Recuerdo que a eso de las 9 de la mañana de cualquier día
laborable del año 90, en plena adolescencia y obsesionado con el rap que
aquellos años me llegaba con cuentagotas, ponía por la mañana, antes de
marcharme al colegio, el Canal Plus en abierto porque daban videoclips de
actualidad y, muy de vez en cuando, ponían uno o dos de rap que yo, sin mucho
criterio, iba recopilando en grabaciones de vídeo. Y de repente, entre vídeos
de Mecano o de Lisa Stansfield, apareció el puñetero Gerardo con su “Rico,
Suave”. Y quedé prendado de esa puta mierda. Yo detectaba que algo fallaba ahí,
qué a pesar de que aquél ritmo y aquella canción me ponían a mover la cabeza y
la adrenalina a mil, que aquél individuo era más popero que rapero, que lo que
hacía era más cercano a los New Kids on the Block que a Ice-T, pero ese uso que
hacia en su rap del spanglish y esas letras descaradas me ganaron por completo.
Canal Plus estuvo un par de meses programando, ya fuera en
Los 40 principales o en otros espacios, los vídeoclips de este individuo que
tan pronto como irrumpió quedó sumido en el olvido. Yo me agencié la casette de
su primer disco, el “Mo’ Ritmo”, que la conseguí por la misma vía que conseguía
todas las cassetes de rap en aquella época (mangándola en el Hipercor), y
estuve escuchándola ininterrumpidamente durante todo octavo de E.G.B. Y después
de octavo, continué escuchándola.
Yo sabía que lo que estaba escuchando no era bueno ni
auténtico. De hecho, los pocos de mi quinta que repararon en su existencia, lo
hicieron para mofarse, así que llevé mi adoración hacia ese ecuatoriano
residente en Hollywood en secreto durante un par de años, ya saben, para no
desentonar ni parecer distinto, aunque los cuatro gilipollas que continuábamos
escuchando rap después del boom del 89 (ya saben, el del “Rap in’ Madrid” y el
“Hey, Pijo”), ya desentonábamos por empeñarnos en escuchar algo que hacía ya un
tiempo que había pasado de moda. De hecho, todavía, a mis 43 años, sigo
cargando con ese estigma del “ser rapero”, pero eso es otra historia. El caso
es que a Gerardo, tampoco los raperos de mi clase lo respetaban, incluso,
recibían su rap con mayor virulencia que los otros. Que no era real, que era de
pastel, decían, no sin total razón. A mí me daba igual.
Después, un sacó un segundo disco que fue un fracaso
absoluto, y aunque a nuestro país llegaron los rescoldos de aquello en forma de
videoclip en “Los 40”, ya no volví a oír hablar de Gerardo en lustros. Durante
mucho tiempo después, hubo veces que le reconocí en su faceta como actor en
películas en las que aparece como puedan ser “Colors” o “No puedes comprar mi
amor”, las dos rodadas y estrenadas con anterioridad a su faceta como rapero.
Hasta que llegó Internet. Entonces, en 2006 aproximadamente,
teniendo ya al bueno de Gerardo más que olvidado, me acordé de él, y me dio un
día por buscarle en la red y descubrí varias cosas: Por un lado, se había
convertido en un ejecutivo de la EMI latina en los USA —labor esta de la que
vive realmente en la actualidad— y fue quién llevó a los Estados Unidos a
Enrique Iglesias o quien fichó a Bubba Sparxxx. Tampoco había dejado de sacar
discos desde 1990 y todos y cada uno de ellos, no era más que tristes intentos
de repetir el éxito de su single “Rico, Suave”. Para más inri, acababa de sacar
su nuevo disco “180º”.
Por cosas del destino, y charlando un día con mi amigo
Jorgito sobre este individuo, instando a que recordara la época del “Rico,
Suave” ya que a él le había dado por saco contándole lo mucho que me gustaba la
música de este individuo en su momento, me dijo que había visto tirado de
precio un nuevo CD de Gerardo en una tienda de discos muy popular de Madrid,
“La Metralleta”. Y por hacer la gracia, fuimos allí, y me lo compré por unos
escasos 5 Euros. El disco nunca se editó en España, pero por el motivo que
fuese, allí lo tenían. Lo que pasa es que, cuando yo flipaba con Gerardo tenía
13 años y entonces iba a cumplir 30, por lo que en ningún momento pensé que me
fuera a gustar un nuevo disco de Gerardo. Craso error… lo escuche, y lo escuché
y lo escuché una y mil veces ¡¡me encantó!! Puede que ya entonces, la nostalgia
facilitara el hecho de que disfrutara del escuchar al rapero casi 16 años
después de la última vez, pero lo que me fascinó fue una cosa que sucedía en
este disco: Mientras que el Gerardo que yo conocía, solo hacía canciones de
follar y de vacile, amén de alguna excursión al mundo gangster en alguna
canción (como por ejemplo “En mi barrio” que sonaba en el soundtrack de
“Depredador 2”), lo que este reciente disco ofrecía era un Gerardo que, como
reza el título del álbum, le había pegado una vuelta a su carrera de 180º.
Ahora solo le cantaba a Dios y la canción que no era de carácter católico, lo
era de carácter positivista, y el idioma del disco era eminentemente español
cuando hasta ahora, Gerardo rapeaba mayoritariamente en Inglés, aunque a veces
lo hacía en español o spanglish.
Resulta que Gerardo se había convertido al cristianismo y
ahora compaginaba sus labores de gerifalte con la música y con su iglesia
evangélica (o lo que sea) ya que, también era pastor. ¿Y esta conversión? Pensé
que, siendo un muchacho de ventipocos años en los tiempos de “Mo’ Ritmo”,
quizás al ir haciéndose adulto había ido profundizando en la fe cristiana y que
era la evolución natural de este rapero ecuatoriano, pero ¡que va! Resulta que
su disco anterior a este, el homónimo “Gerardo” de 2002, es más de lo mismo de
siempre, folleteo, discoteca, e intentos de recuperar el éxito del archiconcido
“Rico, Suave”. De hecho su single de aquél disco se titulaba “Sigo siendo
Rico”. O sea que su epifanía había sucedido de un año para otro entre 2003 y
2004, no fue una evolución natural a través de los años. Lo que realmente sucedió, es que Gerardo
fracasó en los USA con su segundo disco “Dos” de 1992 y es vetado directamente por el machismo
exagerado de muchas de sus canciones, por lo que pasó de ser el rey latino de
las discotecas de Hollywood a ser un apestado en la industria musical norte
americana. Se arruinó, y ya solo le seguían saliendo bolos en su país natal,
Ecuador donde, al haber vivido Gerardo el sueño americano, está considerado
poco menos que un Dios. Así que sus siguientes discos, “Así es” de 1994,
“Derrumbe” de 1995 y el resto de los que les he estado hablado, fueron concebidos exclusivamente para el mercado
latino, y al de Ecuador en particular. Por eso, en mi reencuentro con el
artista, este había abandonado el idioma inglés. Pero su éxito fue decayendo
disco a disco, y gracias a dios que medró como ejecutivo en la industria. Por
eso, cuando vio que su música calenturienta ya no interesaba a nadie, se sacó
de la manga todo el rollo cristiano que plasmó en el disco de “180º” y este se
convirtió en el siguiente disco suyo más vendido desde el primero; volvió a estar
en boca, al menos, del público latino americano.
Con lo cual, y sabiendo todo esto, nos plantamos en el año
2017 y navegando por E-bay, veo que están todos los CDs de Gerardo a precios
irrisorios de 80 ctm y cosas así. Y aunque provenían todos de recónditos países
y podía pringar con los gastos de envío, Me los compré todos desembolsando un
total de cinco CDs (el último ya lo tenía). Y recuerdo perfectamente cuando los
escuché uno por uno, seguidos y del tirón: La semana antes de mi boda que
decidí hacer zafarrancho en casa. Me puse a limpiar la casa con la música de
Gerardo a toda pastilla. Escuchen bien lo que les voy a decir: Los discos de
este farsante, este hortera, este oportunista, este pastelero, que además son
malos como la peste, ME ENCANTAN. Además, me gustan de forma honesta, no en un
sentido posmoderno o esnob en el que me pueda mofar de ellos, no, no, no. Me
flipa la letra, la música y las rapeadas, me los se de memoria y hasta canto
las canciones. Es mi mayor y más vergonzoso placer culpable y lo que más me
inquieta, es que no comprendo por qué me gustará tanto esta basura.
Sirva esta introducción en la que les cuento mi relación con
este rapero ecuatoriano, para reseñarles este documental, “Segundo
Mandamiento”, que no es más que una excusa para hablarles de Gerardo y que,
básicamente, resume un poco todo esto que les he contado y con el que, como fan
del individuo que soy, disfruté como un enano por lo manipulado y
sensacionalista que era. En “Segundo Mandamiento”, producido por la televisión
ecuatoriana y teniendo algo que ver el propio Gerardo con su confección, se
cuenta la historia del rapero desde su llegada a los Estados Unidos siendo un
niño hasta la actualidad como pastor evangélico. Se nos cuenta su auge, caida y
los problemas que tenía con cierta adicción al sexo de la que le costó salir y
que casi destruye su matrimonio, a la vez que escuchamos declaraciones de
amigos y conocidos, o al propio Gerardo, en las que todos nos cuentan lo
caprichoso y mala persona que este era en sus buenos años, cómo se acostaba con
todo lo que se menease costase lo que costase, o cómo en los tiempos en los que
estaba arruinado simulaba, con un modo de vida que no podía permitirse, que
todo iba bien. Digamos, que nos pintan una biografía en la que Gerardo es lo
peor de lo peor, solo para luego vendernos que gracias su encuentro con Dios,
ese ser abyecto y follador al que deberíamos odiar, ahora es un hombre bueno,
justo y fiel. Pura morralla… pero morralla maravillosa.
Lo otro en que el documental hace especial hincapié es en
demostrar que en los tiempos de “Rico, Suave” Gerardo era muy famoso y se
codeaba con la creme de la creme de Hollywood (nadie lo puso en duda), así que
le vemos posando en fotos junto a James Woods, Jay Leno…
Yo supongo que a ustedes, fieles lectores, todo esto que les
cuento, les importa un bledo, pero por si alguno tiene curiosidad por este
personaje, o por este documental sobre su vida, todo está en youtube. Yo creo
que no hace falta odiarle, amarle o tan siquiera conocerle, para disfrutar de
un documental sobre un rapero de mierda que está rodado a modo de
publi-reportaje destinado a la prensa del corazón, es decir, harto de
entretenido. A mí personalmente, Gerardo, me volvía y me sigue volviendo loco.
Aunque sea una puta mierda… o quizás por eso.
Por cierto, hace un par de años también protagonizo un
reality junto a su familia, al estilo de los que protagonizaba Ozzy Osbourne. No
lo vio nadie y apenas duró una temporada.
Yo creo que el personaje, en resumidas cuentas, bien merece
que echemos un vistazo a su discografía y filmografía. Qué también salía en
muchas películas.
Por cierto, la foto con los CDs que ilustra la entrada, es
la de los míos.