sábado, 28 de octubre de 2023

DEMONIOS NEGROS

Unos jovenzuelos andan por tierras Brasileñas en busca de sonidos autóctonos. Atusado por su interés respecto al vudú y esas mandangas, uno de ellos consigue presenciar y grabar un ritual. Al día siguiente, sendas fuerzas malignas le obligan a activar el radio-casete en un cementerio donde reposan una serie de esclavos -negros- cruelmente ejecutados en su momento. Como consecuencia, se alzarán y comenzará la venganza de ultra tumba.
Lo más llamativo de "Demonios Negros" es que gasta un inconfundible y tardío tufo a gore-fetuccini de los ochenta, especialmente por esos primerísimos primeros planos de ojos arrancados de sus cuencas, cabezas abiertas por hachazos y gargantas agujereadas mediante cuchillos. 
Cuando, justamente, uno de aquellos artesanos, el discutible Umberto Lenzi, se puso manos a la obra con esta película, era ya 1991. Hacía tiempo que los mejores momentos de Fulci, Massaccesi e gli amici habían quedado atrás. Ya nadie, nacido en Italia, abordaba el horror de línea gruesa de aquel modo, y por eso mola. Solo por eso. Lo demás queda en el reverso opuesto de la palabra molar. El look de la cinta, soso, plano y telefílmico, es inevitablemente noventero. Y los actores, + sus diálogos para borricos, dejan bastante que desear. En especial el que hace de "Jose", quien se marca un par de muecas cuando siente dolor que son pa echar una sonora risotada. Casi tanto como la caracterización de esos zombies con cara de aburridos (así resulta fácil empatizar con ellos). Y sin pasar por alto unos cócteles molotov más eficaces en su efecto destructivo que la mejor granada de mano.
Conocida internacionalmente como "Black Demons", o como "Demons 3" en algunos países -incluida Italia-, y luciendo un póster también de regusto "retro", estilo E.Sciotti -sin serlo, según me informo-, la peli es... lo que es... un truñete desprovisto de alma y color, que, no obstante, puede "disfrutarse" echándole voluntad -sobre todo por cuestiones nostálgicas- y situando el móvil cerquita, no sea que nos veamos azuzados por el abundante muermo.