miércoles, 4 de junio de 2014

BOTAS NEGRAS, LÁTIGO DE CUERO

Los años ochenta de Jess Franco,  tan precarios como prolíficos, y rodando a mansalva tanto aventuras de de Al Pereira como derivados, dan mucho de si, porque encontramos desde absolutos coñazos que parecen confeccionados a base de retales de otros coñazos, hasta películas como esta “Botas negras, látigo de cuero” que, teniendo  presente siempre que las películas de Jesús Franco eran muy malas –no hace falta decir a estas alturas que de lo que estoy enamorado es del concepto- si que tienen algunos atisbos al inicio de que la cosa va a ser minimamente  entretenida, a los diez minutos despejamos cualquier duda, viendo claramente que no, que se trata de lo de de siempre.
Así que para la ocasión tenemos a Al Pereira, que recibe a punta de pistola  a una mujer, a cual, tras decirle el detective cuatro guarrerías, le contrata para que recupere un bolso que está en un desguace. Allí, unos tipos intimidan a Pereira, que desenfundará su arma contra ellos. Y a partir de aquí, Pereira se meterá en un extraño embrollo, en un asesinato del cual es el principal sospechoso, mientras se tira, siempre que puede, a la mujer que inicialmente le contrató.
Aunque empieza muy bien, pronto su hora y media de metraje se vuelve eterna.
No obstante, hay que decir que en géneros menores (porno o clasificadas “S”) Franco se desenvolvía con mayor soltura que los Carlos Aured o Iquinos de la época. Con esto quiero decir, que “Botas negras, látigo de cuero” como película estándar es una absoluta basura, pero como peli clasificada “S” que es, es infinitamente mejor que cualquiera adscrita al subgénero con más nombre. Si embargo, tampoco valdría para un aficionado al cine “S” porque tampoco es tan erótica, o su existencia no se basa, en su totalidad, en el erotismo. Poco más que decir al respecto.
Una más de aquellas películas ochenteras de Franco, conMayans y Lina Romay a la cabeza en la que vemos a los actores vestidos exactamente igual que en otras películas del mismo año, y dónde a Mayans le crece el pelo de un plano a otro, por no hablar de la escena en la que, tras ver como el pelo le crece y le mengua en la misma secuencia, coge unas tijeras y se lo corta, junto con los bigotes, para que así no nos preguntemos por qué el resto de la película aparece con otro look distinto al de cuando empezó.
El tio Jess rodaba dos o tres pelis al mismo tiempo, en los mismos hoteles y los mismos escenarios, así que esto no era, en absoluto, de extrañar. Incluso puede que el principio perteneciera a una película, y el resto a otra ¡A saber!
No es de las peores, ni de las más divertidas. Pero sale Al Pereira, así que…