“La casa de las chivas” tiene su origen en una obra teatral
de finales de los sesenta escrita por Jaime Salom, que fue lo suficientemente
exitosa como para que se decidiera adaptar este libreto al cine. Para ello, el
productor José Antonio Pérez Giner monta un tinglado para que León Klimovsky se
lo dirija.
Obviamente, yo de teatro no se nada, así que mi interés
hacia esta película no radica en la obra para la cual esta historia fue
concebida. Además, basta echar un vistazo
por Internet para comprobar que quienes
conocen la obra de teatro no la tienen en alta estima precisamente. Tampoco se
leen bondades acerca de la película.
Tampoco suscitaba mi interés una temprana película sobre la
guerra civil dirigida por el manazas de Klimovsky, director este por el que
tampoco siento especial interés, a no ser por alguna de sus obras más de
derribo. Sin embargo, andaba yo tiempo detrás de “La casa de las chivas” porque
se trata de uno de los tres o cuatro guiones que Carlos Pumares, señor este al
que admiro por variopintos motivos, escribió para la gran pantalla y que
durante su vida como director y conductor del espacio radiofónico “Polvo de
estrellas”, que durante los 80 y 90 propició que fuera al colegio medio dormido
cada mañana, no dejaba de mencionar de manera despectiva. Según él, los guiones
que escribió para cine, al igual que el resultado final de esas películas, eran
una mierda. Y de ahí mi interés por esos títulos, por otro lado, ignotos y de
difícil localización.
Aunque en esta ocasión, Pumares no firma el libreto en
solitario, lo hace nada menos que en compañía de José Luis Garci y Manuel Villegas López. Y claro, tres plumas
me parecen demasiadas para diferenciar la autoría de cada uno; por lo que
podemos decir que el guión de “La casa de las chivas” lo escribió el viento. O
en todo caso, los méritos han de recaer en el autor original de la obra
teatral, Jaime Salom.
Y asegurando al espectador que estamos ante una película
basada en hechos reales, tenemos aquí un folletin ambientado —con muy pocas
pesetas para ese menester— en la guerra civil, en el cual unos soldados,
presumiblemente republicanos, se alojan en una casa familiar que tienen
requisada. En la casa, regentada por un padre y sus dos hijas, la mayor de
ellas, presta sus servicios sexuales a los soldados a cambio de víveres y
provisiones a la par que surge la amistad entre la meretriz y los soldados.
Un buen día, llega un nuevo soldado a esa casa que demuestra
tener muy poquito interés en las atenciones sexuales con las cuales se le puede
colmar, sembrando la discordia en la casa ya que la menor de las hermanas, se
enamora de él. Los problemas están servidos. Incluso le acusan de maricón. Pero
¿por qué este soldado no es como los
demás en cuestiones culturales y sexuales? Pues porque es un aspirante a cura.
Muy mala prensa tiene “La casa de las chivas”, que ha sido
tildada de sosa e insustancial, cuando no, directamente de mala película. Y la
única verdad es que yo entré en un principio en el universo de estas hijas de
la Chiva —que según los personajes debió ser en vida un mal bicho— y me dejé llevar por un dramón de
agárrate y no te meneés, con soldados salidos y dos mujeres con más ansia de
macho que de cualquier otra cosa, mostradas, en su despecho, tal y como son las
mujeres despechadas; frías, calculadoras y malas. Claro que los individuos de
esta película son mostrados tal y como somos los machos; tontos y capaces de
cualquier cosa con tal de mojar el churro con quién sea. Ergo, quienes mejor
parados salen en esta historia, son los curas.
No está mal esta “La casa de las Chivas”. Me gusta su
cadencia, su triste desarrollar y la sensación de estar viendo algo resuelto
con mucho ingenio al notarse las carencias presupuestarias, y que esto no
afecte a lo que es la ambientación. Y que está entretenida, que es lo único que
ha de ser una película.
Huelga decir que el elenco actoral compuesto del grandísimo
Simón Andreu, Ricardo Merino, Charo Soriano, María Kosty, Rafael Hernández…
todos estupendos.
Venga, la recomiendo.