viernes, 22 de septiembre de 2023

NIÑATO

En “La noche se mueve” tenía lugar esta conversación que se ha vuelto más popular que la propia película: “Charles y yo vamos a ver una de Rohmer, “Mi noche con Maud”. ¿Quieres venir?”. “No. Gracias pero no. Una vez vi una película de Rohmer y era como estar mirando crecer a una planta”. Pues exactamente eso es “Niñato”; como estar mirando crecer a una planta. Y es que además, Adrián Orr, licenciado en comunicación audiovisual por la UCM, está educado para filmar cómo crecen las plantas desde el día mismo que decidió ponerse detrás de una cámara. Se trata de un individuo que dice no tener presente los géneros cuando hace una película, que, proveniente de un barrio humilde, se expresa con la pompa propia del que se ha criado en Serrano, y que cita como referentes a cineastas rebuscados y de marcada tendencia artística. Los más obvios serían Pasolini y John Cassavetes, los más rebuscados Cristi Puiu o Maurice Pialat. Por otro lado, Orr era rapero. Concretamente fue DJ del grupo donde en décadas pasadas militaba el propio Niñato que da nombre a la película y de ahí su amistad con él. Así que, con pasado rapero, de barrio humilde y estudiante de comunicación audiovisual y, por otro lado, con ese tipo de referentes, casi, casi me da la impresión de que Adrián Orr es un poco esnob, aunque puede que me equivoque. Como sea, le ha cogido bien el pulso a los cineastas de los que se declara deudor y ha comprendido que el hecho de registrar en imágenes la cotidianidad desde lo artístico, da resultado. Por eso, dentro de lo marginal que es de por sí la propuesta, “Niñato”, ha recogido algún que otro premio mientras que la crítica seria la ha recibido con los brazos abiertos. Yo digo que una película como “Niñato”, no solo no tiene nada de especial, sino que la puede hacer cualquiera. Y soy muy proclive a disfrutar de este cine tosco y desnudo. Me encanta mirar un plano fijo en el que apenas pasa nada (y pasa todo), una película en la que la mirada del espectador forme parte también de la propia película. Pero, sinceramente, el material montado, las intenciones del autor y el etalonaje digital odioso dejan esta película, más que desnuda, vacía. Y es que, aunque audiovisualmente hablando me pueda parecer un concepto atractivo, lo que cuenta “Niñato”, en definitiva, me interesa menos que un comino
Se trata de un retrato de no ficción del emcee madrileño David Ransanz apodado Niñato, una figura del underground que permanece en el underground porque no le queda más cojones, no porque tenga una actitud subterránea al respecto. Como dice en la película, a él le encantaría vender miles de discos. Teniendo en cuenta el nivel global del rap español no podemos decir que Niñato sea de los que peor rapea, pero tampoco destaca ni lo más mínimo y, líricamente, sus rimas son del montón —y de un corte tan buenrollero que me causa grima—. Es un rapper mediocre al igual que su compañero de fechorías, Agustito, que también aparece en la película.
Entonces, “Niñato”, que es una extensión del corto previo “Buenos días resistencia” con el que Adrián Orr comenzó todo esto, es una propuesta sencilla. Durante días grises de otoño e invierno, y a lo largo de 5 años, la cámara de Orr captura el aburrido, rutinario y poco especial día a día de un personaje asimismo aburrido, rutinario y poco especial como es Niñato. Está soltero, cría a tres hijos, no tiene trabajo y vive con sus padres. Por otro lado, su vía de escape es hacer rap, actividad esta a la que dedica el poco tiempo libre del que disponible. También le da al canuto cosa mala.
El material montado de toda la película me parece insípido. Me muestra a un individuo joven de clase obrera —como miles veo yo todos los días, o como yo mismo—, cuidando a sus tres hijos —como los que tienen esos miles que veo yo todos los días—, en un deslavazado collage de momentos muertos, y centrándose sobre todo en la figura de los tres hijos, niñas y niños pequeños, sin nada especial tampoco. Desconozco la intención con que montó este material el director, pero supongo que se decantaría por lo más soso de forma expresa —porque como montara los momentos más intensos no me quiero imaginar el peñazo que sería el resto de lo que tenía grabado—.
Por la naturaleza meramente experimental de la película, no habría que pedirle una coherencia o un argumento a esas imágenes, pero como el director opta por un montaje de ficción en lugar de uno documental, no me queda más remedio que pedírsela, porque, el hecho de que Niñato esté en paro, o viva con sus padres, son detalles que conozco tras leer las sinopsis en prensa, ya que durante el visionado no se aclara uno. Viéndola, dos cuestiones me asaltan constantemente, y esas son, precisamente, si Niñato trabaja o no —en un momento dado, y gracias a uno de los pocos diálogos que tiene la cinta, te puedes imaginar que está en paro, pero nunca se nos muestra claramente ese desempleo—, o dónde vive —en otra escena se ducha en casa de sus padres, pero parece vivir en el piso de enfrente de estos… sigo sin aclararme ahora mismo al respecto—, y al finalizar la película seguimos con las mismas dudas.
Pero lo peor de todo es cómo el director pretende hacer ver al espectador que el individuo que nos está mostrando es poco menos que un luchador, un súper héroe de barrio, un tío fenómeno con una vida difícil. Esto le sirve a la crítica y al público de festivales a los que Orr se lo ha dado mascado, que miran la película con condescendencia desde una posición privilegiada y la tranquilidad que les otorga la clase alta/media a la que pertenecen estos entes, pero yo, pobre como las ratas, solo veo a un individuo sin demasiadas aptitudes vitales al que, si no hubiera tenido tanto hijo, teniendo en cuenta su inestabilidad laboral y su proveniencia humilde, quizás le habría ido un poquito mejor. Adrián Orr consigue que Niñato me caiga mal y que de gracias a dios por haber sido lo suficientemente inteligente en esta vida como para no haber traído retoños al mundo.
Adrián Orr no se lo ha montado mal en absoluto. Con “Niñato” ha conseguido prestigio, premios, y compagina el trabajo con el que se gana la vida como asistente de director de películas más comerciales con la realización de las suyas propias, más minoritarias.
Por descontado, el Hip-Hop está en la película presencialmente, pero, lejos de lucir como un personaje secundario, lo hace como un extra.