"Las torturas de la inquisición" es, en esencia, un drama histórico con algunas tetillas y unas cuantas escenas de tortura no demasiado extremas. Esto último es lo que le valió acabar en los estantes dedicados al terror en el que era mi video-club habitual. Ya saben cómo es España... "Mal Gusto" también fue calificada de terror, lo mismo que "Fonda Sangrienta" y ambas son, en esencia, comedias. El caso es que, jovenzuelo y sediento de truculencia como era yo, no pude reprimir el deseo de alquilarla... y menos con la explícita carátula que lucía (y que hacía honor a su título). La llevé a casa con cierto miedo, convencido de que estaba ante un producto de contenido muy fuerte, de esos que meto en el saco de las “películas peligrosas”… hasta que la vi. De nada sirvieron los llamativos “warnings” del cartel (“Lo aseguramos: Se estremecerá de horror en su butaca presenciando…”)… “Las torturas de la inquisición” era aburrida del cagarse y sus secuencias duras terminaban resultando de lo más sosas e indoloras. Decepción es mi segundo nombre. Cierto que no he vuelto a verla desde la época, pero vamos, dudo que lo intente de nuevo.
Se trata de una co-producción entre Alemania y Gran Bretaña del año 1970 que cuenta con un reparto bastante majo: Herbert Lom, un jovencito Udo Kier y el raro Reggie Nalder. Michael Armstrong, director, venía de rodar "La casa maldita", un precedente de la sinopsis más trillada del cine de terror moderno: Grupo de teenagers van a choza con mala fama y pasan cosas. En los 80 dirigió su última peli, una antología de historias de horror titulada "Screamtime". También tuvo una notoria carrera como guionista, suyo es el libreto de "La casa de las sombras alargadas" de Pete Walker.
Al final lo más curioso y entrañable de “Las torturas de la inquisición” es localizar entre sus fotocromos, cortesía del gran Alex Gardés (el Torquemada de Sitges), un aviso por supuesto contenido ofensivo y la legendaria clasificación “S”. ¡Qué tiempos!.