Huelga decir que todas sus películas son horrorosas, pero
que por unos motivos o por otros, son dignas de dedicarle un visionado,
inclusive las clasificadas “S”, que las suyas tienen un poco más de alma que
las otras.
Un presidiario, que en sus ratos de ocio se dedica a observar
a las vecinas de la cárcel en bikini (??), sale en libertad. Durante sus
trayectos en transporte público, dónde no deja de mirar aviesamente a las
mujeres, conoce a un maricón, a un par de putas, y a una tal zorrita, que le
engatusa y enamora con la idea de embaucarle en un robo de joyas. El
desmadre y el enredo, están servidos.
Una comedia con tetillas de por medio, más concretamente las
de Esperanza Roy, que a pesar de que, a priori, nos promete mucha diversión y
gags, no hay tanto de eso… es más, quitando un poco de sal gruesa en el
conjunto, tiene muy poquitos golpes cómicos, aunque se ve con agrado, y da
gusto ver a Saza muy en su salsa.
Y es que Iquino es un tío muy listo, y al principio de la
película una inscripción nos dice que no le busquemos tres pies al gato a esta
película, que no va de nada, que son solo una serie de situaciones absurdas,
aderezadas con un poquito de drama. Para concluir, demuestra que se las sabe
todas afirmando que pronto dirán de esta película que es una “Iquinada”.
Poco más que decir, porque tampoco es para tanto, ni es
horrorosa, por no verla no pasa nada, y
por verla tampoco. La película está a kilómetros de ser algo parecido a relevante.
Pero con ese título ¿Cómo voy a negarle la reseña?