El entrañable Frank Henenlotter, fan de todo tipo de
subgéneros, es un tipo inquieto y creativo. Así que es capaz de crear desde
cero sin mucha preproducción ni ideas
previas. Así, y formando Henenlotter parte del staff de Something Weird Video,
y teniendo, por una parte, acceso al increíble catálogo de la distribuidora y
también acceso a una entrevista bien extensa que se le hizo a David F. Friedman
apenas un año antes de que falleciese, se saca de la manga un documental de
casi dos horas y media de duración, dedicado a una de las corrientes
cinematográficas peor vistas y más ninguneadas de cuantas existen; el
sexploitation. Para ello graba nuevo material en el que, con intención ya de
hacer el documental, Henenlotter, hace las veces de maestro de ceremonias,
haciéndose acompañar de una señorita de buen ver, un tanto ajada, que no duda
en hacer girar unos flequillos al ritmo alborotado de los movimientos
circulares de sus tetas. Frank
Henenlotter introduce a Friedman y este comenzará a parlotear de la historia
del sexploitation desde sus inicios en el cine mudo hasta su desaparición en
los años setenta con la llegada —y legalización— del porno duro.
Entre medias, veremos toneladas de escenas de las películas
a las que hace mención Friedman, mientras que en algunos momentos, Henenlotter
hace comentarios jocosos y chascarrillos sobre algunas de las imágenes que
estamos viendo.
En su discurso, Friedman, le pasa factura a todas las
variantes del sexploit, a saber; Shots, Nudies, Roughies, Sex comedies… Digamos
que es un documental de lo más completito.
Sin embargo se queda absolutamente cojo porque en lugar de
condensar todo en una hora y poco, que es lo que el documental pide,
Henenlotter, sin pedirle cuentas a nadie al respecto, se empeña en mostrarnos,
escenas y escenas, trailers y trailers, montajes y montajes… tantísimo material
del catálogo Something, que al final colapsa las partes interesantes. Por otro
lado, el documental es de una linealidad exasperante, ya que vemos todo el rato
lo mismo, en el mismo tono y con el mismo ritmo. Antes de las dos horas el
espectador ya está hasta los cojones de jamonas cincuenteras y sesenteras. Es
un coñazo. Quizás, si se hubiera montado solo la entrevista a David F.
Friedman, igual hubiese sido mejor la cosa… pero así, como ha quedado, resulta
de lo más plomizo. Casi mejor ver uno de esos recopilatorios de trailers que de
vez en cuando edita Something Weird.
Un rollo, pero, tras verlo, me queda esa sensación positiva
de que al final, Frank Henenlotter, ha hecho lo que le ha salido de los
mismísimos huevos. Y eso sí me gusta.
Échenle un ojo, que tampoco pasa nada.