
Pero, dejando a Dekker a un lado, y a pesar de sus berrinches, no cabe duda de que estamos ante uno de esos clásicos menores del fantastique de los años 80. Lo que más sorprendió en su época a críticos y demás mala gente, fue que el equipo principal responsable lo formaran nada menos que Sean S. Cunningham (creador de la saga "Viernes 13", así como director de la primera y producer de "House...") y Steve Miner (director de las número 2 y 3 y del film comentado). Y digo que les sorprendio porque, si en aquellos tiempos las aventuras de Jason Voorhees eran destrozadas en la prensa cinematográfica por sus supuestos excesos de violencia y su supuesta carencia de imaginación, "House, una casa alucinante" se encontraba en el reverso opuesto, no era casi nada sangrienta, hacia gala de una notable imaginación (dentro de lo que cabe) y, para más inri, un final feliz (aún recuerdo una entrevista con Cunningham donde aseguraba que no eran tiempos fáciles y que el público pedía y necesitaba esa clase de desenlaces). El caso es que la cosa funcionó bastante bien en taquilla y el mercenario productor no pudo reprimirse el deseo de parir secuelas. La dos, con el guionista de la primera en funciones de director, era muy mala, mucho más light y juvenil (o infantil?). La tercera resultó ser un cristo, ya que no tenía la más mínima conexión con la peli madre y en USA se la conocía como "The Horror Show" relegando lo de "House 3" al mercado no-yankee y motivado por trifulcas legales. Era un refrito de Freddy Krueger y el "Shocker" de Wes Craven. Y la cuarta, ¿qué puedo decir de la cuarta?, abominable es la única cosa que se me ocurre.
En fin, la cuestión es que "House, una casa alucinante" nos narra las desventuras del novelista de terrores Roger Cobb (interpretado por el pizpireto William Katt, entonces muy popular gracias a "El gran héroe americano") quien, obsesionado con escribir sobre sus experiencias en Vietnam, se instala en el caserón de su difunta tía en el que, tiempo atrás, desapareció su hijo misteriosamente. A lo largo de la estancia los espíritus malignos se manifestarán (todos ellos diseñados con grotescas apariencias, destacando a Ben, que según decía su responsable era puro "estilo E.C. Comics") y Cobb tendrá la oportunidad de recuperar a su retoño. Todo ello plagado de mucho humor, todavía no demasiado estridente pero a un pelo de estarlo (y que fue lo que ayudó a su éxito) y, no se, una estética y un modo de entender el cine muy de su década. Vista hoy sí que ha envejecido un poco, y aunque no creo que se la pueda considerar una maravilla, sigo pensando que es un producto muy simpático.
A destacar la presencia en funciones actoriles de ese habitual de la serie B/Z que fue Richard Moll y el soundtrack de Harry Manfredini (sí, el inventor del "sh, sh, sh, ah, ah, ah" de la franquicia "Viernes 13").
Entrañable.