sábado, 25 de abril de 2020

THE BONEYARD

Dos niños asesinados durante un ritual de magia negra china son llevados al laboratorio del forense. Hasta allí acuden los policías que investigan el caso y una psíquica a la que ha costado mazo arrancar del sillón. Como no podía ser de otra manera, los críos volverán de la muerte y comenzarán a comerse al personal. Aquellos que sobrevivan a este primer ataque, tendrán que ingeniárselas para escapar y, si es posible, acabar con los monstruos que, además, tienen el poder de hacer mutar a todo aquel incauto que devore su podrida carne, ya sea por accidente o de forma voluntaria.
Llevaba tiempo oyendo hablar de "The Boneyard", el debut en la dirección -y guion- el año 1991 de un entonces ya veterano técnico de efectos especiales, James Cummins, fallecido en 2010 a la aún temprana edad de 51 años. No había tenido la oportunidad de deglutirla, pero esos constantes rumores de que era "algo especial" me empujaron a proceder en cuanto se me presentó la oportunidad. Y entonces comprendí. 
No es que "The Boneyard" sea algo así como una joya perdida, o una obra maestra lista por descubrir, ni mucho menos, pero sí es cierto que se trata de un producto que, teniendo en cuenta su muy modesta posición y condición, no está del todo mal. Aporta algunas buenas ideas y momentos inspirados en lo que se refiere al apartado efectos especiales, que para algo era la especialidad de su director (y para algo es aquello a lo que todo el mundo hace mención cuando hablan de ella). Por ejemplo, los mismos niños zombie de rasgos asiáticos están un rato guapos, son bastante convincentes y gastan un "look" considerablemente terrorífico. Y luego las grotescas y caricaturescas mutaciones que sufren algunos personajes, entre los que se encuentra, como podemos ver en el cartel, un perro. Molan, sí, pero reconozco que me jodieron un poco la película, porque hasta ese momento, y con todas sus carencias, "The Boneyard" parecía ir "en serio", procurando otorgar al conjunto una atmósfera macabra. Centrándose en unos protagonistas no especialmente desdeñables (es un plus que la heroína de la función sea una mujer de mediana edad, obesa y no especialmente atractiva, cosa que rompe con los habituales clichés. Atención a la potente secuencia en la que sufre una visión donde un niño zombie se le aproxima lentamente... no para matarla, sino abrazarla). La aparición de las mentadas criaturas trae consigo el exceso y cierto cachondeo, arrasando por completo con el tono hasta entonces sobrio de la función, cosa que, siendo una pena, tampoco aniquila la sensación tirando a positiva que nos deja el visionado de esta película de naturaleza "majil" (por maja).