“Deadbeat at Dawn”, de Jim Van Bebber, es un film al que siempre tuve mucha manía, quizás, más que por la película en sí misma, por lo que representaba al ser una de las elegidas por el sello "Gorgon Vídeo", para darle cancha a aquella moda del cine gore que se estiló durante apenas dos o tres años en los 90, y cuya consecuencia es todo ese posmodernismo y culto a lo cafre y que, aunque hace tiempo que dio sus últimos coletazos, tanto nos irrita en "Aquí Vale Todo".
“Deatbeat at Dawn” asimismo fue rebautizada para su edición en VHS bajo el oportunista título de “Gore en las calles”, que es con el que se la conoce en nuestro país, y con el que miles de chavalitos granudos se engancharon al género, pero lo cierto es que se editó genuinamente en VHS al poco de distribuirse en USA —se ve que el bueno de Van Bebber consiguió algunas ventas al extranjero— y lo hizo con un título más común de las estanterías de los 80 como es “Bandas callejeras” y con el que vamos a ilustrar esta reseña (el de “Gore en las calles” pues, que se quede en mera anécdota).
Vista hoy, libre de prejuicios, y aprovechando el master que rula por ahí perteneciente a la lujosa edición en blu-ray que tuvo a bien sacar la gente de "Arrow Video", mi opinión dista levemente de la que tenía previamente, pero levemente, porque al final “Bandas callejeras” es lo que es: un mojoncillo amateur con el exceso por bandera, rodado, eso sí, con muchísima afición.
La cosa va de una par de, eso, bandas callejeras que se odian y se dan de hostias por los inhóspitos parajes de un desolado Ohio. Cuando el jefe de una decide que es el momento de retirarse de las calles y llevar una existencia tranquila al lado de su novia, todo se complicará para que no pueda dejar la vida criminal y continuar lo que queda de película dándose de hostias con la banda contraria.
Naturalmente la trama brilla por su ausencia, pero hay que reconocerle a Van Bebber el haberse adelantado unos años al argumento de “Atrapado por su pasado” de Brian de Palma, salvando inmensamente las distancias (Naxo: Y el hecho de que la peli de De Palma se basa en una novela escrita doce años antes que el film de Van Bebber). Por lo demás, nos encontramos ante un folletín largo y tedioso donde destaca un fuerte componente dramático, con desangeladas peleas que sirven para mostrarnos las pocas cualidades de Van Bebber (que protagoniza la cinta) con las artes marciales. Durante el trasiego de peleas y venganzas, la violencia mostrada es exagerada y vemos navajazos salpicosos, desmembramientos varios y hasta un despellejamiento con cuchillo, con su correspondiente extracción de cerebro por apertura de cráneo. Nada que a estas alturas pueda sorprendernos.
La historia de “Bandas callejeras” es por todos conocida; el joven Van Bebber, cursando sus estudios en la Universidad, obtuvo una beca de 100.000 dólares para sufragar su segundo curso y, en lugar de emplear ese dinero en costearse los estudios, decidió gastárselo en película de 16 mm para rodar su ópera prima, empleando una cámara prestada por uno de los actores a tales efectos. Rodó estilo guerrilla, en plena calle y sin permisos, lo que propició que la policía lo expulsara de varios de los sets elegidos para la ocasión, o que los transeúntes intervengan sin si quiera saberlo. Se tiró cuatro años de su vida filmándola y, cuando la completó, tuvo cierto renombre dentro del mundillo del gore y aledaños, siendo presentada en infinidad de festivales. A día de hoy es un pequeño clásico del cine costroso y un título celebre para sectores “finos” del cine de género.
No obstante, Jim Van Bebber nunca salió de la marginalidad; estuvo un montón de años rodando cortos como puedan ser “Roadkill” o “Sweet Satan” y pasándolas canutas, haciendo de actor para otros directores más o menos losers, intentado concluir un biobic sobre una de sus obsesiones, Charles Manson, siendo, en definitiva, un personaje curioso, pero no tanto como para dedicarle un seguimiento en profundidad.
Su última incursión en el cine fue en 2013, con un cortometraje sobre un cocodrilo comiéndose los restos de unos veteranos de Vietnam, financiado a través de crowdfunding y titulado “Gator Green”.
Cuando se editó "Deadbeat at dawn" en España como “Gore en las calles”, recuerdo cierto sector del fandom endiosándola y asegurando fliparlo con un artefacto que en realidad era (es) un pequeño rollo que no pasa de curioso. Más tarde, esos mismos fans devinieron adictos a Tarantino y, hoy, mientras cambian pañales, no recuerdan ni por lo más remoto quien fue Jim Van Bebber.
Pero no debemos echar la culpa a la película, ajena a toda aquella moda. En realidad es una cinta amateur ochentera que obtuvo cierta popularidad entre los extraños fans del cine de horror sureño y que, en un suspiro, traspasó fronteras. Lo suficientemente singular como para que la tengamos en cuenta y le dediquemos un visionado libres de prejuicios, más allá de eso, sigue siendo una caquita con cierta gracia.... en pequeñas dosis.