Un thriller moderno con descarnado y tórrido sexo, como
demandaban los noventa.
El caso es que como buen fan de James Belushi, en su momento alquilé la película, consciente
de que este era un claro ejemplo del inicio de la decadencia del actor. A
posteriori, porque la intención inicial de la película era acabar de lanzar
como todo terreno – que no lo es- a Belushi, en esta producción de Samuel
Goldwin, que al final fue un absoluto fracaso. En nuestro país la vieron unos míseros
230.000 espectadores.
Claro, porque el thriller moderno con descarnado y tórrido
sexo que se nos anunciaba, era en realidad un thriller de lo más tontorrón con
un sexo casi ausente más allá del cartel promocional. Es más, esto es casi
mejor, porque ¿A quién le interesa ver escenas de sexo entre estos dos
cincuentones y entrados en carnes James Belushi y Lorraine Bracco? Porque vaya
dos “sex symbols", señora. La barriga mas grande y el culo más gordo de la
historia del cine, respectivamente.
La película, además de estúpida, es un coñazo de aúpa.
Se van sucediendo una serie de asesinatos a mujeres que algo
tienen que ver con nuestro protagonista, un detective que, a la par que se va
cometiendo un asesinato, va recibiendo cartas anónimas con poemas macabros que
parecen escritos por un retrasado mental. Como parecen escritos por un
retrasado, el detective no les echa cuentas, hasta que la cosa se va haciendo
más gorda. Así que, puestos a desconfiar de todo el mundo, y para que la
película se parezca un poco a “Instinto Básico”, Belushi empieza a buscar
pistas en diversas manchas de carmín que desembocan justo en los labios de una
viuda de culo gordísimo (la Bracco) a la que se tira ocasionalmente. Y según
avanza la trama, la película pega, no un giro, sino dos, que si la película ya
era mala, la tornan vergonzosa.
Una cosa absurda, tonta, y lo que es peor, poco interesante
o nada. Un coñazo en el que James Belushi hace de James Belushi, pero como
omite la sonrisa de medio lado, y los chistes malos e irónicos, es lo mismo que
no tener nada. Además, que las pocas escenas de sexo que tiene con la Braco, se
le dan fatal, así pues, acaba poniéndose bizco cuando no debe. Es como ver al
agente Dooley de “Super Agente K-9” pero en plan serio y trascendente, que de
vez en cuando se acuesta con una señora poco apetecible (cosa que Dooley nunca
haría), y la investiga, aunque desde el primer momento canta, y por soleares,
que la asesina, aunque todo indica que va a ser esta señora, finalmente, será
cualquier otro. Y cuando vean el final (si es que lo van a ver) descojónense,
como yo lo hice, con la resolución.
El fracaso en taquilla no fue suficiente para esta película.
Por si esto fuera poco, le valió, en 1993, a Loarraine Bracco, una merecida
nominación a los Razzies de ese año. No lo ganó, se lo arrebató Melanie
Griffith por “Un extraño entre nosotros”, y James Belushi comenzó a aparecer
menos en la gran pantalla para comenzar a hacerlo en la pequeña, e incluso, a
no aparecer, ya que gran parte de su carrera a partir de mediados de los
noventa, consta de prestar su voz a varipintos personajes animados.
Y todo por culpa de este bodrio. Seguro.
Para el director Andy Wolk, “La marca del asesino” supone su
debut en el cine a la par que su despedida, ya que, si bien es cierto que nunca
le ha faltado el pan teniendo hasta la actualidad trabajos televisivos de
diversa índole, tambien es cierto que jamás volvió a dirigir una película
destinada a salas. Parte de la culpa, supongo que la tiene el ritmo televisivo
de esta mierda.