Por otro lado es una película pro-abortista que se sirve de
su propio descaro, al reconocerse como tal, para hacer un alegato. En el film,
los pro-vida son poco más que fanáticos crueles capaces de hacerle la vida a
una mujer que decide abortar.
Y a la vez, la película tiene la valentía de introducir en
la trama a gente con síndrome de down; el chico bueno de la película lo tiene,
pero el malvado asesino que destroza a sus víctimas a golpe de hacha —o de lo
que se tercie— también lo tiene.
Cuenta la historia de una mujer que reúne a toda su familia
en navidad. De pronto, irrumpe en su hogar un ser lleno de vendas, de habla
atropellada, y vestido con capa y capucha. Creyendo que es un vagabundo lo deja
pasar a casa para darle algo de comer, y
este le pide a la señora permiso para leer una carta. En ella acusa a esta
mujer de haber tenido un aborto espontáneo hace 20 años. Resulta que, tuvo un
primer hijo con síndrome de down. El segundo también lo tuvo, sin embargo esta
aborta antes de que el niño nazca pues con un síndrome de down en la familia ya
tiene bastante. La cosa está en que el feto logra sobrevivir convirtiéndose en
una cosa viva sin piel y con síndrome de down, que va a aquella casa con el fin
de reclamar el cariño de su famila. Como no lo recibe, y si en cambio
hostilidad, los masacrará uno por uno.
La principal virtud de este “Slasher” a parte del rollo
pro-abortista (que así es aunque en un principio pueda parecer que nos ofrece
un mensaje contrario al aborto) radica en que, sin salirse ni un ápice del
cliché, nos ofrece unos arquetipos muy diferentes a los que podamos ver en un
“Slasher” estándar. El asesino se carga a su propia familia porque le abortaron
por tener síndrome de down. A mí esto me parece una idea brutal. Por otro lado,
y siendo muy deudora del cine de los años 70 sin caer en ningún momento en el
irritante postmodernismo inherente a este tipo de películas, “Red Christmas”
nos ofrece una gama de colores y luz de los más agradable, ocurriendo alguno de
los asesinatos más brutales a plena luz del día, lo que le da un toquecito
diferente al asunto.
Por otro lado, adolece de todo lo que suelen adolecer los “Slasher”;
ritmo lento, rutina y exceso de diálogos para rellenar. Para acabar de joderlo,
aunque los asesinatos son mas brutos que un arado, tan solo lo intuimos, ya que
el director se cuida, no obstante, de ser lo menos gráfico posible a ese
respecto.
Por otro lado, decir que es un producto para el total
lucimiento de su protagonista (y participante en la producción) Dee Wallace,
cuya presencia se antoja del todo entrañable. Interpreta, como no puede ser de
otra manera, a la abnegada madre de familia que ha interpretado sierre, solo
que esta vez ha de lidiar con un asesino
subnormal que, para más inri, es un cacho de carne que abortó 20 años atrás.
Simpática resulta su presencia en todo momento, además de
resultar su papel de lo más sugestivo; una final girl de casi setenta años no
se ve todos los días.
Si aguantamos un poco las partes aburridas de la cinta, que
son unas cuantas, y apreciamos todo el colorido y la alegría que,
paradójicamente, desprende en todo momento la película, la verdad es que
podemos pasar un buen rato. Posee los suficientes elementos positivos como para
que se justifique la hora y cuarto que pasaremos sentados ante el
televisor.
Se puede ver.
El director Craig Anderson, director y actor de comedia
ganador de varios Emmy de la televisión australiana, debuta en el mundo del
largo con esta película que, por otro lado, se ha llevado polémica y malas
críticas a partes iguales.