretenido, por mucho que él lo califique como lo peor de su filmografía.
Estamos ante una puesta al día -del año 2000- de uno de los "monstruos clásicos", el hombre invisible... aunque, estructuralmente, esto remita más a "La Mosca" de David Cronenberg. El super genio Sebastian Caine ha inventando la fórmula de la invisibilidad procediendo en plan "resolución para lerdos", es decir: sentado frente al ordenador, no consigue resultados. Pone cara de palo y se cabrea. Entonces, tiene un momento de inspiración. Le da a tres teclas. En la pantalla vemos varios colorinches. Y,¡¡voilà!!, la mueca de cabreo pasa a la de alegría. ¡Lo ha resuelto!. Así, ambicioso como es, decide aplicársela. Pero a la hora de recuperar la forma visible, todo falla. Poco a poco, ello le va minando la mente, una que ya de por sí tendía a la megalomanía. De esta guisa, se vuelve más malo que la tiña para mayor desesperación de sus compañeros de laboratorio.
Cine "mainstream" en su mejor y máximo exponente al que contribuye, sin duda, el reparto, con el siempre eficaz Kevin Bacon como villano, Elisabeth Shue combatiéndole, Josh Brolin en medio del caos, el veterano William Devane (Verhoeven es muy fan de Alfred Hitchcock, así pues, contar con aquel que actuara en la última película del orondo cineasta, "La Trama", debió ser para él toda una flipada) y Rhona Mitra enseñando las tetas de silicona. Porque sí, tenemos algo de sexo y violencia.... aunque reducir el "estilo Verhoeven" a eso sería injusto, superficial y facilón, pues su talento va más allá. No obstante, en este blog somos bastante injustos, superficiales y facilones, así que celebramos con algarabía la agradecida dosis de ambas cosas, más para los estándares de Hollywood, siempre mojigatos (entonces un poco menos).
Aunque, no nos engañemos, la verdadera estrella de "El hombre sin sombra" son unos tremendos efectos especiales mediante un CGI algo verde que ha soportado muy bien el paso de los años. Por primera vez veíamos la invisibilidad en su vertiente más realista y cruda, con esos cuerpos reducidos progresivamente a músculos, venas y/o esqueletos. Un diez.
"El hombre sin sombra" fue otro semi-fracaso a nivel taquillero, aunque se resarció en los vídeo-clubs. Tanto como para generar una secuela seis años después exclusivamente destinada a ese mismo mercado y con protagonismo de un cada vez más acabado Christian Slater. Viendo el agrio panorama, Paul Verhoeven abandona Hollywood y se las pira a su tierra natal aludiendo falta de libertad y demás monsergas... el cuento de siempre. No obstante, bienvenido fue el cambio, porque desde entonces ha ido rodando cosas tan decentes y visibles como "El libro negro", "Elle" o "Benedetta". Y ahí sigue, con más proyectos en marcha.

martes, 20 de mayo de 2025

ZÉ DO CAIXAO

Tenía yo ganas de hincarle el diente a la serie biopic sobre José Mojica Marins, esta “Zé do Caixao” —para qué complicar más el título—, que adapta para la pequeña pantalla (y la grande, puesto que se estrenó en cine en el "Festival Internacional de Cine de Sao Paulo") las correrías, aventuras y desventuras del cineasta, según lo narrado en el libro “Maldito: A vida e o cinema de José Mojica Marins”, biografía escrita por Ivan Finotti y André Barcinski. De hecho, la producción quiso hacer un retrato fehaciente de lo sucedido en los años de actividad de Marins, por lo que se cuenta con la pluma del propio Barcinski para elaborar el guion. De esta manera, cada capítulo se centra en una película relevante del cineasta, y a partir de ahí desarrolla pasajes de su vida focalizando el grueso de la acción en los rodajes, que van desde la primera que hizo Marins, “A sina do aventureiro”, un western a la brasileira realizado con cuatro duros,  hasta su etapa en el porno con “24 horas do sexo explícito”, contando la historia del perrito “erótico” con pelos y señales. Y, por supuesto, se presta gran atención a todo lo referente a la creación de su personaje, Zé do Caixao, al que el cineasta se agarraría como a un clavo ardiendo desde la primera película hasta el fin de sus días (motivo por el cual las uñas de su mano izquierda alcanzarían longitudes ridículas).
Lo gracioso de la serie es que, lejos de suavizar acontecimientos, los muestra con todo lujo de detalles, por lo que vemos a un Mojica Marins mujeriego y déspota, con un ego descomunal, que trata mal a todo el mundo y al que se le supone, en su cine, más suerte que talento. Se sugiere que sus dos obras maestras, “A meia noite levarei sua alma” y “Esta noite encarnarei no teu cadáver” salieron así de bien de coña, y que el resto de su carrera, llevada a cabo entre chanchullos y precariedad, era más bien tirando a mala (o malísima). Queda tiempo para hablar de sus relaciones sentimentales, su estúpida carrera como político haciendo mítines vestido de Zé do Caixao o su obsesión por el personaje, llegando a fusionarse con el mismo de tal manera que el propio Marins era incapaz de disociar a uno del otro.
Del mismo modo, la serie tiene espacio para Mario Lima, socio, productor y amigo de Marins, al que podemos adjudicar la autoría del 50% de las obras de aquel, y que se lanzaba de cabeza a la hora de llevar a cabo las chaladuras del megalomaníaco Zé do Caixao.
Y pasa de todo; desde ver el pasaje en que una actriz acaba herida tras un disparo accidental en “A sina do aventureiro”, hasta el contacto de Marins con una viuda negra para limpiar su imagen pública de asesina acudiendo a defenderla a los platós televisivos y aceptando su dinero para hacer un biopic positivo sobre la misma, dando como resultado la sensacionalista y perversa “Perversao!” aka “Estupro”, donde se muestra a los millonarios como seres despreciables y sin escrúpulos capaces de arrancar pezones con los dientes para su propia excitación (hasta la viuda negra quedó escandalizada con esta producción).
La serie la componen seis capítulos de 45 minutos cada uno en los que, por norma general, todo está bien, es muy interesante y divertido, aunque a veces, sobre todo en las partes que tienen que ver más con la vida privada de José Mojica Marins que con sus avatares en los rodajes, el ritmo se resiente y hay secuencias que se tornan aburridas. Pero a rasgos generales, y a pesar de la palpable falta de presupuesto, se trata de un biopic más que digno y, en definitiva, tirando a bueno, sobre un cineasta y un personaje que, desde que lo conozco, me fascina. Y me la vi del tirón en un viaje en avión.
La dirección corre a cargo de Vitor Mafra, director de corta andadura. El reparto lo encabeza el actor, director y guionista Matheus Nachtergaele, dando vida a José Mojica. Nachtergaele es poco menos que una eminencia en el país carioca del que procede toda esta locura, pero, de su extensa filmografía, yo tan solo puedo reconocer su intervención en “Ciudad de Dios” o “Cuatro días de septiembre”. Felipe Solari, en la piel de Mario Lima, tiene pocos trabajos acreditados, mientras que el resto del personal lo componen rostros televisivos de cierta popularidad en Brasil.
Para fans y completistas de José Mojica Marins, “Zé do Caixao”.

sábado, 17 de mayo de 2025

NUEVA YORK, AÑO 2012

Año 2012. Una plaga ha arrasado con la civilización. Pequeños grupúsculos humanos sobreviven atrincherados entre rascacielos formando comunas medio hippies. Los hay que se lo montan bien, plantando tomates y respetando al prójimo. Y los hay que van de cabrones, matando y robando por doquier. Justamente, uno de estos, comandados por William Smith, se ha encabezonado en afanarle los alimentos a la pandi "chachi" del barrio, gobernada por Max Von Sydow. En eso que de por medio aparece un tipo que se "alquila" como guerrero y protector, el "skinhead" -que decían "Toy Dolls"- Yul Brynner. Así, se rejuntará con los "chachis", que ya están en las últimas, y Sydow le pedirá que salve a su hija preñada, y unas semillas para futuros huertos, llevándolas a una isla paradisíaca donde vivir felices y repoblar el planeta.
Estamos en 1975, hace dos años Robert Clouse lo petó con "Operación Dragón", y tiene un nuevo proyecto para que el prota de aquella, Bruce Lee, se luzca nuevamente, "The Ultimate Warrior". Pero el astro de las yoyas muere antes de poder tirarlo adelante y queda aparcado en los archivos de la "Warner" hasta que deciden rodarlo, cambiando a Lee por Brynner y al en principio previsto George Lazenby por Von Sydow, cosa que tendría que haber beneficiado al pifostio cuanto menos a nivel interpretativo. Sin embargo, no contar con el valor seguro del "pequeño dragón" motivó que "Warner" evitara jugársela, invirtiendo menos capital. Así, el resultado se resiente en cuanto a espectacularidad (no la hay por ningún lado), ritmo (bramar farragoso es quedarse corto) y unos combates desangelados y muy poco emocionantes... salvo el del final, donde se enfrentan héroe y villano. Ese está bien. Pero, claro, pa cuando llega es tanto el sopor acumulado que la movida concluye con una inevitable nota baja, bajísima.
Igual que ocurre con todas las décadas y su respectivo cine, existen una serie de "tics" estéticos y narrativos que, si se hacen bien, molan que te cagas. Pero si se hacen mal, resultan bastante irritantes y agotadores. Por desgracia, "Nueva York, año 2012" es setentera hasta las trancas... en el sentido malo, o peor.

miércoles, 14 de mayo de 2025

MINUTOS MUSICALES 33: THE PORK DUKES

Nos suelen taladrar mucho con el punk británico del 77, que si "Sex Pistols", que si "The Clash", que si "The Jam"... y está bien, son bandas buenas, pero no todo acaba ahí, hay más. Algunos se han atrevido a hablar del punk de "segunda regional" como "The Lurkers", "Slaughter & the dogs", "Chelsea" o "Sham 69". Sin embargo, también existe una "tercera regional" y, en muchos aspectos, es ahí donde se esconde el mejor punk, básicamente porque son grupos oscuros que grababan sus discos en condiciones paupérrimas y por ello conservaban viva la suciedad y cutrez que -a mi modesto entender- toda banda punk debería poseer. ¿Nombres?, pues "The Drones", "Eater", "The Pop Rivets" o el que nos ocupa, "The Pork Dukes".
Nacidos como una coña (había quien creía que tras el nombre se ocultaban músicos famosos y respetables con ganas de divertirse), la especialidad de los "Pork Dukes" consistía en letras totalmente escatológicas, sexualmente explícitas y garrulas, así como una estética muy peculiar perfectamente reflejada en los diseños de sus portadas, con dibujos crudos de un cerdo haciendo cerdadas. Hasta cierto punto, podría decirse, fueron un precedente de "Macc Lads" o incluso "The Yobs". El sonido de los "Pork Dukes" es el clásico "pop razonablemente acelerado y sucio" que sonaba en plena fiebre 77. Tras armar un poco de escándalo, y alterar el flujo vaginal de feministas (sobre todo gracias a canciones como "Marxist Leninist Feminist"), el grupo puso freno a sus actividades en 1979.
Pasados veinte años, el estupendo sello "Damaged Goods" lanza un recopilatorio la mar de completo y bonito de ver, "All the filth!". Su buena recepción podría tener algo que ver con que, no mucho después, los "Dukes" deciden volver a la acción, echando mano de un sonido más limpio, trabajado e inevitablemente carente del gracejo y la garra (guarra) de sus trabajos previos. Desde entonces se han ido dejando ver, o incluso editado algo nuevo, pero sin mayor trascendencia.
Ante tan deprimente panorama, siempre nos quedan las canciones perfectamente gozosas que parieron en su etapa de mayor inspiración, con títulos tan llamativos como -tiro de traducción literal vía internete- "Masturbador telefónico", "Melody Maker, no sois más que una panda de babosos", "Chicos sucios - vosotros sucios coños", "Me gustan tus grandes tetas - A ver si se ajusta" o, mi favorita -de hilarante, salvaje, graciosísima y absurda letra-, "Mi madre me regaló una pistola en Navidad"...



sábado, 10 de mayo de 2025

LA BESTIA DEL REINO

Según datos fiables, cuando los dos Terrys pertenecientes al clan "Monty Python" -es decir, Gilliam y Jones- compartieron la dirección del largometraje de debut del grupo cómico, uséase "Los caballeros de la mesa cuadrada", chocaron sobre todo en un aspecto: el detallismo. Por lo visto, al yanki del grupo (Gilliam), le pirraba eso de currarse hasta la extenuación el aspecto plástico de cada puñetero plano, fijándose en lo más nimio a la búsqueda de una ambientación medieval tan perfecta como realista. Y, claro, ello atrasaba el rodaje para mayor desesperación de su compañero, Jones, más práctico y acostumbrado al modo televisivo -y rápido- de ejecutar las cosas. Tal vez, a causa de la posible insatisfacción resultante, Gilliam se lio con otra fábula medieval en cuanto tuvo ocasión (solo dos años después), "La bestia del reino" y, esta vez, comandada exclusivamente por él, a su gusto, pudiendo dedicar el tiempo necesario (a pesar de contar con escaso montante y, por ello, limitando muchas veces las tomas a una única oportunidad) a las mariconadas estéticas. Y, tal vez again, por ello la ambientación de los años oscuros resultante es aún más sucia, cutre, degradada y, claro, detallista, de lo que fue en "Los caballeros de la mesa cuadrada". Justo, toda aquella "lugubredad", los pasillos de los castillos envueltos en perpetua sombra, los parajes siempre neblinosos, los dientes negros de prácticamente el reparto completo, las pústulas en la piel, etc, etc... fueron lo que me traumó cuando la tele de Cataluña la programó siendo yo un impresionable jovenzuelo. Eso y, por supuesto, el tremendo despliegue de gran guiñol y chorreante gore. Todos conocemos lo mucho que a los "Python" les molaba, eventualmente, tirar de esas maneras en sus películas. Se supone que era John Cleese su más dedicado practicante. Pero, visto lo visto, Terry Gilliam también tenía mucha culpa. En "La bestia del reino" dichos excesos sanguinolentos alcanzan cotas brutales, de difícil digestión para un crío. Lo que, como decía, sumado a toda la cochambre y mierda abundante, pues imaginen el resultado. Tal vez por ello el film, según leí ayer mismo, gasta cierta mala fama. Especialmente considerando la dirección que tomaría la carrera de su responsable, mucho más reputada y culturamente aceptable -para el resto, no es mi caso-. Pero "La bestia del reino" (simpático título patrio del muy musical y original "Jabberwocky") era SU película de debut y el muchacho, joven y cargado de energía, se dejó llevar por el lado salvaje.
Remarco lo de SU porque, inevitablemente, y como solía ocurrir en la época, durante muchos años se consideró "La bestia del reino" como un film de los seis "Monty Python" al completo (ver imagen acompañatoria como ejemplo). Algo trasladable también a la siguiente obra de Gilliam, "Los héroes del tiempo", y que a él le cabreaba como una mona en celo. Tanto como para incluso batallarlo legalmente, hasta lograr que un juez dictaminara como "castigable" dicha equivocada (o mal intencionada) asociación. Las pelis de Terry Gilliam son única y exclusivamente de Terry Gilliam, aunque para parirlas contara con ayuda eventual de otros "Python" y estas guarden paralelismos con la obra del sexteto. En el caso de "La bestia del reino" la cosa es evidente. Su semejanza y conexiones con "Los caballeros de la mesa cuadrada" resultan inconfundibles y directas, tanto como recibir un sopapo. Diría incluso que hay guiños buscados aposta. La presencia del invencible y misterioso "Caballero Negro" está entre los más obvios. También el nombre del personaje protagonista, Dennis, encarnado -en ambas películas- por el entrañable integrante del clan Michael Palin. Igualmente encontramos al "otro Terry", Jones, en un papelillo memorable (supongo que sería todo un gusto para él poder vérselas en semejante tesitura sin tener que discutir con su colega). Y, dato curioso, el mismo John Cleese rechazó la oferta para participar. Gilliam, además de dirigir, co-guionizar y unas cuantas cosas más, se marca un cameo en el que es llamativamente devorado por la bestia del título, lo mismo que el otro Terry. En ambos casos los cadáveres quedan reducidos a un esqueleto sangrante con puntuales pedazos de chicha en sus masticados huesos... y, ¡¡cuidao!!, la cabeza perfectamente impoluta. Desconozco si fue un efecto buscado aposta por sus responsables, pero en la época, durante el visionado vía televisión, fue un familiar el que detectó que dicho modo de proceder por parte del monstruo era igual al de "comer sardinas", te zampas todo menos el perolo. Muy gracioso.
Pues sí, la cosa va de criatura hedionda aterrorizando un reino. En eso que un jovenzuelo de noble corazón, pero algo lerdo, llega en busca de fortuna. A pesar de su primigenia mala suerte, terminará por accidente enfrentado a la bestia, venciendo y llevándose los respectivos laureles... aunque, en este universo, y en la mente del mal lechado Gilliam, ello no se traduce, para nada, en un final feliz. Toda "La bestia del reino" gasta un cabronismo notorio. Es más, diría que la misantropía chorrea por sus fotogramas. Apenas abundan los personajes positivos. Aquí todo dios es despiadado, interesado, traicionero, imbécil y cruel, muy cruel.
En fin, disfrutaría como un enano detallando las muchas amputaciones, mutilaciones y barbaridades que presenciamos asombrados a lo largo del film (algunas dignas de "Mal Gusto", y no voy desencaminado, el propio Peter Jackson ha declarado en sendas ocasiones que su sentido del gran guiñol es pura consecuencia de un amor procesado a "Monty Python" y, entendemos, los curreles individuales de sus integrantes) o deteniéndome en el aspecto del monstruo. Alucinante. Algo así como una gallina diabólica. Cojonudamente diseñada y ejecutada. Pero todo eso se lo dejo a ustedes, si es que no han tenido todavía la sabia idea de consumir esta película. Una que sin ser redonda, ni especialmente graciosa -de hecho, a ratos le pesa el culo-, merece la pena por sus muchos aciertos y sorprendentes salidas. En cualquier caso, y por no perder las viejas costumbres -ni formas-, comentaré brevemente algunos de los rostros que asoman por sus fotogramas, todos ellos inconfundiblemente británicos (a pesar de contar con un director de origen yanki) y asociados a títulos muy propios de la naturaleza de este ciber-antro: John Le Mesurier (de "El hermano más listo de Sherlock Holmes"), Bernard Bresslaw (el cíclope de "Krull"), Neil Innes (algo así como el séptimo "Monty Python", uno especialmente interesado en el apartado musical), Bryan Pringle (el siniestro criado de "Terrorífica luna de miel", otra curiosa conexión con Gene Wilder), la tetuda y carnosa Alexandra Dane (mostrar escotazo fue una constante a lo largo de su carrera, sobre todo en comedias picantonas), Brian Glover (el malcarado cliente de "La oveja degollada" en "Un hombre lobo americano en Londres") y nada menos que David Prowse, es decir, el "Darth Vader" original. Ese mismo año 1977, mientras alcanzaba velada notoriedad encarnando a tan icónico villano, intervenía en el film de Terry Gilliam nuevamente oculto tras un casco y su armadura bañadas en negro tizón.