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jueves, 27 de febrero de 2025

MINUTOS MUSICALES 31: EL MEJOR DE "TOY DOLLS"

Está científicamente demostrado que, en general, cualquier debut es siempre lo mejor de la carrera del respectivo artista/creador. Vale, tal vez no sea "lo mejor", pero sí contiene una energía especial, única, que, seguramente, ya no se repetirá jamás de los jamases. Hay quien atribuye ello a la desesperación, al innato deseo de epatar, a la frescura de aquel movido por la pasión, sin haber caído presa aún de rutinas, obligaciones laborales o el contentar a sus devotos. Tal vez, donde más se note sea en lo musical. Y, muy concretamente, en el "género" (se supone que no lo es, pero ya nos entendemos) del punk rock y sus muchas variantes. Raro, rarísimo es el grupo cuyo segundo, tercer, quinto o sexto larga duración iguala y, mucho menos, supera al primero. Tal vez se deba a que semejante "estilo" basa su esencia en lo puramente enérgico, ya sea a la hora de componer como a la hora de crear las letras. Y la energía, inevitablemente, se desgasta con el paso del tiempo. Claro que luego vienen los gustos personales. Quiero decir, puedes considerar mejor el LP de debut de tu banda favorita, pero mantener una relación especial, peculiar, con cualquiera de los que siguieron. Eso mismo me pasa a mi con "Toy Dolls".
He contado muchas veces ya cómo descubrí a este legendario trío británico, capitaneado desde su arranque a finales de los setenta por el peculiar Michael Algar, más conocido como Olga (capaz de generar una voz inconfundible a la hora de canturrear -"de castrado", según él-). Estaba yo currando en un vídeo promocional para una panda de pintores amateurs cuando uno me cedió una cinta de casete de los interfectos con el fin de ilustrar sonoramente su segmento. Quedé prendado al escuchar. Aquel era el material vigoroso, chispeante y divertido que andaba buscando como loco desde hacía algunos años. Ocurrió en 1993 y fue lo que comúnmente llamamos amor a primera vista. Resultó ser punk... aunque en aquel momento eso daba igual. Como lo da el hecho de si podemos considerar al grupo adecuado para la etiqueta. Sinceramente, veo muy poco de punk genuino en "Toy Dolls". Los consideraría más una caricatura del mismo, pero una muy bien dibujada, tal y como atestigua la imagen que les mostraba en la parte trasera de uno de sus discos. Llevaba varias semanas consumiéndolos pero todavía no los había visto en carne y hueso. Eran tiempos sin internet y costaba lo suyo informarse a fondo sobre ciertos temas minoritarios, así pues representaban todo un enigma. Cuando finalmente vi dicha imagen, aluciné. Eran EXACTAMENTE como los había imaginado, casi salidos de la serie "The Young Ones", lo que aumentó mi devoción.


Debatiblemente "auténticos" desde una perspectiva "punkista" aparte, lo que nadie puede discutir es que eran -y son- un combo absolutamente incomparable. Su sonido, su voz, su rollo alocado, su estética. No hay, no ha habido y no habrá nadie como "Toy Dolls".... o casi. Mantienen cierto vínculo, discreto pero existente, con los norteamericanos "The Dickies". De hecho, Olga llegaría a unirse a ellos en un directo y ambos lo petaron de modo parecido -y una excusa "punkista" de lo más trillada y facilona-, ejecutando una versión aceleradísima del tema musical de una exitosa serie infantil. Los yankis con "Banana Splits" y los ingleses con "Nellie the elephant", su único "hit", especialmente en el país de donde son originarios que, según ha declarado siempre su líder, posteriormente pareció rechazarlos sistemáticamente hicieran lo que hicieran. Tuvieron que salir al exterior para triunfar, con especial fijación en Japón, donde son verdaderos héroes (también es normal que, gastando una personalidad tan única, provoquen sentimientos extremos de odio o amor).
En lo que a mi respecta, me volví super-fan de los "Toy Dolls". Compré absolutamente todo cuanto pude. El resto de su discografía, vídeos de conciertos, camisetas... lo que fuese. Nada saciaba mi sed. Los adoraba. 
Tuve la "suerte" de coincidir en el tiempo con el lanzamiento del que muchos consideran uno de sus mejores discos -incluido su frontman-, "Absurd-Ditties", LP que les devolvió un poco a primera plana. Dos años después, a la par con el siguiente, "Orcastrated" (y el anodino + temporal cambio de nombre a "Toy Dollz"), los vi en directo. Diría que disfruté muchísimo, pero mentiría porque nunca me han gustado los conciertos.


Toda la mierda "toydollsiana" que llegué a acumular.


y aquí en 1993 luciendo orgulloso parte de la misma.

Así iban las cosas cuando, inevitablemente, nuestro idilio comenzó a apagarse. Sus nuevos trabajos eran cada vez más mediocres. Repetitivos. De primeras me quedé con el de debut como lo más, "Dig that groove baby". Y sí, es un gran disco, hasta las trancas de temas inolvidables (la misma "Nellie the Elephant", "Stay Mellow", "Fiery Jack"...) pero, con el paso de los años, fui asumiendo que mis genuinamente favoritos no eran aquel, ni "Absurd-Ditties" (que ha perdido algo de "punch"). Tampoco el segundo "A far out disc", por mucho que me guste (y no menos el tercero, "Idle Gossip", con momentos potentes pero lastrado por su patosa producción), el "number one" vendría a ser aquel con el que debutaron en la década de los noventa, "Fat Bob´s Feet".



En realidad pertenece a un trío de LP´s por los que siento una muy especial estima. Lo encabezan "Bare Faced Cheek" y "Wakey Wakey!". Concretamente, este último contiene el tema que acabó sonando en el documental sobre los pintores y, por tanto, la primera vez que oía a "Toy Dolls", así que sería normal la preferencia. No obstante, como digo, este y "Bare Faced Cheek", aunque juntos vienen cargados de composiciones altamente gozosas ("Howza bouta kiss babe?!?", "Fisticuffs in Frederick Street", "The Ashbrooke Launderette...", "One Night In Moscow (& We'll Be Russian Home!) -esta es la que suena en el dichoso documental-", "Blaze Of The Borough") no alcanzan la perfección. Muy al contrario, eso sí ocurre con "Fat´s Bob Feet", al que no le sobra ni un solo tema. Se puede escuchar de principio a fin sin que uno sienta el deseo, a veces incordiante, de querer saltarse un surco o dos.
Y, por si fuera poco, los tres comparten otras virtudes. Las maravillosas portadas a base de dibujos graciosos. Un sonido algo más guitarrero que los previos, pero sin abusar -ni "heavymetalizarse"- como ocurriría poco después. Una energía inagotable. Coros pegadizos. Ritmos adictivos. En fin, que me encantan, y adoro "Fat Bob´s Feet". ¿¿Cómo no iba a ponerme palote un disco titulado "Los pies del gordo Bob"??
A la hora de elegir una muestra sonora, considerando lo mucho que me mola todo el contenido, pues ha costado, pero la lógica decía que me decantara por, justo, la que da título al pifostio, es decir...



jueves, 2 de febrero de 2012

TENEMOS LA BOMBA DE NEUTRONES

Tengo una teoría según la cual el punk posterior a la escena originaria de Nueva York, evolucionó de modo completamente equivocado gracias a los medios que, supuestamente, el mismo punk tanto despreciaba. Es decir, las revistas y las televisiones, viendo en aquella cosa tan rara y tan nueva un filón, le dedicaban reportajes sensacionalistas, especialmente interesados en exagerar los conceptos negativos (ya sabemos que la mierda vende). Los chavales idiotas que veían ese material, se lo tragaban sin pestañear, creían realmente que el punk era ESO, aplicaban lo aprendido y ala, a la calle. Y así el circulo vicioso se amplificaba, los nuevos punks eran peores que los precedentes, los medios lo registraban, volvían a aplicar su pátina de mentiras y la siguiente tanda de niñatos aún sería peor, y peor, y peor. Y así, con los años, el punk se fue deformando y perdiendo su sentido. Por ese motivo siempre he creído que la escena original, la neoyorquina, era punk de verdad, honesto y sin dogmatismo alguno, ¿por qué?, porque aquellos ni tan siquiera sabían qué era ser punk y no se esforzaban en actuar como tales.
Bien, esta teoría mía, refutada incluso por testigos de la época, explicaría fenómenos como las escenas posteriores a la de Nueva York, especialmente la de Los Angeles, quienes envidiaban lo que ocurría en la ciudad de los rascacielos y se esforzaban en competir con aquellos. De eso trata "Tenemos la bomba de neutrones", la historia de dicha escena contada por Marc Spitz y Brendan Mullen siguiendo el mismo sistema que el célebre "Por favor, mátame", el de declaraciones de los implicados (es curioso, tantos años después y hasta en cosas como esa los angelinos siguen copiando de los neoyorquinos! jajaja). Y lo que tenemos aquí es un poco lo que decía al principio. Los punks de Los Angeles ya sabían en qué -se supone que- consistía esto del punk gracias a lo que ocurrió en Nueva York y, sobre todo, a lo que ocurrió en Londres durante el 77, así pues, y coherentes con lo que suele ser Hollywood, el punk de Los Angeles era todo pose, pantomima, disfraz, actitud de pega, tópicos y, claro está, ir por el camino fácil de la subnormalidad impuesta antes que elegir la creatividad y la diversión inteligente. Eh, yo no estaba allí... pero para eso existe este libro, ¿no?, para que sepa cómo fue aquello... y según leo, el punk de Los Angeles era un cúmulo de gilipolleces con tan solo tres o cuatro cosas realmente positivas.
Estaban los "Weirdos", un grupo por el que siento especial simpatía (y con grandes canciones), las "Runnaways", "X" (con únicamente UNA canción buena), "Black Flag" (que molaban bastante hasta que entró en juego Henry Rollins), las famosos "Germs" (siempre lo pensé, pero el libro lo aclara: Darby Cash era un pobre idiota sin personalidad), los "Dickies" (curiosa su historia, no sabía que Leonard Phillips era un puto yonqui) o los "Screamers" (¡malos!). La cosa poco a poco fue evolucionando al hardcore de altos vuelos y de ahí al éxito comercial con las "Go Go´s". El libro, además de mucha pose barata, y mucha justificación no menos barata cuyo fin es demostrar lo super-punki que era cada cual, tiende a "romantificar" los aspectos más chungos, igual que hiciera "Por favor, mátame".
Con "Tenemos la bomba de neutrones" descubriremos y afirmaremos que Jack Grisham era un puto imbécil/poseur (con razón los "TSOL" nunca me acabaron de gustar), que Penelope Spheeris explotó y manipuló a los grupos de su entorno para sacar lo peor de ellos en su sensacionalista "The decline of western civilization" o que, como decía arriba, Darby Cash tenía menos personalidad que un repollo. El tocho se lee más o menos bien y tiene momentos de sumo interés, aunque las partes dedicadas a profundizar en escenas paralelas (como la rockabilly) aburren un poco bastante. A nivel personal, me mola cuando se tratan los fanzines y, por cierto, Javier Escovedo de los "Zeros" habla de un concierto que dieron en el año 95 en Barcelona, con la participación del fallecido escritor/fanzinero Claude Bessy. Bueno, este dato me hizo especialmente gracia porque ¡¡yo estuve allí!!.
Edita "Munster Books" y, en fin, puedo recomendar su lectura a curiosos y estudiosos... pero, francamente, no se si volvería a pillarme otro libro del estilo (¡sí, lo compré!), porque la verdad es que a mi todo esto de las "escenas" siempre me ha parecido una estupidez. Yo en una "escena" solo veo mafietas, grupúsculos de amigotes, dogmas y poses... y, en fin, como que a mi todo esto ya me tiene frito y dejó de interesarme y apetecerme hace mucho tiempo.