viernes, 11 de enero de 2008

¿MÁS MIEDO QUE EL EXORCISTA?

Sin un poco de lectura, mi aburrido ya ex-trabajo, hubiese sido mucho más insoportable de lo que era, y dado que el "Imágenes" y el "Fotogramas" juntos no llenan tantas horas, me hice socio de una biblioteca con el fin de poder leer libros sin pagar. La temática de los mismos, a poder ser, debía versar en todo aquello que me interesa, pero en especial cine, y muy concretamente el de género terrorífico. Hace unos días fui con la esperanza de encontrar algo de mi agrado, y entre aburridos repasos a personajillos petulantes de la cinematografía mundial o absurda teoría práctica, localicé exactamente el tipo de lectura amena, divertida e intranscendente que deseaba, "¡Malditas Películas!" de Miguel Ángel Prieto, dedicado a indagar en aquellos films a los que, se supone, acompaña alguna clase de maldición que ocasiona toda suerte de desgracias a sus responsables. Entre los varios títulos tratados, destaca uno por méritos propios, "El Exorcista" de William Friedkin, algo así como la madre de las pelis malditas. El caso es que dejándome sorprender por el increíble fenómeno social que supuso, recordé que recientemente un amigo me dejó una de las pocas producciones modernas de terror que todavía no había pasado por mi reproductor de dvd, "El exorcismo de Emily Rose", asegurándome que "Da más miedo que El Exorcista". Por ello, y por su propia condición, me puse a verla con toda la curiosidad del mundo.
"El exorcismo de Emily Rose" es una peli correcta, se deja ver, tiene sus escenas escalofriantes, algún logrado susto... pero ni por asomo supera al clásico con Linda Blair en miedo, y mucho menos como película. "El Exorcista" no da miedo solo por las increíbles secuencias de posesión diabólica. Lo que tiene esta peli que la ha hecho inmortal es que es inquietante desde el primer al último minuto, incluso en los momentos en los que, literalmente, no ocurre nada. De hecho, si me apuras, las escenas de mayor pavor son cuando a la Blair le hacen toda suerte de traumáticas pruebas en el hospital o la tremenda pesadilla de Jason Miller, donde con apenas nada, te eriza hasta el más insignificante vello del cuerpo.
La epopeya de Emily Rose hace gala de todos los defectos habituales del horror moderno, su look casi telefílmico, su incapacidad de crear atmósfera, el exceso pirotécnico de las secuencias más aterradoras y, como no, un abuso de efectos digitales. Que si, que la secuencia de los rostros siniestros tiene su qué, pero al mismo tiempo que me daba sustos me sentía muy decepcionado. Asustar es relativamente fácil, crear sensación de miedo no. "El Exorcista" posee entre sus miles de aciertos una fotografía tétrica y realista, una banda sonora imponente, interpretaciones más que convincentes (en realidad nada como un buen actor para causar escalofríos) y, resumiendo, maravillosos efectos especiales. Dice Friedkin que desde el principio tuvo muy claro que quería crearlos en directo durante el rodaje, no en post-producción, pues creía que así el verismo del film ganaría muchos puntos. Cuanta razón tenía, los artífices de "El exorcismo de Emily Rose" tendrían que haber tomado buena nota de ello.