Una vez sabido esto, nos encontramos ante una comedia adolescente
línea intermedia que, en el papel, podría ser resultona. Sin embargo, siendo
casi, casi amateroide, con un presupuesto ínfimo y una falta de talento más que
palpable –productos de esta época de similar calado suelen ser más efectivos
que esto -, al final la cosa se queda en una chorradita incapaz de despertar ni
una sola simpatía al pobre espectador.
Es un coñazo tristón.
Cuenta la historia de dos estudiantes que, para hacer una
tesis, deciden pasar la noche en una casa que se supone encantada, y allí, dar
gato por liebre, es decir, que se disfrazarán de espectros, se sacarán unas
fotos y así justificarán las falsas historias que están dispuestos a contar en
esa tesis. Pero, como no podía ser de otra manera, en esa casa hay verdaderos
espíritus que se les aparecerán y darán pie a las supuestas situaciones
cómicas. Como se ve que la trama principal no daba para mucho más, introducen
alegremente una subtrama, entorno a la afición al golf del protagonista, y un
torneo al que se presentará.
Aunque la sinopsis sea medianamente simpática y divertida,
no se dejen engañar. Esto es malo, malo de pelotas. Hay que ser un auténtico
campeón para enfrentarse a ella. El único interés radica en lo mucho o poco que
ese tono negruzco de la fotografía, ese grano asqueroso y esa nula iluminación
pueda trasportarte a la primera era dorada del vídeo club. Bueno, radica en
eso, y en que el protagonista es nada más y nada menos que un jovencito y
desubicado Neil La Bute, director mainstream, ni siquiera de los buenos, más
bien del montón que se adjudica la autoría de películas como “Persiguiendo a
Betty”o “Wicker Man”, que finalmente se ha sentido cómodo en televisión con el
desprestigio y bondades que ese medio conlleva.
Antes de ganarse la vida dirigiendo, protagonizó esta
película en la que tampoco destaca por sus dotes actorales, ergo, no volvió a
aparecer como actor en película alguna.
Y esa es toda la curiosidad que encierra esta película. Un
tostón hasta para los más curtidos por lo demás.
Sin embargo, el director de esta majadería, el tal Michael
L. Schaertl, no tuvo la suerte de La Bute, reduciéndose sus labores de dirección
exclusivamente a esta película, si hablamos del campo del largometraje, a un
corto y a unos capítulos de una extraña
serie televisiva.
Y es que nunca una película hizo mayor alarde de menor
talento.