Apenas ha pasado un año desde la anterior película de Luis Miguel, pero este, que en “Ya nunca más” era un niño imberbe de voz aflautada, en “Fiebre de Amor” pega un gran estirón y ya tenemos a un adolescente con las hormonas a flor de piel. Es por eso que para esta segunda película se le busca un interés romántico, la también cantante Lucerito, para concebir uno de los éxitos más sonados de la historia de México. A su vez, se lanza una banda sonora con las canciones que ambos cantan en la película, y ya tienen un negocio entre manos cuyos beneficios son casi imposibles calibrar a día de hoy.
La dirección de esta segunda película de Luismi, corre a cargo de René Cardona hijo, por lo que el resultado, que cumple de sobras con su cometido, es más marciano aún si cabe que el de “Ya nunca más”.
Lucerito es una fan acérrima de Luis Miguel, que fantasea con conocerlo o incluso casarse con él, cosas estas que vemos a través de las ensoñaciones de la niña, en escenas que sugieren un soterrado erotismo, con Lucerito, con apenas 12 o 13 años, posando en bikini para un lascivo Luis Miguel que la mira con deseo, o siendo provocado sexualmente por la chica, en la onírica noche de bodas de sus delirios. Cosas de los ochenta. El caso es que la muchacha se entera de que Luis Miguel va a dar un concierto en su ciudad, Acapulco, por lo que asiste al mismo. Después, esta sigue a Luis Miguel y su staff hasta su casa, y allí, buscándole por las habitaciones, se topa con unos individuos ¡que están degollando al personal de servicio! Huyendo de estos, entra en la habitación en la que descansa Luis Miguel y, juntos, escapan de los psycho killers, generándose una persecución por carretera en las calles de Acapulco. Por supuesto, Luis Miguel, que contará con unos escasos 13 o 14 años conducirá su vehículo con violencia. Todo saldrá bien para los chavales.
Claro que la primera hora y diez de la película, es un encadenado de clips musicales en los que Luis Miguel hace alarde de sus cualidades vocales en diferentes y exóticos escenarios, con pequeñas transiciones en las que los diálogos nos dejan saber que hay una trama. Tras una hora de cancioncitas (algunas muy buenas, y es que no me desagrada la música del Luis Miguel) y ya presentados los personajes, comienza la sangría en casa del cantante y… pum, se acabó.
Loca, desmadrada, estúpida y paradójicamente entretenida, la película entera no es más que una excusa para mostrar las canciones de la banda sonora que van a vender, y el argumento es lo de menos, por eso la historia pasa en un santiamén. Lo que no entiendo es qué cable se le cruzó a Cardona cuando escribía el guion, porque la idea de los asesinos en casa de Luis Miguel es de lo más retorcida, máxime cuando vemos algún asesinato muy gráfico en una secuencia de apenas unos minutos; Lucerito abre un armario y de él sale un trabajador de Luismi con el cuello rebanado y sangrando como un cochino.
“Fiebre de amor” es al cine mexicano lo que al español fue “Sufre Mamón”, sólo que Manuel Summers tenía más interés por el material que se disponía rodar que Cardona que, básicamente, hizo lo que le salió de los cojones, rodando deprisa y corriendo para generar la pasta lo antes posible.
Desde luego, es una verdadera curiosidad. Y, sin duda, funcionaría en una reunión entre amigotes, con unos productos matutano y una botellica de Licor 43.