martes, 10 de febrero de 2009

COTO DE CAZA

Una abogada la mar de idealista y progre, de esas que creen en los derechos de los criminales y tal, es atacada en su chalet por una banda de quinquis. Hay un forcejeo y el marido de la señora muere de un disparo en la cabeza. Ella, que ante todo es muy recta, intenta que semejante hecho no trastoque sus razonamientos liberales... pero la cosa no acaba ahí. Se va complicando. El hermano del quinqui malote es encerrado "injustamente" (es el único capturado por la policía) y, al ser epiléptico, la palma. Imaginaos las consecuencias y sus resultados.
Hablar de "Coto de Caza" es complicadillo. De entrada parece (y es) un exploitation de "Perros de paja", cuyo fin es mostrar imágenes crudas y desnudos para atraer peña a las butacas. Pero claro, el director es Jorge Grau, un progre de tomo y lomo especialmente respetado por su película "No profanar el sueño de los muertos" (algo sobrevalorada para mi gusto). Eso hace que uno se plantee seriamente si el film es una apología del "ojo por ojo" como de entrada parece. Evidentemente, en sendas intervius, Grau corrió a decir que no, que la peli no está de lado de los que se toman la justicia por su mano. Vale!, pero es que tampoco se puede decir que pertenezca al bando contrario. Al revés de lo habitual en la época, aquí no se exalta al maleante como un héroe (especialidad de De La Loma y, si me apuras, Eloy De La Iglesia), en realidad el quinqui malo-jefe es un auténtico bastardo, malo malísimo, que roba por joder (hay una significativa secuencia en la que le quita el poco dinero que un vagabundo ha logrado reunir a base de pedir) y, sí, al final tiene lo que merece (el mismo final que merecerían todos los protas de "Perros Callejeros" y compañía). Pero en esta peli no hay héroes. Supongo que la intención de Grau es contar las cosas tal cual son, denunciar el absurdo de la violencia y sus consecuencias, al fin y al cabo el que ejecuta a un par de malotes es... quien menos te esperas, y quien menos debería.
Una guapísima Assumpta Serna interpreta a la abogada y da forma a los muchísimos conflictos personales en los que esta se encuentra, defendiendo a un tipo de "víctima del sistema" que le ha arrebatado a su pareja y, encima, le sigue tocando los cojones.
El final se hace esperar, pero es contundente y sorprendentemente gráfico (vemos, sin censura alguna, como a la Serna, o a su doble, le queman la vagina con leña ardiendo!!!). Estamos en 1983, y se nota.
La primera hora se me pasó bastante más rápido que los siguientes 45 minutos, pero el film se deja ver con bastante interés, y salvo algún escueto momento para la risa (sobre todo por el rollo macarra que gastan los quinquis), en general todo va acorde al sentido dramático de lo que cuenta.