Tras verme un par de películas de Bobcat Goldthwait y comprobar
que lo de su talento no es una casualidad, decido bajarme las que me quedan y
empezar por el principio. Así pues, arranco con su ópera prima como director,
sacando como conclusión que el bueno de Zed es un horripilante actor, como
cómico hace gracia porque basa su humor en la exageración y el histrionismo,
pero más allá de eso, su humor físico no vale demasiado. De hecho, él debió
pensar más o menos lo mismo, ya que si en esta primera película es el
protagonista, no volvería a asomar por ninguna otra suya en lo sucesivo. Al intentar dotar a su rol una serenidad de la que antes no hacía gala,
no solo le cuesta, si no que su presencia chirría un poco, siendo él consciente
de todo esto.
Sin embargo, como guionista y director, que quieren que les
diga, me parece que este señor ha nacido para ello.
“Shakes the clown”, no es tan brillante como “El mejor padredel mundo”, ni tan descabellada como “Los perros dormidos mienten”, de hecho, se le ve un poco verde a Bobcat en
cuanto al desarrollo del argumento, no controla el tempo y la película se hace
un pelín larga, comenzando la trama en la recta final.
No obstante, la mala leche de lo que cuenta, el humor negro
que le está valiendo el prestigio a este hombre y una manera de componer planos que, inspirado
en otros muchos cineastas de los llamados “serios”, ya son una seña de la casa.
Un individuo, Shakes, alcohólico y un tanto asqueroso, trabaja como payaso de fiestas de cumpleaños a
las órdenes de una empresa que se dedica a enviarlos allá dónde estos sean
requeridos. Los rivales de los payasos de cumpleaños son los payasos de
rodeo y los mimos.
Uno de sus compañeros va a ascender, sustituyendo a un payaso que lleva la tira de años
haciendo televisión, por lo que siembra las envidias de sus compis. Siendo,
además, un poco mal nacido, resulta que asesina al jefe de todos ellos.
Aprovechando que Shakes está borracho e inconsciente, le juega una encerrona
para que todos crean que el asesino es
él. Tendrá que ingeniárselas –y aliarse con los mimos- para salir de ese
entuerto.
Un retrato feroz (por no decir directamente de desprecio) de esos desgraciados que son los payasos ambulantes. Da a entender que,
efectivamente, tienen un trabajo de mierda, pero es que ninguno de ellos se
merece mucho más, porque son también una mierda.
En el reparto un jovencito Adam Sandler que todavía no había
despuntado, y un consagrado Robin Williams en la cresta de la ola, que hace un
papelito, intuyo, por amistad.
Sin llegar a ser redonda, es una película en la linea de las
de Goldthwait, que está muy bien.