La primera adaptación de imagen real de las aventuras de Lupin III, llegó en 1974, después de la primera serie de dibujos animados de 1971, y antes de la que todos pudimos ver en los 90 en Tele 5, la de 1977. Produce la Toho y está claramente inspirada en esas primeras animaciones, por lo tanto, hay diferencias estilísticas en cuanto al look de los personajes con respecto a la que emitió la cadena amiga, además de faltar algún personaje principal. Falta Francis —y los puristas disculparán que me refiera a estos con los nombres españoles que se les puso en el doblaje de la serie de animación del 77, porque, que quieren que les diga, así es como los conozco yo, que soy fan en concreto y particular de esa serie. Ni de los largos animados, ni del cómic, ni de otra cosa que no sea ESA serie—.
Por otro lado, la película es un producto absolutamente de su tiempo, es setentera hasta el paroxismo y abundan las campanas, los flequillazos, pañuelitos proto gay al cuello y los tacones cubanos. Del mismo modo, la combinación de slapstick, ciertos gags y equívocos propios del vodevil y cierto erotismo ligero, casi hacen parecer a la película una de Alfredo Landa. A eso hay que sumarle las ingentes dosis de incomprensible, tontorrón e infantiloide humor japonés. El resultado de todo esto, visto a día de hoy, resulta un tanto desconcertante, pero la película se desarrolla a mil por hora, pasan muchas cosas, y procura por todos los medios parecer un cartoon, por lo que, aunque muchas veces nos descoloque, lo cierto es que está entretenida y se deja ver sin mayores aspavientos. Es muy ligerita toda ella.
Lo bueno, también, es que se trata de una especie de origen de los personajes, por lo que somos testigos de elipsis que nos muestran la infancia de Lupin III, de cómo se conocen él y su eterno secuaz Óscar, del flechazo a primera vista que tiene con Patricia, y, más importante, el por qué el Inspector Basilio le tiene tanto odio.
El argumento, no obstante, es un poco difuso: Un joven apuesto y salido como una mona, se enamora de una ladrona a la que trasladan a la cárcel en un furgón blindado. Como tiran dos tetas que dos carretas, este utilizará sus habilidades para ayudarla a escapar, sin embargo, esta, una vez fugada, pasará de él y lo abandonará a su suerte hipnotizándole (o algo por el estilo). Así que es llevado a comisaría donde el Inspector Basilio le interrogará, dejándole libre poco después.
Como el hijo de Lupin II fue abandonado en un orfanato y lleva en la sangre la criminalidad, un experto en esta estirpe, Óscar, considera que el joven que ha ayudado a escaparse a una famosa ladrona como la que nos concierne, puede que sea el descendiente directo de Arsenio Lupin, por lo que le buscará para asociarse con él. Por otro lado, el Inspector Basilio, que le ha tenido frente a él, es asignado a su búsqueda y captura, con el fin de que el famoso nieto del criminal más peligroso de todos los tiempos, no la líe parda. Al mismo tiempo, un clan mafioso intentará asesinar a Lupin III, y entre tanto pifostio, este y Patricia, se entretienen robando una valiosa joya. Todo muy caótico y lioso, pero funcional. Naturalmente, la cosa terminará como terminaría cualquiera de los episodios de la serie.
Pues sin más. Está curiosa porque es una película que hasta que alguien ripeó y subtituló al castellano para colgarla en la red, era bastante ignota y llevaba años queriendo verla. No sabía muy bien que esperar de ella, y sigo sin saber muy bien lo que he visto. En cualquier caso no me ha dejado indiferente y eso ya es mucho.
Sin ser una maravilla, resulta simpática e infinitamente mejor que la adaptación de 2014, mucho más fiel a los personajes, rodada con la tecnología actual y pensada para una platea internacional —esta es muy japonesa y concebida exclusivamente para los japoneses— que era, un verdadero coñazo.
Y con dos o tres gags de los que aparecen, la verdad es que te mueres de risa.
Dirige Takashi Tsuboshima, firmando con esta su penúltima película, en una filmografía plagada de pelís de samuráis y esos rollos, que jamás llegaron a estrenarse en España.