Hace poco más de veinticinco años aseguraba con bravuconería que jamás vería esta película. Y aquí me tienen, escribiendo sobre ella. ¡Ay, bocazas!. ¿A causa de qué solté tal sentencia? Pues acababa de pimplarme el título que la precedía, "Algunas veces ellos vuelven", telefilm basado en un relato de Stephen King cuyo éxito generó dos continuaciones directas a los estantes del vídeo-club que, dado el escaso entusiasmo provocado por aquella primera dosis, decidí ignorar. Concretamente, esta segunda juega al papel de remake disfrazado. Carece de conexión narrativa con la previa, pero viene a repetir el mismo esquema argumental salvo puntuales variaciones. Por lo que, si la presencia de King en aquella ya sería algo diluida (considerando que convertía en largometraje un relato corto), aquí directamente pasa a excusa.
Los gamberros del pueblo (el "leitmotiv" de la franquicia) son tan malos que realizan rituales satánicos. Aquello que un chaval es testigo de cómo sacrifican a su hermana de dieciocho recién cumplidas primaveras. Lógicamente ofuscado, acaba con ellos en plena celebración de la efeméride diabólica. Pasan treinta años, ahora el chaval es padre soltero de una hija apunto de cumplir mayoría de edad. Ello provoca que los gamberros regresen de los avernos con intención de usar a la moza para concluir el ritual interrumpido en su día.
Cambiar la tele por el vídeo-club (suspiro...) aporta ciertas ventajas, como poder incluir algo de sangre (muy comedida. De efectos especiales prácticos la cosa anda bien, aunque parapeten muertes tan risibles como la chavala cosida a "cartazos". Los visuales, en cambio, resultan menos convincentes, rozando por momentos un doloroso cutrismo) y unas pocas tetillas bonitas de ver. Pero ahí termina toda diferencia. Como producto noventero de terror de escaso montante, "La resurrección del mal" (traducción porculera de "Sometimes they comeback... again", "Algunas veces ellos vuelven, otra vez"), se deja ver sin mayores aspavientos. Es puro "fast food" de manual, con algunas salidas narrativas ridículas, de esas que parece que te tomen por tonto (como ver al protagonista librarse alegremente y sin mayores dificultades de la cadena que le inmoviliza. O la desesperada búsqueda de un objeto que, al final, resulta estar a la vista, fácilmente localizable...) y un "tic" muy irritante y de su tiempo, las maneras "a lá Freddy Krueger" que gasta el satánico jefe de la pandilla, es decir, "verborreando" hasta el paroxismo cada vez que asesina a alguien a base de pretendidas gracietas (algunas tan lamentablemente inimaginativas como cuando a un recién amputado le suelta aquello de "Gracias por echarme una mano").
A este le otorga (sobre)vida Alexis Arquette, perteneciente a la famosa casta y de rostro bastante peculiar. Llegó a dejarse ver en "Pulp Fiction" y luego fue el novio gótico de "La novia de Chucky" (donde, esta vez, él era el sacrificado durante un ritual). Posteriormente cambió de sexo, pero apenas tuvo tiempo de disfrutarlo ya que falleció en 2016.
Se enfrentan a él Michael Gross, eternamente ligado a la "sitcom" "Enredos de familia" y a otra franquicia segundona, "Temblores", y su hija, interpretada por una jovencita y muy bella Hilary Swank años antes de dar el salto a primera división. Les acompañan Patrick Renna, al que reconocía por su oronda figura y feo careto. Creía situarle en alguna película de cierto peso, pero no, se trata del tardío y aburrido slasher "Dark Ride" ("La casa del terror" en las españas). Su físico también le llevó a formar parte del cast de una comedia -igualmente tardía- de "National Lampoon", "Escuela de novatos". Otro rostro bastante familiar es el de Molly Hagan, que "En la resurrección del mal" hace de sheriff.
Igual que "Algunas veces ellos vuelven", y varias de las adaptaciones de Stephen King de esos años, produce -entre otros- el ex-"Amicus" Milton Subotsky. Guioniza Guy Riedel (siendo el único libreto de su filmografía, más centrada en labores de producción) a pachas con el director debutante, Adam Grossman. La experiencia le otorgaría puntos para responsabilizarse dos años después, bajo mandato "productil" de Wes Craven, de "El carnaval de las almas", supuesto remake de aquella cult-movie aburrida de cojones y con la que nunca he conseguido congeniar, "Carnival of Souls". Las malas críticas y, presupongo, escasa recaudación le condenaron a la inopia, salvo cuando co-escribió el guion de, justo, la tercera parte de la saga que nos ocupa, "Sometimes They Come Back... for More" ("Algunas veces ellos vuelven... a por más"), aquí marcianamente titulada "Infierno blanco" y situada esta vez en el inhóspito escenario de una base científica del ártico. No me pregunten sobre ella porque, ciertamente, mis recuerdos son escasos... casi inexistentes.

