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viernes, 11 de septiembre de 2020

EL HOMBRE QUE PUDO SALVAR LA VIDA DE MICHAEL JACKSON POR SEGUNDA VEZ

Nos remitiremos a hace más de 20 años, cuando las televisiones nos bombardeaban con la historia de Luixy Toledo, para muchos un freak mediático sin más ni más, para mí, uno de los más genuinos e interesantes músicos outsider que ha dado la piel de toro.
Luixy, se hizo tremendamente popular a finales de los 90, gracias a una serie de fantasías que contaba en todo tipo de programas, ya fueran divulgativos o de prensa rosa, en las que hablaba de su famosa piedra de Marte entregada por la diosa Xylan o, sobre todo, por el plagio que supuestamente hizo Michael Jackson de una de sus canciones, “Exorcismo”. Tenía más fantasías de este tipo, pero ahora mismo no las recuerdo.
Obviamente, no hace falta decir en pleno 2020 que todos estos cuentos no eran más que inventos que el músico, en su afán de conseguir algo de notoriedad y llamar la atención de la industria musical, ejecutaba con total dedicación delante de las cámaras. Y le salió bien la cosa. Obtuvo celebridad, aunque sólo fuera porque le llevaban a los platós cubriendo así el cupo freak de rigor que era menester en las parrillas televisivas de aquellos años. Pero la bola se hizo grande y, por pura repetición, y harto seguramente de su fama de freak que, al contrario de lo que pensaba, no influía positivamente en su carrera como músico —que es lo que realmente Luixy anhelaba—, un buen día, en no sé cuál programa, Luixy reconoció que todas esas historias de Marte, de la diosa Xylan y demás, no eran más que un cuento chino. Sin embargo, el asunto de  que “Thriler”, no era más que un plagio de su “Exorcismo”, lo mantuvo y defendió con uñas y dientes a lo largo de los años. Y hasta hoy.
Luixy Toledo llevaba ya unos años fuera del circo mediático; ni creo que durante este tiempo le interesara exponerse como se expuso a finales de los 90, ni creo que en la televisión de los últimos 10 años hubiera lugar para él, amén de que el chicle tampoco se puede estirar más, máxime cuando reconoció que eran todo invenciones. Por eso, me resulta cuando menos sorprendente que en pleno 2020 alguien haya decidido hacer un documental sobre el bueno de Luixy.
“El hombre que pudo salvar a Michael Jackson por segunda vez”, nos presenta un poco por encima a Luixy Toledo para, acto seguido, dar una mirada posmoderna —e incluso condescendiente— de todo lo relacionado con el plagio que supuestamente hizo Michael Jackson a nuestro Luixy, en lo que es una entrevista en profundidad al artista. Luixy, da su versión de los hechos (que ya hemos escuchado 20 millones de veces) extendiéndose todo lo que le da la gana y metiéndose tan a fondo en su relato que incluso, un par de veces, llega a emocionarse rompiendo a llorar, ya sea recordando amigos del pasado que ya no están, ya sea narrando la injusticia que supone que Jacko nunca reconociera el plagio.
Se habla brevemente sobre sus inicios con su banda “Los Alacaris”, como para compensar, y se reincide, una y otra vez, con el tema de Michael Jackson. Pero ni por asomo, se le da importancia ni a una cosa más, ni repara en la música de este extraño artista que tiene composiciones como para llenar una maleta. Y todas súper bizarras y divertidas.
Así, “El hombre que pudo salvar a Michael Jackson por segunda vez”, lejos de hacer un retrato completo de Luixy Toledo, en lugar de ofrecer algo original, se convierte precisamente en uno más de esos programas sensacionalistas que se ríen del tonto. Va a dar carnaza, punto. Se pretende dar una imagen  moderna y alejada de aquellos programas, pero al final es lo mismo, sólo que escudado con el uso del HD, del travelling y un saturado etalonaje marcapaquete, que a la hora de sentarme a ver un documental sobre Luixy Toledo me importan un carajo. Sólo se quedan en la superficie. Con lo interesante que es Luixy más allá de esas fantasías. Al final, lo menos importante de su, ya larga carrera, es precisamente lo que cuenta, hasta la exasperación, este documental.
Por supuesto, en los créditos finales, los realizadores se despojan de toda responsabilidad alegando que ellos no se hacen responsables de las declaraciones del entrevistado. Muy valientes.
Sin embargo, de ritmo anda bien, está servido todo con dinamismo, incluye animaciones que ilustran las transcripciones de los juicios a los que Jackson se enfrentó acusado de plagio, o que narran otra de las historias fantasiosas de Luixy (aquella en la que dice que él sirvió, en una antigua reencarnación, a Michael Jackson en el siglo X), y sólo dura una hora, por lo que, formalmente, y más si no se tiene un conocimiento previo sobre Luixy Toledo (como a estas alturas es bastante probable), está entretenido y se echa un ratillo. Pero nada más.

martes, 19 de junio de 2018

FRANK

En cuanto tuve noticia de esta película, me entusiasmé ante lo que parecía el biopic oficial del extravagante cantante inglés Frank Sidebottom (nombre real Chris Sievey), un tipo con raíces en el punk y que sería lo que hoy los más ignorantes llaman "friki mediático". Un poco como "Rodolfo Chikilicuatre" pero con más estilo, actitud, engundia y una intención creativa real detrás. Frank Sidebottom solía cantar acompañado de un ukelele o un teclado, tirando de irritante voz nasal, desafinando y, lo más llamativo, ocultando su rostro tras una divertida falsa cabeza. Justamente esa cabeza ha sido replicada exactamente en "Frank", película británica/irlandesa que, aunque finalmente no narra la vida real del amigo Sidebottom, sí reconoce que ha sido su inspiración tal y como reza un texto en los créditos finales. Y así ha de ser, por supuesto.
Jon es un frustrado músico mediocre que sueña con la fama y un talento que no posee. Del modo más casual termina incrustado en las filas de un extravagante grupo, "The Soronprfbs", compuesto por un puñado de personajes de lo más excéntricos y chalados, siendo el jefe de todos ellos el enigmático Frank, que es el que lleva la falsa cabeza que no se quita jamás. Fascinado ante todo ello, Jon luchará no solo por integrarse, también por hacer famosos a los "Soronprfbs" y, de paso, usarlos como impulso para lograr su deseada popularidad. Pero claro, el personal y atípico universo de Frank y los suyos está inevitablemente reñido con el éxito y la aceptación masiva, lo que dará pié a un montón de problemas y situaciones tremebundas.
"Frank" es, principalmente, una comedia. Pero al ser británico-irlandesa, denota también un incuestionable tono amargo. Y dramático. Aunque en esencia el "mensaje" es muy trillado y generalmente algo hipócrita viniendo un cine más bien "convencional" -Mantén tus maneras incorruptibles y no las destruyas aspirando a la fama efímera-, en este caso se ve un poco más honesto y coherente. En un producto Hollywoodiense -cosa que no es "Frank"- sería mucho peor. Y es que, en el fondo, estamos ante la primera película que retrata de modo oficial, y desde dentro, un fenómeno que no por ocasionalmente insufrible resulta fascinante: La música "outsider" o, lo que es lo mismo, partituras creadas, tocadas y cantadas por individuos con genuinas taras mentales (la lista es larga: The Shaggs, Wesley Willis, Tiny Tim, Daniel Johnston, Jandek, Wild Man Fischer o Captain Beefheart, que sirve de inspiración para la parte de la película en la que la banda se encierra en una casa de campo con la finalidad de grabar un disco. Por lo visto algunas de las cosas que ahí suceden ocurrieron en la vida real durante una grabación del mentado Captain Beefheart).
El resultado final es una película entretenida, nada facilona, en la que se mete un palo a la fama que crean las redes sociales. Esa basada en el chascarrillo tontaina de aquellos que no ven más allá de su flequillo y solo se quedan en la superficie. Que "disfrutan" a través de la arrogancia, mirando por encima del hombro, y que en cuatro días se cansarán y buscarán otro fenómeno al que despellejar agotadoramente para poder decir aquello de "Yo lo ví primero" y "Desde que le gustan a tanta gente, ya no molan". Y en eso no puedo estar más de acuerdo con la peli reseñada.
Complementan el show un reparto excelente (Domhnall Gleeson, Scoot McNairy, Maggie Gyllenhaal y un Michael Fassbender que no se quita la falsa cabeza hasta la parte final) y unas canciones en general bastante curiosas (entre ellas una versión relentizada de "I want to marry a lighthouse keeper" de Erika Eigen, tema que pasó a la inmortalidad cuando fue elegido por Stanley Kubrick para figurar en el soundtrack de "La naranja mecánica"), el cénit de las cuales es la estupendísima "I love you all" que pueden escuchar aquí para su mayor disfrute.
Recomendable película, sí señor.

martes, 9 de septiembre de 2025

AMATEUR ON PLASTIC

Butch Willis es uno de tantísimos músicos "outsider" que pululan por tierras americanas y, con el tiempo, generan una base de fans tan sólida que incluso llegan a convertirse en artistas de cierto prestigio e indudable culto. Willis no sabe tocar, hace una música tosca y estridente, más allá de eso y de ser un individuo tuerto, tampoco sabría diferenciar lo que hace de otros músicos de rock´n´roll de corte convencional, es decir, es un tipo excéntrico pero, a priori, no parece adolecer de ninguna peculiaridad o discapacidad severa como sí la tienen alguno de mis músicos marginales favoritos. No obstante, las circunstancias y los personajes me parecen siempre lo suficientemente interesantes como para sentarme a ver, durante una hora y cuarto, un documental de factura igualmente marginal, que cuenta la vida y obra del cantante.
Del mismo modo, y en una de las bandas donde militó Butch Willis, "The Rocks" (formando así "Butch Willis And The Rocks"), hay un individuo con pinta de padecer raquitismo o algo similar, que llama poderosamente mi atención porque su función en el grupo es imitar los sonidos de la guitarra con la boca, emitiendo soniquetes que desviará a una tonalidad u otra dándose golpes con el dorso de la mano en la garganta. Este individuo se llama Al Breon, alias “Throath Guitarrist” (“El guitarrista garganta”) y también tiene su tiempo en este “Amateur on plastic”. Un tipo graciosísimo.
El documental hace un repaso a la actividad del artista desde sus inicios en la era hippie y hasta la actualidad, mostrando especial atención al periodo comprendido entre los años 80 y 90, décadas en las que tuvo su auge.
De este modo, el metraje se compone de diversas entrevistas a Butch Willis a lo largo de los años, así como a gente que, de una manera u otra, contribuyeron a su éxito marginal. Todo ello a través de imágenes de archivo y un porrillo de actuaciones en directo que documentan todo lo documentable, sin que en realidad haya datos especialmente escabrosos o pasajes extraordinarios. De hecho, a grandes rasgos, la cosa es bastante paliza, máxime si, como a mí, la música de Willis en cualquiera de sus formaciones no te hace mucha gracia. Sin embargo, y esto es lo que convierte al documental en algo especial, no hay una puta imagen digital en todo el metraje (tampoco celuloide). Todo él está construido a base de grabaciones caseras de la época, ergo, todo es HI-8 y Super VHS. No hay siquiera mini-DV. También se mantiene el material de cintas ya muy deterioradas, por lo que ver un documental con tantas imperfecciones, con el "tracking" a toda pastilla corrigiendo rayas, resulta hasta nostálgico. Entonces, visualmente es tan feista que me quedo con esa parte, porque además me da la sensación de que, aunque está facturado en 2020, no era intención de sus realizadores hacer una película de corte posmoderno; sencillamente, utilizan lo que hay.
Por lo demás, se hace bastante durillo.
En cuanto al director, Mark Robinson, en realidad músico, no tiene crédito más que este en su filmografía, pero es el principal responsable del sello “Teen-Beat”, que da cobijo a esta serie de músicas peculiares, Butch Willis incluido, siendo asimismo miembro de la banda “Flin Flon”, también de culto, que se caracteriza por grabar poco y aparecer menos en cualquier tipo de medio.