Esta producción del 2008 me la habían recomendado mis amigos
ya que saben que el género de artes marciales es uno de mis favoritos, pero
entre una cosa y otra no la había visto hasta este verano. Se conoce a esta
película con el subtitulo de El Maestro de Bruce Lee, pero no es más que una
estrategia comercial. Es cierto que Bruce Lee fue uno de sus discípulos, pero
ni por asomo entrenar a Lee es lo que define a este hombre, por lo que recalcar
esto no es más que publicidad.
Ip Man, que se pronuncia algo así como Yip Man, es un
maestro en el arte del Wing Chung. Vive en Foshan, una ciudad del sur de China célebre
por sus escuelas de artes marciales. Ip Man no enseña, simplemente pasa el día
entrenando y viviendo una vida de lujo y comodidades junto a su mujer e hijo.
Es respetado por todos los maestros de la ciudad, ya que saben que es más diestro
que cualquiera de ellos. Un día, unos buscabroncas llegan a Foshan decididos a
retar a todas las escuelas y así poder abrir la suya propia. Una vez que han
derrotado a todos los maestros de la ciudad se enteran de la existencia de Ip
Man. Rápidamente irrumpen en su casa y le exigen un combate. Inicialmente el se
niega y mas dentro de su casa, no sea que vayan a destrozar los muebles, pero
cuando el jefe de la banda empieza a humillarlo, la mujer de Ip Man le da
permiso con una simple frase: “No rompáis muchas cosas.” Muy simpático es
cuando cae el primer jarrón al suelo y el retador de la pelea le dice que se lo
pagara. Lo mismo le dirá cuando se rompa el siguiente ornamento, aunque al
final de la pelea no se ve que le abone nada de nada.
Todo es alegría y jauja en la casa de Ip Man, hasta que
llega la invasión Japonesa. Todo Foshan queda devastado, la gente se muere de
hambre y hay miseria por todos lados. Ip Man y su familia son desahuciados y su
palacio será usado por los japoneses como cuartel general. Sumido en la pobreza
Ip Man se pondrá a trabajar en una mina para poder llevar algo de comida a su
familia. A esa mina suelen acudir los militares japoneses pidiendo voluntarios
para luchas contra los soldados japos en duelos de artes marciales. Ip Man no
quiere competir, pero al enterarse que un amigo suyo murió en una de esas
peleas, decide ir a ver qué ocurre. Al ver como matan cruelmente a un antiguo
maestro de Foshan pide luchar contra diez a la vez. En menos de un suspiro
derrota brutalmente a los diez, BRU-TAL-MEN-TE. El general japonés que era
testigo de los combates decide que quiere volver a ver luchar a Ip Man, y si es
posible luchar con él. Algo que ocurrirá al final del filme.
La película respira un tufillo nacionalista chino que por
momentos puede ser pelín cantoso, pero bueno, lo mismo hacen los americanos en
sus producciones y mira lo bien que funcionan en la taquilla internacional. El
gran acierto de la película son las coreografías, dirigidas por el mítico Sammo
Hung, y el actor protagonista Donnie Yen, que con su aspecto de hombre de
mediana edad se aleja del estereotipo de estas películas, el del joven fibroso
y algo inconsciente. Además no se mueve nada mal, aunque casi todos sus golpes
se realicen con las manos, y nos con patadas que siempre quedan muy
espectaculares. Y aun así, los combates son vibrantes, muy bien resueltos y
filmados. Existe una secuela oficial, que ya tengo en cartera para verme en
breve, y una tercera parte que no cuenta con los actores y que debe de ser de
otra productora. Puede, esto no lo sé fijo, que lo que nos venden como esa
tercera parte sea la película que dirigió más o menos por las mismas fechas que
esta, el director chino Wong Kar Wai.
Muy buena, muy muy buena.