martes, 24 de septiembre de 2024

EL BESO DE LA PANTERA

Paul Schrader es una especie de geniecillo que, según el proyecto, o según la etapa de la vida en la que esté, puede hacerte una obra maestra con la misma facilidad con la que te hace una película del montón tirando a mala, indistintamente de si su labor consiste en  escribir el libreto, dirigir el artefacto, o ambas cosas. Puede que sea uno de los cineastas más irregulares provenientes del nuevo Hollywood. Sin embargo, cuando acierta, que suele ser de vez en cuando, se convierte en un cineasta que está muy por encima de la media.
También es de recibo comentar que muchas de sus películas son el resultado del pedo que lleve o, sobre todo, la cantidad de cocaína — y eventualmente heroína— que haya consumido durante el proceso creativo. Conocidas son sus amarguras, manías y adicciones al respecto.
Entonces esta “El beso de la pantera”, película de resultado económico medio y críticas mixtas, es una de esas que Schrader confeccionó bajo influencia de psicotrópicos, hasta tal punto que, cuenta la leyenda, un día estaba tan colocado que se negó a salir de su camerino echando a perder toda una jornada de trabajo.
El caso es que, causa de las drogas o no, “El beso de la pantera” es una de esas películas que en su momento tuvo algo de relumbrón —tampoco demasiado— y que, sin ser un mega-clasicazo de los 80, a día de hoy se la recuerda menos que se la reivindica.
Yo no la había visto hasta hoy, nunca me apeteció verla. Y, bueno, se deja ver, tiene un par de cosillas (como los efectos especiales, artesanales y maravillosos) estupendas, pero a grandes rasgos no es una película notoria.
Remake del clásico de la RKO “La mujer pantera”, Schrader la adapta con cierta coherencia, pero haciendo una versión soberanamente moderna que al final, y salvo por los contados homenajes, nada tiene que ver con el clásico de los años 40. Entonces, a todo el rollo de la mujer que se convierte en pantera, se le añade un nuevo personaje, el hermano de la protagonista, que como pantero macho que es quiere cohabitar con su hermana, formar pareja incestuosa, del mismo modo que lo hacen estos felinos.
La cosa va de una mujer virgen que acude a visitar a su hermano y empieza a relacionarse con una serie de personas empleadas en el zoológico colindante. Ella no jode, porque como le de por echar un caliqueño se acabará transformando en una pantera. Mientras, el hermano, experto en estas lides, se dedica a ir matando toda suerte de personas, la prota se enamora del médico del zoo, con el que se planteará una relación amorosa a pesar de su pequeño problemilla. Y todo, naturalmente, se complica.
La película entera parece concebida para resaltar la belleza de su protagonista, Nastassja Kinski que, efectivamente, resplandece, así como es un muestrario de su cuerpo desnudo donde podemos divisar incluso ingentes cantidades de pelo. Más del 40 % del metraje la Kinski aparece desnuda. No es tontería si tenemos en cuenta que ella y Schrader mantuvieron una tórrida relación sexual mientras rodaban. Obviamente, él era un hombre fondón, con gafas gruesas y bastante feo. No como un demonio de feo, pero feo. Y Nastassja Kinski es probablemente una de las mujeres más guapas de Hollywood, y más todavía en aquel año del señor, 1982. Entonces sucedió lo evidente; Schrader se enamoró como una bestia de la Kinski y planeó pedirle matrimonio durante la fiesta de fin de rodaje. Llegado el día, Nastassja no solo no hizo acto de presencia, sino que tras el evento perdió todo contacto con el director. Pasaron unos meses hasta que este pudo localizarla y, al preguntarle por el desplante, la Kinski fue clara y le espetó: “Paul, me suelo follar a todos los directores con los que trabajo y contigo no ha sido fácil, ni agradable”. Schrader se quedó a cuadros y, en adelante, se notaría un toquecito misógino en todas y cada una de sus películas, por lo menos hasta bien entrada la década de los 00. Una historia que bien merecería una adaptación al cine… en cuanto a la que nos ocupa, sin estridencias, se deja ver sin más.
No fue un fracaso, pero tampoco un gran éxito de taquilla.
En el papel del hermano pantero de la Kinski tenemos a un sobreactuado Malcolm McDowell con el rostro un tanto devastado (¿a causa de las drogas también?) y a un galán que en pocos años se pondría gordo y grandón, y que no destacaría mucho más en papeles de fucker, Jonh Heard, al que después hemos visto vestir la talla XXL en toda suerte de clásicos mainstream como puedan ser “Big”, “A la caza del lobo rojo” o “Solo en casa”. Anette O’ Toole, más guapa todavía que la Kinski y también en pelotas, ejerce aquí un rol secundario como igualmente hizo en films como “Superman III”, donde dio vida a Lana Lang, o “Limite 48 horas”. El resto de reparto lo complementan dos futuros comediantes como John LarroquetteEd Begley Jr. (poniendo el punto truculento, cuando su brazo es salvajemente arrancado por un felino), Lynn Lowry (rostro habitual en el crudo cine fantástico y de terror setentero) y una de las musas de Spike Lee, Ruby Dee (la única actriz del elenco que no sale en pelotas, porque ya era una anciana), como chacha esotérica que parece va a ser crucial en la trama y en realidad está ahí de adorno y, porque ambientando la película en Nueva Orleáns, es de recibo que salga algún negro. Con la pantera no tuvieron suficiente…