martes, 14 de octubre de 2025

LA TERCERA PUERTA

Ignota y olvidada película documental de temática LGTBI (y, por lo tanto, reivindicada y rescatada por el colectivo), que retrata un poco a la “cinema verité” los ambientes de los cabarets y salas de fiestas de los años 70, centrándose especialmente en aquel tipo de espectáculo musical protagonizado por travestís.
Alvaró Forqué, hijo de José María Forqué y hermano de Verónica Forqué, fue un director de corta pero extraña trayectoria con tan solo tres largometrajes estrenados de lo más curiosos y peculiares, como el que nos ocupa.
En “La tercera puerta” filma con mucho dinamismo, y como reza el poster: “El mundo de la transfiguración y los travestís en sus ambientes reales”. Y  Forqué, no solo se limita a poner la cámara en los mejores ángulos posibles, ya sea en ensayos, ya sea en los espectáculos en directo ofrecidos por aquel entonces en una conocida sala madrileña de “Music Hall” que es de lo que se compone mayormente la cinta, sino que entremezcla esas secuencias con algunos fragmentos muy surrealistas de ficción o la entrevista, distribuida a lo largo del metraje, a un anciano que en los años 30 se dedicó al mundo del espectáculo underground (y que cuando es entrevistado parece vivir en la indigencia), llamado José María Montez y que, a su vez, sirve de nexo de unión para todo lo que vemos.
También, Alfredo Amestoy aparece por el largometraje en una introducción en la que intenta explicar al espectador de 1976 (año en el que se rodó la película) en qué consiste todo eso del amor homosexual y el respeto que se le debe guardar, dando paso a los créditos y a la película en sí.
Del mismo modo, contemplamos caras conocidas del cabaret y la revista en su hábitat natural, así, vemos sobre el escenario, por ejemplo, al enanito José Jaime Espinosa al que reconocemos por sus papeles en “Gulliver” y “Cristóbal Colón: De oficio descubridor” (donde daba vida a Rodrigo de Triana), además de ser el compositor de “Hola, Don Pepito”, "hit" que popularizarían Los Payasos de la Tele. En esa misma tesitura circulan por el metraje Tony Valento, actor cómico de revista visto en innumerables roles secundarios de toda suerte de películas, Rupert “El peluquero de las estrellas” y Andrés Mejuto, visto en “Buenas noches Señor Monstruo” o “Curro Jiménez”.
Aunque la película solamente trata de ser un retrato de todo aquello lo más neutro posible, hay que tener en cuenta que estos espectáculos en esa época eran de naturaleza marginal y, por lo tanto, no exentos de cierta sordidez, por lo que la España de derechas se ponía nerviosa, máxime, cuando de maricones iba la cosa.
Asimismo, Franco acababa de fallecer, por lo que los franquistas tenían la sensibilidad a flor de piel. Es por ello que esta película, que en cualquier caso es blanca y en absoluto muestra situaciones sexuales o escandalosas, y ni tan siquiera se posiciona políticamente hacia un lado u otro, tuvo serios problemas durante su estreno en Barcelona. No pudo exhibirse entera porque un grupo de piquetes, probablemente devotos del dictador, boicotearon la proyección de manera salvaje y violenta, primero arrojando abrigos y chaquetas contra la pantalla y, después, destrozando el mobiliario, golpeando al proyeccionista y amenazando de muerte a los trabajadores del cine. Finalmente, destruyeron la copia de 35 mm que se estaba exhibiendo. El lugar tuvo que ser desalojado por los antidisturbios de la que se lió allí. Y es que las fuerzas vivas de la ciudad acusaban a la película de atentar contra la moral y las buenas costumbres, según la carta publicada en el diario “La Vanguardia”, remitida por un caballero que decía haber visto tan solo 10 minutos de metraje. Cosas que sucedían tras la muerte de Franco durante a la transición.
Por otro lado, la película fue repudiada por el escritor Eduardo Haro Ibars, una figura súper relevante del LGTBI de la época y cabeza visible de la movida (suyas son las estupendas letras de los primeros discos de "La Orquesta Mondragón"), que la tachó de deshonesta, engañosa y sensacionalista. Por supuesto, algo de todo eso hay.
Vista hoy, puede resultarnos una cinta rancia, un poco escandalosa y que no cuenta nada en realidad —tan solo está muy bien montada—, pero, en resumidas cuentas, es un documento interesante, y una película que durante años ha estado perdida y silenciada. Eso sí, revolotea por el ciberespacio una copia ripiada de un VHS incompleta, que no es poca cosa.