La tercera película de Antonio Mercero fue un absoluto éxito
de taquilla que llegó a superar con creces los tres millones de espectadores.
Sin embargo, la crítica ninguneó la
cinta como si no existiera, porque solo supieron ver en ella una película infantil.Y
lo es, que además esa es su principal cualidad. De hecho, de niño, “La guerra
de papá” era una de mis películas favoritas. Sin embargo, y sin que esto sirva
de óbice, además de un film infantil también se trata de una película con un
alto contenido político. ¿Qué sucede? que como todo lo que ocurre en la
película se narra bajo el prisma de un niño de 4 años, todo ese contenido
político se quedaba enturbiado a favor de lo que realmente importaba en la
película que era ver al niño hacer una trastada detrás de otra. Y le quedó a
Mercero una película imperecedera y entrañable. Y es que con “La guerra de
papá” que adapta una novela de Miguel Delibes titulada “El príncipe destronado”
—que curiosamente, es una novela que leí siendo niño consecuencia de ser gran
fan del fil,— se consigue un equilibrio entre película y novela muy bien medido
en cuanto a que es lo más fiel posible; hasta los diálogos están extraídos
directamente de la novela.
Por otro lado, y siendo este el principal motivo del éxito
de la cinta, “La guerra de papá” presentó por primera vez al niño Lolo García,
tan rico y angelical que casi da grima, y que consiguió enternecer a España
entera en esta y otras películas (como por ejemplo, “Tobi”, también de
Mercero). Obviamente, y aunque se tiró prácticamente 10 años haciendo
películas, a medida que el niño iba siendo mayor, dejó de generar interés en el
público siendo su último film como protagonista una cosa italiana muy rara
dirigida por Giuliano Carnimeo y titulada “Computron 22”.
La incursión de este niño en la película no fue casual.
Había que encontrar un niño muy concreto para que protagonizara esta película,
y Antonio Mercero convocó una serie de castings por guarderías de toda España
para dar con él. En cuanto lo vio, se dio cuenta del potencial de Lolo García,
y en la película podemos ser testigos de esto.
Por supuesto, el niño no sabía ni leer ni escribir, por lo
que no podía aprenderse el texto. Todo un problema porque su personaje, Kiko,
no para de parlotear durante todo el relato. Como se trataba de un niño muy
aplicado, Antonio Mercero subsanó este problema situándose detrás de la cámara
y soltándole sus frases al niño, cosa que este, cual lorito amaestrado, hacía
sin mayor problema, máxime cuando en aquellos años no se rodaba con sonido
directo —las películas se doblaban en su integridad—y, lógicamente, no se escucharía
la voz del director. Quedó todo estupendo. Así que la película se convirtió en
un mega pepinazo. Prácticamente, y ambientándose esto en 1964, cuenta como un
niño de cuatro años pasa el día en casa jodiendo la marrana para llamar la
atención de la madre, pues tiene pelusilla de la su recién llegada hermanita,
que capta la total atención de su madre. Y al margen de esto, vemos las
disputas que hay entre el padre de la familia de tendencia política ultra
derechista y su esposa, más situada hacia un entorno izquierdista. Pero esa
sería una subtrama secundaria que, como ya he dicho, no enturbia la idea
principal que es la de poder ver al niño liándola parda.
Estupenda.
Junto a Lolo Garcia, tenemos las presencias de Verónica
Forqué (jovencísima), Teresa Gimpera, Hector Alterio, Vicente Parra, María
Isbert o Chus Lampreave.
Un film que me despierta verdadera nostalgia.