sábado, 29 de junio de 2019

LA REDENCIÓN DE "SCALPS"

¿Cuál es la película más aburrida que han visto en su perra vida? Yo lo tengo muy claro: "Sábado 14 / Scream" de Byron Quisenberry sería la ganadora indiscutible. Creo que intenté consumirla tres veces, sin lograrlo. Pero hasta la llegada de tal pequeño bodrio de legendaria caratula española, el podio lo ocupaba imbatible "Scalps", el segundo largometraje profesional del rey del zetismo norteamericano por ahí los años ochenta, Fred Olen Ray. Esta sí la terminé, tras hacer un incontable número de intentos y por una cuestión de fe. Yo era FAN de su director y me parecía indecente no verla completa.
Ray venía de rodar su encantadora y ferozmente artesanal "The Alien Dead" y no debutaría en el formato standard de los 35mm hasta la que haría tres, la no menos zopenca/simpática "Alien 3/Biohazard". Se rumoreaba que "Scalps" había sido facturada en súper 8, por su look granuloso, pero no, se filmó en 16mm (tal y como demuestra la imagen adjunta) desde la más rutilante independencia.
Eran otros tiempos para el amigo Fred. Él nunca ha sido muy amigo del gore, ni del material escabroso. Siempre se ha declarado ante todo fan de los monstruos y del terror clásico. Pero a principios de los años 80 tenías que complacer al público y, sobre todo, al distribuidor si querías estrenar en salas, aunque fuesen las de la calle 42 en doble sesión con una peli erótica italiana. Así que Ray se vio obligado a meter sangre y una escena de violación. Es por ello que "Scalps" no solo es la peli más aburrida de su director (de su época "buena", claro, porque seguramente todos los pseudo telefilms que ha rodado los últimos años son mucho peores), también la más gráfica. O "mal lechada". Y la que menos le gusta a él.
Sin embargo, de nada le sirvió contentar al distribuidor, ya que este cogió la peli e hizo con ella lo que le vino en gana. La destrozó, aunque hablando de algo como "Scalps" suene un poco absurdo. Todos los que la vieron en su época recordarán ese bicho con cara de león que sale al principio. Bien, esa era una imagen pensada para asomar más adelante y durar mucho menos. De hecho, la mayor parte del material que veíamos solo era un test para probar el efecto. De esta manera cantaba mucho más su condición de moñecote. Luego, cuando los protas llegan hasta una tienda regentada por indios, vemos un rápido e inexplicable collage de imágenes sobre los pieles roja y su estirpe. Un sinsentido que sustituía/tapaba una rápida sucesión de los momentos más impactantes que le esperaban al espectador, en plan premonición. De haber dejado el material ahí, pues oiga, hubiese hecho la función de aviso para la desconfiada platea. Sabrían que, si tenían un poco de paciencia, verían cosas chulas. Pero al quitarlo lo único que lograron fue ampliar el espectro de bostezos. 
Y puestos a cagarla, resulta que algunos distribuidores pensaron que las escenas "extremas" lo eran demasiado y las acabaron cortando, por lo que desprendieron a "Scalps" de cualquier atisbo de algo disfrutable. De hecho, hay una degollación brutal que no tiene nada que envidiar a lo que Tom Savini lograra en sus mejores tiempos. Claro, las fotos que corrían por las páginas de la prensa especializada extranjera -que era la única disponible entonces- eran de todas estas secuencias censuradas o acortadas (ver imágenes adjuntas), por lo que uno se montaba una peli mucho mejor de lo que luego terminaría tragándose. Normal pues la decepción y el cabreo.
Harto de ver correr por el mundo una versión tan chunga, Fred Olen Ray se hizo con todo el material original disponible de "Scalps", ya fuese el negativo como alguna copia de vídeo. Reconstruyó el pifostio y lo lanzó en dvd a través de su propio y simpático sello, "Retromedia". El resultado final no es que haga de la peli algo muchísimo mejor. Sigue siendo aburrida. Pero sí es cierto que la arregla un poquito, le devuelve su sentido del "exploitation", recupera las escenas más gráficas y, sobre todo, aclara una fotografía ultra-oscura que en el VHS español impedía que viésemos nada con claridad, incrementando así la sensación soporífera. Dicho de otro modo, en realidad "Scalps" no es TAN HORRIBLE. Culpen a los distribuidores y a los censores.
Añadir que todas las pelis de Fred Olen Ray que él mismo lanza bajo su sello, disponen de, además de interesante material extra, un audiocomentario altamente ameno del cineasta. Así era el de la encantadora "The Alien Dead". Y así es el de "Scalps", donde Ray se dedica a narrar todo el rollete que les acabo de meter.

viernes, 28 de junio de 2019

BIENVENIDO MISTER CAGADA

Cuando a Luis García Berlanga le ofrecieron escribir sus memorias, a este le echó para atrás el hecho de tener que escribirlas. No hubo problema; Jess Franco se ofreció a pasar alguna que otra hora escuchando lo que tenía que decir Berlanga para después transcribirlo. Y al resultado lo titulan “Bienvenido Mister Cagada, memorias caóticas de Luis García Berlanga”. Lo de caóticas, casi parece una excusa para justificar lo que, efectivamente, son unas memorias caóticas que aunque suelen llevar un orden cronológico, de vez en cuando van para adelante y para atrás en el tiempo, deteniéndose y reflexionando, al margen de estos recuerdos, dónde a Berlanga le da la real gana. Tampoco este quería ofrecer unas memorias al uso. Entonces, se juntan el hambre y las ganas de comer y juntos paren este libro que siendo caótico como se anuncia, al menos no es un ladrillo. Es ameno, a veces muy divertido y otras (las menos) completamente insufrible. En todo caso, se lee con agrado todo el tiempo.
Sin embargo, la figura de Franco pesa más en mi particular idiosincrasia que la de Luis García Berlanga y condiciona mi lectura. ¿Qué quiere decir esto? Que se me cruza un cable leyendo. Es decir, como soy consciente de que el libro está escrito por Jess, mi mente me hace una mala pasada y me hace visualizar todo el relato protagonizado por Jess y no por Berlanga. Al menos, la primer parte del libro, cuando entran ya en terrenos cinematográficos, por asociación de las películas, ya sí, visualizo a Berlanga. Esto es bastante coñazo, aunque, claro, no es un problema del libro.
Jess Franco escribe de una manera directa y amena, agradable y con un ritmo fluido que, a rasgos generales, se disfruta. Es cuando el relato de Berlanga es un poco mas pesado cuando a uno le cuesta continuar, pero pronto se retoma el interés porque, o se van por la tangente, o cuentan una batallita curiosa.
Así, Berlanga y Jess le pasan factura a los tiempos de Berlanga en la división azul, se repasa someramente todas sus películas, se reflexiona sobre la era digital, se confiesan pasiones eróticas que ya eran vox populi y, en definitiva, se nos cuenta la vida de Berlanga y su relación con el cine de manera caótica y relajada.
Eso sí, como le pasaba a Jess en sus propias memorias, a Berlanga, le da pereza rememorar sus rodajes por lo que el lector se queda con ganas de saber más detalles al respecto de las películas. En ese sentido se queda cojo. Entonces, siendo el resultado un tanto irregular a rasgos generales, cerramos la reseña diciendo un manido, pero honesto, podía haber estado mejor.
Pero tampoco pasa nada por enfrentarse a él, son apenas 300 páginas.

miércoles, 26 de junio de 2019

ARBOR DAY

De las páginas de la mítica "Mad Magazine" viene esta divertida parodia de una clásica película "slasher". Su director, Gore Gruesome, nos explica de qué va "Arbor Day", en la que un maníaco con sierra mecánica despacha a un grupo de adolescentes y luego alimenta a un pueblo entero con su carne. Una guasa entrañable con todos los tópicos en perfecto orden.
Los geniales dibujos del inimitable Jack Davis ponen la guinda al pastel.

Para leer cómodamente: sitúen el ratón sobre la imagen y presionen tecla Ctrl + botón izquierdo.









sábado, 22 de junio de 2019

DOWN

Gracias a "El Ascensor", el holandés Dick Maas se convirtió en blanco de interés por parte de Hollywood. Le ofrecieron dirigir la segunda "Pesadilla en Elm Street" y un vehículo de lucimiento para Jean-Claude Van Damme. Pero Maas, quizás henchido de soberbia, los rechazó. A la larga, se arrepintió como se arrepienten los elefantes: enormemente. Tal vez por eso mismo, pasado un tiempo prudente, el cineasta se planteó "Down" como una nueva -¿y definitiva?- oportunidad para asentarse en el cine norteamericano. Pero no lo consiguió. Aunque esta vez hubo un motivo de peso: Los atentados del 11-S, ocurridos justo entre el final del rodaje de "Down" y la fecha de estreno, que se planeaba como muy amplia y fue finalmente cancelada (saliendo directamente en dvd dos años después). De hecho, nada más comenzar la película vemos un skyline con las torres gemelas. En un diálogo se hace mención a ellas y a su casi destrucción accidental. Y también se habla mucho de terrorismo. Junto al teaser del "Spider-man" de Sam Raimi y "La máquina del tiempo", "Down" fue una de las películas afectadas por tan terrible hecho. Siempre me pregunté por qué no supe de su existencia en el momento. Y por qué nunca llegó a España en ningún formato (o eso creo). Ahora ya lo sé. Y lo lamento por Dick Maas, fue un auténtico golpe de mala suerte que acabó con su sueño de conquistar América. Regresó a su tierra natal y ahí ha seguido haciendo cine hasta hoy (aunque no le va ni tan mal, ha triunfado como la cocacola en el mercado asiático con "Presa" y se prepara documental en torno a su persona).
Para la ocasión, Maas pensó que lo más fácil era hacer un remake de su película más conocida y respetada a nivel internacional, la misma "El Ascensor". Uno que contentara a la audiencia yanki. Así que aparcó los elementos oscuros, terroríficos y "humanos" de aquella (como los problemas de pareja del protagonista, en esta ocasión reducidos a la mínima expresión), se quedó con los más llamativos y los reorganizó aplicando un tono de carrusel, de montaña rusa, a ratos algo excesivo. Redujo también la seriedad del invento, añadiendo esas dosis de humor tan suyas y, por lo general, tan irritantes. El resultado es mucho más luminoso, espectacular, "grandilocuente", una auténtica fanfarria tan desmadrada que incluso un ficticio presidente de los Estados Unidos llega a formar parte de una trama que ya se deberían conocer: Los ascensores de un edificio cobran vida y comienzan a matar a la peña. Un mecánico y una periodista harán todo lo posible para resolverlo y sacar a la luz cierto misterio oculto.
Ese desesperado deseo de integración y aceptación hace suponer que Dick Maas contendrá la mala baba y los escasos pero impactantes toques truculentos del film de 1983. Sin embargo, y aunque tardan en hacerse ver, al final tenemos algo de chicha y mala uva. Retomamos las ideas que funcionaban en la original (el ciego que cae por el pozo. Encima este arrastra a su pobre perro. El vigilante decapitado. O la niña con la muñeca) y añadimos algunas nuevas bastante potentes (los odiosos patinadores y cómo la palma uno de ellos y, sobre todo, la gran escabechina que provoca el ascensor al abrir su suelo y dejar caer a un puñado de pasajeros que se estrellan salvajemente contra las bigas. Entre ellos, un niño). Al final lo que tenemos es un mejunje algo atolondrado, con momentos de considerable bajona -como su título-, pero que se salva gracias a otros bastante vibrantes.
El reparto es curioso y florido. James Marshall se había ganado un nombre gracias a "Twin Peaks", "Down" podría haber sido su vehículo de lucimiento, pero le pasó lo mismo que a Dick Maas, la mala suerte se cernió sobre él. Noami Watts, justo antes de protagonizar "Mulholland Drive", interpreta a la cargante periodista. Junto a estos, rostros tan populares como los de Michael Ironside, Edward Herrmann, Dan Hedaya, Ron Perlman y un jovencísimo Ike Barinholtz.
Ciertamente este "Down" es menos "de terror" de lo que era "El Ascensor"... y lo echamos de menos. No trasciende ni aporta nada que valga la pena rememorar, pero tampoco ofende. Como se suele decir, de Domingo por la tarde.

viernes, 21 de junio de 2019

ALLEY CAT

Película zetosa y más mala que un dolor, cuyo aliciente es que tenemos combinadas a partes iguales unas cuantas dosis de vigilantísmo femenino, otro tanto de artes marciales de baratillo y otro poco de WIP, junto con cuatro o seis de las mejores tetas y dos de los mejores culos que se pueden ver en una película hecha con cuatro pesetas. No se dejen engañar por el estupendo cartel; no es una película española de los tiempos de la movida. Se trata de una película dirigida a seis manos por el filipino Ed Palmos, de extensa filmografía en su país natal y hasta cierto prestigio, en colaboración con Víctor M. Ordoñez y All Valleta, que no han dirigido nada más a parte de esto, aunque Valleta ha hecho de actor en varias películas. A esta triada con tanto apellido exótico, no se le ocurrió otra cosa que firmar la película bajo un pseudónimo que sonara algo más anglosajón que sus nombres y, así de paso, hacer parecer que la película la dirigía un solo individuo. El pseudónimo en cuestión es de fardona sonoridad: Edward Victor. “Alley Cat” es un proyecto filipino que tras unas buenas gestiones se rueda en USA y con capital y equipo norteamericano, algo así como un exploit de “El justiciero de la noche” y “Calles Salvajes”, pero extremadamente pobretón e incompetente.
Cuenta —de muy mala manera— como una pandilla de delincuentes intenta robar los tapacubos de un coche aparcado en una acera. Resulta que este coche es de Billie, una aspirante a cinturón negro con muy malas pulgas que vive en la casa de al lado, así que, les da una pequeña palicilla a los malhechores. En consecuencia, estos zurrarán  al  abuelo octogenario (pero interpretado por un sesentón) de la chica, por lo que esta decidirá  emprender una cruzada contra ellos con tan mala suerte, que cuando acude al rescate de una damisela que va a ser violada por ellos, evita esa violación, pero es capturada por la policía que la lleva a juicio por ir armada, por lo que entra en prisión. Un joven madero se enamora de ella, paga la fianza y juntos lucharán contra esa panda de delincuentes, lo que generará la continua entrada y salida en la cárcel de nuestra heroína.
Un puto coñazo tedioso y absurdo que no deja de tener cierta gracia por lo cutre que es todo, por esos diálogos soltados sin ganas y escritos por alguien con autismo y, sobre todo, por esas escenas de acción tan mal coreografiadas y sosas. A parte, como les he dicho antes, los manojos de tetas. Puro cine trash.
Lo mejor de la película es que nos presenta como estrella absoluta a Karin Mani, una especie de versión cutre y temprana de Cyntia Rothrock que reparte estopa y que además está verdaderamente buena, por lo que, como no podía ser de otra forma, además de dar mamporros, protagoniza escenas eróticas ya sean estas de corte heterosexual, ya sean lésbicas y entre rejas. La muchacha, algo hábil dando patadas, pero nula en lo referente a la interpretación, no tuvo demasiada suerte, por lo que sus apariciones en el cine fueron un visto y no visto, limitándose estas a esta película y su participación en “Angel 2” con un pequeño papel y como especialista.
Con un montón de problemas de producción, quedándose esta sin dinero en varias ocasiones mientras rodaban, “Alley Cat” es una película que pasó inadvertida durante años para los aficionados, pero durante los últimos tiempos, estos parecen haberse dado cuenta de que esta película existe gracias a sus recientes ediciones en DVD, especialmente la amparada bajo la colección “Katarina’s Kat Skratch cinema” que apadrina la musa de la lucha libre Katarina Leigh Watters y que aglutina películas de acción un tanto curiosas, bizarras o extrañas, por lo que, aunque sea treinta y tantos años después, estamos ante una verdadera película de culto. Pero es bastante sosita, no llega a ser lo suficiente memorable como para tenerla muy en cuenta en lo que a buen cine trash se refiere. Ver, saciar curiosidad, olvidar para siempre.

lunes, 17 de junio de 2019

MALIZIA

Me imagino el impacto que causaría, a finales de los 60, la irrupción de Salvatore Samperi y su cine erótico en las pantallas de medio mundo y su gusto por realizar aquellas películas que deambulaban entre el erotismo más exacerbado y el más absoluto sensacionalismo en las que, en el mejor de los casos, la trama principal la sostenía la relación sexual que pudieran mantener una señorita adulta y un mocoso adolescente salido como un mono. La cosa se ponía más tensa cuando, además, la señorita madura era miembro de la familia del adolescente salido. Amén de esa cantidad de desnudos que en sus películas nos ofrecía, desprejuiciadamente, una estupenda —y desmesuradamente bella— Laura Antonelli.
Semperi, iba para erotómano de prestigio, sin embargo, el éxito de la película que nos ocupa, “Malizia”, le encasilló de tal manera que la posibilidad de convertirse en una suerte de autor se desvaneció para devenir en una especie de padre de la comedia sexy italiana. Obviamente, los paralelismos entre la comedia sexy y el cine de Semperi es notorio, y si bien se vio abocado finalmente a llevar unos niveles de calidad nimios a medida que su carrera avanzaba, con “Malizia”, supo marcar la diferencia. Para mí, una de las mejores películas del cine italiano. Una divertida comedia, pero también es un drama. E incluso juguetea con el terror. Y, por supuestísimo, a Salvatore Semperi, teniendo películas divertidas e interesantes, ninguna le salió tan buena como esta.
Parte de la culpa de lo estupenda que es “Malizia”, la tiene el director de fotografía Vittorio Storaro, recién salido de fotografiar “El último tango en París” y que quizás, sin él tras la cámara y la iluminación, “Malizia” podría haber resultado otra pobretona y chabacana película sexual  italiana más de la época. La fotografía de Storato, la dota de cierta clase.
“Malizia”, podría entrar de lleno en esa categoría que en mi libro “Screwballs, 101 comedias sexuales” tuve a bien bautizar como “películas de graduados” y que directa o indirectamente serían una consecuencia de “El Graduado”, en las que el único requisito sería  que una mujer adulta seduzca a un jovencito —o viceversa—. Sin embargo con “Malizia”,  los tiros van por otro lado, porque más allá de la seducción que pueda ejercer una mujer adulta sobre un jovencito, aquí lo que se trata es el brutal acoso sexual al que somete un adolescente a su futura madrastra, sin que esta actitud sea condenable o denunciable en ningún momento, sino que lo normaliza.
En otro orden de cosas y al margen de alguna actitud reprobable (que me la suda), “Malizia” cuenta en su haber con algunos de los desnudos (de Laura Antonelli) más sugestivos y excitantes de la historia del cine.
Tras la muerte de su mujer, un empresario de la industria textil se plantea como va a llevar su negocio, la casa y sus tres hijos, cuando su mujer, poco antes de morir, dejó contratada a una empleada del hogar, Angela. Ella es  una absoluta belleza, súbitamente pulcra y se ocupa de los quehaceres de la casa de manera extraordinaria, motivo por el cual su jefe se enamora perdidamente de ella. No solo eso; dos de sus hijos, un veinteañero y un adolescente —que está más salido que un mono y que ya tiene un buen historial en lo que a meter mano a señoras talluditas se refiere— también beben los vientos por ella, lo que acarreará la discordia entre los miembros de la familia, máxime cuando el padre de los chicos y Angela deciden casarse. En represalia, el adolescente comienza su particular y brutal acoso sexual, acoso que Angela consiente y que parece incluso excitarla, por lo que entran ambos en una extraña espiral sexual.
Se trata de una película imperecedera, un clásico absoluto  del cine italiano, un producto injustamente infravalorado pero con un asombroso culto alrededor del mundo. La película tiene locos a un buen sector de los cinéfilos más erotómanos del globo terraqueo.
Estrenada en el prestigioso festival de Berlín de1974, tanto Laura Antonelli como Turi Ferro (el padre del pequeño chimpancé salido), se alzaron con los premios a mejor actriz y mejor actor respectivamente.
Antonelli, a posteriori, se convirtió en uno de los mitos eróticos mas importantes del cine italiano, combinando producciones de mayor prestigio con otras de carácter meramente exploitation. Sin embargo, ya en su ocaso, Antonelli fue relacionada con el consumo y tráfico de drogas, por lo que ya no levantó cabeza.
Asimismo, peor suerte correría su partenaire masculino en “Malizia”, el adolescente Alessandro Momo que contaba con tan solo 15 años cuando rodó la película. Tras “Malizia”, y siendo uno de los actores jóvenes más prometedores del cine italiano, repitió al año siguiente con Semperi y Antonelli en  la película de similar temática “Me gusta mi cuñada” para ese mismo año hacer un papelón junto a Vittorio Gassman en “Perfume de mujer” siendo su ultima intervención en pantalla. A finales de ese mismo año, con tan solo 17 años, fallecía Alessandro Momo víctima de un fatal  accidente de moto. Una pena.
Como Semperi ya solo hacía productos de baja alcurnia, 20 años después, trató de recuperar el tirón de su mayor éxito y rodó, sin mucho sentido, una secuela donde sus protagonistas han envejecido notablemente y tan absurda que el espectador se sonroja por momentos; “Malizia 2000”, donde repetirían Laura Antonelli y Turi Ferro. Un despropósito fílmico.
Por otro lado, la película “Sueños eróticos” con Sylvia Kristel, se comercializó en algunos países como si fuera una secuela de esta bajo el título de “Malizia 2”. Cosas de la época.
“Malizia”, es verdaderamente una película estupenda. Muy, muy buena.

sábado, 15 de junio de 2019

SESIÓN DOBLE : LA LEYENDA DE RAGNAROK + PRESA

La leyenda de RagnarokUn arqueólogo -y padre viudo- anda obsesionado con resolver un misterio relacionado con la presencia de vikingos en cierta parte de Noruega. Un día, un socio le trae una especie de mapa hecho en piedra que demuestra que sus teorías no andan desencaminadas, así que se pira a un lago en busca de respuestas, arrastrando con él a sus hijos. Encontrará cascos, espadas y esqueletos sí, pero también al monstruo gigantesco que daba sentido al mito de Ragnarok.
"La leyenda de Ragnarok" vendría a ser como una película de las que hace "Syfy Channel", pero bien. Su procedencia Noruega marca una leve, muy leve, diferencia con respecto a los productos con monstruo costroso típicos del canal en cuestión. Cierto que la trama no deja de ser algo previsible, y las salidas narrativas también bastante evidentes, pero aquí digamos que el tono es más calmado, más realista, mejor explicado, interpretado y dirigido. Amén de que el bicho de rigor sea menos chapucero de lo habitual.
Mikkel Brænne Sandemose, responsable del "slasher" "Fritt vilt III / Cold Prey 3", se marca una de aventuras y fantasía casi para toda la familia con irremediable tufo Spielbergiano (Indiana Jones + Parque Jurásico, por así decirlo) pero haciendo gala de una sobriedad que alguien afirmaría es propia del supuesto gélido carácter del país productor. Tanto le molan estas movidas a Sandemose, que repitió en 2017 con "La leyenda del gigante de la montaña" y su respectiva secuela recién estrenada.
Si a alguien se le pasa por la cabeza la palabra "oportunismo" con respecto a cierto blockbuster con superhéroe, que sepa que "La leyenda de Ragnarok" le precedió cuatro años. Y si no lo digo, reviento: me hizo mazo de ilusión ver escenas rodadas en un museo Vikingo que tuve el honor de visitar en mis vacaciones por allá Oslo hace ahora tres años.
"La leyenda de Ragnarok" es un producto del montoncillo pero que se puede ver sin problemas y entretiene lo justo.
Presa : En estos tiempos que corren en que todo se reivindica, me sorprende que el fandom siga ignorando de forma tan drástica a alguien como Dick Maas. No olvidemos que este caballero tiene en su haber un pequeño clásico de los ochenta, "El Ascensor", además de cosas tan dignas y/o populares como "Amsterdamned, misterio en los canales" y "Una familia tronada". Incluso trabajó para la serie "Las aventuras del joven Indiana Jones". ¿Será porque no es norteamericano?. A saber!.
Independientemente de ello, Maas continúa haciendo películas y aunque ninguna de ellas sea la repolla, son productos dignos que cumplen con su principal función, que es la de entretener.

Eso mismo podemos aplicar a este "Presa", parida en 2016 y que, de momento, se erige como su último largometraje concluso. Otra muestra más de una trama que encajaría perfectamente en el "Syfy Channel" por su trillado argumento: Un león aparece en Amsterdam y comienza a atacar a todo quisqui. Las autoridades contactan con una zoologa para que ayude. Esta traerá a un ex novio que es experto cazador y que será quien se enfrente con el animal hasta sus última consecuencias.
Nada nuevo bajo el sol. El león es puro CGI de calidad media/alta. Pero no molesta. Dick Maas trufa toda la peli con esos típicos momentos de comedia tan incordiantes que le gustan. Pero ya lo sabemos y no se lo tenemos en cuenta. Y finalmente, como guinda, unas dosis de truculencia agradecida y cierta mala leche que, supongo, no estaría de ser un producto Hollywoodiense. Concretamente el león se zampa a un par o tres de críos y sin florituras que valgan.
Así las cosas, "Presa" se erige como una peliculita prescindible, de Domingo por la tarde, pero que se deja ver sin mayores problemas gracias a las indiscutibles tablas del amigo Maas.

viernes, 14 de junio de 2019

HIP HOP LOCOS

Sabemos que una película es verdaderamente mala, pero mala a rabiar, cuando el resultado de esta es cine de vanguardia accidental. Pues eso es “Hip Hop Locos”. Este espanto podría pasar perfectamente por una pieza experimental de no ser porque las intenciones de su director, Lorenzo Munoz Jr, eran, a su modo,  muchísimo más pretenciosas que todo eso; quería hacer una película de terror con toques de cine de gangs y una suerte de found footage primigenio —que en 2001, año de producción de esto, todavía no era muy común—. Lo que le salió fue esta cosa.
A poco que chafardeémos por Internet, nos descojonaremos con las reseñas que hay de esta película en redes sociales como Letterboxd, o los comentarios de youtube donde está colgada, que se pitorrean de ella. Muchos la califican como la película peor hecha de la historia y ¿saben qué? creo que estoy totalmente de acuerdo con ellos. He visto todo tipo de películas, buenas, malas, chungas, muy chungas… a todo están acostumbradas estas retinas. Toda película mala tiene algo, alguna torpeza, algún diálogo, algo que las hace especiales. O bien es el particular carisma de sus inútiles directores los que les pueden dar a las malas películas es estatus de ser de culto.
“The Room” o “Magic London”, que a fuerza de ser tan malas al final son buenas y se proyectan para el público ajeno al cine malo que las ve sin mayor problema, son obras maestras en comparación con lo que han visto hoy mis ojos… es inenarrable.
De la trama nos enteramos porque al principio de la película hay un cartelito que nos la explica y que viene a decir algo así como que dos raperos latinos quieren irrumpir en la escena con su música, así que para financiarse su primer disco van a vender un poco de droga para invertir en ello, pero que la cosa se les va de las manos. Añade que el espectador va a ser testigo de todo eso. Y empieza la puta mierda más desasosegante que uno se pueda echar a la cara.  Entonces, la película está resuelta a base de planos fijos que simulan ser cámaras de seguridad; primeros planos de los dos protagonistas diciendo incongruencias durante minutos y minutos. Incluso de vez en cuando, en esos planos, se marcan unas rapeadas de tercera categoría  que ni riman ni hostias, ni vienen a cuento (como esos primeros planos de sus jetas, mismo), eternos paseos en coche en los que la cámara filma a la carretera, y los mejores momentos de acción, aquellos en los que sin venir muy a cuento nuestros dos protagonistas asesinan a sus clientes, sin que el espectador se inmute ante la sosería con la que matan  y las víctimas son matadas. Y lo mucho que tardan en matarlas, intuyo, que por un afán de conseguir algo de realismo. A esos planos eternos añádanle el hecho de que no se ve nada… está toda la película oscura y mal iluminada, por momentos solo vemos la pantalla en negro. Pero para más inri, en el montaje no se les ocurre otra cosa que pasar a negativo muchas de esas escenas ¡con lo que se ve menos todavía! Además de jugar con todos los efectos y filtros que venían en el programa de edición sin orden ni concierto, como para probarlos, y ahí se quedan todas esas chorraditas. Y para terminar de rematar la jugada, la banda sonora es una sucesión de ritmos de rap instrumentales que parecen concebidos con un Casio PT-6.
O sea que después del cartelito del principio, comienza una sucesión de escenas y después la película se acaba con los protagonistas rapeando a cámara. Y ni tan siquiera sabemos si han conseguido el dinero para grabar su disco.
Todo apunta a que el responsable de esto es un verdadero retrasado mental; los títulos de crédito finales en los que crea categorías inexistentes y que en todas ellas el único acreditado sea el propio director, nos lo confirman.
Tan solo dura una hora y diez, pero a mí me ha parecido toda una vida. Una película, mala, mala, mala de verdad, pero tan mala que ni siquiera podrá ocupar un puesto en el olimpo de las pelis malas junto a “Troll 2”, porque es demasiado mala. Todo lo que yo les diga no va a servir de nada, me voy a quedar corto, así que les invito a que la vean si tienen cojones. Y por eso, “Hip Hop Locos” nunca será una película famosa. Ni falta que le hace. Nació para ser odiada y para que escribamos sobre ella cuatro gatos. Y ni por esas. Te deja horrorizado e indiferente. Aún así, sigue ganándose el derecho a ser la peor película de la historia, porque la peor película de la historia, ha de ser así, no como “The Room”. Ha de ser insulsa y subnormal.
Como fuere, el caso es que consiguió distribución en DVD en Estados Unidos por lo que considero que, efectivamente, América es el país de las oportunidades, solo que hay discapacitados que no saben aprovecharlas.
El máximo responsable de esta joya, el antes citado Lorenzo Munoz Jr. además del acusado retraso mental, tiene también alma de exploiter, tanto que en su filmografía cuenta con un mondo titulado ¡“Facez of Death 2000”! que directamente vende como secuela oficial de la mítica primera película, solo que por cosas de derechos al “Faces” del título, le quita la “S” final y la sustituye por una “Z”, y así queda como jerga hiphopera. Además, tiene otra película de raperos y terror en la línea de esta y  otro documental sensacionalista y rozando el mondo titulado “Paramedics”. Ahí es nada.
Después de “Hip Hop Locos”, Lorenzo Munoz Jr. debió cansarse de hacer cine por lo que desde 2001, no ha vuelto a hacer una película. Ya puede pasar a la historia.
Cómo dice un usuario de Letterboxd, el SOV tiene unos mínimos de calidad ínfimos, que “Hip Hop Locos” no cumple. ¿Defecto o virtud? Puta mierda en cualquier caso.
En esta linea de raperos y found footage pretendidamente terrorífico, recuerdo “El proyecto de la bruja del Hip-Hop”, cuyo reclamo principal era Eminen que apenas aparecía unos minutos y que era una cosa espantosa. Pues al lado de esta, aquello era una jodida obra maestra.

lunes, 10 de junio de 2019

LOS MATASANOS

Soy de los que piensa que en momento actual la comedia USA, capitaneada por aquellos otrora chicos Apatow, está en plena forma, No le pongo ni un punto ni una coma. Sin embargo me basta con visionar una comedia del montón de los años 80 para darme cuenta, que aún siendo estupendas las actuales, comparadas con todas aquellas películas no son más que puta mierda. Sirva como ejemplo una película pequeña, del montón, que fracasó en taquilla como esta “Bad Medicine”, traducida al castellano para su estreno en cines como “Los matasanos”y que servía para cambiar a Steve Guttemberg de ambiente —que no de registro— tras el mastodontico éxito de los dos primeros títulos de “Loca academia de policía”. Mientras que la comedia actual, por alocada que sea, trata por todos los medios de funcionar en un entorno creíble, las de los 80 pecan de todo lo contrario; son surrealistas y absurdas, y abundan las situaciones en las que es imposible creerse algo. Y ahí radica su virtud y, vive dios, que no está entrando en escena en ningún momento la nostalgia. En el caso de la que nos ocupa, desde el primer fotograma ya es graciosa.
Un estudiante de medicina al que sus padres han programado la vida para que sea médico desde el día en el que nació, no es capaz de ingresar en ninguna universidad de medicina debido a sus malas calificaciones, así que, contra su voluntad, su padre consigue que ingrese en la universidad de Madera en Latino América.  Una vez allí, no solo los estudiantes extranjeros son tratados de forma dura, sino que son enviados a un pueblo donde no hay hospitales con el fin de que hagan prácticas de la manera más precaria posible;  como el decano no se quiere gastar ni un duro en estas prácticas, los envía sin medicinas, motivo por el cual los estudiantes diagnostican enfermedades que no pueden tratar sin mediciamentos. A su vuelta a la facultad, una de las estudiantes, sensibilizada, decide liar a nuestro protagonista para robar medicamentos y volver al pueblo a tratar las enfermedades de los lugareños, motivo por el cual el decano les declarará una guerra abierta.
Realmente entretenida y divertida, con un ritmo y un vaivén de gags que propician que vista a día de hoy, aunque anticuada en el estilo, posee un carisma a prueba de balas y concluimos el visionado con una sonrisa de oreja a oreja y con dos o tres gags que perdurarán en la memoria. Amén de un reparto simpático y eficaz de la comedia de la época que no sobrevivió con honores a la misma; Además de Gutemberg tenemos a un descacharrante Alan Arkin, un Curtis Armstrong recién salido de “La revancha de los novatos”, una estupenda Julie Hagerty que despuntaba tras sus apariciones en “¡Aterriza como puedas!”, un principiante Gilbert Gottfried que no terminaría de despuntar en el cine y, haciendo de latino, el recientemente fallecido Taylor Negron con un rol secundario al que nos acostumbraría (y se acostumbraría) durante toda su carrera.
El film, inspirado en una novela de corte autobiográfico escrito por el Dr. Steven Horowitz y titulada “Calling Dr. Horowitz”, tuvo problemas de producción de todo tipo y no llegó a estar terminada el día en el que se supone que debía estrenarse, por lo que se estrenó meses más tarde suponiendo un pequeño fiasco financiero. Todo apunta, no obstante, a que tampoco hubiera funcionado de haber llegado a las salas a tiempo, y si así hubiera sido, tampoco se hubiera librado de la controversia que generó el tratamiento que en la película reciben los personajes latinos, apareciendo todos de la forma más estereotipada posible, siendo retratados como poco menos que salvajes y haciendo alarde de un racismo que si en los 80 fue criticado, hoy directamente hubiera sido condenado. Pues ¡qué paradoja! lo más gracioso de la película es precisamente  ese racismo estereotipador del que hace gala.
Curiosamente, y por abaratar costes, la película, que transcurre literalmente “en algún lugar de centro américa”, presumiblemente México,  fue rodada nada menos que en Murcia, en la localidad de Lorca donde, adecentando algunas calles con atrezzo para hacer parecer a Lorca un pobretón poblacho mexicano, no se preocupan en disimular otros aspectos meramente españoles como puedan ser las míticas cabinas telefónicas de  de Telefónica, los luminosos de las farmacias o los taxis españoles. Porque los productores debieron pensar: “México, España… La misma mierda, nadie se dará cuenta”. De hecho nadie se da cuenta, ni de la película misma que muy pocos la recuerdan ya. Y eso que, aunque en su estreno en salas españolas pasó inadvertido por mucho Murcia que apareciera en pantalla, sin embargo, era una cinta habitual de la CBS Fox que distribuía su material en los videoclubes de todo el país.
Muy graciosa.
Dirige, entre los cuatro o cinco productos televisivos con los que se ganó la vida, Harvey Miller, cuya otra película para cines, además de esta, fue “Un asesino muy ético”, que está más ninguneada incluso que esta.

sábado, 8 de junio de 2019

SESIÓN DOBLE: THE PRODIGY + LA PERFECCIÓN

THE PRODIGY : Una pareja joven estrena bebé justo la misma noche que un retorcido psicópata es cazado a tiros por la policía. Desde muy jovencito el niño demostrará tener un cerebro más desarrollado de lo normal para su edad, pero también unos arrebatos de mala leche bastante potentes. Poco a poco esta siniestra faceta se irá imponiendo para mayor escarnio de sus preocupados y sufrientes padres. Aunque la guinda la pondrá el día que un especialista se aproxime a ellos usando la palabra reencarnación.
"The Prodigy" parece de entrada una típica película de niño chungo. Y en cierto modo lo es, solo que con unas pinceladas de efecto sobrenatural que le dan algo más de lustre. Ayudan mucho y bien la capacidad de su director para crear momentos de suspense e inquietud (impagable el escalofrío que me desayuné con el cambio de faz) y las buenas interpretaciones del casting... adulto, porque el infante ciertamente flojea un poquito. Pero no tanto como para estropear el festín, uno bastante entretenido y que logra el cometido de todas las de su especie: activar la tecla del moderado acojone. 
Va incluido guiño/homenaje/mangoneo a Mario Bava.
LA PERFECCIÓN : Una violonchelista-niña prodigio se ve obligada a retirarse porque su madre cae enferma. Pasados diez años esta fallece, por lo que la chica retoma el contacto con su antiguo profesor y se hace muy amiga de la nueva chica prodigio de la academia. Tan bien se caen que terminan acostándose. Al día siguiente emprenden un viaje, pero a medio camino la nueva violonchelista comienza a encontrarse mal. Muy mal. Tanto como para vomitar gusanos y ver horrorizada que algo se mueve bajo su piel.
Leído así parece que estemos ante una nueva y cansina epopeya sobre zombies. O ante algo en la línea de David Cronenberg. Sin embargo, es solo la punta del iceberg y dice muy poco, o casi nada, de una trama que te depara varios giros tremendos totalmente inesperados. Así que no se lo tomen muy a pecho, porque no van por ahí los tiros. En realidad no puedo decir por dónde van sin mandar al peo la diversión. Y es que esta producción Netflix/Miramax puede presumir de una cualidad hoy día jodidamente difícil de encontrar en una peli: Es imprevisible. Y claro, así, cuando llegas al final, resulta que te has pasado la primera mitad preguntándote "¿Pero de qué coño va esto?" y la otra gozando de las consecuencias, por lo que el total resulta muy entretenido.
Richard Shepard, director, tiene en su haber un thriller también muy gozable, "La sombra del cazador" con Richard Gere.

viernes, 7 de junio de 2019

FIGHT THE POWER: RAP, RAZA Y REALIDAD

El aclamado libro de Chuck D, lider moral y espiritual del mítico grupo de rap Public Enemy —para los neófitos decir que son, más o menos, los Rolling Stones del rap— recibe en 2017 una revisión y actualización  debido a una edición adscrita a la licencia “Creative Commons” de 1000 ejemplares, que una editorial de carácter consciente y reivindicativo de Argentina tiene a bien publicar sin animo de lucro. Dicha edición, salvo por el prólogo actualizado de Chuck D y otro panfleto que adjunta uno de los responsables de la presente, dista poco de la original publicada en 1997, por lo que en ese sentido se queda un tanto desfasada. En 1997, Public Enemy, aunque no estaban en su mejor momento, si vivían tiempos de bonanza y aún no habían lanzado al mercado el último de sus grandes discos, el “He got game”, pero si disfrutaban de la popularidad suficiente como para permitirse el lujo Chuck D de hablar como lo hace, con absoluta aseveración, casi como si de un profeta se tratara, no ya del rap, si no de la cultura negra en general. Pero hoy en día, Public Enemy, aún activos, no son ni una mera sombra de lo que llegaron a ser, sacando discos auto editados que ponen a disposición de manera gratuita en la red porque el negocio de los discos ya no les deja una perra como para tomarse la molestia de seguir haciéndolo. Se dedican a grabar discos y regalarlos, que el dinero les viene por parte de los bolos, o en su defecto, de alguna parte ajena a la industria musical. Así, leer a día de hoy a un Chuck D en lo más alto de su carrera, pontificando, permitiéndose el lujo de decir el camino que debería llevar la industria del rap con el fin de conseguir algo grande sabiendo que a día de hoy puede que sea uno de los grandes losers de su generación (porque llegó a ser el más grande, precisamente) no deja de parecer una anécdota.
Con todo, leí gustoso este libro por muchos factores, sobre todo, el nostálgico. Public Enemy, posiblemente sea el segundo grupo de rap que escuché en mi vida (el primero fue Fat Boys) y aunque a día de hoy reniego de todo mensaje consciente que pueda encontrar en una canción (considero que los papeles son mejor medio para los panfletos políticos que la música), la única verdad es que disfruté (y disfruto) con la música de Public Enemy como un enano pese a su potente carga política. Cuando yo lo bailaba en las discotecas, tampoco podía imaginar del todo de lo que hablaban, así que, ojos que no ven… Como fuere, y aún  a destiempo, en esta edición de 20 años después de que fuera concebida, esta lectura era obligada para mí.
El libro claramente resulta irregular por como está planteado. Se basa en tres conceptos, que son el autobiográfico, el político y el racial, cosa que es más que obvia teniendo en cuenta el título del libro y quién lo ejecuta, pero claro, no comulgo con el nacionalismo negro con el que tan enfervorizadamente comulga Chuck D (no se puede comulgar con él a no ser que seas negro) ni me creo su política izquierdosa teniendo en cuenta que toda su carrera, sus grandes éxitos y sus mejores momentos los ha vivido estando dentro de una multinacional capitalista desde la que él ha soltado sus soflamas y ha cobrado el cheque, pero aún así, la pluma de Chuck es grácil, por lo que se lee con agrado. Otra cosa es que al lector blanco y peninsular le interese lo que tiene que decir Chuck en ese campo. Sí que me siento más identificado con aquello que dice él de hacer lo que uno cree que debe hacer al margen de todo y de todos y el derecho que uno tiene a cambiar de opinión según las experiencias vitales. Pero todo este panfleto no me interesa en absoluto de no ser por toda la parte autobiográfica, que si que me interesa y es la que me lleva a no saltarme páginas (entre otras cosas, porque va combinando estos conceptos en cada capítulo). La parte biográfica, centrada en la era pre-Public Enemy, en su gira con U-2 y en los problemas que tuvo el grupo ante las declaraciones antisemitas de uno de sus componentes, Profesor Griff, son material literario y autobiográfico de primera categoría; ahí Chuck D se luce como los mísmos ángeles. Da gusto leerlo. Lo malo es que cada buen pasaje es bombardeado a continuación por un panfleto político que hace que la estructura de este libro se convierta en una montaña rusa de emociones. Después del subidón de la parte musical, toca soportar el coñazo político. Una lata.
Con todo, se trata de un libro esencial para todo aquel, no ya que haya escuchado a Public Enemy, sino que se haya dignado en escuchar rap alguna vez en su vida: “Fight the power, rap, raza y realidad” es un diagrama perfecto de cómo era el Hip-Hop en su única década brillante, la de los 90.

jueves, 6 de junio de 2019

I DUE GATTONI A NOVE CODE... E MEZZA AD AMSTERDAM

Aunque represente un fenómeno equiparable, en más de un aspecto, al de ciertos dúos cómicos patrios (sin ir más lejos, Los hermanos Calatrava, con los que coincidirían en el tipo de humor, así como en la laya de los films que protagonizaron), el descomunal éxito cosechado por la pareja compuesta por Franco Franchi y Ciccio Ingrassia causa asombro y pasmo, en retrospectiva y desde una perspectiva no italiana, y no solo por el hecho de haber conseguido encabezar el reparto de más de un centenar de títulos (en su momento de mayor apogeo llegaron a rodar 23 películas en solo dos años, llegando incluso a codearse con estrellas de Hollywood de la talla de Buster Keaton, Jayne Mansfield o Vincent Price) sino, sobre todo, por haber gozado de una manera tan prolongada del favor popular protagonizando películas que, en su mayoría, eran rematada, inaceptablemente malas.
Lejos de erigirse en una moda pasajera, la carrera cinematográfica de los contrahechos Ciccio y Franco se desarrollaría durante algo más de tres décadas cimentándose en una clara estrategia comercial basada a su vez en esa ley del mínimo esfuerzo tan común, por otra parte, a la idiosincracia derivativa de la cinematografía transalpina de género: esto es, aprovechar el último éxito de taquilla para bautizar a una serie de películas en el fondo indistinguibles entre sí y que, en la mayoría de los casos, poco o nada tenían que ver con el título "parodiado". Así, y sin un criterio definido, los cómicos milaneses se atrevieron a "adaptar" a su peculiar manera desde prestigiosos ejemplos de cine de autor (por ejemplo, a costa de "El gatopardo" surgiría "I figli del leopardo"), del spaghetti western cómico con "I due figli di Trinitá" (o sea, la parodia de la parodia) e incluso de blockbusters yanquis como "El justiciero de la ciudad" o "El exorcista" con "Il giustiziere di mezzogiorno" y "L'Esorciccio", respectivamente.
Aunque sí que llegaron a filmar algún spoof  en sentido estricto tal y como los conocemos hoy en día (por ejemplo, en "El guapo, el feo y el cretino" se recreaban personajes, escenarios y situaciones directamente extraídas de "El bueno, el feo y el malo") en la mayoría de los casos, y teniendo en cuenta esa ley del mínimo esfuerzo que antes comentábamos, se tomaba el film a explotar como mero punto de partida a partir del cual trazar una mínima línea argumental en la que el privativo, localista y vodevilesco sentido del humor de la pareja (basado en el slapstick, en los equívocos verbales de índole más o menos sexual y/o escatológica y, sobre todo, en las estomagantes muecas de Franchi) pudiera desenvolverse sin ningún tipo de obstáculo ni cortapisa.
En un nivel intermedio de esta tendencia nos encontraríamos con el anteriormente citado exploit del cine de justicieros protagonizado en solitario por Franchi, en el cual, y aunque se emularan algunas de las escenas del film de Michael Winner como la del calcetín lleno de monedas (“¿Me podría cambiar estas cinco mil liras en monedas de 100? ¿Me las podría meter en este calcetín?”), la supuesta parodia acababa tomando unos derroteros argumentales que se alejaban radicalmente de los del título en el que, en teoría, se basaba. En un nivel aún más extremo de dejadez y desvergüenza se encontraría esta "I due gattoni a nove code... e mezza ad Amsterdam", que si bien alude de manera evidente al segundo esfuerzo tras las cámaras del sobrevalorado Dario Argento no tiene absolutamente ninguna relación en aspecto alguno con el título que pretendidamente toma como modelo, más allá del hecho de que aquí Franco y Ciccio interpretan a dos periodistas, profesión que comparten (y yo diría que casualmente) con el personaje protagonista de "El gato de las nueve colas". Esta clamorosa falta de conexión nos lleva a pensar inevitablemente en dos opciones: 1) los responsables de esta película se inspiraron exclusivamente en el tráiler de la de Argento a la hora de escribir su guión, o  2) la pareja protagonizó un film absolutamente random al que rápidamente cambiaron de nombre tras el éxito de la otra.
Y es que si en esta última la historia trataba de las pesquisas que se desarrollaban en torno a una clínica privada que estudiaba la influencia genética en la formación del carácter del asesino, en este caso el par de caricatos estelarizan una trama de espías en la que la investigación de una muerte, de la que son testigos fortuitos, desembocará en el descubrimiento de una red de tráfico de diamantes (¿¡!?) Para alejar más aún uno y otro título, la mayor parte del metraje de "I due gattoni a nove code..." se situará como bien indica su título en la capital de Holanda, con el puterío que ello conlleva además de la consabida introducción de los dos cuarentones protagonistas en el mundo de las drogas blandas cuando estos entren en contacto con el ambiente de la juventud de la época, en una escena, por cierto, calcada de otra de la española "Crimen imperfecto", en la cual los detectives encarnados por López Vázquez y Fernán Gómez también se hacían pasar por jipiosos con el objetivo de resolver un asesinato, disfraz con peluca y abalorios, y caladita de porro, incluida.
Lejos de mostrar una voluntad por ofrecer algo novedoso, este cambio de rumbo con respecto al original denota una dejadez que posteriormente se confirmará y agravará en una sucesión de escenas absolutamente genéricas y previsibles (que incluye un enfrentamiento en una academia de karate, seguramente para aprovechar también la pujanza en aquella época del cine de artes marciales, género del que la pareja haría mofa un par de años después en "Ku fu? Dalla Sicilia con furore"), siendo la película dirigida por el todoterreno Osvaldo Civirani, colaborador habitual de la pareja, tan poco graciosa y aburrida que llega a funcionar más como thriller o spy movie que como comedia. Finalmente, y a pesar de alcanzar un considerable nivel de idiocia durante todo su metraje, "I due gattone a nove code..." no es ni de lejos tan irritantemente mongólica como otros trabajos del dúo, aunque por desgracia el único interés que a día de hoy pudiera deparar el visionado de un título de esta calaña (es decir, la curiosidad que podría despertar la comparación entre original y copia) queda frustrado por su condición de parodia encubierta o, más bien, de "no parodia" parca en referencias identificables por parte del espectador. Hasta en ese sentido resulta una película decepcionante.

lunes, 3 de junio de 2019

PACTO EN LA SOMBRA

Cuando esta película llegó a nuestros videoclubes en los primeros años de los 90, sus distribuidores, los tan entrañables como engañosos señores de Record Vision, la publicitaron para que pareciera un film de acción, género este con el que a la distribuidora le debería ir bien. Tan bien le iba, que poco después se pegaron la machada de distribuir “Terminator 2” con lo que Record Visión se hizo grande y comenzó a combinar sus habituales direct to video con taquillazos mainstream (y el porno) convirtiéndose en uno de los sellos pequeños más populares y poderosos de aquellos días.
Pero antes de esto, en sus tiempos verdaderamente modestos, lanzó esta “Pacto en la sombra”. Y no es una película de acción como reza la carátula. Se trata de un slasher de cuando el subgénero agonizaba, que toma como premisa principal el mito de “El fantasma de la ópera”, lo vulgariza, lo contemporiza y lo llena de sangre.
Cuenta la historia de un individuo que campa a sus anchas por un centro comercial con una máscara cometiendo asesinatos. A priori parece que estos asesinatos son aleatorios, pero no. Resulta que este señor, para salvar la vida de su novia durante un incendio, murió quemado. Ha pasado un año de este incidente y su novia entra a trabajar en un centro comercial que está construido justo en el lugar del incendio. Este individuo mora por allí y está a la que salta para acuchillar, decapitar o prender fuego a todo aquél que suponga una amenaza de cualquier tipo para su novia.
Un film del todo incompetente que puede llegar a crispar los nervios de quienes lo vean, primero porque está explicado tan mal, que no se sabe que pasa hasta que en el meridiano de la película vemos un encuentro entre la chica y el asesino, y comprendemos que se trata de su novia a la que está protegiendo. Por otro lado, los asesinatos son torpes, lentos y poco truculentos. El desarrollo, un coñazo y los efectos especiales de baratillo. Yo reseño aquí esta película, pero en realidad, tampoco es que tenga algo reseñable más allá de lo que cuento al principio de querer hacerla pasar por un film de acción. Aunque nunca está de más dejar constancia de estas mierdecillas inocuas y desangeladas. No en balde, los críticos norteamericanos se cebaron con ella en la prensa escrita.
Con un título larguísimo que deja más en evidencia el parentesco que quiere guardar con “El fantasma de la ópera”, “The Phantom of the Mall: Eric’s Revenge”, la cinta está dirigida por Richard Friedman, más conocido por haber dirigido con anterioridad “Doom Asylum” y que continuó hasta el día de hoy por esta senda de la serie B más inadvertida y soseras, siendo también responsable de otras basuras que llegaron a nuestro país como la curiosa “Born, el embrión del mal” o "El talismán del terror".
Si eres completista, deberías verla, si no, pasa de ella.

sábado, 1 de junio de 2019

SESIÓN DOBLE : SILENT NIGHT + REYKJAVIK WHALE WATCHING MASSACRE

SILENT NIGHT : "Silent Night" se supone remake del "slasher" de 1984 "Noche de paz, noche de muerte", pero uno cogido con pinzas que moderniza el original muy a su manera. Tiene un par de escenas que lo replican exactamente igual, la del abuelo catatónico que despierta para advertir sobre los peligros de la Navidad y la de la chica ensartada en las astas de un ciervo disecado. Este último es especialmente significativo, porque mientras en la original iba desnuda (es decir, que la interpretaba Linnea Quigley), en esta va con ropa interior. Y si en aquella no veíamos gráficamente cómo las astas atravesaban la carne, en esta sí, con todo detalle. ¿Censurar el despelote pero intensificar la violencia?. Saquen sus conclusiones.
Por lo demás, pues sin muchas sorpresas. Asesino vestido de Papa Noel recorre un pueblo el día de Navidad castigando a aquellos que considera malas personas. Y cuando digo castigarlos, digo hacerlos picadillo. Literalmente. Como el personaje de la modelo de fotografía erótica, cuya cruenta muerte introducida en una trituradora de madera es de
naturaleza totalmente pornográfica.
Una policía, currando bajo el mandato del gruñón sheriff interpretado por Malcom McDowell, lo perseguirá obsesivamente.
Dirigida por Steven C. Miller, responsable de "Escape Plan 2: Hades" con Sylvester Stallone, "Silent Night" es una película bien facturada pero también completamente rutinaria.

REYKJAVIK WHALE WATCHING MASSACRE : Unos turistas de visita por Islandia que se suben a un barco para ver ballenas, terminarán capturados por una familia de balleneros trastocados con intenciones alarmantemente homicidas.
Que "Reykjavik Whale Watching Massacre" está en total y absoluta deuda con "La matanza de Texas" es evidente, tanto como para que sus autores no solo lo muestren con orgullo, incluso se regodeen en ello. El fichaje de Gunnar "Leatherface" Hansen (RIP), el título (en lugar de La matanza de la sierra mecánica de Texas tenemos La masacre de observadores de ballenas de Reykjavik) y el presentarnos a una familia de balleneros que, a falta de poder cazarlas, se han vuelto tarumbas y matan seres humanos.
Por lo demás, el buen acabado técnico, ciertas dosis de gore gráfico, un poco de humor no demasiado molesto y algunas ideas imprevisibles (ese héroe negro y gay cuyo final nos recuerda a otro clásico del terror) hacen de esta película -inevitablemente también emparentada con "Hostel"- un entretenimiento majo y sin mayores complicaciones.