lunes, 5 de abril de 2021

LE COCHON DANSEUR

“Le cochon danseur” es un cortometraje mudo de 1907 producido en Francia por los hermanos Pathé, que ya por aquél entonces eran una marca distinguible. El director del mismo no está acreditado y por lo tanto es desconocido. Al margen de esto el cortometraje en sí está envuelto en un halo de oscurantismo y misterio.
En “Le cochon danseur” vemos a una mujer y un cerdo gigante con esmoquin en lo que parece el escenario de un circo. Ambos están bailando. Mientras bailan, la mujer se mofa del cerdo impidiendo que coma las frutas de su cesta. Continúan bailando y ya, avergonzando directamente al gorrino ante el público, esta le despoja de su esmoquin dejándolo en pelotas. A continuación, ambos de meten entre bambalinas para, en el plano final, ver al cerdo haciendo gestos grotescos, relamiéndose y enseñando al espectador una afilada dentadura.
El corto en mi opinión es  una pieza de lo más extraña e hijaputa, porque, sin saber en ningún momento que pretendía el director del mismo, la sensación que deja en el espectador es que el cerdo se ha comido a la mujer y de ahí esos grotescos gestos de placer y maldad. Resulta un corto inquietante y grotesco que está muy bien.
Sin embargo, este corto ha tenido la mala suerte de hacerse viral en internet entre escoria youtuber de la más baja estofa y conspiranóicos  deficientes mentales del denominado “creepy pasta” que se dedican a inventar, de forma expresa, leyendas urbanas en torno a cualquier chorrada que les llega a sus maltrechas manos. Y mira tú por donde, una de esas cosas que les ha llegado es este corto de la era muda.
Existen dos versiones de “Le cochon danseur”. La primera vez que apareció en Youtube, se colgó una versión corta, de dos minutos. Como era sabido que la versión colgada estaba amputada y que la íntegra duraba cuatro minutos, los internautas deficientes mentales empezaron a extender el rumor de que se trataba de una película maldita, y que en el metraje cortado se podía ver como el cerdo devoraba a la chica. Vamos, ni inventiva tienen, porque, no hace falta  rodar un metraje con el cerdo devorando a la chica para saber que se la come. Y los usuarios se llevaban las manos a la cabeza ante tal elucubración. Más tarde, incluso comenzaron a decir que, además, el cerdo violaba a la chica en el material faltante.
Tiempo después, se colgó la versión íntegra del corto con los dos minutos que faltaban. En ella se pudo ver que, en esos dos minutos ausentes de la versión original, lo único que ocurría es que el cerdo aparecía vestido de mujer para continuar bailando. Con lo cual, el gozo de creepypasters y youtubers acababa en un pozo porque en ningún momento asomaba esa brutal escena de la que hablaban, así que, en lugar de dejarlo estar, comenzaron a hacer vídeos que atentan contra la inteligencia humana en los que aseguraban que, sí veías el corto a determinada hora, ocurrían fenómenos paranormales. Nada, morralla youtuber. ¡Que sociedad idiotizada!.
Por supuesto, las historias y performances no acabaron ahí, las hay a mansalva por toda la red  y a cada cual más estúpida y decadente.
Al margen de estas mierdas, lo cierto es que el corto es oscuro y perturbador. Además, el disfraz de cerdo es una obra maestra del marionetismo, porque, hay que ver cómo saca la lengua y pone los ojos en blanco el cerdo, cuando todavía no había avances mecánicos que pudieran facilitar esa tarea.
Según dicen, el traje de cerdo se confeccionó para ser utilizado en el circo, y el plato fuerte del número era cuando el cerdo sacaba y movía la lengua, cosa esta con la que el público se partía la caja. El traje se usó hasta que sustituyeron el número del cerdo bailarín por cualquier otro y, después, sus dueños lo vendieron por cuatro pesetas a los cineastas, que inmortalizaron en celuloide esa obra maestra del disfraz en este corto. No hay más.
En realidad, todo ese numerito grotesco que vemos, era habitual en los espectáculos de vodevil en los cabaretes de la época, que usaban la astracanada y lo vulgar como herramientas captar el interés y causar la risa del espectador que, en 1907, se reía con otras cosas. Todo el teatro y el entretenimiento de aquella época era así, por lo que el cortometraje, que solo representa uno de esos numeritos, no es tan extraño y maldito como parece, si lo calibramos con los ojos de aquella época. Es más, si no sabes todo lo que gira en torno a él, pues a lo mejor ni reparamos en lo perturbador del plano final con las caras del cerdo que, si bien hoy asustan, en su momento no era más que desmadrada comedia.
Con todo esto, “Le cochon danseur” es una cosa rara, misteriosa y desperada, que merece la pena ser vista porque, amen de ser una obra seminal del cine absurdo, es una cosa que está muy bien. Lástima que los internautas hayan desvirtuado y alterado el sentido de esta obra, que jamás debería haber llegado a los ordenadores de esa caterva de deficientes mentales que operan para otros deficientes mentales.