Y un día, recorriendo uno de los video-clubs del barrio, sección alquileres baratos, me encontré nada menos que con la segunda, titulada acá "La maldición de Tartu". Como solía ocurrir entonces, una intensa descarga eléctrica sacudió mi espinazo. La alquilé sin dudar para, tras consumirla, sentirme tremendamente decepcionado. Sí, era un coñazo de órdago, como buena parte del "exploitation" -especialmente el de los años sesenta-. Solo hubo un aspecto que consideré relevante, el semi-protagonismo de una jovencita Mayra Gómez Kemp, la eterna presentadora del "Un, Dos, Tres". Bueno, y el hecho de que el "Scalps" de Fred Olen Ray -película y director, por entonces, fruto de una enfermiza obsesión... por inquietante que suene- era un remake encubierto de "La maldición de Tartu", que llegué a adquirir en VHS, convencido de su rara condición, pero con el tiempo terminé regalando.
Por todo ello, jamás me interesó consumir "la otra", es decir, "Sting of Death", ni tan siquiera tras leer que el aspecto de su monstruo era patético y confirmarlo mediante algunas imágenes en un dvd-sampler de "Something Weird Video". Hasta ayer.
Gracias a las sucias plataformas de streaming, tengo acceso constante y continuo (o así sería si el Wifi de mierda no fallara tanto) a un catálogo generoso -y gratuito, of course- de roña zetosa, mayormente subtitulada al inglés, que siempre ayuda. Haaaarto comostoy del cine chusco moderno, me ha dado por revisar el añejo, así acabé presionando el "play" de "Sting of Death", casi accidentalmente. Y comenzó. Y, más raro aún, se mantuvo, sin los continuos y desquiciantes cortes del mal Wifi. Me sentí obligado pues a aprovechar la ocasión y pimplármela entera. Sabiendo que, gracias a dios, era cortita.
Una familia se reúne por motivos "festivalosos" en una casa rodeada de agua y pantanos, allí en los Everglades. Se sumarán una panda de universitarios descerebrados. La música bailonga suena alta, y todo va de perlas, hasta que una especie de bicho con pinta de medusa antropomorfa comienza a joder la marrana, llevándose a alguno por delante. Es momento de defenderse y contraatacar.
Lo dije en la reseña de "Shriek of the mutilated" y lo repito right now: resulta curioso aseverar como las fórmulas se mantienen a pesar de la suma de lustros. Igual que ocurrió a lo largo de los ochenta hasta nuestros insulsos días, también aquí los universitarios de rigor son representados como auténticos mastuerzos retardados chillones que solo viven para la fiesta (y, también, interpretados por actores que ya gastan pelos en sus respectivas entrepiernas) Todo ello adaptado a la idiosincrasia del año de producción, 1966, pero sin excesivas alteraciones. De modo mucho más simplista y exagerado. Son, por década y mentalidad, incluso más planos y gilipuertas, sin pizca de humanidad. Aspecto este confirmado cuando, al descubrir la presencia de un personaje atormentado por cierta desfiguración facial, deciden perseguirle, acorralarle y humillarle a lo bestia. No sé qué demonios les dio a finales de los sesenta, y principios de la década siguiente, con eso de meter a un secundario con alguna tara física o mental. Se convirtió en recurso habitual. Lo vimos, una vez más, en "Shriek of the mutilated". También "La noche del terror ciego" contaba con ello. Hasta un film tan respetado como "Suspiria" incluía a uno así en su reparto (y no me refiero a Miguel Bosé... ¡chas-pun!)
Igualmente, común es a todo el cine de explotación recrearse en las féminas y sus sinuosas curvas, siempre dentro de los parámetros morales que se permitían entonces. Hay mucho bikini, mucho culo meneándose y un sorprendente despelote total medio emborronado por un cristal translúcido. Podemos apreciar el tremendo par de aldabas que gasta la actriz. No me sorprendería que su propietaria fuese una "Pin-Up" y/o stripper de la época, aunque ha sido imposible corroborarlo. Que responda al nombre de Blanche Devereaux, como uno de los personajes de la posterior y famosísima serie "Las chicas de oro", no ayuda. En cualquier caso, su ataque y asesinato son pura esencia "trash" (ver galería de imágenes inferior)
La iracunda bestia responsable guarda un semi-secreto que no desvelaré por si, extrañamente, pretenden ver la película. Efectivamente, el diseño/aspecto es absolutamente miserable. Hay cierta justificación narrativa tras ello, pero no tanto. Básicamente se trata de un tipo al que han vestido con un traje de buceo enguarrado, incluidas cantosas aletas para los pies y un flotador en la cabeza cuya intención es parecerse al cuerpo de una medusa. Sus maneras ya eran muy "demodé" en los años sesenta, pero gastan, cómo no, un sutil encanto. Sobre todo si consumen la edición remasterizada con todo esos colorines tan chillones.
Otro de los platos fuertes en "Sting of Death" es la incorporación de una canción de Neil Sedaka en la banda sonora. Tanto como para anunciarlo en los créditos iniciales como si fuese uno de los protagonistas. ¿El truco? que no es ninguno de sus grandes éxitos y, además, en 1966 el tirón comercial del cantante había descendido unos grados. Aún así, nos zampamos la copla íntegra (acompañada de graciosas imágenes del reparto completo bailoteando a las maneras de entonces) cuyos derechos, seguramente, se llevaron un buen pellizco del escueto presupuesto.
Y eso, el "prolongamiento de momentos intrascendentes" es, como todo buen producto barato, algo recurrente. Añadan una eterna persecución por los Everglades y el tramo final, con el héroe bajo el agua dedicando más minutos de los deseados a localizar la guarida del monstruo. Ya saben, la supuesta especialidad de William Grefé quien, por si se lo preguntan, continuó dirigiendo los años siguientes, siempre movido por esa mentalidad oportunista / exploitativa. Tras el éxito de "Willard", la del chaval con capacidad de movilizar ratas a su antojo, sacó "Stanley", cambiando los roedores por serpientes. Y, aprovechando su capacidad para filmar submarinamente escualos, estrenó otro de sus títulos populares al año siguiente del hit "Tiburón", uno muy habitual en videoclublandia, "Mako, el tiburón de la muerte" (obviamente, se supone que Grefé tuvo la idea antes del éxito Spielbergiano, pero no logró el necesario montante hasta demostrarse que dichas bestias interesaban al público. La típica ¿excusa?) A partir de los ochenta comenzó a rebajar mucho el ritmo, básicamente pariendo solo cortometrajes. Pero ahí sigue, vivo y coleando (con lo gafe -Grefé- que soy, me lo tienen muerto pasado mañana) Incluso se ha permitido el caprichazo de actuar para otros directores, como Steve Latshaw (justo en dos películas producidas por su pupilo, Mister Olen Ray) o James Balsamo -si a este podemos llamarle director-.
¡Ah! William es el papá de Melanie Grefe, la gorda y malcarada "Big Edna" de "Porky´s 2".