Extraña e ignota película independiente valenciana, estrenada con palos y piedras a mediados de los 90. Su existencia es casi anecdótica.
Se trata de un "noir" de bajísimo presupuesto, segunda película de Pedro Uris (su ópera prima, “Cuenta atrás”, es aún más ignota que esta), guionista de profesión y redactor en "Cartelera Turia", que pasó por las pantallas sin pena ni gloria y cuyo resultado, al margen de una fotografía que en según qué momentos resulta estupenda (puede que fruto de la casualidad), resulta anodino, repetitivo y pesado. Tampoco se trata de un guion muy inspirado ya que, al final, tenemos una película compuesta de planos muy aleatorios con gente hablando, muchas veces soltando frases que no tienen ningún sentido, invocando así a la bendita comedia involuntaria.
Parece un cliché el hecho de que, cuando una película sale regular, o directamente mal, recurrir a que el problema no está en las labores creativas o de dirección, echando la culpa sus artífices, siempre, al bajo presupuesto o los recortes a los que se ha sometido al film por uno u ambos lados. Y eso, innegablemente, es un incordio para el resultado final... pero da un poco lo mismo cuando, de base, el material con el que se cuenta es más bien tirando a malo, como el guion de esta “Satán Café”.
Sin embargo, el director, Pedro Uris, parece del todo honesto cuando asegura en su blog que esta película no le gusta especialmente, pero tampoco se arrepiente de haberla hecho, y que los problemas de la terquedad de la misma son —efectivamente— una mala previsión de fondos para realizarla. El tipo puso dinero de su propio bolsillo, así como recibió la ayuda de la Generalitat que cubría un 20% del presupuesto necesario. Con todo, conseguiría acabarla.
Sin embargo, resulta curiosísimo el comprobar que, de verdad, esta es una película a la que le falta pasta por un tubo. De hecho, es evidente, aquí no hay excusa que valga, se nota que no la había. Donde más, en la economía de planos. Tenemos escenas enteras ¡en un único plano medio! que hacen que, desde luego, se resienta el ritmo de la cinta. Y digo yo, con dos horas de duración a base de conversaciones y secuencias que no llegan a ningún lado ¿no se podrían haber arrancado páginas a ese guion? no es que la película hubiese mejorado mucho, pero al menos contribuiría a hacer el sopor un poco más tolerable. Incluso así, siempre es un placer ver una muestra de lo que en petit comité nos gusta llamar “una película amateur rodada en 35 mm”, que hubo muchas en los años 70 y 80, si bien en los 90 (esta es de 1994) ya eran más escasas.
En el lado de los atributos está su condición osada, hasta el punto que no se corta a la hora de incluir sendos numeritos musicales, con una suerte de jazz-soul- rap, parece que compuesto exprofeso, que no está nada mal, interpretado para la ocasión por la actriz María José Peris (si es playback o no, lo desconozco)
La trama gira en torno a un individuo que, cumpliendo con la petición en vida de un amigo suyo recién fallecido, acude al forense para identificar su cadáver. Tras tan extraño acontecimiento, decidirá investigar la muerte del amigo, descubriendo por el camino hechos sin mucho sentido, orden, ni concierto (como toda la película en sí misma).
Por supuesto, al tratarse de una producción pequeñita, el elenco está compuesto por actores desconocidos para el gran público, muchos de procedencia valenciana, entre los que destacan las presencias de Mario Pardo y Germán Montaner, a quienes sí hemos visto las caras en películas como “Makinavaja: El último chorisso” o “El milagro de P. Tinto”, respectivamente.
Ciertamente, una película rara, misteriosa y desperada. Ni tan siquiera se le profesa un culto, como pasa con producciones similares como, por ejemplo, “Fotos” de Elio Quiroga, lo que consigue que, dentro de lo que cabe, “Satán Café” sea aún más interesante.