viernes, 11 de agosto de 2017

OFICIAL Y CABALLERO

No había visto yo nunca – y desconozco el motivo real, puesto que a mí las pasteladas románticas suelen gustarme- este “Oficial y Caballero” considerado ya un clásico con 36 años de edad, y la verdad es que el estatus de clásico del que goza se lo tiene de sobra merecido. Se trata de una película cojonuda y de una vigencia absoluta, que se mantiene como si hubiera sido rodada ayer. Y puedo decir esto pues llegué a ella virgen, no hay condicionante por mi parte a la hora de evaluarla, y  E.T´s”, “Goonies”, “Indianas Jones” y “Star Warses” aparte, “Oficial y Caballero” es una de las mejores muestras para comprender por qué el cine de los ochenta era tan cojonudo, al margen del cine espectáculo nacido en aquella década, tan popular hoy entre el populacho. Si hablamos de “Oficial y Caballero”, tan alejada -y tan cercana en cierto modo- de todo aquello, hablamos de gran cine, del que perdura, del que se disfruta dando igual la década en que nos veamos la película y del que se ha ganado a pulso el estatus de clásico del cual disfruta.
Protagonizada por Richar Gere y Debra Winger (aunque nombres como el de Travolta, que rechazo el papel, Geena Davis, Jennifer Jason Leigh,Jeff  Bridges o Christopher Reeve, se barajaron para protagonizar la película), cuenta la historia de un par de cadetes aspirantes a pilotos de los Marines de los USA que, aún advertidos de la presencia por la zona de “Caza-oficiales” (mujeres casaderas que buscan cazar a un oficial en busca de una vida mejor), se encoñan con un par de ellas, y mientras que uno acaba tomándose la relación más en serio –motivo este que le inducirá al suicidio- el otro ofrece sexo honesto desde el principio. Entre tanto, tendrán que lidiar con el vehemente del Sargento instructor, que se las hará pasar putas en su camino hacia la graduación.
Resulta muy curioso, que esta película que costó tan solo 6 millones de dólares y que recaudó más de 200 (en nuestro país la vieron más de dos millones y medio de personas), haya llegado a convertirse en lo que es hoy, puesto que durante su concepción no las tenía todas consigo; Don Simpson, el productor, ávido de cocaína y pastillotes, odiaba el guion, no le gustaba la película en general, ni le gustaba Debra Winger. Los continuos días de lluvia ponían en peligro los rodajes diarios y cuando escampaba, se quedaba una luz natural muy chunga, que por otro lado y pese a todo, favoreció el look de la película. Para más inri, la pareja protagonista se llevaba a matar, Winger decía que Gere era un desaborío y Gere le tenía envidia a la Winger, acusándola de, cuando ambos estaban en escena, robarle los planos, de ser más carismática que él.
Por otro lado, ese maravilloso final en el que Richard Gere, ya licenciado, entra en la fábrica de papel en la que trabaja Debra Winger, y a pesar de todo lo anteriormente vivido, se la lleva en brazos para darle la vida que ella buscaba –huelga decir que su amor se intuye verdadero-, un final tan icónico como la propia película, un final que madres de la época y jovencitas adolescentes recuerdan con especial excitación, y un final que posiblemente sea el verdadero motor del éxito de la película, a punto estuvo de no ser rodado; Tanto Don Simpson, como el director Taylor Hackford, como el propio Richard Gere, coincidian en que el final era una moñada  y que los derroteros de la cinta iban por otros senderos más duros. No se iba a rodar ese final. Pero ante la insistencia del guionista Douglas Day Stewart, que si que defendía el guion, como para que se callara, Hackford decidió rodarlo en una sola toma con la idea de desecharlo. Sin embargo, cuando lo rodaba, en las instalaciones reales de una fábrica de papel, dos de las trabajadoras que hacían de extra para la escena, al ver a Gere saliendo de allí con Winger en brazos, se emocionaron y se pusieron a llorar como dos benditas. Supo entonces Hackford, que ese final iba a funcionar. Cuando finalmente montaron la escena, con la música de Joe Cocker, y lo vieron juntos Gere, Simpson y el director, decidieron incluirlo porque, aunque en un principio eso no les gustaba, comprendieron que le daría un sentido distinto a la película, y que eso les iba a proporcionar un éxito mayor. Y así fue. De hecho, lo más recordado de la película, es su final.
La película fue un éxito mundial sin precedentes.
Por otro lado, le valió el Oscar como actor secundario a Louis Gosset Jr. que interpreta al hijoputa del sargento, y que como le pasó a todos los actores negros que ganan Oscars como secundarios –caso mismo de Cuba Gooding Jr.- después del premio, pocos papeles relevantes protagonizaría después, encasillandose Gosset en papeles de militar con mala hostia.
Debra Winger por el contrario, despegaría en su carrera, aunque poco después acabaría hasta el coño de Hollywood reduciendo así su intervención según avanzaba el tiempo, Richard Gere se convertiría en galán y Súper-Estrella en una carrera que se prolongó hasta, prácticamente, nuestros días, y el director, Taylor Hackford, rodaría unos cuantos films de éxito, si bien, ninguno llegaría a las cotas de popularidad y calidad que el que nos ocupa. Como muestra de su trabajo, citaré, “Noches de Sol”, al servicio de Gregory Hines y “Pactar con el diablo”con Al Pacino.
Qué gran película.