lunes, 11 de septiembre de 2023

TROLOS, SORDOS Y LOCAS

Justo en el mismo año que el director Pablo Bellini rodó su clásico cochambroso del "rape & revenge", “Asalto y violación en la calle 69”, que por su condición de película barata y desastrosa es a día de hoy de culto entre la afición del cine chungo argentino, se sacó de la manga esta otra película, ahora en el lado opuesto, ya que se trata de una simpática comedia de contenido picantón. Así Bellini cubría varios espectros del cine de género que podrían dejarle algún dinero en el alquiler de cintas.
Básicamente este “Trolos, sordos y locas” —título que hoy sería canceladísimo porque “trolos” quiere decir maricones, del mismo modo que la única referencia al sexo femenino es para hacer alusión a su salud mental— es el equivalente argentino a aquellas películas rodadas en vídeo en España para "Olympic", solo que llega a las estanterías de los vídeoclubs un poco a destiempo. “Trolos, sordos y locas” ya muestra un humor demasiado rancio y desfasado para el año 1991. Imagínense lo que puede ser esto a día de hoy.
Se trata de un vodevil con sus tramas propias del formato, pero con la torpeza de que no llegan nunca a desarrollarse, por lo que tenemos en realidad una sucesión de secuencias supuestamente cómicas que sirven para hilar, de alguna manera, las muchas escenas de folleteo light que hay. No existe un argumento preciso. Digamos que se nos presenta a una pareja adinerada que invita a un par de matrimonios a pasar unos días de vacaciones con ellos a un chalecito. Los varones de esas parejas son característicos porque uno de ellos es sordomudo y el otro durante el día es homosexual, pero por la noche se convierte en un macho que se tira a todo lo que se le ponga por delante. A estos personajes súmenles el servicio que trabaja en el chalet y algún que otro homosexual más, y obtendrán un cocktail de pura mierda que no se la come ni el más experimentado coprófago. Y unos se acuestan con otros, otros persiguen a unas y, eso sí,  vemos muchas, muchas tetas filmadas todas ellas con la tosquedad y sordidez que solo puede brindarnos el vídeo más rancio de 1991. Para acabar de rematar la faena, nos cuelan con calzador a un humorista que corta la acción para contarnos unos chistes. Con el fin de hacerlo formar parte de lo que estamos viendo, cada chiste recibirá la contrarréplica de los protagonistas en forma de risas, vítores y aplausos, de tal modo que parezca que estos están viendo un show de chistes en el salón de casa. Lo cojonudo del asunto es que combinan los planos de uno y otros sin que tan siquiera estén en el mismo lugar, cosa que, obviamente, se nota, y da lo mismo.
Desde luego, ver “Trolos, sordos y locas” es una experiencia absolutamente bochornosa, pero que, como uno ya ha visto de todo y se trata de una comedia ligera, me he zampado del tirón y sin pestañear —como un machote—. Por suerte, apenas dura una horita.
En el reparto, lleno de jamonas argentinas noventeras y viejos de baba que se vacían de fluidos sobre ellas, tenemos la presencia del actor Fabián Pianola, que a parte de aparecer en subproductos destinados al mercado del vídeo como puedan ser este o“Charly, días de sangre”, se hizo tremendamente popular gracias a la teleserie “La familia Benvenuto” en la que compartía protagonismo con otro actor que se volvería también muy célebre, habitual en este blog, como es Guillermo Francella.
El director, Pablo Bellini, tras estas dos películas, o no volvió a rodar o, sencillamente, se le perdió de vista. Pero ¡Vaya dos títulos!.