"El fantasma del paraíso" cuenta, en clave de musical-rock, la eterna historia del hombre que vende su alma al diablo, es decir, el mito de "Fausto", bañado con unas gotas de "El fantasma de la Ópera" y los ya por entonces habituales guiños a Hitchcock, en concreto con una escena que parodia el famoso crimen de la ducha de "Psicosis". El tono de la película es absolutamente desquiciado, posee un arranque casi de dibujos animados y a lo largo de la aceleradísima narración nos vamos cruzando con los más extraños personajes. Los actores son geniales y todos encajan perfectamente en su respectivo rol: William Finley, al que viéramos en "Trampa Mortal" de Tobe Hooper, como el atormentado fantasma de look deliciosamente cutre-disco, la encantadora Jessica Harper, posteriormente protagonista del "Suspiria" de Dario Argento, como musa del deformado compositor, el inimitable Gerrit Graham, actor de peculiar rostro al que hemos visto en incontables series B del género, como histérica estrella Glam y el diminuto Paul Williams encarnando a un demoníaco mecenas de la música rock y autor, a su vez, de las tremendas canciones que ilustran los números musicales.
"El fantasma del paraíso" chupa del pop, del glam rock, de la psicodelia, se nutre de intrincadas secuencias metódicamente filmadas así como de otras rodadas cámara al hombro en las que los extras miran al objetivo sin rubor, y mezcla alegremente comedia, drama (mejor dicho, tragedia), terror, thriller, romanticismo y, claro está, musical, dando como resultado una de las películas más inimitables de la historia del cine.
"El fantasma del paraíso" chupa del pop, del glam rock, de la psicodelia, se nutre de intrincadas secuencias metódicamente filmadas así como de otras rodadas cámara al hombro en las que los extras miran al objetivo sin rubor, y mezcla alegremente comedia, drama (mejor dicho, tragedia), terror, thriller, romanticismo y, claro está, musical, dando como resultado una de las películas más inimitables de la historia del cine.