Curiosamente, algunas de las películas mas perdidas e
ilocalizables del cine español (en el sentido de que no existen más que una o
dos copias en 35 mm. sin que hubiera tras el estreno de las mismas vida
comercial en formato domestico y/o pases televisivos) son las películas de la
primera etapa de los hermanos Calatrava, más concretamente, “El último proceso
en París” o la que nos ocupa, esta “El
In…moral”. Prácticamente, es inviable el poder verlas, pero el hacerse con una
copia es potencialmente imposible. Incluso, corre el peligro de que algunas de
estas copias se hayan perdido para siempre, lo que imposibilitaría el hecho de
poder echarlas un vistazo. Y es una autentica pena.
Sin embargo, en estas lides, puedo considerarme un hombre
con suerte (o no), porque yo he tenido el placer de visionar una copia de “El
In… moral”. Y dirán ustedes, si tan ilocalizable está, ¿cómo es que tú las has
visto? bien, alguien a quién llamaremos “una buena amiga”, con acceso a una
sala concreta de cine y a ciertas copias de películas en 35 mm. consideró que
el trabajo de divulgación del cine cómico español que yo vengo haciendo desde
hace años en este, nuestro querido blog, o en el podcast “Los Aristócratas” es
encomiable, por lo que cuando se enteró de mi interés por visionar estas películas
ignotas, ni corta ni perezosa, me organizó un pase privado ¡para mí solo! en
una sala de cine de Madrid, de una de las dos o tres únicas copias que quedan
en el mundo de “El In…moral”. Así que la he visto en una copia de 35 un tanto
churretosa y en un cine. Todo un privilegio del que no muchos pueden presumir.
Eso sí, esta “buena amiga”, me hizo prometer que no revelaría la fuente de la
cual proviene esta cinta. Pero si me dio derecho a reseñarla —de hecho, se me
hizo el pase para que yo haga la reseña posteriormente— siendo yo,
probablemente, una de las cinco o seis únicas personas que han tenido
oportunidad de verla tras su paso por la cartelera, dónde la vieron, no
obstante, cerca de 350.000 espectadores.
Se trata de una de las dos películas que los Calatrava
hicieron a las ordenes del actor especializado en aparecer en spaghetti westerns José Canalejas —la otra es “El último proceso en París” y que
sirvieron para el lucimiento de estos dos cómicos que pese a tener el
beneplácito del público, no se pueda decir que sean unos genios del humor.
Quizás en su época, con la ingenuidad general si que resultaran efectivos, pero presenciar sus chascarrillos a día de hoy resulta de lo más bochornoso.
La película, que de puro raro empieza estupendamente para
luego perder todo el fuelle —y el surrealismo del que hace gala— antes de
llegar a la media hora, cuenta como los hermanos Calatrava, que se interpretan
a sí mismos, están empezando a despuntar en el mundo de las salas de fiestas,
por lo que cada noche, al acabar sus actuaciones, se van por ahí a divertirse
con las señoritas. Paco Calatrava se queja de que su hermano Manolo se lleva a
todas las tías buenas, mientras que él ha de conformarse con los cayos. Lo
curioso de estos quince minutos iniciales, es que Paco Calatrava, como se
interpreta a sí mismo, prescinde de la voz de tonto por la que es popular y
escuchamos su voz tal cual era en la época, sin estridencias ni interpretación
de ningún tipo, cosa esta que me ha llamado poderosamente la atención porque,
casi, ni le conocía la voz.
El caso es que, en una de sus juergas, atropellan con el
coche a una anciana. La llevan al hospital y esta necesita transfusiones de
sangre, por lo que en un acto de buena voluntad, Paco, se ofrece a donar la
suya. La cosa se vuelve totalmente majareta en el momento en el que al hacer la
transfusión, esta, se vuelve joven tras recibir la sangre de Paco, por lo que
se llega a la conclusión de que la sangre de Paco hace rejuvenecer a las
personas (¡).
A partir de aquí, no solo Paco retomará su voz de mongoloide
que le ha acompañado toda la vida, sino que, además, todas las ancianas quieren
su sangre (motivo este que Paco aprovechará para tirárselas), y distintas
organizaciones mafiosas querrán dar con el paradero del humorista para hacerse
de oro con su sangre. La cosa alcanza cotas de locura inimaginables cuando el
mismísimo Conde Drácula —¡un tío flacucho al que le han puesto colmillos usando
papel Albal!— se acerca al hospital dónde está Paco con el fin de chuparle la
sangre y rejuvenecer. A partir de ahí, la cosa se vuelve un ir y venir de
personajes, en una película en la que se abren tres o cuatro subtramas que
nunca llegan a cerrarse. Algunas, incluso, se plantean pero no llegan a
desarrollarse.
Se trata de una película que tras los 10 primeros minutos,
se vuelve absolutamente insoportable, hasta el punto de que si no fuera por las
circunstancias especiales en las que la he visto, dudo mucho que hubiera
llegado a completar su visionado. Una incompetencia artística y técnica difícil
de digerir, e incluso de ser disfrutada como obra trash. Un cutrismo que, si
bien no alcanza los niveles de la
película que ellos dirigieron, “Macarras Conexión”, si que hace mella en la
retina del espectador que resopla y resopla porque no ve la hora de que ese
tostonazo llegue a su fín.
En definitiva; me ha encantado verla en un cine para mí
solo, las circunstancias en las que la he visto y la experiencia en general,
pero lo cierto es que si jamás hubiera visto esta película, no habría pasado
absolutamente nada. Ahora, eso sí, me alegro de haberla visto y aquí reseñado.
“El In… moral” hace parecer a las películas Calatravescas de
Manuel Esteba obras maestras del cine Español. Ahí lo dejo.
Junto a los Calatrava, en un alarde de ortodoxia actoral,
tenemos a Mirta Miller, Loreta Tovar, Rafaela Aparicio, Frank Braña, Manolo
Zarzo o Mir Ferry.
He aquí el único testimonio de todo Internet. Gracias, mi
“buena amiga”.