viernes, 23 de noviembre de 2018

Y... AL ROJO VIVO

Más cercana a un “exploit” de corte carcelario al estilo “Calles salvajes” que a la película protagonizada por dos ganadoras del Oscar como nos proponen las frases publicitarias de los diferentes carteles de la película —ediciones de USA incluidas—, “Certain Fury”, que en nuestro país se estrenó en cines bajo el título de “Al rojo vivo” para, en su paso por videoclubes añadírsele al mismo una “Y” y unos puntos suspensivos delante pasando a ser “Y… Al rojo vivo” —título que se dio por oficial finalmente—, no es más que una pequeña peliculita de "serie B" con dos estrellas como reclamo, que pasaron a estar decadentes demasiado pronto y no pegan en absoluto con los arquetipos que nos ofrece la cinta.
Un tribunal está resolviendo varios casos de delincuencia femenina. Tenemos a nuestras protagonistas, una joven estudiante que no sabemos muy bien lo que ha hecho, y otra pelirrojilla con pinta de nuevaolera de la que diríamos que jamás ha roto un plato. Pronto, otras dos detenidas toman rehenes en el mismo juzgado causando una matanza, por lo que nuestras protagonistas huyen de allí despavoridas. Mientras la policía las busca, vivirán mil y una aventuras, mostrando al espectador poco a poco por qué iban a ser juzgadas y dándonos a entender que son delincuentes por circunstancias, nunca por maldad.
“Buddy movie” femenina  muy de los ochenta, con sobredosis de violencia y sordidez barata que, a causa de su naturaleza caótica, bien le valdría un destacado puesto dentro de la categoría “malas pero divertidas”.
Por otro lado, sin que fuera un éxito en absoluto y  precedida de unas críticas que la catalogaban como basura, “Y… Al rojo vivo”, cuya vida comercial en nuestro país fue más notable en videoclubes que en salas de cine donde apenas congregó a 123.000 espectadores, es uno de los productos más olvidados (y olvidables) de la época, lastrado por una trama tan endeble como poco —y mal— desarrollada, unas motivaciones de lo más tontorronas y unas actuaciones de vergüenza ajena. Y es que, aunque Tatum O,Neal demostró ser una niña prodigio de lo más solvente, en la pos adolescencia mutó a actriz espantosa con un rictus de pena que no se le va, ni tan siquiera cuando tiene que empuñar un arma. Por otra parte, Irene Cara, que si en “Fama” de Alan Parker se ganó el favor de crítica y público y parecía que iba a comerse el mundo, aquí parece que no sabe dónde demonios está ni lo que tiene que hacer, máxime cuando se muestra torpe y poco grácil en las escenas de acción. De hecho, la portorriqueña comprendió que la actuación no era lo suyo, y se centró en su carrera como cantante donde, sin duda, le fue mucho mejor... al menos durante un tiempo, hasta que comenzaron los notables altibajos.
Las acompaña Peter Fonda, sin cejas, y sobreactuando cosa mala, rajándole con una navaja la cara a Tatum O’Neal.
Al final “Y… Al rojo vivo” es una  mala película donde Cara y O`Neal se pasan hora y media corriendo; y corren por el interior de las alcantarillas, por el exterior, por las vías del tren… y todo ello sin ningún sentido.
Muy mala, aunque no exenta de cierta gracia y valor “trash”.
El director, Stephen Gylenhaal, compaginó sus labores entre cine y televisión sin llegar a realizar nunca un trabajo destacable o recordado, siendo su filmografía una absoluta mediocridad.