"The Prodigy" parece de entrada una típica película de niño chungo. Y en cierto modo lo es, solo que con unas pinceladas de efecto sobrenatural que le dan algo más de lustre. Ayudan mucho y bien la capacidad de su director para crear momentos de suspense e inquietud (impagable el escalofrío que me desayuné con el cambio de faz) y las buenas interpretaciones del casting... adulto, porque el infante ciertamente flojea un poquito. Pero no tanto como para estropear el festín, uno bastante entretenido y que logra el cometido de todas las de su especie: activar la tecla del moderado acojone.
Va incluido guiño/homenaje/mangoneo a Mario Bava.

Leído así parece que estemos ante una nueva y cansina epopeya sobre zombies. O ante algo en la línea de David Cronenberg. Sin embargo, es solo la punta del iceberg y dice muy poco, o casi nada, de una trama que te depara varios giros tremendos totalmente inesperados. Así que no se lo tomen muy a pecho, porque no van por ahí los tiros. En realidad no puedo decir por dónde van sin mandar al peo la diversión. Y es que esta producción Netflix/Miramax puede presumir de una cualidad hoy día jodidamente difícil de encontrar en una peli: Es imprevisible. Y claro, así, cuando llegas al final, resulta que te has pasado la primera mitad preguntándote "¿Pero de qué coño va esto?" y la otra gozando de las consecuencias, por lo que el total resulta muy entretenido.
Richard Shepard, director, tiene en su haber un thriller también muy gozable, "La sombra del cazador" con Richard Gere.