Nunca llegué a verla en el cine. Tuve que esperar al vídeo para reunir a una panda de colegas del colegio y pasar un rato de escándalo. La gozamos mucho, tanto como mi sobrino cuando hace un par de años, y viendo su lógico interés por las tetas y el follamen, se la puse. No paró de reír.
Poco sabía yo entonces que la mitad del guión de "Los Rompecocos" lo firmaba alguien que unos años después se convertiría en uno de mis héroes del celuloide rancio, Jim Wynorski. En esos tiempos aquella película representaba lo más fuerte y gráfico -sexualmente hablando- del momento en cuanto a comedia juvenil. Incluso daba un poco de reparo verla, casi como si fuese una porno. No hace falta decir que al lado de las "teen movies" modernas, mucho más brutas, escatológicas y ofensivas (en las que ya hasta vemos pollas, coños y chistes de corridas), "Los Rompecocos" ha pasado al lado de las inofensivas. Aunque, en esencia, nunca fue para tanto. A diferencia de "Porky´s" o tantas otras, la peli de Rafal Zielinski apostaba por un tono de comedia más grotesco, exagerado y casi "cartoonesco" que imposibilitaba tomársela demasiado en serio. Lo mismo que sus, probablemente incompletos, fotocromos aquí presentes -gracias a las capacidades humanas de Alex Gardés-. Como verán, algunos de ellos se reproducen tal cual en la parte trasera de la caratula VHS de este clásico del cine gamberro, probablemente la última de las "teen movies" genuinas, antes de su caída y posterior resurgimiento gracias a "American Pie".