viernes, 18 de enero de 2019

NO SOMOS DE PIEDRA

“Juguetes rotos” puede que sea uno de los films más personales de Manuel Summers, sin embargo fue un descalabro en taquilla de padre y muy señor mío. Ante esta tesitura, el director lepero optó por cultivar, en lo sucesivo, una suerte de cine popular que gustara al gran público que, como confesó el propio director “al fin de al cabo es el que paga”. En consecuencia de esto, Summers concibe “No somos de piedra”, una comedieta ligera con alto contenido sexual que, por protagonismo absoluto de Alfredo Landa, se adscribe al “landismo” casi de forma accidental.
Con un guión a pachas con Juan Miguel Lamet, “No somos de piedra” se sostiene sobre dos tramas que ocupan el grueso de la película, en lo que es una estructura narrativa un tanto extraña para una película española de los años sesenta. Por un lado, la película cuenta como un hombre de familia numerosa  tiene que lidiar con las calenturas que le provoca la presencia de la nueva niñera, una ex prostituta proveniente de un programa de inserción social para señoritas de la vida, que entre lo jamona que está y las minifaldas que gasta, hacen pasar a nuestro protagonista unos momentos muy malos. Por otro lado, harto de tantos hijos, tendrá que ingeniárselas para que, por medio del engaño y las malas artes, su esposa comience a tomarse la píldora anticonceptiva, cosa esta a la que se opone al ser una mujer de moral cristiana. Los tejemanejes que se trae Landa para conseguirlo conforman el material cómico y, ergo, traen consigo los mejores gags.
Summers era un valiente, porque con “No somos se piedra”, pese a ser la película menos Summers de cuantas hizo, aborda temas que eran más que peliagudos, máxime teniendo al caudillo vivo. Entonces, Summers introduce el sexo en su comedia en la medida de lo posible; estamos en 1968 y ver carne por encima de la rodilla es ya un atrevimiento. Pues vemos el muslamen de Ingrid Garbo. Por otro lado, la osadía de hacer una apología de la píldora anticonceptiva —contrarestada por la oposición total de la esposa del protagonista principal, artimaña esta muy inteligente para poder contar lo que le da la gana— se me antoja todavía más suicida que el mostrar minifaldas. Lo que me extraña es que no hubiera en la época una controversia sonada al respecto al ser tomado el tema con toda ligereza. Y a lo mejor no la hubo por el mero hecho de que “No somos de piedra” no fue un fracaso tan grande como el de “Juguetes rotos”, pero apenas la vieron 390.000 espectadores, con lo que la estrategia comercial tampoco le fue muy bien.
Sin embargo, sí que se trata de una pieza seminal para todo lo que vendría después. Summers se agarró al cine comercial como un clavo ardiendo, eso sí, siendo lo suficientemente inteligente como impregnar su sello de autor, dando unos toques de sensacionalismo a todas esas cintas de adolescentes embarazadas que vendrían después y que significarían las obras más significativas de su carrera.
Por lo demás,“No somos de piedra” se deja ver, sin más. Osadías a parte, se trata de una comedia populachera como tantas y tantas se parían a finales de los años sesenta, siendo del montón en cualquier caso.
Junto a Landa en el reparto, tenemos a Laly Soldevila, Emilio Laguna, una jovencísima Terele Pávez pre “Los escondites”, Maricarmen Prendes y Tip y Coll, que aparecen en la cinta en calidad de actores, es decir, que no hacen de ellos mismos.
 Ver y olvidar, sin más.