lunes, 30 de octubre de 2017

LA MUJER ES COSA DE HOMBRES

“La mujer es cosa de hombres” es un film cuyo argumento, en la época, mediados de los setenta, quizás resultase bala
dí, sin embargo a día de hoy, realizar una película de estas características sería impensable. Por un lado, la corrección política imperante a día de hoy, prohibiría sin tapujos una película como esta, pero no es difícil pensar, que en aquella época, lo único que hacía la película es mostrar una realidad social, amén de que el retrato que nos ofrece de la mujer, no es de lo más edificante ni apropiado (aunque no dudo, que fiel a la realidad de aquellos días).
Jesús Yagüe, acomete una nueva comedia alimenticia, esta vez, firmando algunas líneas de un libreto que firman José Luis Garci y  José Luis Dibildos.
En ella, Ramona, una mujer moderna, sobrevive gracias a las aportaciones económicas que le hacen sus tres amantes, dos hombres casados, uno viudo y todos ellos bien posicionados, que no se conocen entre ellos, y que hacen escapadas semanales, uno los Miércoles, otros los Viernes, y otro los Domingos, con el fin de pasar ese día con su querida.
Un buen día, Ramona se enamora de un profesor, y decide casarse con él, para lo cual ha de abandonar a sus tres amantes. Les reúne, les cuenta todo, y a partir de ese momento, los tres hombres se hacen amigos. Quizás por aburrimiento, contratan a un detective que descubrirá que el nuevo novio de Ramona es un tal “El Luján”, un chulo que se dedica a conquistar mujeres con el fin de desplumarla. Cuando estos le cuentan a Ramona la verdad sobre su novio, se enredará la cosa para ellos tres y también para ella.
Lo que me ha chocado de “La mujer es cosa de hombres” es que, pese a ser un título puntero de la denominada “Españolada” y tener estructura y ritmo de comedia, en realidad se trata de una cinta casi melodramática, muy serena para lo que cuenta, que tan solo se vuelve disparatada en momentos muy punteros —cuando los tres amantes se emborrachan— para al final tener un desenlace abrupto y muy triste, que casa muy poco con una comedia española de la época. Quizás por eso, se trata de una película que, sin tener demasiados medios para su producción, esté un poco por encima de la media. Y, aún siendo un trabajo alimenticio, la mano de su director, un hombre culto y serio como Yagüe, de marcada ideología izquierdista (aunque el argumento sea un poco machista, insisto, solo en consecuencia de aquella época), se deja notar en una película, que filmada por alguien más alocado que Yagüe, sería sin duda mucho más disparatada. A mí, me gusta así, tal cual ha quedado.
Desde luego, cumplió con las expectativas del público, y pese a que a día de hoy ser un film que permanece un tanto olvidado, en su momento pasó del millón de espectadores siendo un éxito del cine Español.
El reparto es de lo más golosito; María Luisa San José, que sale preciosa, José Sacristán antes de ser un señor pedante, el gran Rafael Hernández y Antonio Ferrandis. Todos están estupendos, pero sin duda, Ferrandis se lleva la palma.
La película, dentro de su sobriedad, es divertida y entretenida.