Secuela directa de aquel afamado "El desafío de Hércules" en la que Lou Ferrigno, Luigi Cozzi/Lewis Coates y la "Cannon" vuelven a colaborar en otra risible muestra de "neo-peplum" deudor del cine-espectáculo Spielbergiano/Lucasiano que entonces imperaba... pero a lo pobre y ridículo. No cabe duda que la imaginación de Cozzi supera los medios a su alcance. Es muy loable ese despliegue de fantasía, lástima que no sepa materializarla adecuadamente.
Algun julai le ha robado a Zeus sus siete rayos. Sin ellos, lo único que nos espera a todos y más es el apocalípsis. Por ese motivo recurre al bueno de Hércules, quien tendrá la misión de recuperarlos y, en el camino, enfrentarse a unos cuantos monstruos.
Resulta paradójico que, contando con menos presupuesto que en su antecesora, esta segunda aventura del mazas sea un pelín mejor y un pelín, solo un pelín, menos patética. Ya saben, cuando no hay dinero, uno debe apretarse el cinturón y contenerse, tirando más por el camino práctico. Eso, en un film de estas características, es algo positivo. Así pues, Cozzi recurre a tios con disfraces para hacer de bichos antes que a terribles maquetones mal animados. El único en este plan que hay es una Medusa de plastilina absolutamente cutre (a quien Hércules destruye siguiendo los pasos de Perseo en "Furia de titanes"). El resto, muchos muchos pero muuuuuuuuuuuchos efectos lumínicos, destacando dos, la criatura infernal del inicio (por cuyo diseño parece robada de "Planeta Prohibido") y la gran lucha galáctica al final. Me consta que el realizador italiano quería que esta fuese muy espectacular, pero la "Cannon" le sacó de las manos los dólares necesarios y tuvo que espabilarse con, básicamente, dibujos animados de tirón minimalista, compuestos únicamente de líneas de color. Realmente miserable. A estos trucajes, hay que añadir mogollón de efectos de sonido tercermundistas y, en fin, la rutina habitual en toda Herculada que se jacte de serlo y que consiste en conseguir los objetos más extraños, cruzando los parajes más peligrosos de nombres rimbombantes, que lo conducirán a la búsqueda de otros objetos extraños en otros parajes de nombre rimbombante... y así hasta llegar a los 90 minutos de duración.
Ni que decir que tal trayecto está plagado, no de monstruos ni peligros, sino de risas y un moderado aburrimiento.