lunes, 10 de junio de 2019

LOS MATASANOS

Soy de los que piensa que en momento actual la comedia USA, capitaneada por aquellos otrora chicos Apatow, está en plena forma, No le pongo ni un punto ni una coma. Sin embargo me basta con visionar una comedia del montón de los años 80 para darme cuenta, que aún siendo estupendas las actuales, comparadas con todas aquellas películas no son más que puta mierda. Sirva como ejemplo una película pequeña, del montón, que fracasó en taquilla como esta “Bad Medicine”, traducida al castellano para su estreno en cines como “Los matasanos”y que servía para cambiar a Steve Guttemberg de ambiente —que no de registro— tras el mastodontico éxito de los dos primeros títulos de “Loca academia de policía”. Mientras que la comedia actual, por alocada que sea, trata por todos los medios de funcionar en un entorno creíble, las de los 80 pecan de todo lo contrario; son surrealistas y absurdas, y abundan las situaciones en las que es imposible creerse algo. Y ahí radica su virtud y, vive dios, que no está entrando en escena en ningún momento la nostalgia. En el caso de la que nos ocupa, desde el primer fotograma ya es graciosa.
Un estudiante de medicina al que sus padres han programado la vida para que sea médico desde el día en el que nació, no es capaz de ingresar en ninguna universidad de medicina debido a sus malas calificaciones, así que, contra su voluntad, su padre consigue que ingrese en la universidad de Madera en Latino América.  Una vez allí, no solo los estudiantes extranjeros son tratados de forma dura, sino que son enviados a un pueblo donde no hay hospitales con el fin de que hagan prácticas de la manera más precaria posible;  como el decano no se quiere gastar ni un duro en estas prácticas, los envía sin medicinas, motivo por el cual los estudiantes diagnostican enfermedades que no pueden tratar sin mediciamentos. A su vuelta a la facultad, una de las estudiantes, sensibilizada, decide liar a nuestro protagonista para robar medicamentos y volver al pueblo a tratar las enfermedades de los lugareños, motivo por el cual el decano les declarará una guerra abierta.
Realmente entretenida y divertida, con un ritmo y un vaivén de gags que propician que vista a día de hoy, aunque anticuada en el estilo, posee un carisma a prueba de balas y concluimos el visionado con una sonrisa de oreja a oreja y con dos o tres gags que perdurarán en la memoria. Amén de un reparto simpático y eficaz de la comedia de la época que no sobrevivió con honores a la misma; Además de Gutemberg tenemos a un descacharrante Alan Arkin, un Curtis Armstrong recién salido de “La revancha de los novatos”, una estupenda Julie Hagerty que despuntaba tras sus apariciones en “¡Aterriza como puedas!”, un principiante Gilbert Gottfried que no terminaría de despuntar en el cine y, haciendo de latino, el recientemente fallecido Taylor Negron con un rol secundario al que nos acostumbraría (y se acostumbraría) durante toda su carrera.
El film, inspirado en una novela de corte autobiográfico escrito por el Dr. Steven Horowitz y titulada “Calling Dr. Horowitz”, tuvo problemas de producción de todo tipo y no llegó a estar terminada el día en el que se supone que debía estrenarse, por lo que se estrenó meses más tarde suponiendo un pequeño fiasco financiero. Todo apunta, no obstante, a que tampoco hubiera funcionado de haber llegado a las salas a tiempo, y si así hubiera sido, tampoco se hubiera librado de la controversia que generó el tratamiento que en la película reciben los personajes latinos, apareciendo todos de la forma más estereotipada posible, siendo retratados como poco menos que salvajes y haciendo alarde de un racismo que si en los 80 fue criticado, hoy directamente hubiera sido condenado. Pues ¡qué paradoja! lo más gracioso de la película es precisamente  ese racismo estereotipador del que hace gala.
Curiosamente, y por abaratar costes, la película, que transcurre literalmente “en algún lugar de centro américa”, presumiblemente México,  fue rodada nada menos que en Murcia, en la localidad de Lorca donde, adecentando algunas calles con atrezzo para hacer parecer a Lorca un pobretón poblacho mexicano, no se preocupan en disimular otros aspectos meramente españoles como puedan ser las míticas cabinas telefónicas de  de Telefónica, los luminosos de las farmacias o los taxis españoles. Porque los productores debieron pensar: “México, España… La misma mierda, nadie se dará cuenta”. De hecho nadie se da cuenta, ni de la película misma que muy pocos la recuerdan ya. Y eso que, aunque en su estreno en salas españolas pasó inadvertido por mucho Murcia que apareciera en pantalla, sin embargo, era una cinta habitual de la CBS Fox que distribuía su material en los videoclubes de todo el país.
Muy graciosa.
Dirige, entre los cuatro o cinco productos televisivos con los que se ganó la vida, Harvey Miller, cuya otra película para cines, además de esta, fue “Un asesino muy ético”, que está más ninguneada incluso que esta.