Después de hacer mogollón de vídeo clips para las estrellas
pop más famosas del momento, se convirtió en un cotizado director con
“Razorback: Los colmillos del infierno” para pasar directamente a dirigir una
película que, aunque a día de hoy podamos cuestionar su calidad, hay que
reconocer que se trata de un icono de la época como es “Los inmortales”, todo
un éxito que, convertida en saga, la segunda entrega ya era un tostonazo de
aúpa. Y se puede decir que ahí comenzó el declive de lo que en un principio
parecía un prometedor talento. Consecuencia de “El silencio de los corderos”,
intentó otro éxito con “Ricochet”, que aún con cierta repercusión, no fue el
éxito que debería ser. Después deambuló sin pena ni gloria por pequeños títulos
de acción, hasta que volvió a intentar un “rompe-taquillas” con “La Sombra”, y
lo que consiguió fue hundir su carrera en el lodo. A finales de los noventa,
rueda dos títulos “explotation” para fin de milenio como puedan ser “La sombra
del faraón” para chupar del frasco de “La momia” o “Resurrección” con su amigo
Christopher Lambert y haciendo lo propio con “Seven”, esta vez haciendo un
calco de esta más cercano a la vergüenza ajena que a otra cosa.
Después su carrera se vio inmersa en una vorágine televisiva
– de la cual es fruto la peli que nos ocupa- para, esporádicamente, volver al
mainstream de la mano de cosas como
“Resident Evil. Extinction” o al videoclub más especializado con la muy
maja “Give em´ Hell Malone”.
Si no es curiosa esta carrera, no se cual lo es.
El caso es que ser un director que sabe desenvolverse, como
fuere, en películas de gran presupuesto, le confiere la facultad de, cuando
hace una “T.V. Movie” como este “Asalto sin limite”, sacarle el máximo partido
al ritmo, presupuesto y entorno televisivo, con lo que en esta ocasión tenemos
un telefilme que, siendo malo y pestoso como es, al menos es altamente
entretenido. Es más, yo diría que es superior a muchas de sus películas más
gordas. Si es cosa del azar o del buen hacer eso ya sería otro cantar.
Cuenta la historia de un individuo que roba coches con una
solvencia absoluta. Y como los roba muy bien, toma contacto con unos mafiosos
que le encargan robar una serie de coches, entre ellos, un prototipo. Mientras
cumple su cometido, una banda de “Gangstas” le tocará las pelotas. Pronto el
espectador verá que el ladrón de coches, en realidad está metido en todo este
rollo por un trato con el F.B.I, que no voy a desvelar por si les pica la
curiosidad de verla.
Una película televisiva, sin duda, consecuencia de “A todo
gas” destinada al mismo tipo de público y con similares intenciones, solo que,
con mucho menos dinero de lo que costó la otra, con actores mucho menos
carismáticos que esa, y con una trama, sin duda, mucho más discreta, consigue
resultados infinitamente más óptimos, si no en los artificios, si en las cotas
de entretenimiento, porque lo cierto es, que mientras que esta me la comí del
tirón, dejándome un buen saborcillo de boca, cualquiera de de la saga “Fast
& Furious” no aguanto ni cinco minutos. Y con directores, en teoría, mucho
más solventes que el irregular del Mulcahy.
En el reparto, destacamos al prota, el video clubero y
televisivo Eric Palladito, y como mafioso malvado, raro y desperado tenemos a
Michael Madsen, que ha pasado de ser un Harvey Keitel del nuevo mileno, a ser
un habitual de todas las roñas segundonas que pueblan el basto entorno de los
video clubs. Una pena.
En cuanto a la peli, ya les digo, entretenidilla. Quizás más
de lo esperado.