Uno de los hits rompetaquillas de los 90 que, basado en un
best seller de tres años antes de su rodaje, consiguió un “más difícil todavía”
de las películas malas, que es camuflar una comedia involuntaria de voluntaria.
O eso creo.
Supuestamente, “Striptease” se concibió como una comedia con
toques de thriller, y durante el rodaje, Andrew Bergman, su director, puso
especial empeño en las escenas cómicas. Sin embargo en un pase de prueba previo
al estreno oficial, el director y el equipo de la película pudo comprobar en
propias carnes como el público se reía… ¡pero en las escenas en las que no
tocaba reírse, en las dramáticas! Es por eso que, según ese pase de prueba, se
montó la película de nuevo alterando parte de los acontecimientos y rodando
nuevas escenas deprisa y corriendo para las que Demi Moore debió ponerse una
peluca, ya que en esa fase de la postproducción, esta ya estaba con la cabeza
rapada y rodando “La teniente o’Neill”. El resultado de todo esto es el
desbarajuste que se estrenó en las salas de nuestro país y que, pese a la banda
sonora claramente cómica que acompaña el clímax final para remarcar que estamos
viendo una comedia, no funciona como tal y sencillamente parece un mal thriller
con aires de comedia involuntaria. “Striptease” ya era mala en el año de su
estreno, 1996, pero deberían verla hoy, 22 años después, y comprobarán por qué
los 90 eran tan nefastos cinematográficamente hablando. Pese a ello, y pese al
aluvión de premios razzies que se llevó, la película logró ser un éxito sin
precedentes, más concretamente en Europa. En España, sin ir más lejos, logró
congregar la friolera de 4 millones de espectadores, lo que es un absoluto
pepinazo. Claro que, seguramente, lo que el público estaba comprando eran las
nuevas tetas de la Moore.
La historia, las dos tramas con las que cuenta la cinta, no
son más que una excusa que sirven como hilo conductor para lo que realmente se
vende que son las escenas de Striptease en las que vemos a Demi Moore tetas y
culo cada cinco minutos. Además el argumento es una mierda que no hay quién se
lo crea.
Una secretaria del FBI pierde su trabajo por tener un marido
delincuente. Para más drama, durante el divorcio, este gana la custodia de la
hija que tienen porque es quien tiene
trabajo, por lo que esta mujer tendrá que buscarse la vida como buenamente
pueda. Entonces, como ser secretaria del F.B.I. no es tener un buen currículum,
no le queda más remedio que mover el culo en un club de Striptease, dominando
el medio en pocas semanas como si bailara en pelotas desde cría. En una de
esas, un senador con ciertos
problemillas de índole sexual y bastante corrupto, se cruzará en su día a día
con el fin de complicar más aún las cosas.
Mala a rabiar, lo único que podemos sentir es vergüenza
ajena casi en cada uno de sus planos, con todos sus diálogos y con una Demi
Moore que siendo una chica delgadita y encantadora en películas previas, aquí
aparece hiper musculada y siliconada hasta el punto de no saber si estamos
viendo “Striptease” o una adaptación al cine de “Hulka”. Por otra parte, le vino
bien a la Moore rodar este pozo de estiércol, porque se convirtió en la actriz
mejor pagada de la década al recibir nada menos que 12 millones de dólares. Ridículo
resulta también Burt Reynolds, quien se
suponía que regresaba al cine por la puerta grande y quien, prácticamente,
suplicó para poder obtener este rol protagonista y, suponiéndose que interpreta
un papel divertido (un diputado que soba a las stripers y que en sus ratos de
ocio se unta el cuerpo con vaselina) lo que consigue es parecer que es un
malísimo actor. En cualquier caso, ninguno de los implicados parece estar
haciendo una comedia. ¿Quizá se decidió
que “Striptease” era una comedia después de su estreno? A saber.
Por otra parte “Striptease” no es más que la consecuencia de
esa moda desinhibida —y agradecida— de los 90 que resultó ser el thriller
erótico, subgénero este, para el que “Instinto Básico” abrió la veda,
ramificando por una corriente que murió tan pronto como empezó (con
“Showgirls”) como era el thriller erótico ambientado en locales de Striptease.
Un mojón de caballo con tan poca gracia, que al final, si se
la rebuscamos un poquillo, se la encontraremos. Eso sí, yo la he borrado de mi
disco duro tras el visionado.
Dirige Andrew Bergman, que se ha ganado la vida algo mejor
como guionista pero que, además de esta, dirigió cosas algo más potables como
por ejemplo “Profesor a mi medida” o “El Novato”.
Puro fast food del malo, del podrido.