También conocida con el título “Woochi” sin la coletilla de
cazador de demonios, esta película surcoreana no tiene nada que envidiar cualquier
superproducción de Hollywood de aventuras y fantasía con grandes efectos
especiales. La historia se inspira en un relato corto anónimo del siglo XVII,
en el se cuentan las andanzas de Woochi, un mago pícaro, una especie de “Rinconete
y Cortadillo”, pero con magia, y en Corea del sur.
La historia empieza hace 500 años, en esa época Woochi es un
estudiante de magia que junto a su perro con forma humana, van haciendo bromas
y jugarretas al primero que se le ponga por delante, incluso al mismísimo rey.
El maestro de Woochi se disgusta con los problemas en los que su discípulo se
mete, pero sabe que el fondo tiene buen corazón y que en algún momento de su
vida se convertirá en el mago supremo. Desgraciadamente para Woochi, es
falsamente acusado de robar una flauta mágica que controla a unos demonios. Así
pues los tres dioses lo encarcelan en un manuscrito para toda la eternidad. ¿Para
toda la Eternidad? No, en un pequeño poblado de la Galia cuando 500 años después,
ahora en la actualidad, los demonios vuelven a acechar a los seres humanos, los
tres dioses deciden sacar a Woochi de su cautiverio para poder hacerse de nuevo
con la flauta mágica y encerrar a los demonios. Lo que Woochi no sabe es que
piensan hacer lo mismo con él una vez les haya ayudado. Por medio se mezcla una
historia de amor con una viuda que le perseguirá en el tiempo y que puede ser
la perdición del joven mago.
Como comento en el primer párrafo, esta película no ha de
sentir vergüenza de mirar a los ojos a películas de presupuestos
multimillonarios, y es que toda la producción destila calidad. Desde el
vestuario, a los escenarios, y sin olvidar unos efectos especiales de lo mas
conseguidos. Lo único que canta un poco son los demonios hechos en CGI, pero se
perdona por todo lo demás. Y es que las luchas de magos con saltos imposibles, múltiples
dobles del protagonista que al ser golpeados se transforman en lo que eran,
escobas, o las bolas de fuego o agua, son unos muy buenos ejemplos de cómo usar
los efectos especiales para dar realismo a la fantasía sin que esta se vea
falsa como puede ocurrir en producciones más pobres. Porque admitámoslo, para
hacer una producción de fantasía que no saque al espectador de la historia se
necesita dinero, mucho dinero, y en Woochi contaban con él. Los actores también
están muy bien todos ellos, y rápidamente
le coges cariño Woochi y su fiel perro/amigo Chorangyi. Por el lado femenino es
donde la cuestión se tambalea un poco, pero siendo justos tampoco podemos decir
que la actriz que interpreta a la viuda lo haga mal, ya que en un momento tiene
que hacer un cambio de registro y la mujer cumple, simplemente es un poco
sosita en su papel habitual.
La película, aunque no tenga nada que ver, me recuerda a La Historia
Interminable o Dentro del laberinto, aquellas películas de fantasía y aventuras
donde lo primero era la calidad y hacer pasar un buen rato al público. Woochi
consigue esto sin despeinarse.