Más curioso resulta el subgénero del subgénero y dentro de
las “Disco Movies” se adscriben las “Roller Movies”, que siendo menos numerosas,
sin embargo, perduran hasta nuestros días siendo la película “Sobre Ruedas”
datada en 2005, el ejemplo más reciente. Pero la madre del sub-subgénero sería
esta “Roller Boogie” que generaría en su momento, por igual, críticas negativas
y pingues beneficios en taquilla.
Cuenta la historia de un muchacho del extrarradio
californiano, fan de los patines y las discotecas sobre patines que se enamora
de otra patinadora, esta vez de los barrios altos. Lógicamente, los padres de
esta se oponen a que si hija ande por
ahí con un don nadie, lo que mermará esa relación, siendo este un argumento
secundario cuando lo que prima es el patinaje, la música disco, el concurso de
“Roller Boogie” al que se presentan nuestros protagonistas, y las olimpiadas en
las que aspira a competir nuestro protagonista, huelga decir, que en la
categoría de patinaje.
Un plagio descarado y malavenido de “Fiebre del Sábado
noche” en una cinta que pretendía ser la respuesta californiana a “Fiebre del
Sábado noche” que sucedía en Nueva York, y que se queda a miles de kilómetros
de distancia, en todos los sentidos, de “Fiebre del Sábado noche”. Para empezar
aquella era una gran película; esta es un bodrio de aúpa.
La película en un principio estaba concebida con un
argumento exacto, pero con un elemento “Disco” distinto, es decir, en la primera
versión del guión nuestros protagonistas no patinaban, sino que componían
canciones, pero a algún creativo de la “Compass Internacional Pictures” que
venía de facturar un pastón con “La Noche de Halloween”, decidió que en vez de
la composición de canciones “Disco”, lo mejor era introducir patines y una
trama al respecto en la película, teniendo en cuenta el auge que en aquellos
momentos tenía en todas las discotecas el bailar con dichos utensilios
concebidos inicialmente para el deporte. Y acertaron. Luego ya saldría otra
“Disco Movie” con la composición de canciones como elemento principal que sería
“¡Que no pare la música!”.
Por otro lado, se trataba de una película para lucimiento de
una pareja medio de moda en Hollywood,
la formada por Linda Blair y David Kennedy. La Blair nunca ha salido tan guapa
(ni tan ternesca) en otra película como lo hace en esta, pero además de
atravesar en esos momentos una fuerte adicción a la cocaína –lo que se tradujo
en problemas con el asunto en la producción- justo al principio del rodaje,
terminó su relación con Kennedy, y como esta era el principal reclamo de la película,
cuando pidió que se despidiera a David
Kennedy y se contratara a otro actor, la producción no dudó en hacer caso a la
diva, y para que fuera su partenaire contrataron al patinador profesional Jim
Brady, que por otro lado no había actuado en su vida. Resultó ser un actor
espantoso al que tenían que darle clases de interpretación entre escena y
escena. Por otro lado, Linda Blair en estado de drogadicción permanente, y sin
tener ni puta idea de patinar, ofrece escenas de patinaje de lo más torpe y
actuaciones desmedidas, cosa que pasamos por alto, porque da gusto verla
pasear, sobre ruedas, su rollizo palmito.
Entonces, la cocaína de la una y la nulidad interpretativa
del patinador, hacen que el humor involuntario florezca en no pocos momentos de
la película, que ya por temática y época
es lo suficientemente ridícula por si sola. La puesta en escena, es la más
absurda y vergonzante que he visto en mucho tiempo.
La película, como he dicho antes, es el “Exploited” más descarado
y chabacano de cuantos ha tenido “Fiebre del Sábado noche” en cuanto a que
cuenta la misma historia que esta; En vez de a Tony Manero, tenemos a Bobby
James, un macarrilla de suburbio (un tanto amariconado) que vacila en la disco
con sus colegas, que se enamora de una
pija, y que se toma muy en serio lo único que se le da bien; Si a Manero era el
baile, a James es el patinaje. Y en las dos películas, ambos se presentarán a
un concurso con la mujer que aman, siendo las escenas de este, las más características
de la película. Pero mientras que la original es una gran película, esta, más
que un “Exploitation”, parece una parodia de la otra.
Todas estas curiosidades hacen que veamos la película con
cierto interés, pero la única verdad es que estamos ante una película bastante
plomiza, ridícula e insufrible, que ni sabiendo que es un plagio descarado de
la de Travolta, logra captar nuestro
interés una vez satisfacemos la curiosidad
con los primeros minutos. Con todo, te echas unas risillas… pero es muy mala.
Por supuesto, el patinador Jim Bray, que casi parece
retarded de lo mal actor que era, no volvió a aparecer en película alguna.
Sin embargo, en la dirección se encuentra alguien tan eficaz
y competente como es Mark L. Lester, director, entre otras muchas cosas, de
clásicos como “Curso de 1984”, “Commando” u “Ojos de fuego”, que a buen seguro,
y obviando las mierdas que ha rodado en los ultimos años, se enfrentaba a su
peor y más estúpida película.