sábado, 14 de abril de 2012

UNA DE TERROR CAMBOYANO

Recientemente dos amigas mías, Laura y Silvia, se fueron de aventuras exóticas y, sin comerlo ni beberlo, terminaron metidas en plena Camboya. Conocedoras como son de mis extrañas aficiones cinéfagas, no dudaron un segundo en comprarme una peli de lo que ellas me vendieron como "terror camboyano". El típico producto autóctono puesto a la venta cutremente y partido en dos cd-roms (nada de dvd!) sin subtítulos de ninguna clase. Ni tan siquiera en inglés. Bien, ahora que ya he visto de cabo a rabo semejante marcianada, puedo hablar más o menos de ella... y digo más o menos porque el visionado fue, obvio, en el idioma de la región, y como buena peli tercermundista y barata que es, está repleeeeta de diálogos... además de unos muy graciosos, ya no solo por la fonética, sino porque las chicas parecen pitufos cuando abren la boca. Suerte que la historia es lo suficientemente lineal como para ir entendiendo lo que ocurre.
Esto va así: Una tribu vive asustada por los crímenes que una horrenda criatura está cometiendo con las chicas (y algunos chicos) de su aldea. Les arranca las entrañas, les extrae la bilis en formato bolsita de té, y se la come (sí, hay algo de gore y todo en el menú). Creen que el monstruo es un viejo vagabundo de descarada barba postiza que ha llegado recientemente, asi que lo buscan, le meten una paliza y lo encierran. Paralelamente, asistimos al entrenamiento de unos jóvenes y ridículos monjes que, al final, serán los que se enfrenten al monstruo. Este resultará no ser el vagabundo, sino el chico guapo de la peli que mantiene una pastelosa y cursi historia de amor con una de las mozas. Para más señas, se trata de un antiguo monje tentado por el mal. El final es trágico y no se acaba nunca.
Lo primero que sorprende de esta muestra de "terror camboyano" es su acabado técnico. Hoy día, con todo el armamento digital del que se puede disponer, se acabaron las cutreces extremas. La cosa está bastante bien grabada en vídeo HD -formato anamórfico- y hace gala de un montaje digno. Además, el director mete focos azules y máquinas de humo con el fin de ambientar el bosque nocturno, lo que queda muy chachi. Los efectos físicos son rudimentarios pero efectivos (el monstruo parece que lleve trozos de chorizo pegados a la cara) y los digitales, que son legión, apestan bastante, pero es que, en fin, hoy día apestan incluso en muchas pelis mainstream. Eso sí, abuso constante de rayos de colores y lucecitas. 
Lo realmente chocante son, por un lado, la historia de amor, resumida en un extenso e interminable flash-back que parece el vídeo de un karaoke y por otro, muy especialmente, cierto "desahogo humorístico" colado en medio de la puta peli sin venir a cuento, con personajes que ni hemos visto ni volveremos a ver y un tono "slapstick" totalmente fuera de lugar en comparación al resto de la obra. O lo han puesto porque allí es costumbre, o porque así alargaban metraje. En todo caso, nos centramos en un especie de Cantinflas camboyano histriónico que, con ayuda  de un niño (muy buen actor, por cierto), deciden hacerse pasar por el monstruo para robarles los plátanos a un grupo de mozas. Una vez lo han conseguido, resulta que son espantados por una vagabunda (también muy histriónica) que había tenido la misma idea previamente. Todo ello a base de muecas exageradas y efectos de sonido absurdos. Termina el show, y sigue la peli normal. Raro, raro, raro.
En fin, evidentemente no puedo dar un auténtico veredicto al respecto porque las condiciones del visionado fueron algo atípicas, pero sí diré que resultó una experiencia divertida y desde aquí aprovecho para mandar un sonoro gracias de corazón a las girls por semejante regalazo.