sábado, 19 de septiembre de 2020

BLOOD FEST

Al "Holocausto Caníbal" de Ruggero Deodato se le pueden achacar muchas cosas malas, comenzando por toda la crueldad desplegada hacia los animales. Pero hay otra característica que a mi siempre me ha irritado profundamente, y es que se supone que es una crítica, un palo, a una corriente que en esa época tiraba mucho en el cine italiano, los documentales "mondo", construidos a base de imágenes horribles de supuesta violencia real (sobre todo contra las criaturillas de la naturaleza, siempre las grandes víctimas de la estupidez humana) que, disfrazados de monserga moralista, llamaban a los más bajos instintos del espectador medio (y los billetes de su cartera). Molesto con ello, Deodato facturó una peli en la que los mismos documentalistas son los responsables de toda la brutalidad que filman sus cámaras. Muy bien, hasta ahí muy bien, el problema reside en que para esputar dicho mensaje se valió, prácticamente, de las mismas y poco honrosas tretas que usaban los cineastas "mondo". Así pues, toda su intención quedaba diluida en una enorme, absurda y ofensiva incoherencia.
Pues bien, con "Blood Fest" pasa algo parecido... aunque, afortunadamente, sin que ningún ser vivo lo pague con su vida durante el proceso. Hay una escena en la que un personaje suelta un "speech" brillante que me llegó al alma, en el que acusa al terror moderno de no dar miedo, de haber perdido su esencia amenazante, y culpa de ello a su integración en el mainstream. Señala directamente a los vampiros "de color púrpura", a los zombies televisivos (aunque estos tengan el inevitable papel de peso en la misma "Blood Fest"... junto a los payasos siniestros, claro), a los viejos y sobre explotados psycho-killers y que todo se ha convertido en pasto de pueril merchandising. Más razón que un santo. Olé. Sin embargo, la curiosa paradoja es que la misma "Blood Fest" es pura, dura y total consecuencia de todo ello. Es, en parte, culpable de aquello que critica. Veamos por qué.

La historia no deja de ser una combinación entre "Una cabaña en el bosque" y "Hell Fest". Va a celebrarse una feria dedicada al cine de terror, una "Con" de esas que dicen los yanquis. El prota, un adolescente adorador del género y que trabaja en un vídeo-club (dato que chirría especialmente si tenemos en cuenta que la peli se desarrolla en tiempos modernos, supongo que era el desesperado intento por parte de los artífices de mandar un guiño más de los muchos que hay), se pirra por acudir, pero su padre no le deja. Sí, ya, el padre como representación inevitable de la autoridad moral y que desprecia esas mismas películas por su violencia y sadismo. Lo que pasa es que, en este caso, el hombre tiene algo de razón. Años atrás, y siendo el prota aún infante, un tipo enmascarado entró en su casa y acuchilló a la madre hasta matarla. Con semejante trauma, uno no comprende cómo el teenager se pirra por los "slashers" y tal, pero así son estas pelis. Supongo que es factible alegar su corta edad cuando ocurrió, pero podría mostrar algo de empatía hacia el padre, digo yo. Total, que a pesar de las prohibiciones el chaval consigue ir y, una vez allá, y tras el mentado "speech", los responsables de la organización, deseosos de que exista una genuina peli de terror terrorífica, y castigar un poco a ese "fandom" amuermado que se viste con camisetas de "Viernes 13", se disfraza del asesino de "Scream" o lleva llaveros con la cara de "Chucky", comienza a masacrarlo con el fin de que abandone su zona de confort y vuelva a sentir miedo de verdad. El prota y sus amigos harán lo imposible por evitar fenecer y escapar del lugar.
En otra desesperante muestra más de paradoja, la misma película que, se supone, ama el género y critica a aquellos que lo desprecian (como el padre del protagonista, y además a conciencia, como verán los que sufran la obra completa) es, a su vez, responsable de "alertar" de su peligro (la típica doble moral yanqui). Es decir, los organizadores de la feria son adictos a ese tipo de cine y están tan frustrados por la tendencia inofensiva que ha adoptado los últimos tiempos que deciden rodar su propia película asesinando a un montón de peña inocente para devolverle la peligrosidad (evidentemente, aquí nadie saca a relucir que una buena peli de terror no tiene por qué ser ultra-violenta, incluso ni siquiera contener más de un crimen, pero claro, eso no es comercial). ¿Qué me estás contando? ¿que el padre del prota tenía razón? ¿Que esta clase de cine atrae a individuos peligrosos? Mi no comprende. Otra evidencia más: el villano explica que para crear su ejército de asesinos, se agenció a un grupo de tarados y los sometió al visionado repetido de una película del género con el fin de hacerles creer que ellos eran el psycho-killer protagonista. Inquietante.
Pero dejando de lado tales apreciaciones ¿psicológicas?, y las incoherencias, y el exceso de comedia, y de referencias (incluida "Evil Dead"), y los clichés narrativos y, por supuesto, los clichés humanos (la aspirante a actriz medio idiota, el director de cine arrogante, la estrella del terror que odia al género que le da de comer -vaya novedad, ¿y que hay de malo en ello?-, la chica rarita que acabará siendo la novia del prota y, por supuesto, su amigo gordo y gracioso que se pirra por echar un polvo -y lo echa, por imposible que parezca. Eso sí, los muy cobardes se saltan la escena en cuestión-, al que da vida Jacob Batalon, el amigo gordo y gracioso de "Peter Parker" en la pelis del arácnido producidas por "Marvel Studios"), e incluso los cameos "cool" (Zachary Levi haciendo de sí mismo), lo realmente irritante de "Blood Fest", lo "peligroso", es su tremebunda mirada al ombligo, su naturaleza de producto destinado a lamer el ojete del "fandom", a complacerlo hasta el punto de perder la dignidad. Tanto se esfuerzan, tanto tiempo dedican a los guiños, los homenajillos y las citillas, que desaprovechan la oportunidad de hacer aquello que justamente más necesita el género: Una película buena, con personalidad, estilo y algo de cerebro.
A cambio obtenemos casi una producto pornográfico en su naturaleza "friki". Y yo ya estoy hasta los cojones de todo eso, de esa especie de secta religiosa en la que se ha convertido el fanatismo hacia mi cine predilecto, logrando únicamente desprender a este de su esencia, convirtiendo la pasión en algo superficial, casi festivo, tomado a guasa, trivializando todo su qué, su razón de ser. Y tanta culpa tienen las galletas de "La matanza de Texas", los peluches de "Freddy Krueger" y los calcetines de "Evil Dead", como la película comentada. Profundamente dañinas / nocivas para el género al que supuestamente pertenecen y rinden pleitesía.

Irritante. Casi mejor rebautizarla como "Blood PEST".